El camino de los reyes (107 page)

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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

BOOK: El camino de los reyes
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—Entonces tienes dos horas —dijo Amaram, subiendo al carruaje—. Las mismas condiciones de equipaje que los demás.

La puerta del carruaje se cerró, pero no antes de que Kaladin pudiera ver un atisbo de un Roshone aún más satisfecho. Entre sacudidas, el vehículo se puso en marcha, salpicando una cortina de agua del techo.

—¿Por qué? —preguntó Lirin, volviéndose hacia Kaladin, la voz entrecortada—. ¿Por qué me has hecho esto? ¡Después de todos nuestros planes!

Kaladin se volvió hacia Tien. El muchacho lo cogió del brazo.

—Gracias —susurró—. Gracias, Kaladin. Gracias.

—Os he perdido a ambos —dijo Lirin roncamente—. ¡Tormentas! A ambos.

Estaba llorando. La madre de Kaladin lloraba también. Agarró de nuevo a Tien.

—¡Padre! —dijo Kaladin, volviéndose, sorprendido ante lo confiado que se sentía.

Lirin se detuvo, de pie bajo la lluvia, un pie en un charco donde los lluviaspren se arremolinaban. Se alejaron de él como babosas verticales.

—Dentro de cuatro años, lo traeré sano y salvo a casa —dijo Kaladin—. Prometo por las tormentas y el décimo nombre del mismísimo Todopoderoso. Lo traeré de vuelta.

«Prometo…»

«Yelig-nar, llamado Viento Asolador, era uno que no sabía hablar como un hombre, aunque a menudo su voz iba acompañada por los gemidos de aquellos a los que consumía.»

Los Inhechos eran obviamente invenciones del folklore. Curiosamente, la mayoría no eran considerados individuos, sino personificaciones de tipos de destrucción. Esta cita es de Traxil, versículo 33, considerada una fuente primaria, aunque dudo de su autenticidad.

Eran un grupo extrañamente acogedor, estos parshmenios salvajes —leyó Shallan. Era de nuevo el relato del rey Gavilar, registrado un año antes de su asesinato—. Han pasado ya casi cinco años desde nuestro primer encuentro. Dalinar continúa presionándome para que regrese a nuestro hogar, insistiendo en que la expedición dura ya demasiado.

Los parshmenios prometen que me guiarán para cazar a una bestia de gran concha a la que llaman a
nulo mas vara
, que mis eruditos dicen que se traduce más o menos como «monstruo de los abismos». Si sus descripciones son adecuadas, estas criaturas tienen grandes gemas corazón, y una de sus cabezas sería un trofeo realmente impresionante. También hablan de sus terribles dioses, y pensamos que deben de referirse a varios conchagrandes de los abismos particularmente voluminosos.

Nos sorprendió descubrir que estos parshmenios conocen la religión. La prueba sorprendente de una sociedad parshmenia completa (con civilización, cultura y un lenguaje único) es sorprendente. Mis guardatormentas han empezado a llamar a esta gente «los parshendi». Está claro que este grupo es muy distinto de nuestros sirvientes parshmenios comunes, y puede que ni siquiera sean la misma raza, a pesar de las pautas de su piel. Tal vez sean primos lejanos, tan distintos de los parshmenios ordinarios como los sabuesos-hacha alezi lo son de la raza de Selay.

Los parshendi han visto a nuestros sirvientes, y se sienten confundidos. «¿Dónde está su música?», me pregunta Klade a menudo. No sé a qué se refiere. Pero nuestros sirvientes no reaccionan ante los parshendi, ni muestran ningún interés en emularlos. Esto resulta tranquilizador.

La cuestión sobre la música tiene que ver con los cánticos y tarareos que suelen hacer los parshendi a menudo. Tienen una increíble habilidad para hacer música juntos. Juro que he dejado a un parshendi cantando solo, y luego pasar junto a otro que estaba lejos y no podía oír al primero y sin embargo cantaba la misma canción…, casi al compás en tempo, tono y letra.

Su instrumento favorito es el tambor. Son burdos, con manos pintadas en los lados. Esto coincide con sus sencillos edificios, que construyen con crem y piedra. Los construyen en formaciones rocosas como cráteres al borde de las Llanuras Quebradas. Le pregunto a Klade si les preocupan las altas tormentas, pero él se ríe. «¿Por qué preocuparse? Si los edificios salen volando, podemos construirlos de nuevo, ¿no?»

Al otro lado del reservado, el libro de Jasnah crujió cuando pasó una página. Shallan apartó su propio volumen, y luego rebuscó entre los que tenía sobre la mesa. Terminada por el momento su formación filosófica, había regresado a sus estudios sobre el asesinato del rey Gavilán.

Sacó un pequeño volumen del fondo del montón: un registro dictado por el guardatormentas Matain, uno de los eruditos que había acompañado al rey. Shallan lo hojeó en busca de un párrafo concreto.

Era una descripción de la primera partida de caza parshendi que habían encontrado.

Sucedió después de que acampáramos junto a un profundo río en una zona boscosa. Era un lugar ideal para un campamento duradero, ya que los densos árboles de maderazorca nos protegerían contra los vientos de las altas tormentas, y la alta ribera del río eliminaba el riesgo de riadas. Su majestad sabiamente siguió mi consejo, y envió grupos de exploradores río arriba y río abajo.

La partida del alto príncipe Dalinar fue la primera en encontrar a los extraños e indómitos parshmenios. Cuando regresó al campamento con su historia, yo (como muchos otros) me negué a creer lo que decía. Sin duda se habría encontrado con los sirvientes parshmenios de otra expedición como la nuestra.

Cuando visitaron nuestro campamento al día siguiente, su realidad ya no pudo ser negada. Eran diez: parshmenios, en efecto, pero más grandes que los familiares. Algunos tenían pieles moteadas de negro y rojo, y otros de blanco y rojo, como es más común en Alezkar. Llevaban armas magníficas, el brillante acero marcado con decoraciones complejas, pero vestían ropas sencillas de tela narbin tejida.

Al poco tiempo su majestad se sintió fascinado por estos extraños parshmenios, e insistió en que empezara a estudiar su lenguaje y su sociedad. Admito que mi intención original fue descubrirlos como algún tipo de estafa. Sin embargo, cuanto más aprendíamos, más llegué a comprender lo equivocada que había sido mi valoración inicial.

Shallan le dio un golpecito a Ja página, pensando. Entonces sacó un grueso volumen titulado
El rey Gavilar Kholin, una biografía
, publicado por la viuda de Gavilar, Navani, dos años antes. Shallan pasó las páginas, buscando un párrafo concreto.

Mi esposo fue un rey excelente, un líder inspirador, un duelista sin par y un genio de las tácticas de batalla. Pero no tenía un solo dedo erudito en su mano izquierda. Nunca mostró interés en la explicación de las altas tormentas, le aburría oír hablar de ciencia e ignoraba los fabriales a menos que tuvieran un uso militar. Era un hombre que seguía el ideal masculino clásico.

—¿Por qué se sintió tan interesado en ellos? —dijo Shallan en voz alta.

—¿Hmmm? —preguntó Jasnah.

—El rey Gavilar. Tu madre insiste en su biografía en que no era ningún erudito.

—Cierto.

—Pero le interesaban los parshendi —dijo Shallan—. Incluso antes de saber de sus espadas esquirladas. Según el relato de Matain, quería saber sobre su lenguaje, su sociedad y su música. ¿Es solo un adorno, para hacer que pareciera más sabio a los lectores futuros?

—No —respondió Jasnah, bajando su libro—. Cuanto más permanecía en las Montañas Irreclamadas, más le fascinaban los parshendi.

—Entonces hay una discrepancia. ¿Por qué un hombre sin ningún interés previo en la erudición se obsesionó tanto de pronto?

—Sí —dijo Jasnah—. Yo también me lo he preguntado. Pero a veces la gente cambia. Cuando regresamos, me sentí animada por su interés: pasamos muchas veladas hablando sobre sus descubrimientos. Fue una de las pocas ocasiones en que me sentí realmente conectada con mi padre.

Shallan se mordió los labios.

—Jasnah —preguntó por fin—. ¿Por qué me has asignado el estudio de este hecho? Tú lo viviste, ya sabes todo lo que estoy «descubriendo».

—Creo que una perspectiva nueva puede ser valiosa —Jasnah soltó su libro y miró a Shallan—. No pretendo que encuentres respuestas concretas. En cambio, espero que adviertas detalles que se me hayan pasado por alto. Estás viendo que la personalidad de mi padre cambió durante esos meses, y eso significa que has investigado a fondo. Lo creas o no, pocas han notado la discrepancia que tú acabas de hallar: aunque muchos sí que advirtieron sus cambios posteriores, cuando regresó a Kholinar.

—Incluso así, me siento un poco rara estudiando este tema. Quizá sigo influida por la idea de mis tutoras de que solo los clásicos con el campo de estudio adecuado son para las damas jóvenes.

—Los clásicos tienen su sitio, y te encargaré obras clásicas en su momento, como hice con tus estudios sobre moralidad. Pero pretendo que esos temas se complementen con tus proyectos actuales. Eso debe ser el centro, no discusiones históricas perdidas en el tiempo.

Shallan asintió.

—Pero Jasnah, ¿no eres historiadora? ¿No son esas discusiones históricas perdidas en el tiempo el centro de tu especialidad?

—Soy veristitaliana —dijo Jasnah—. Buscamos respuestas en el pasado, reconstruyendo lo que realmente sucedió. Para muchos, escribir una historia no trata de la verdad, sino de presentar la imagen más halagüeña de sí mismos y sus motivos. Mis hermanas y yo elegimos proyectos que consideramos malinterpretados o mal representados en su momento, y al estudiarlos esperamos comprender mejor el presente.

«¿Por qué, entonces, pasas tanto tiempo estudiando historias folklóricas y buscando espíritus malignos?» No, Jasnah estaba buscando algo real. Algo tan importante que la apartaba de las Llanuras Quebradas y la lucha por vengar a su padre. Pretendía hacer algo con aquellas historias folklóricas, y la investigación de Shallan, de algún modo, era parte de ello.

Eso la llenaba de entusiasmo. Era lo que había querido desde niña, examinar los pocos libros de su padre, frustrada porque había despedido a otra tutora. Aquí, con Jasnah, Shallan era parte de algo…, y, conociendo a Jasnah, ese algo era grande.

«Y sin embargo —pensó—, el barco de Tozbek llega mañana por la mañana. Me marcharé.»

«Tengo que empezar a quejarme. Tengo que convencer a Jasnah de que todo esto es mucho más duro de lo que esperaba, para que cuando me marche no se sorprenda. Tengo que llorar, venirme abajo, rendirme. Tengo que…»

—¿Qué es Uriziru? —preguntó en cambio.

Para su sorpresa, Jasnah respondió sin vacilación.

—Se dice que Uriziru era el centro de los Reinos Plateados, una ciudad que tenía diez tronos, uno por cada rey. Era la ciudad más majestuosa, la más sorprendente, la más importante de todo el mundo.

—¿De verdad? ¿Por qué no he oído hablar de ella antes?

—Porque fue abandonada incluso antes de que los Radiantes Perdidos se volvieran contra la humanidad. La mayoría de los eruditos consideran que es solo un mito. Los fervorosos se niegan a hablar de ella, debido a su asociación con los Radiantes, y por tanto con el primer fracaso importante del vorinismo. Mucho de lo que sabemos sobre la ciudad viene de fragmentos de obras perdidas citadas por eruditos clásicos. Muchas de esas obras clásicas, por otra parte, solo han sobrevivido a trozos. De hecho, la única obra completa que tenemos de los primeros años es
El camino de los reyes
, y solo gracias a los esfuerzos de los vanrial.

Shallan asintió lentamente.

—Si hubiera ruinas de una ciudad antigua y magnífica ocultas en alguna parte, Natanatan (inexplorada, salvaje, remota) sería el lugar natural donde encontrarla.

—Uriziru no está en Natanatan —dijo Jasnah, sonriendo—. Pero es una buena deducción, Shallan. Regresa a tus estudios.

—Las armas —dijo Shallan.

Jasnah alzó una ceja.

—Los parshendi llevaban hermosas armas de fino acero grabado. Sin embargo, usaban tambores de piel con burdas huellas de manos en los lados y vivían en chozas de piedra y crem. ¿No te parece incongruente?

—Sí. Sin duda lo describiría como una rareza.

—Entonces…

—Te aseguro, Shallan, que la ciudad no está allí.

—Pero estás interesada en las Llanuras Quebradas. Hablaste de ellas con el brillante señor Dalinar a través de la abarcaña.

—Lo hice.

—¿Qué eran los Vaciadores? —Ahora que Jasnah estaba respondiendo, tal vez lo diría—. ¿Qué eran de verdad?

Jasnah la estudió con expresión curiosa.

—Nadie lo sabe con seguridad. La mayoría de los eruditos los consideran, como a Uriziru, simples mitos, mientras que los teólogos los aceptan como contrapartidas del Todopoderoso: monstruos que habitaban en el corazón de los hombres, igual que una vez el Todopoderoso vivió allí.

—Pero…

—Regresa a tus estudios —dijo Jasnah, alzando su libro—. Tal vez hablemos de esto en otro momento.

Había un aire de decisión final en sus palabras. Shallan se mordió los labios para evitar decir algo brusco solo para devolver a la princesa a la conversación. «Así que no se fía de mí», pensó. Tal vez con buenos motivos.

«Vas a marcharte mañana. Vas a alejarte de todo esto.»

Pero eso significaba que solo le quedaba un día. Un día más en el grandioso Palaneo. Un día más con todos estos libros, todo este poder y conocimiento.

—Necesito un ejemplar de la biografía de Tifandor de tu padre —dijo Shallan, rebuscando entre los libros—. Lo citan una y otra vez.

—Está en los pisos de abajo —dijo Jasnah, distraída—. Podría buscarte el número de indexación.

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