El circo de los extraños (29 page)

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Authors: Darren Shan

Tags: #Terror, Infantil y Juvenil

BOOK: El circo de los extraños
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En medio de nuestro ataque de risa, una cabeza inquisitiva se asomó a la entrada de nuestra tienda, y entró Hans
el Manos
.

—¿Cuál es el chiste? —preguntó, pero no podíamos responderle. Lo intenté, pero cada vez que empezaba a hablar, acababa estallando nuevamente en carcajadas.

Él meneó la cabeza haciendo girar los ojos. Y entonces, cuando finalmente nos tranquilizamos, nos dijo a qué había venido.

—Tengo un mensaje para vosotros —dijo—. Mr. Tall quiere que os presentéis en su caravana cuanto antes.

—¿Qué pasa, Hans? —preguntó Evra, riendo todavía—. ¿Para qué nos quiere?

—No es él —dijo Hans—. Es Mr. Tiny el que os necesita.
Él
es quien os quiere.

Dejamos de reír al instante. Hans se fue sin añadir nada más.

—Mr. Ti-Ti-Ti-Tiny quiere vernos... —dijo Evra, ahogadamente.

—Ya lo he oído —dije—. ¿Qué crees que querrá?

—No lo s-s-s-s-sé... —tartamudeó Evra, aunque ya me imaginaba lo que pasaba por su mente. Lo mismo que por la mía. Estábamos pensando en las Personitas, en Bradley Stretch, y en la gran cazuela negra llena de huesos y trozos de carne humana.

CAPÍTULO 14

Mr. Tall, Mr. Crepsley, y Mr. Tiny estaban en la caravana cuando entramos. Evra temblaba como una hoja, pero yo no estaba verdaderamente nervioso. Sin embargo, al ver las miradas preocupadas de Mr. Tall y Mr. Crepsley, me di cuenta de lo inquietos que estaban, y eso me puse un poco tenso.

—Pasad, chicos. —Mr. Tiny nos dio la bienvenida como si la caravana fuera suya y no de Mr. Tall —. Sentaos, poneos cómodos.

—Prefiero estar de pie, si no le importa —dijo Evra, intentando que no se escuchara el castañeteo de sus dientes.

—Yo también —dije, secundando a Evra.

—Como queráis —concedió Mr. Tiny.

Él era el único que estaba sentado

—He oído hablar mucho de ti, joven Darren Shan —dijo.

Estaba haciendo rodar algo entre sus manos: un reloj en forma de corazón. Podía escuchar su tic-tac cada vez que hacía una pausa al hablar.

—Eres un gran chico, por lo que me han contado —prosiguió Mr. Tiny—. Un jovencito realmente notable. Lo sacrificaste todo para salvar a un amigo. No hay mucha gente dispuesta a hacer algo así. La gente es demasiado egoísta en los tiempos que corren. Es bueno comprobar que en el mundo aún quedan héroes.

—No soy un héroe —dije, sonrojándome ante el cumplido.

—Por supuesto que lo eres —insistió—. ¿Qué es un héroe sino una persona que renuncia a todo por el bien de los demás?

Sonreí con orgullo. No entendía por qué Evra le tenía tanto miedo a este hombre tan raro pero simpático. Yo no veía nada terrible en Mr. Tiny. Me gustaba.

—Larten dice que te niegas a beber sangre humana —continuó Mr. Tiny—. No te lo reprocho, es algo horrible y repulsivo. No lo puedo soportar. Claro que la sangre de los niños pequeños es otra cosa. Es absolutamente de-li-cio-sa.

Fruncí el ceño.

—No se puede beber de ellos —dije—. Son demasiado pequeños y podrían morir.

Sus ojos se abrieron más y su sonrisa se hizo más amplia.

—¿
Y qué
? —inquirió suavemente.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Si se trataba de una broma, era de muy mal gusto, pero podría haberla pasado por alto (¿acaso no me había partido de risa por el pobre Bradley Stretch?), de no ser porque vi en su expresión que hablaba totalmente en serio.

Y de repente comprendí por qué este hombre era tan temido.
Era malvado
. No sólo malo o desagradable, sino diabólicamente malvado. Era la clase de hombre que podía imaginarme asesinando a miles de personas sólo para oírlas gritar.

—¿Sabes? —dijo Mr. Tiny—. Tu cara me resulta familiar. ¿Nos hemos visto antes, Darren Shan?

Negué con la cabeza.

—¿Estás seguro? —insistió—. Me resultas
muy
familiar.

—Yo... le... le recordaría —tartamudeé.

—No se puede confiar siempre en la memoria —sonrió Mr. Tiny—. Puede ser un monstruo engañoso. Pero no importa. Tal vez te haya confundido con alguien.

Por el modo en que sus labios se curvaron en una sonrisa (¿cómo había podido pensar que su sonrisa era agradable?), supe que no lo creía así. Pero yo estaba seguro de que se equivocaba. Yo nunca habría podido olvidar a un ser así de haberlo conocido.

—Bien, vayamos al grano —dijo Mr. Tiny.

Sus manos apretaban el reloj en forma de corazón y por un instante pareció que resplandecían y se fundían en el objeto. Pestañeé y me froté los ojos. Cuando volví a mirar, la ilusión (pues eso debió haber sido) se había desvanecido.

—Chicos, me visteis llegar con las Personitas —dijo Mr. Tiny—. Hay nuevos adeptos a mi causa y aún no saben muy bien cuáles son sus obligaciones. Normalmente me quedo con ellos y les enseño a trabajar, pero tengo otros asuntos que atender. De todos modos, son inteligentes y estoy seguro de que aprenderán.

"Sin embargo, mientras aprenden, me gustaría, si os parece bien, jovencitos, que les ayudaseis a integrarse en la rutina diaria. No tendríais que hacer mucho. Principalmente, quisiera que les buscarais comida. Tienen un gran apetito.

"¿Qué os parece, chicos? Tengo el permiso de vuestros guardianes. —Señaló con la cabeza a Mr. Tall y Mr. Crepsley, que no parecían muy contentos con aquel acuerdo, pero parecían resignados—. ¿Ayudaréis al pobre y viejo Mr. Tiny y a sus Personitas?

Miré a Evra. Podía ver que él no quería, pero de todos modos asintió con la cabeza. Yo hice lo mismo.

—¡Excelente! —exclamó Mr. Tiny—. Estoy seguro de que el joven Evra Von ya sabe lo que les gusta a mis pequeños. Si tenéis algún problema, informad a Hibernius y os echará una mano.

Mr. Tiny agitó la mano para indicarnos que podíamos irnos. Evra se dispuso a marcharse de inmediato, pero yo permanecí allí.

—Disculpe —dije, haciendo acopio de todo mi valor—, pero ¿por qué les llama Personitas?

Mr. Tiny se volvió lentamente. Si mi pregunta le había sorprendido, no lo demostró, pero vi cómo Mr. Tall y Mr. Crepsley se quedaban con la boca abierta.

—Porque son pequeños —explicó tranquilamente.

—Eso ya lo sé —dije—. ¿Pero no tienen otro nombre? ¿Un nombre oficial? Si alguien me habla de ‘Personitas’, en lo primero que pienso es en elfos o duendes.

Mr. Tiny sonrió.


Son
elfos y duendes —respondió—. Por todo el mundo encontrarás leyendas e historias de gente pequeña y mágica. Las leyendas tienen un origen. Esas leyendas las iniciaron mis pequeños y leales amigos.

—¿Me está diciendo que esos enanos de las capas azules son
elfos
? —pregunté, incrédulo.

—No —dijo—. Los elfos no existen. Esos enanos (como tan groseramente los denominas) fueron vistos hace mucho tiempo por gente ignorante, que inventó nombres para ellos: elfos, hadas o espíritus. E inventaron historias sobre lo que eran y lo que podían hacer.

—¿Qué
pueden
hacer? —indagué.

La sonrisa de Mr. Tiny se desvaneció.

—Me han dicho que eras muy preguntón —gruñó—, pero nadie me contó que fueras
tan
entrometido. Recuerda, Darren Shan: la curiosidad mató al gato.

—Yo no soy un gato —repuse con audacia.

Mr. Tiny se inclinó hacia delante y su rostro se oscureció.

—Si sigues haciendo preguntas —siseó—, podrías acabar transformado en uno. Nada en esta vida dura para siempre, ni siquiera la forma humana.

El reloj resplandeció de nuevo en sus manos, rojo como un auténtico corazón, y decidí que ya era hora de marcharme.

—Ahora ve a acostarte y duerme bien —me dijo Mr. Crepsley antes de irme—. Esta noche no habrá lección.

—Y levantaos temprano, muchachos —agregó Mr. Tiny, diciendo adiós con la mano—. Mis Personitas siempre se despiertan con hambre. No es prudente dejarles desatendidos. No se sabe qué puede pasar por sus mentes (o sus
dientes
) si se les deja sin comer durante mucho tiempo.

Salimos apresuradamente y volvimos corriendo a nuestra tienda, donde nos dejamos caer y escuchamos el furioso latido de nuestros corazones contra el suelo.

—¿Estás loco? —me dijo Evra cuando fue capaz de hablar—. Hablarle así a Mr. Tiny, hacerle esas preguntas... ¡No estás en tus cabales!

—Tienes razón —dije, recordando aquel encuentro, preguntándome de dónde había sacado el valor—. No lo estoy.

Evra meneó la cabeza disgustado. Aún era temprano, pero nos fuimos a acostar de todas formas. Yacimos despiertos durante horas, con la mirada clavada en el techo de la tienda. Cuando por fin me quedé dormido, soñé con Mr. Tiny y su reloj en forma de corazón. Sólo que en mis sueños, no era un reloj. Era un corazón humano de verdad. El
mío
. Y cuando lo apretó...

Agonía.

CAPÍTULO 15

Nos levantamos temprano y fuimos en busca de comida para las Personitas. Estábamos cansados y de mal humor, y nos costó un rato espabilarnos.

Después de un rato le pregunté a Evra qué comían las Personitas.

—Carne —repuso—. De cualquier clase de animal, les da igual.

—¿Cuántos animales tendremos que cazar? —pregunté.

—Bueno, hay doce, pero no comen demasiado. Supongo que un conejo o un erizo bastarían para dos de ellos. Un animal más grande, como un zorro o un perro, alcanzaría para tres o cuatro.

—¿Los erizos son comestibles? —pregunté.

—Para las Personitas, sí —dijo Evra—. No hacen remilgos a nada. También comen ratas y ratones, pero tendríamos que cazar muchos para alimentarlos a todos, así que no merece la pena.

Cogimos un saco cada uno y marchamos en distintas direcciones. Evra me explicó que la carne no tenía por qué ser fresca, así que si encontraba algún tejón o ardilla muertos, podía meterlos en el saco y ahorrar tiempo.

Tras un par de minutos de haber comenzado la caza, descubrí a un zorro. Llevaba una gallina en las fauces y volvía a su madriguera. Le seguí hasta que, llegado el momento oportuno, salté sobre él desde un arbusto y lo inmovilicé contra el suelo.

La gallina muerta voló de su boca y el zorro se giró, gruñendo, para morderme. Antes de que lo hiciera, lo agarré del cuello con rapidez y se lo giré bruscamente hacia la izquierda. Se oyó un sonoro crujido y el zorro murió.

Metí la gallina en el saco (un buen plus), pero me quedé mirando al zorro unos minutos. Necesitaba sangre, así que encontré una vena, le hice un pequeño corte y comencé a chupar.

Parte de mí odiaba hacer esto. Parecía tan inhumano... Pero me recordé que yo ya
no era
humano. Era un semi-vampiro, y así actuaban los de mi especie. Me sentía mal cuando mataba zorros, conejos, cerdos o corderos las primeras veces. Pero me acostumbré a ello. Tenía que hacerlo.

¿Llegaría a acostumbrarme a beber sangre humana? Ésa era la cuestión. Esperaba poder evitar alimentarme de humanos, pero sentía que me estaba debilitando, y sabía que al final tendría que hacerlo... o moriría.

Eché el cadáver del zorro al saco, y continué cazando. Encontré una familia de conejos acicalándose las orejas junto a un estanque cercano. Me arrastré hacia ellos lo más cerca que pude, y salté sobre ellos sin previo aviso. Se dispersaron aterrorizados, pero tuve tiempo de hundir mis afiladas uñas en tres de los más pequeños.

Los agregué a lo que ya había en el saco, y decidí que era suficiente por ese día. Imaginaba que el zorro, la gallina y los conejos bien podrían alimentar a seis o siete de los de las capas azules.

Me encontré a Evra de regreso al campamento. Él había conseguido un perro muerto y un tejón, y se sentía muy satisfecho de sí mismo.

—Ha sido el mejor día de caza que he tenido —dijo—. Además de esto, encontré un campo lleno de vacas. Podríamos ir a robar una esta noche. Eso mantendría a las Personitas al menos durante uno o dos días.

—¿Y no se dará cuenta el granjero? —pregunté.

—Hay por lo menos un centenar de vacas —dijo Evra—. Ya nos habremos ido para cuando acabe de contarlas.

—Pero las vacas cuestan dinero —dije—. No me importa matar animales salvajes, pero robarle a un granjero es diferente.

—Le dejaremos dinero —dijo Evra con un suspiro.

—¿De dónde lo sacaremos? —inquirí.

Evra sonrió.

—Si hay algo de lo que nunca anda corto el Cirque Du Freak, es de dinero —me aseguró.

Más tarde, tras acabar con nuestras faenas, volvimos a reunirnos con Sam. Nos había estado esperando durante horas en los arbustos.

—¿Por qué no entraste al campamento? —le pregunté.

—No quería molestar —dijo—. Además, pensé que alguien podría haber dejado suelto al hombre-lobo. Ayer, cuando me vio, me dio la impresión de que no le gusté.

—Es así con todo el mundo —le explicó Evra.

—Quizá —dijo Sam—, pero pensé que más valía no correr riesgos.

Sam estuvo muy preguntón. Era obvio que había estado pensando mucho en nosotros desde el día anterior.

—¿Tú nunca llevas zapatos? —le preguntó a Evra.

—No —respondió Evra—. Las plantas de mis pies son muy duras.

—¿Y qué pasa si pisas una espina o un clavo? —preguntó Sam.

Evra sonrió, se sentó y le tendió un pie a Sam.

—Intenta arañármelo con alguna ramita afilada —dijo.

Sam partió una rama y pinchó la planta del pie de Evra. Fue como intentar hacer un agujero en duro cuero.

—Un trozo de cristal podría cortarme —dijo Evra—, pero no es algo que ocurra muy a menudo, y mi piel se vuelve más dura año tras año.

—Me encantaría tener la piel así —dijo Sam con envidia. Luego se volvió hacia mí—. ¿Por qué llevas siempre la misma ropa? —inquirió.

Le eché un vistazo al traje con el que me habían enterrado. Debería haber pedido ropa nueva, pero se me había olvidado.

—Me gusta —dije.

—Nunca había visto a un niño vestido de esa forma —dijo Sam—. Excepto en bodas o funerales. ¿Te obligan a vestirte así?

—No —respondí.

—¿Les pediste a tus padres que te dejaran unirte al Cirque? —le preguntó Evra entonces, para desviar la atención de Sam.

—No —suspiró Sam—. Les hablé de ello, claro, pero imagine que sería mejor ir despacio. No quiero decirles nada hasta antes de marcharme, o puede que después de irme.

—¿Así que aún piensas en venir con nosotros? —pregunté.

—¡Puedes apostarlo! —dijo Sam—. Sé que ayer intentasteis ahuyentarme, pero de algún modo lograré que me acepten. Esperad y lo veréis. Andaré siempre por aquí, leeré libros y aprenderé todo lo referente a los espectáculos de freaks, y entonces iré a ver a vuestro jefe y le expondré mi caso. No podrá rechazarme.

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