Respiré hondo.
—Hades recibió seis disparos sin sufrir daño en el año 77, señor. Tamworth nos entregó munición expansiva para que la usásemos contra él. Dijo tener permiso de OE-1.
—Bien, no lo tenía. Si los periódicos se enteran, habrá que dar demasiadas explicaciones y rodarán cabezas. OpEspec no tiene buenas relaciones con la prensa, señorita Next.
The Mole
insiste en obtener acceso para uno de sus periodistas. En este clima de petición de responsabilidades, los políticos se nos echan cada vez más encima. ¡Munición expansiva…! Mierda, ni siquiera la caballería especial la usa contra los rusos.
—Eso dije yo —repliqué, pero al ver el estado de estas balas —agité la bolsita de casquillos aplastados— veo que Tamworth demostró considerable autocontrol. Deberíamos haber llevado revienta blindajes.
—Ni lo sueñe.
En ese punto hicimos un descanso. Flanker y los otros se perdieron en la habitación contigua para discutir mientras una enfermera me cambiaba el vendaje del brazo. Había tenido suerte; no había habido infección. Estaba pensando en Snood cuando volvieron para retomar la entrevista.
—Mientras descendía cuidadosamente la escalera era aparente que ahora Acheron estaba desarmado —seguí—. Había una Beretta de nueve milímetros en los escalones de cemento junto a una lata de polvo para natillas. No había ni rastro de Acheron ni de la ancianita. En el descansillo encontré una puerta de apartamento que habían abierto con gran fuerza, arrancando ambas bisagras y rompiendo el cierre de seguridad de la puerta. Interrogué con rapidez a los ocupantes del piso, pero los dos reían sin parar; parece que Acheron les había contado un chiste sobre tres osos hormigueros en un pub y no conseguí sacarles nada útil.
Uno de los operativos negaba lentamente con la cabeza.
—¿
Ahora qué
? —pregunté indignada.
—Ninguna de las dos personas que describe recuerda que usted o Hades pasasen por el piso. Sólo recuerdan que la puerta saltó sin razón aparente. ¿Cómo lo explica?
Pensé durante un momento.
—Evidentemente, no puedo. Quizá posea control sobre las mentes débiles. Sólo tenemos una pequeña idea de los poderes de ese hombre.
—Hummm —respondió pensativo el operativo—. Para ser sinceros, la pareja
intentó
contarnos el chiste de los osos hormigueros. Nos pareció curioso.
—No tenía gracia, ¿verdad?
—En absoluto. Pero ellos parecían creer que era hilarante.
Empezaba a sentirme furiosa y no me gustaba la dirección que estaba tomando la entrevista. Reuní mis ideas y seguí, argumentando ante mí misma que cuanto antes acabase, mejor.
—Busqué lentamente por el piso y encontré una ventana abierta en el dormitorio. Llevaba hasta la salida de incendios, y al mirar al exterior pude apreciar la forma de Acheron bajando los tramos oxidados cuatro pisos más abajo. Sabía que no podía darle alcance, y fue entonces cuando vi a Snood. Salió tambaleándose de detrás de un coche aparcado y apuntó con el revólver a Hades cuando éste se dejó caer al suelo. En ese momento no comprendí qué hacía allí.
—¿Pero ahora sí?
El corazón se me vino abajo.
—Estaba allí por
mí
.
Sentí que me anegaban las lágrimas y luché por controlarlas. Antes muerta que llorar como un bebé delante de esta gente, así que con habilidad convertí el sollozo en un estornudo.
—Estaba allí porque sabía lo que había hecho —dijo Flanker—. Al pronunciar en voz alta el nombre de Hades había comprometido su situación y la de Tamworth. Creía estar enmendándose. A los ochenta y nueve años intentaba atrapar a un hombre más fuerte, más decidido y más inteligente. Era valiente. Era estúpido. ¿Oyó algo de lo que se dijeron?
—Al principio no. Bajé por la salida de incendios y oí a Snood gritar ¡Policía armada! y ¡Al suelo!. Para cuando llegué al segundo piso, Hades había convencido a Snood para que le entregase el arma y había disparado. Yo disparé dos veces desde mi posición; Hades se tambaleó ligeramente, pero se recuperó pronto y corrió hacia el coche más cercano.
Mi
coche.
—¿Qué sucedió entonces?
—Gateé para bajar de la escalera y me lancé al suelo, aterrizando mal sobre algo de basura y lesionándome el tobillo. Alcé la vista y vi a Acheron golpear la ventanilla de mi coche y abrir la portezuela. No le llevó más de un par de segundos forzar el seguro del volante y arrancar el motor. La calle era, como ya sabía, un callejón sin salida. Si Acheron quería escapar, sería a través de mí. Cojeando me situé en medio de la calle y esperé. Empecé a disparar tan pronto como se alejó de la acera. Todos mis disparos dieron en el blanco. Dos en el parabrisas y uno en la rejilla del radiador. El coche siguió acelerando y yo seguí disparando. Saltaron un retrovisor y el otro faro. El coche me daría si seguía moviéndose, pero ya no me importaba en realidad. La operación era un desastre. Acheron había matado a Tamworth y a Snood. Mataría a muchos otros si yo no daba todo lo que tenía. Con mi último disparo le di a la rueda delantera del conductor y finalmente Acheron perdió el control. El coche golpeó un Studebaker aparcado y volcó, se desplazó sobre el techo y finalmente se detuvo a apenas un metro de mi posición. Se agitó inestable durante un momento y luego se quedó quieto, el agua del radiador mezclándose con la gasolina que fluía a la calle.
Bebí otro sorbo de agua y miré a los rostros reunidos. Prestaban atención a todas mis palabras, pero lo más duro estaba por llegar.
—Recargué, luego abrí la portezuela del conductor del coche volcado. Había esperado que Acheron cayese convertido en un guiñapo, pero Hades, no por primera vez esa noche, no cumplió las expectativas. El coche estaba vacío.
—¿Le vio escapar?
—No. Yo misma reflexionaba sobre la situación cuando oí una voz familiar a mi espalda. Era Buckett. Había vuelto.
»“¿Dónde está?”, gritó Buckett.
»“No lo sé”, respondí tartamudeando, comprobando la parte de atrás del coche.
»“¡Quédate aquí! —gritó Buckett—. ¡Voy a comprobar el otro lado!”
»Me alegraba de que me diesen órdenes y poder descargar la carga de la iniciativa. Pero mientras Buckett se giraba para irse, rieló un poco y supe que algo iba mal. Sin vacilar, le disparé tres veces en la espalda. Cayó en un montón…
—¿Disparó a
otro
operativo? —dijo una del grupo de OE-1 con tono de incredulidad—. ¿Por la
espalda
? —Pasé de ella.
—… y evidentemente no era Buckett. La figura que se alzó de la calle para mirarme era Acheron. Se frotó la espalda donde le había acertado y sonrió benignamente.
»“¡No ha sido muy deportivo!”, dijo sonriendo.
»“No estoy aquí para hacer deporte”, le aseguré.
Uno de los agentes de OE-1 me interrumpió.
—Parece que usted le dispara a mucha gente por la espalda, Next. ¿A quemarropa con balas estriadas y
sobrevivió
? Lo lamento, ¡es totalmente imposible!
—Es lo que pasó.
—¡Está mintiendo…! —dijo indignado—. ¡Ya he tenido bastante de…!
Pero Flanker le puso una mano en el brazo y lo tranquilizó.
—Siga, señorita Next.
Lo hice.
—«Hola, Thursday», dijo Hades.
»“Acheron”, —respondí.
»Sonrió.
»“La sangre de Tamworth se enfría en los escalones de arriba y es todo culpa tuya. Venga, dame tu pistola y podremos acabar con esto y volver a casa.”
»Hades alargó la mano y sentí un impulso enorme de entregarle el arma. Pero ya le había rechazado antes, cuando empleaba métodos más persuasivos… cuando yo era alumna y él profesor. Quizá Tamworth supiese que yo era capaz de resistirme a él; quizá fuese ésa otra razón para querer tenerme en el equipo. No lo sé. Hades se dio cuenta y en su lugar dijo de forma cordial:
»“Ha pasado mucho tiempo. ¿Quince años, ¿no?”
»“Verano del 69”, respondí con gravedad. No tenía ganas de juegos.
»“¿69?” —preguntó él, después de pensarlo un momento—. Entonces hace
dieciséis
años. Me parece recordar que éramos muy amigos.
»“Eras un profesor genial, Acheron. No he conocido a un intelecto con el que pueda compararte. ¿Por qué todo esto?”
»“Podría decir lo mismo de ti —respondió Acheron con una sonrisa. Tú fuiste el único alumno que he tenido nunca al que podría describir como
genial
, sin embargo, aquí estás, trabajando como poli con pretensiones; una detective literaria; un peón para la Red. ¿Qué te trajo a OE-5?”
»“El destino.”
»Hubo una pausa. Acheron sonrió.
»“Siempre me caíste bien, Thursday. Me rechazaste y, como todos sabemos, no hay nada más seductor que la resistencia. Siempre me he preguntado qué haría si nos volviésemos a encontrar. Mi alumna estrella, mi protegida. Casi fuimos amantes.”
»“
Nunca
fui tu protegida, Hades.”
»Volvió a sonreír.
»“¿Alguna vez has querido un coche nuevo?”, me preguntó de improviso.
»Claro que sí, y se lo dije.
»“¿Qué hay de una casa grande? ¿Qué hay de
dos
casas grandes? En el campo. Con terrenos.
Y
un Rembrandt.”
»Vi lo que pretendía.
»“Si quieres comprar mi buena voluntad, Acheron, tienes que escoger la moneda adecuada.”
»Dejó de sonreír.
»“Eres fuerte, Thursday. La avaricia funciona con la mayoría de la gente.”
»Yo ya estaba furiosa.
»“¿Para qué quieres el manuscrito
Chuzzlewit
, Acheron? ¿Para venderlo?
»“¿Robar y vender? Qué
vulgar
—dijo con desprecio—. Lamento lo de tus dos amigos. Las balas de punta hueca lo dejan todo hecho un lío, ¿no crees?”
»Nos quedamos allí de pie mirándonos. Pronto llegaría OE-14.
»“Al suelo —le ordené— o juro que disparo.”
»De pronto Hades se convirtió en un borrón móvil. Hubo un restallido y sentí que algo me golpeaba el brazo. Hubo cierta sensación de calor y comprendí con cierto distanciamiento que me habían disparado.
»“Buen intento, Thursday. ¿Qué tal con el otro brazo?”
»Sin saberlo, yo había lanzado un disparo en su dirección. Me felicitaba por ello. Sabía que me quedaban como mucho treinta segundos antes de que la pérdida de sangre me empezase a marear. Pasé la automática a la mano izquierda y empecé a elevarla.
»Acheron sonrió con admiración. Había seguido con ese juego brutal todo lo posible, pero el rugido lejano de las sirenas de policía le hizo apresurarse. Me disparó una vez en el pecho y me dejó por muerta.
Los agentes de OE-1 se movieron ligeramente al concluir mi historia. Intercambiaron miradas, pero no me interesaba si me creían o no. Hades me había dado por muerta pero todavía no se me había acabado el tiempo. El ejemplar de Jane Eyre que Tamworth me había dado me había salvado la vida. Me lo había metido en el bolsillo del pecho; la bala de Hades había penetrado hasta la tapa de atrás pero no la había atravesado. Costillas rotas, un pulmón colapsado y un moratón de muerte… pero había sobrevivido. Fue suerte, el destino o lo que uno quiera creer.
—¿Eso es todo? —preguntó Flanker.
Asentí.
—Eso es todo.
No lo era, claro, había mucho más, pero nada de eso era importante para ellos. No les había contado cómo Hades había usado la muerte de Filbert Snood para triturarme emocionalmente; fue así como consiguió acertar con el primer disparo.
—Eso es todo lo que precisamos saber, señorita Next. Puede volver a OE-27 tan pronto como se recupere. Debo recordarle que está sujeta al acuerdo de confidencialidad que firmó. Una palabra en el momento equivocado podría tener graves consecuencias. ¿Hay algo que le gustaría añadir?
Respiré profundamente.
—Sé que lo que he contado parece imposible, pero es la verdad. Soy el primer testigo que ha visto lo que Hades está dispuesto a hacer para sobrevivir. Quien le persiga en el futuro debe ser plenamente consciente de lo que es capaz de hacer.
Flanker se recostó en la silla. Miró al hombre del tic, quien asintió.
—Abstracto, Señorita Next.
—¿Qué quiere decir?
—Hades está muerto. A pesar de tener el gatillo fácil, los de OE-14 no son unos perdedores completos. Esa noche le persiguieron por la M4 hasta que estrelló el coche en el cruce doce. Rodó por un embarcadero y estalló en llamas. No queríamos contárselo hasta oír su declaración.
La noticia me dio directamente y con fuerza. La venganza había sido la emoción principal que me había mantenido cuerda durante las últimas semanas. Sin el ardiente deseo de ver a Hades castigado, puede que no lo superase. Sin Acheron mi testimonio quedaría sin probar. No había esperado que lo creyesen todo, pero al menos podría esperar ser vindicada cuando otros se enfrentasen a él.
—¿Disculpe? —pregunté de pronto.
—Dije que Hades está muerto.
—No, no lo está —dije sin pensar.
Flanker supuso que mi reacción era un efecto de mi estado traumático.
—Puede que sea difícil aceptarlo, pero lo está. Ardió hasta quedar casi irreconocible. Tuvimos que identificarle usando sus registros dentales. Todavía llevaba la pistola de Snood.
—¿El manuscrito
Chuzzlewit
?
—Ni rastro… Creemos que también quedó destruido.
Bajé la vista. Toda la operación había sido un fiasco.
—Señorita Next —dijo Flanker, poniéndose en pie y colocándome una mano sobre el hombro—, le alegrará saber que nada de esto será público por debajo de OE-8. Puede volver a su unidad sin mácula en su expediente. Se produjeron errores, pero ninguno de nosotros sabe cómo podrían haber acabado las cosas dadas otras circunstancias. En cuanto a nosotros, no volverá a vernos.
Apagó la grabadora, me deseó buena salud y salió de la sala. Los otros agentes fueron con él, excepto el hombre del tic. Esperó hasta que sus colegas no pudiesen oírle y me susurró:
—Creo que su testimonio es basura, señorita Next. El servicio no se puede permitir perder a hombres como Fillip Tamworth.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por decirme su nombre de pila.
El hombre se movió para decir algo, se lo pensó mejor y se fue.
Me levanté de la mesa en la sala de interrogatorios improvisada y miré por la ventana. Fuera hacía calor y sol y los árboles se agitaban suavemente bajo la brisa; el mundo parecía no tener espacio para gente como Hades. Permití que los recuerdos de esa noche regresasen. La parte que no les había contado se refería a Snood. Acheron había dicho más cosas esa noche. Había señalado el cuerpo cansado y gastado de Snood y había dicho: