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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

Descanso de caminantes (26 page)

BOOK: Descanso de caminantes
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—¡Si tuvieras dos años más!

—¡Si tuvieras cuarenta años menos!

Idiomáticas
.
Muy cocorita
dícese de personas altivas, impertinentes, furiosillas, como decía no sé quién. La forma española
cócora
(«persona molesta e impertinente por demás», según el
Diccionario de de la Real Academia
) se usa poco entre nosotros.

El pobre Mallea, que murió el 12 de noviembre de 1982, pasó los dos o tres últimos años de su vida en la noche de la arterosclerosis. Un maligno comentó: «Ya estaba acostumbrado». Según Cicco, dejó una inmensidad de papeles en desorden: «Qué desgracia. No hay nadie para ordenarlos. No sé que pasará con todo ese material. Qué desgracia».

Posible aclaración de un misterio interesante
. En el entierro de Mallea reapareció nuestro amigo, el diariamente endomingado dentista de Caballito, devoto de la literatura, que durante un largo período venía a comer a casa, noche a noche, o poco menos, siempre con rosas para Silvina, y que abruptamente, sin explicaciones, se hizo negar cuando se lo llamó, para desaparecer de nuestra vida. En el cementerio, Silvina lo encontró flaco, pálido, desmejorado, por así decirlo… Muy avergonzado y afectuoso, explicó su conducta: se había enamorado de una chica; iban a casarse; tenían todo listo, muebles y departamento, cuando la chica desapareció, rompiendo la promesa de casamiento que le había dado… Él quedó «destruido», tristísimo.

La situación, acaso cómica para terceros, puede ser dolorosa para quien la sobrelleva.

Mi amigo Miguel, el librero de Fray Mocho, me muestra
La cifra
de Borges y comenta: «Este material se vende mucho», después me muestra
Carne picada
de Asís, y comenta: «Este material se vende poco y sólo para regalos». Insiste en la diferencia entre el material que se compra para lectura y el que se compra para regalo.

Idiomáticas
.

Redondo
. Dícese de un número entero, no fraccionado: Cien mil pesos redondos, ciento cincuenta mil redondos.

Noño
. De un plato de comida: insulso. De una persona, generalmente precedido de
muy
: remilgado. Esta acepción ¿es fruto de un error y se limita al habla de unas pocas familias porteñas? No sé.

Farmacéuticos en Suiza tomaron a mal que yo me lavara diariamente la cabeza y me pronosticaron una pronta calvicie. En los cincuenta y ocho años vividos hasta entonces, el efecto no se había materializado; signos de estragos no advertí en los diez años siguientes.

En la revista
Gente
reproducen una vieja fotografía de Silvina, Mallea, Helenita y yo, tomada en casa (Posadas 1650). Yo aparezco en ella con expresión tensa en la cara por ser esa foto una de mis primeras experiencias con autodisparador, y por haber corrido para sumarme al grupo, de miedo a que el obturador funcionara antes de mi llegada. El texto adjunto declara que fue tomada por mi padre, con lo que al menos para mí se convierte en otra persona. Por torpeza manual y por repulsión a las máquinas, mi padre nunca sacó una fotografía, ni supo manejar automóviles, ni andar en bicicleta, a pesar de haber tomado lecciones. Según él no sabía hablar por teléfono. ¿Qué importa?, preguntará algún lector. Tal vez nada, si no nos parece mal que todos colaboren en la deformación de la verdad.

Risum Teneatis
. En estos días (noviembre del 82), alguien dijo que Mallea fue escritor más completo que Borges.

Cuando yo estaba enamorado (desde mi butaca del cine) de la actriz Louise Brooks, hacia el 23 o el 30, nadie compartía mi admiración. Hoy en día hasta los ridículos pedantes de los
Cahiers du Cinéma
la elogian.

La proximidad de la muerte escarmienta por un rato,

A los que hagan guiones con mis relatos
. «En un guión me parece lo esencial el interés mantenido por una buena progresión, que no deja ni un instante en reposo la atención de los espectadores. Se puede discutir el contenido de una película, su estética (si la tiene), su estilo, su tendencia moral. Pero nunca debe aburrir» (Luis Buñuel,
Mi último suspiro
).

Frase oída con frecuencia: «Cualquier cosa, me llama».

Observador atento de la realidad, has vivido veinte años en la torre y hoy dijiste: «Qué raro, no sabía que fuera verde». Al rato nomás te enteraste de que estaban pintándola de verde y de que siempre había sido gris.

En una peluquería de Sainte Maxime, donde estaba afeitándome, una mañana de 1954, me enteré, por un suelto del diario
Nice Matin
, de la muerte de Colette. Recuerdo el hecho, no por la escritora, a quien nunca admiré de veras, sino por aquellas mañanas, aquellos días y aquellas noches en Avallon. Iba a la peluquería para escapar un poco de la tirana de turno. En el recuerdo fue una época feliz, los lugares me gustaban; el paso de una situación a otra, la expectativa consuetudinaria, me divertían; la vida con una mujer tenía, como tuvo siempre para mí, encanto aun cuando el alma de la mujer que me tocara en suerte lo estropease; porque sabía que era provisoria, que de algún modo me desembarazaría de ella para seguir la picaresca de la visa, el trabajo de zapa de mi compañera no me preocupaba demasiado.

Pancho Murature dijo que Luisa Mercedes Levinson parece una cama deshecha. Realmente dijo
an unmade bed
. En español no pierde la fuerza.

Pobres perros, para el amor tan dispuestos y tan resignadamente frustrados.

Versos de calendario:

Mis padres —y no Buda ni Mahoma&mdash
;

tienen la culpa si esta vida es broma
.

Mujeres
. Máquinas de transmitir tensiones. Las encendemos por un rato, por placer. Si quedan encendidas nos mandan a la tumba.

Dicen que me mantiene joven la sociedad de las mujeres. ¿Joven?, me pregunto, cuando me veo en un espejo. En todo caso, a cierta edad más de una vez nos preguntamos: ¿me quedo solo o sigo con ellas? Quedarse con ellas tiene por lo menos el encanto de permitirnos por un tramo suplementario la continuación de nuestra vida de siempre. Desde luego, como son muy francas, nos lo hacen pagar. Debemos, pues, prepararnos para oír frasecitas como: «Espero que, si te pasa algo, no me encontraré desamparada. Acordate que te sacrifiqué mis mejores años. ¿Vos creés que otros me querrán cuando vos no estás a mi lado?»

Todo álbum de fotografías es patético. Aun los ajenos. Aun el impreso y publicado, de Lartigue.

En esta época perneada de psicoanálisis, cuando alguien nos malquiere, conviene decir: «Está muy enfermo».

Otra mujer
. Por lo menos le agradeceré el bienestar que me da cuando está lejos.

«¿Para qué verse?»
[14]
—decía Johnny Wilcok.

En el
Times Literary Supplement
del 17 de diciembre de 1982 leo un artículo sobre
Les Rêves et les Moyens de les Diriger
(1867) de Hervey de Saint-Dénis (Marie Jean Lion Hervey, Baron de Jucherau, Marquis de Saint-Dénis, 1822-1892). Sus observaciones: (1.ª) el hecho de que en el sueño sepamos que soñamos, demuestra que los sueños son fenómenos psicológicos, no fisiológicos; (2.ª) nuestra posibilidad de alterar los sueños (yo, ABC, la tengo) prueba la existencia de libre albedrío; (3.ª) la posibilidad de guiar los sueños podría utilizarse en medicina, en el tratamiento de las pesadillas, de los sueños ansiosos y de las emisiones nocturnas (que Hervey de Saint-Dénis llama «desdichados incidentes»); (4.ª) la capacidad de estar lúcidamente consciente de estar soñando permite una investigación introspectiva de las leyes de asociación de ideas y de las relaciones entre las ideas, las imágenes mentales y la memoria; (5.ª) el estudio de los sueños prueba la falsedad de la remanida comparación del sueño con la muerte y más bien demuestra la verdad del dicho «la vida es sueño». En su afán de investigador, Hervey de Saint-Dénis durante una temporada cada vez que una orquesta tocaba determinado vals, lo bailaba con la misma hermosa mujer; y cada vez que la orquesta tocaba otro determinado vals, lo bailaba con otra mujer; igualmente hermosa, pero de tipo diverso. Después ordenó que las dos piezas se grabaran en el repertorio de una caja de música; conectó la caja de un reloj despertador, que a diferentes horas de la noche le tocaba uno u otro vals; así descubrió que cada vals le sugería en el sueño la imagen de la correspondiente mujer, «la que en el sueño no se le aparecía necesariamente en un baile o vestida para bailar».

Vocabulario sexual de los romanos
.

Verpa
: pene con el prepucio bajo, por erección, exceso de actividad sexual o circuncisión.

Mentula rigida
o
mentula languida
, pene.

Passer
(gorrión): pene (Catulo, Marcial).

Virginal
,
virginale
: genitales femeninos (en latín imperial).

Pedicatio
: sodomización.

La intimidad de la cocina no me alegra

Acercamiento al animal
. En un film documental vi y oí a un viejo inglés en Kenya que, imitando la voz de los elefantes, los atraía hacia él. El 13 de enero, en el Rincón Viejo, en Pardo, vi y oí a Ezequiel Ruiz Luque, junto a un alambrado imitaba diversos mugidos de vacas y de terneros. Los animales, que huían, al oírlo se detuvieron y con una simultaneidad espectacular volvieron sus caras, flanqueadas por atentas orejas. Insistió Ruiz Luque, y los animales empezaron a acercarse, llegaron hasta muy cerca, mirándonos con una atención que las abiertas orejas no disumulaban.

Pardo, 13 enero 1983
. Después de un agradable, aunque sucinto (carne y papas) almuerzo en la estancia, expliqué a Ruiz Luque mi resignación, quizá temporaria, al tambo de Rojas y mi preferencia por agricultura en el campo bueno y por invernada en el más bajo; mi voluntad de no permanecer más allá de los dos años inevitables en una sociedad de familia, aun a costa de anular la eficacia de la explotación; en la imposibilidad de que estoy —me atreví a decir
estamos
, porque la situación de mis socios está más comprometida que la mía— de emprender nuevas deudas. Prefiero, dije, que mi tambo sea por un año una tapera a fundirme en ese año y tener que vender Rojas.

Mi amiga me dice que la demora de 48 horas para dar la visa del Consulado francés le hará perder el avión a su hijo. Me ofrezco a intentar una conversación con el cónsul. Ya me iba cuando recapacité: buena ocasión para ponerle la cinta de la Legión de Honor. No la encuentro por ninguna parte. Tal vez podría cortar una tirita de la cinta de Comendador de la Legión de Honor de mi padre. Imposible abrir el cajón de la mesa donde están las condecoraciones de mi padre. No encuentro la llave. Encuentro, sí, la caja con la cruz de mi Legión de Honor y pienso que si le corto una tira a la cinta quizá pueda arreglarme. Para no dejar rabona a la cruz, corto una cinta insuficiente, que en casa fijan con hilo y aguja y alfileres al ojal de mi solapa. En el Consulado me atiende un barbudo impaciente. A mi pregunta de si puedo ver al Cónsul, contesta con otra pregunta: «¿Cuál es su problema?». Lo explico y me dice: «Que el joven venga con su pasaporte y ya veremos qué podemos hacer». Mi nombre y la circunstancia de tener la Legión de Honor que alegué (
horresco referens
) no merecieron, por fortuna, su atención. También por fortuna, al chico le dieron la visa inmediatamente.

Estilo paratáctico
. Estilo en que las cláusulas se suceden sin palabras que denoten relación, coordinación o subordinación: «Una vez hubo una princesa y se internó en el bosque y descansó junto a un fresco arroyo» [
Los hermanos Grimm
, «El rey de los sapos»].

Ya me iba, pero veo frente al ascensor a una señora tan evidentemente ansiosa, que me acerco un poco y le digo:

—El ascensor principal está descompuesto.

De mal talante, me contesta:

—No comprendo.

Pienso que ha de ser sorda y me acerco más.

—El ascensor principal está descompuesto —insisto—. Va a tener que subir por el otro.

—¿Otro? ¿Por qué?

—Porque éste no funciona.

—¿Por qué no han puesto un letrero que diga «No funciona»?

—No sé, señora,

Ya en el ascensor de servicio, me pregunta furiosa:

—¿En el 3.º es la embajada libia?

—No, señora. Ya no están aquí. Se han mudado.

—La guía da esta dirección.

—Porque hace poco era aquí. Ahora se mudaron.

—¿Dónde?

—A Belgrano.

—¿Sabe la dirección? ¿Sabe el teléfono?

—Yo no sé nada, señora. Hable con el portero.

—¿Por lo menos sabe dónde está el portero?

—Sígame, señora.

Frente a la puerta del departamento del portero la dejo, no sin gritar antes:

—¡Eladio!

Desde lejos me contesta el portero:

—Ya voy.

Veo que la señora aparta a Karin, la hija de Eladio, y se mete en el
sancta sanctorum
, donde nadie se atreve a penetrar.

A la noche, cuando vuelvo a casa, lo encuentro a Eladio y le pregunto cómo le fue con la simpática señora que le traje.

—Cállese —me dijo—. Yo estaba en el baño cuando la señora se metió en el departamento. Abro la puerta y me encuentro con esta sargentona, que me dice: ¿Baño? ¿Baño? Déjeme pasar. Porque yo no sabía quién era y estaba muerto de vergüenza, me le crucé por delante. De un manotón me apartó y diciendo: «No aguanto, ya no aguanto», se encerró en el baño. Después quise ver si no se había alzado con algo, pero acabé por desistir.

Decadencia
. Melancolía de viejo escritor. En la relectura de sus textos de juventud, que siempre tuvo por mediocres, la perplejidad de no saber si ahora podría escribirlos tan bien.

18 enero 1983
. Muerte de Arturo Illia, ex presidente de la República. Sus virtudes primordiales fueron la falta de ostentación, de fanfarronería y la honradez: no robó. Profesaba el respeto por la Constitución. No persiguió a nadie. Posiblemente en la historia quede como prócer, lo que me obliga a pensar en la extrema pobreza de la época. Políticos, hoy en día, no vanidosos, hombres públicos no ladrones: seguramente no muchos en nuestro país. Los diarios dedicaron abundantes páginas a Illia y a su muerte. Unos pocos centenares de personas lo acompañaron a la Recoleta, y esos pocos no parecían acordarse de él ni de su muerte. Vociferaban: ¡Viva Perón! ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva Illia! ¡Abajo los militares!. Mi secretaria, que vio el cortejo en Ayacucho y Las Heras, me dijo: «Llevaban a pulso el ataúd, que se zarandeaba peligrosamente». De los que formaron el cortejo, muchos desertaron antes de llegar a la Recoleta. Una circunstancia curiosa: Illia había pedido que lo enterraran en Cruz del Eje (Córdoba), donde fue médico muy querido. Mi secretaria me contó que, en Buenos Aires, Illia iba a su misma panadería. Muchas veces lo vio con un paquetito de factura. Siempre iba solo.

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