El cero y el infinito (19 page)

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Authors: Arthur Koestler

BOOK: El cero y el infinito
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En tanto que el caos domine el mundo, Dios es un anacronismo, y todos los compromisos con la propia conciencia constituyen una perfidia. Cuando la maldita voz interior te hable, tápate los oídos Buscó la botella detrás de él y se sirvió otro vaso. Rubashov observó que la botella estaba medio vacía. "Todavía te gusta solazarte", pensó.

—Los mayores criminales de la historia —continuó Ivanov— no son del tipo de Nerón y de Fouché, sino del tipo de Gandhi y de Tolstoi. La voz interior de Gandhi ha hecho más para impedir la liberación de la India que los cañones ingleses. Venderse por treinta dineros es una transacción honrada, pero venderse a la propia conciencia de uno es abandonar el género humano. La historia es, a priori, amoral: no tiene conciencia. Pretender conducir la historia con arreglo a las máximas de una escuela dominical, es lo mismo que dejarla ir al garete, y esto lo sabes tú tan bien como yo. Conoces lo que se ventila en esta lucha, y me vienes hablando de los gemidos de Bogrov...

Vació el vaso y añadió:

—O con remordimientos de conciencia por aquella gorda de Arlova.

Rubashov sabía de antiguo que Ivanov podía aguantar mucha bebida, sin que se advirtiese en él más cambio que una manera de hablar ligeramente más enfática. "Necesitas consuelo" —pensó Rubashov—, "quizás más que yo." Se sentó sobre el estrecho taburete opuesto a Ivanov, y escuchó.

Todo esto no era nuevo para él; durante años había defendido las mismas tesis con los mismos o semejantes argumentos. La diferencia estaba en que, en aquellos tiempos, él no conocía esos procesos interiores, de los que Ivanov hablaba con tanto desprecio, más que como abstracciones, pero desde entonces había sentido la "ficción gramatical" como una realidad física en su propio cuerpo. Pero estos procesos irracionales ¿se habían vuelto más admisibles simplemente porque él tenía conocimiento personal de ellos? ¿Era menos necesario combatir la "intoxicación mística", sólo por el hecho de que se había uno intoxicado con ella? Cuando hacía un año había enviado a Arlova a la muerte, no había tenido suficiente imaginación como para pintarse los detalles de una ejecución. ¿Se habría conducido de modo distinto si hubiera conocido algunos de sus aspectos? O tenía razón, o no la tenía, al sacrificar a Ricardo, Arlova y al pequeño Loewy. Pero ¿qué tenían que ver con la razón o la sinrazón de la medida en sí, el tartamudeo de Ricardo, los pechos de Arlova o los gemidos de Bogrov?

Rubashov empezó otra vez a pasearse por la celda. Sentía que todo lo que había experimentado desde su prisión había sido solamente un preludio; que sus meditaciones lo habían llevado a un callejón sin salida, o a la entrada de lo que Ivanov había llamado el "burdel metafísico"; y que tenía que volver a empezar desde el principio. Pero ¿cuánto tiempo le quedaba? Se detuvo, tomó el vaso de la mano de Ivanov y luego de llenarlo lo vació de un trago.

Ivanov se quedó mirándolo.

—Eso es mejor —dijo con una sonrisa fugaz—. El monólogo en forma de diálogo es una institución útil. Espero haber reproducido eficazmente la voz del tentador. Qué lástima que la parte contraria no está representada, aunque esto es esencial en sus trucos, ya que nunca se deja arrastrar a una discusión racional. Siempre ataca al hombre cuando está indefenso, cuando está solo y rodeado de una efectiva mise en scène: desde una zarza ardiendo hasta una cumbre de montañas cubierta de nubes; prefiere sorprender durmiendo a las víctimas. Los procedimientos del gran moralista son bastante teatrales y de mala fe...

Rubashov ya no escuchaba. Paseando de un lado a otro se preguntaba si en el caso de que Arlova estuviese viva hoy, la volvería a sacrificar. Este problema lo fascinaba, y le parecía que su solución contenía la respuesta a todas las preguntas...

Se detuvo frente a Ivanov y le preguntó:

—¿Te acuerdas de Raskolnikov?

Ivanov se sonrió con ironía:

—Era de esperar que tarde o temprano llegarías a eso. Crimen y castigo... ¿Pero te has vuelto niño, o has llegado a la senilidad?

—Espera un momento, espera un momento —dijo Rubashov, andando agitadamente—. Todo esto es pura conversación, pero me parece que estamos llegando a la meta. Si mal no recuerdo, el problema es éste: si el estudiante Raskolnikov tenía derecho, o no, de matar a la vieja. Es joven y tiene talento; eso equivale a llevar una irredimible promesa de vida en el bolsillo; ella es vieja y completamente inútil para el mundo. Pero la ecuación no cuadra. En primer lugar, las circunstancias lo obligan a asesinar a una segunda persona; ésta es la inesperada e ilógica consecuencia de una acción aparentemente simple y lógica. En segundo lugar, la ecuación no puede mantenerse en ningún caso, porque Raskolnikov descubre que dos por dos no son cuatro cuando las unidades matemáticas son seres humanos.

—Realmente —dijo Ivanov— si quieres saber mi opinión, deberían quemarse todos los ejemplares de ese libro. Considera un momento adónde habría llevado esa filosofía nebulosa, ese humanitarismo, si los hubiésemos tomado literalmente, si nos hubiéramos aferrado al precepto de que el individuo es sagrado, y de que no debemos tratar a las vidas humanas según las reglas de la aritmética. Eso hubiera significado que un comandante de batallón no podría sacrificar a un tonto como Bogrov, aunque al no hacerlo corriésemos el riesgo de que nuestras ciudades costeras fuesen bombardeadas impunemente y hechas polvo dentro de un par de años...

Rubashov meneó la cabeza:

—Todos tus ejemplos están tomados de la guerra, es decir, de circunstancias anormales.

—Desde que se inventó la máquina de vapor —replicó Ivanov— el mundo ha estado permanentemente en estado de anormalidad, y las guerras y las revoluciones son justamente la expresión de ese estado. Tu Raskolnikov es, de cualquier modo, un tonto y un criminal, no porque se condujese lógicamente al matar a la vieja, sino porque lo hizo por un interés personal. El postulado de que el fin justifica los medios es y sigue siendo la única regla de ética política; todo lo demás es pura especulación verbal y se funde entre los dedos... Si Raskolnikov hubiese acabado con la vieja por orden del Partido, por ejemplo, para aumentar el fondo de huelga o para instalar una prensa clandestina, la ecuación se habría podido resolver, y la novela, con su engañoso problema, no se habría escrito nunca, con beneficio para la humanidad.

Rubashov no dió ninguna respuesta. Estaba todavía fascinado por el problema de si hoy, después de las experiencias de los últimos meses y los últimos días, hubiera enviado otra vez a Arlova a la muerte. No sabía qué contestar. Ivanov tenía razón, pensando lógicamente, en todo lo que decía; el oponente invisible permanecía silencioso, y sólo hacía advertir su presencia por un vago sentimiento de desasosiego. Y también en eso tenía razón Ivanov, al definir la conducta del "oponente invisible", que nunca se prestaba a la discusión y atacaba a la gente sólo en los momentos en que estaba indefensa, lo que suponía una conducta muy dudosa...

—No me gusta mezclar ideologías —continuó Ivanov—. Hay solamente dos concepciones en la ética humana, y son dos polos opuestos. Una de ellas es cristiana y humanitaria; declara que el individuo es sacrosanto, y afirma que las leyes aritméticas no se aplican a las unidades humanas. La otra se basa en el principio de que una necesidad colectiva justifica todos los medios, y no sólo permite, sino que exige que el individuo se subordine y sacrifique a la comunidad, la que puede disponer de él como si fuese un conejo de Indias para fines de experimentación, o un cordero para un sacrificio religioso. La primera concepción podría llamarse moralidad de antivivisección y la segunda, moralidad viviseccionista. Los embaucadores y los diletantes han procurado siempre mezclar los dos conceptos, pero en la práctica esto es imposible. Cualquiera que tenga la responsabilidad del poder, se encuentra a las primeras de cambio con que tiene que escoger, y se ve fatalmente llevado a la segunda alternativa. ¿Acaso conoces, desde que el cristianismo se hizo religión de Estado, un solo ejemplo de un Estado que haya seguido una política cristiana? No me puedes citar ni uno. Cuando la necesidad aprieta, y en política la necesidad aprieta de modo crónico, los gobernantes tienen siempre que declarar "un estado de excepción" que requiere excepcionales medidas de defensa. Y desde que existen, naciones y clases viven en un estado permanente de mutua autodefensa que las obliga a diferir para mejores tiempos las prácticas del humanitarismo...

Rubashov se asomó a la ventana. La nieve fundida se había vuelto a helar, y brillaba con su irregular superficie de cristales de un amarillo blancuzco. El centinela, con el fusil al hombro se paseaba por la pared de enfrente; el cielo estaba claro y sin luna, y sobre la torrecilla de la ametralladora se veía un trozo de la Vía Láctea.

—Reconozco —dijo— que el humanitarismo y la política, el respeto por el individuo y el progreso social, son incompatibles. Admito que Gandhi es una catástrofe para la India; que la pureza en la elección de medios conduce a una impotencia política. Estamos de acuerdo en todo lo negativo. Pero mira adónde nos ha conducido la otra alternativa.

—Bien —preguntó Ivanov— ¿adónde?

Rubashov se frotó los lentes con la manga y los miró con sus ojos miopes:

—¡Qué revoltijo, qué confusión hemos hecho de nuestra edad de oro! —dijo.

—Puede ser —replicó Ivanov sonriendo con satisfacción—. Hasta ahora todas las revoluciones las han hecho diletantes moralistas. Recuerda a los Gracos y a Saint-Just, y a la Comuna de París.

Todos iban de buena fe, y perecían a causa de su diletantismo. Por primera vez, somos consecuentes...

—Sí —dijo Rubashov—, tan consecuentes que en interés de una justa distribución de la tierra, dejamos deliberadamente morir de hambre, en un año, a cinco millones de campesinos y sus familias. Tan consecuentes nos mostramos en la liberación de seres humanos de la explotación industrial, que enviamos diez millones de personas a ejecutar trabajos forzados en las regiones árticas y en las selvas del Este, en condiciones similares a las de los antiguos galeotes. Tan consecuentes, que para zanjar una diferencia de opinión no conocemos más que un argumento: la muerte, sea en materia de submarinos, de abonos agrícolas, o de la línea del Partido en Indochina.

Nuestros ingenieros trabajan con la amenaza constante de que un error en los cálculos pueda significar la prisión o el patíbulo; los altos funcionarios de nuestra administración inutilizan y destrozan a sus subordinados, porque saben que serán culpados por el más leve descuido y serán destruidos ellos mismos; nuestros poetas resuelven sus discusiones sobre el estilo literario mediante denuncias a la policía secreta, puesto que los expresionistas consideran a los naturalistas contrarrevolucionarios y viceversa. Así, diciendo actuar en nombre de los intereses de las generaciones venideras, hemos infligido tales privaciones a la presente, que la vida humana se ha acortado en una cuarta parte. Para asegurar la existencia del país, hemos tenido que tomar medidas de excepción y adoptar leyes transitorias, que son, en todo sentido, contrarias a los fines de la Revolución; las condiciones de trabajo son más duras, la disciplina más inhumana, y la reglamentación más depresiva y dañosa que en los países coloniales con mano de obra indígena; hemos rebajado el límite de edad para la aplicación de la pena capital hasta los doce años; nuestras leyes sexuales son más restrictivas que las inglesas del período victoriano, y la adoración a nuestro Caudillo es más bizantina que en las dictaduras reaccionarias.

"En nuestras escuelas y por nuestra prensa se cultivan el chauvinismo, el militarismo, el dogmatismo, el conformismo y la ignorancia. El poder arbitrario del gobierno es ilimitado hasta un extremo que carece de ejemplo en la historia. La libertad de prensa, la de opinión y de asociación han sido exterminadas tan completamente como lo estaban antes de la proclamación de los Derechos del Hombre. Hemos organizado un gigantesco aparato policíaco, con delatores a quienes se considera como una institución nacional, y con el más refinado sistema científico de tortura física y mental. Azotamos a las sufridas masas del país hacia una futura felicidad teórica, que solamente nosotros somos capaces de avizorar. Pero las energías de esta generación están agotadas; se gastaron en la Revolución; además han sido sangradas copiosamente, y sólo queda una masa quejumbrosa, estúpida, apática, de carne dispuesta al sacrificio. Ésos son los resultados de nuestra autosuficiencia. Tú llamas a todo esto moralidad de vivisección. A mí algunas veces me parece como si los vivisectores hubiesen desarrollado a la víctima dejándola en pie con los tejidos, músculos y nervios al descubierto...

—Bueno, ¿y qué con eso? —dijo Ivanov con satisfacción—. ¿No lo encuentras maravilloso? ¿Se ha hecho alguna vez algo más estupendo en la historia? Estamos desollando a la humanidad para que eche piel nueva, y eso no es ocupación para los que tengan nervios débiles; además, hubo un tiempo en que eso te llenaba de entusiasmo. ¿Qué te ha cambiado, hasta volverte más delicado que una solterona vieja?

Rubashov deseó contestarle: "He cambiado desde que oí a Bogrov gritar mi nombre", pero se dió cuenta de que esta respuesta carecía de sentido. En vez de eso repuso:

—Para continuar con la misma metáfora: veo el cuerpo desollado de esta generación, pero no veo trazas de la piel nueva. Todos creíamos que podíamos manipular con la historia como si se tratase de un experimento de física, y la diferencia está en que en un laboratorio puede repetirse cuantas veces se quiera el experimento, pero en la historia puede hacerse sólo una vez. Dantón y Saint-Just subieron al cadalso sólo una vez, y aunque se llegase a demostrar que los submarinos de gran tonelaje eran los mejores, no por eso volvería a la vida el camarada Bogrov.

—¿Y qué deduces de ello? —preguntó Ivanov—. ¿Debemos sentarnos con los brazos cruzados porque nunca se puedan prever las consecuencias de un acto, y, por consiguiente, toda acción es un mal? Respondemos de todos nuestros actos con nuestras cabezas, y no se nos puede pedir más. En el campo contrario no son tan escrupulosos. Cualquier general, así sea.un viejo idiota, puede hacer experimentos con miles de cuerpos vivientes, y si se equivoca, lo más que le hacen es pasarlo a la reserva. Las fuerzas de la reacción y de la contrarrevolución no tienen escrúpulos ni problemas éticos. Imagínate a Sila, a GalIifat o a Kolchak leyendo a Raskolnikov. A pájaros como tú sólo se los encuentra en los árboles de la Revolución. Para los otros es más fácil...

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