Cuando la memoria olvida (18 page)

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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

BOOK: Cuando la memoria olvida
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—Exacto. Conmigo. No con vosotras...

—Todas para una...

—Y una para todas.

—¡Ay, señor! —Ruth sentía la imperiosa necesidad de darse cabezazos contra la pared— Imaginaos al pobre muchacho. —A ver si por otro camino...—. Regresa después de quince años a su país, está solo, perdido en una ciudad que ha crecido mientras él estuvo fuera. Por casualidades del destino se encuentra ante una galería de arte que expone cuadros en beneficio de una buena obra así que, decide entrar y poner su granito de arena. Y de repente ve a sus antiguos amigos. Se acerca a ellos emocionado y ansioso por revivir los buenos momentos del pasado y, cuando estos lo ven, en vez de darle una grata bienvenida, sacan los dientes y se tiran a su yugular dejándolo confuso y muy dolido...

—Hombre... visto así... —reflexionó Pili alias "Tengo un corazón de oro".

—¿Confuso y dolido? ¡Y una mierda! —soltó Luka alias "No me comes el coco"—. El empezó primero usando nuestros motes y...

—Bueno... —Ruth intentó interrumpir, ese "... y..."

—Y... —Luka no le permitió interrumpir—. Si no recuerdo mal, fuiste tú la que abrió la veda con tu saludo. ¿Cómo fue...?

—"Marcos cara de asco... Qué placer más repugnante" — canturreó Pili la traidora.

—Lo cual es prueba clara de que en ese momento, hace escasos dos días, tú lo odiabas tan profundamente como nosotras —sentenció Luka.

—O más —decretó Pili.

—Y sin embargo, ahora nos dices que no debemos odiarlo porque no tenemos motivos y demás sandeces. —Casi podía ver a través del teléfono la ceja alzada de Luka interrogándose por el cambio de actitud.

—Después de siete años de silencio, siete años en los que no se permitía a nadie mencionarlo, nos lo encontramos de nuevo. —Pili continuó donde lo había dejado Luka.

—Y tú le dejas claro tu repulsa —siguió Luka.

—Yo... —Ruth se imaginaba la cabeza de su amiga echando humo, trazando planes o buscando motivos. No sabía qué era más peligroso.

—Nosotras, como buenas amigas, compartimos tu odio y apoyamos tus palabras con las nuestras —persistió Pili como buen perro sabueso siguiendo una pista.

—Y apenas dos días después, nos llamas para decirnos que no está bien que lo odiemos y que tenemos que cambiar de opinión. —Se podían oír los engranajes del cerebro de Luka encajando cada pieza.

—No tenéis motivos para odiarlo —contestó Ruth débilmente.

—¡Lo has vuelto a ver! —Acopló todas las piezas Luka.

—Sí. —No podía mentir a sus amigas; ni a nadie, ya puestos a ser sincera.

—¡Cuándo! —Pili cuando quería, podía hacer las preguntas precisas.

—Esa misma noche.

—¡Por qué! —¿Pili pertenecía al FBI?

—Me estaba esperando a la salida de la galería. —Más o menos.

—¿Qué te dijo? —No, le pegaba más el cargo de Fiscal acusando al malhechor.

—Se sentía muy molesto por cómo lo habíamos recibido.

—¿Y qué más?

—Nada más

—¿Estás segura? Porque no hay quien se lo trague. Te levantas el sábado por la mañana odiando a un tío, le mandas a la mierda por la noche y dos días después te da lástima y quieres que nos portemos bien con él. —¿Luka hacía de poli bueno o de poli malo?—. ¡Naranjas de la china! ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? ¿Por qué has cambiado de idea?

—Luka, tranquila. No te pases. —"Gracias Pili", pensó Ruth cuando oyó su voz al teléfono—. Ruth, cariño, entiéndenos. Estamos confusas, perdidas. Cuéntanos qué ha pasado, por qué has cambiado de opinión. Sabes que te apoyamos en todo. Que te queremos. Dínoslo, cielo. —Estaba claro que Pili era el poli bueno.

—No ha pasado nada. Es solo que me he dado cuenta de que no nos hemos comportado bien con él. Al fin y al cabo no tiene la culpa exclusiva de que los acontecimientos se desmandaran de esa manera y odiar a alguien que desconoce los motivos por los que se le odia no me parece correcto. A ver, lo que sucedió es algo normal. Por si no lo recuerdas, tú misma has estado expuesta a la misma situación que yo, y no por eso odias a Alex.

—No es lo mismo —revocó Luka.

—Sí lo es —dijo Ruth—. Ambas tuvimos una relación sexual sin poner los medios adecuados para no correr riesgos. Tú te libraste, yo no. No hay que darle más vueltas.

—A mí Alex no me dejó tirada —aclaró Luka.

—Bueno, en este caso, fui yo la que salí del continente. No le di oportunidad de que se lo pensara.

—¿Para qué? El muy cerdo ya lo había dejado bien clarito justo después de follarte.

—¡Luka!

—Tiene razón —terció Pili—. Te dio a entender incluso que abortaras si pasaba algo.

—Ya lo sé, pero ¿no pensáis que si yo hubiera permanecido en Detroit el tiempo necesario para que él supiera las consecuencias, el resultado habría sido distinto?

—No.

—No.

—¡Pues yo sí lo pienso! —exclamó Ruth.

—¿Por qué has cambiado de opinión, cielo? ¿Qué ha pasado?

—Oh... Es que... durante estos años solo lo he recordado por esa última noche, por lo que pasó. Desterré todos los buenos recuerdos de cuando éramos niños, las risas, las peleas, las emociones. Cerré la mente al hecho de que esa aciaga noche ambos estábamos bajo los efectos del alcohol, ambos éramos responsables de nuestros actos y ambos olvidamos la protección. En mi mente era solo él. Y en realidad todo fue cosa de dos. Los dos dijimos cosas que no deberíamos y nos atacamos el uno al otro. No solo él. ¡Ambos! Estos años lo he empujado fuera de mi cabeza, no he permitido hablar de él, y cuando apareció en la galería y os vi reaccionar de esa manera, me di cuenta de que mi reacción no era solo mía, sino que la habíais tomado como vuestra. Y eso no está bien. A vosotras no os hizo nada. Y de hecho a mí tampoco. Nos lo hicimos ambos. —Llevaba dándole vueltas a la cabeza desde que lo vio el sábado y ya no podía guardarse por más tiempo los remordimientos. Ni siquiera ante sí misma.

—Pero tú eres nuestra amiga. Tú fuiste la que más sufrió, la que más potenciales consecuencias asumió, la que estaba hecha polvo en el hospital...

—Si ese capullo te jode, nosotras lo jodemos —tradujo Luka a su vocabulario.

—Pero es que no ha hecho eso. Piénsalo Luka. Lo mejor de mi vida lo tomé prestado de su cuerpo.

—Eso es un eufemismo para decir que te dejó preñada.

—Puede ser. Pero no por eso deja de ser cierto mi eufemismo. Tengo una hija sin tener que cargar con un marido. Sin tener que dar excusas o explicaciones ante nadie y sin ninguna restricción aparte de las que yo misma me quiera imponer. En definitiva, yo creo que no he salido mal parada.

—Como quieras.

—Lo que tú digas.

Únicamente llegaba el silencio a través de la línea mientras sus amigas reflexionaban. —Entonces...

—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Luka directa al grano.

—Nada. Solo que lo penséis. Nada más.

—¿Nada más? Vale, no es mucho pedir. Pero cuando lo volvamos a ver, no sé yo si no me darán ganas de sacarle los ojos. —Luka era dura de roer.

—No creo que lo volvamos a ver —pensó Ruth para sus adentros, sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.

—¡Qué! ¡Nos has metido todo este rollo y no vamos a volver a verlo! ¡No me lo puedo creer! Joder, yo que ya estaba pensando en tomarnos la revancha.

—¿Y por qué no vamos a volver a verlo? —interrumpió Pili sagaz. A veces tenía unos destellos de claridad que asustaban a Ruth—. ¿No quedaste con él cuando lo viste el sábado a solas?

—No. Hablamos y luego cada cual siguió su camino.

—¿Te convenció para que dejáramos de odiarlo sólo para dejar claro que no íbamos a volver a verlo? Joder, que raro. ¿Y qué va a hacer con Iris? ¿Desentenderse de nuevo?

—Bueno...

—¡Ay Dios! No le has contado nada de Iris —adivinó Pili.

—Yo...

—A ver guapa, resúmenos en dos frases, entendibles y cortas, qué carajo pasó el sábado. Porque estoy totalmente perdida. —Luka estaba perdiendo la paciencia.

—Nos vimos y me comentó enfadado que no le había gustado nada vuestra reacción; hablamos un rato y nos separamos.

—¿Cuando se fue seguía enfadado?

—Mmm. Me fui yo. Y no, no seguía enfadado, que yo sepa.

—¿Te dijo que hablaras con nosotras para arreglar el asunto?

—No.

—¿Te preguntó si hubo consecuencias de vuestra noche loca?

—No

—¡Cerdo!

—¡Luka!

—Perdón.

—¿No quiso quedar para otro día? —¡Otra pregunta brillante de Pili!

—Mmm. No creo.

—¿No crees? O quiso o no quiso. No hay más vuelta de hoja.

—Es que no estaba muy despierto.

—¿O sea que estaba dormido? —Luka la había cazado al vuelo.

—Más o menos.

—¿Y por qué estaba dormido?

—Tendría sueño. —Se salió por la tangente Ruth.

—¿Se quedó dormido en una cafetería? —Pili estaba alucinando.

—No.

—Ruth, ¿dónde se quedó dormido? —Pili usó un tono suave que recordaba muchísimo al de Javi cuando estaba a punto de estallar.

—En una cama.

—¡Fuiste a su casa!

—No.

—¿Y dónde estaba la cama? —suspiró Luka al teléfono.

—En una pensión.

—Vale. ¿Por qué estabais en una pensión? —siguió interrogando Pili.

—Para hablar.

—Aja. A ver que sumo. Cama + pensión + hombre + mujer = ¿Hablar? ¡Y una mierda! ¿Qué narices pasó? —Súper Luka al ataque.

—Nada.

—Ains... pobre Ruth. Otra vez que no pasa nada. Qué mala suerte, acostarse con un hombre dos veces y no sentir nada. Si es que el hombre es el único animal que tropieza tres veces con la misma piedra. De todas maneras, ahora ya ha quedado claro que Marcos no es ningún semental, porque si por segunda vez no pasa nada es que no sabe llegar al fondo del asunto... Qué penita. Haces bien en no querer verlo otra vez, porque al fin y al cabo con la de hombres que hay en el mundo, eso de ir a parar con uno que no tiene ni idea de cómo hacer que pase algo, es el colmo de la mala suerte. ¡Seguro que la tiene diminuta! —soltó Pili sin apenas respirar.

—¡No la tiene diminuta! ¡Y sabe perfectamente bien cómo hacer para que pase algo! —respondió Ruth ofendida. Había tenido un sexo magistral y nadie iba a decir lo contrario.

—¡Te pille! Te has acostado con él, lo has pasado bomba y por eso quieres que dejemos de odiarlo, para poder volver a verlo y que Luka no le arranque los testículos... lo cual te privaría del sexo genial que has tenido.

—¡Argggghhh! —Ruth había tragado el anzuelo, el gusano, el sedal y toda la caña de pescar— Sí, he tenido sexo. No, no voy a volver a verlo. Y quiero que dejéis de odiarlo porque mi conciencia me lo pide.

—Ya...

—Ya...

—No hay más que hablar —zanjó Ruth.

—Vale.

—Seguro.

—Mi turno de comida ha acabado. —Se despidió Ruth— Tengo que colgar. Ya nos llamamos. Chao.

—Adiós.

—Adiós.

—... —Sonó el ruido inconfundible que indicaba que alguien había colgado el teléfono.

—¿Te lo tragas? —preguntó Luka a Pili.

—Lo del sexo genial, sí. Ruth no sabe mentir.

—Aja. Lo de la conciencia también. Ruth tiene demasiado de eso.

—Lo de no volver a verlo... Mmm...

—Si él estaba dormido...

—Lo mismo por eso no dijo nada de volver a quedar.

—O lo mismo no lo dijo porque es un capullo integral.

—Un cerdo apestoso.

—Un cabronazo sin conciencia.

—¿Lo seguimos odiando?

—Mmm...

—Mmm... Mientras los hechos no demuestren lo contrario...

—Sigue siendo culpable.

—¡Lo seguimos odiando! —respondieron las dos a una. Ruth era muy buena persona, y le habían dado bofetadas hasta en la punta del pelo. Así que si ella no tenía cuidado, ya lo tendrían sus amigas por ella.

CAPÍTULO 14

El secreto del éxito es la honestidad,

si puedes evitarla, está hecho.

GROUCHO MARX

Ruth miró espantada el montón de papeles que llenaba cada milímetro de su mesa. Se pasó los dedos por la frente, presionando. Se armó de valor y ojeó con determinación el suelo, buscando un lugar donde colocar las carpetas, archivadores y documentos varios que Elena, su superior directo, le acababa de entregar.

Tenía un montón de trabajo. De hecho estaba desbordada. Como siempre. Bueno, como siempre no, normalmente todos los papeles le cabían encima de la mesa.

Miró el reloj, las cinco menos cuarto de la tarde. Quedaban quince minutos para su taller de cuenta cuentos. Suspiró. Cuando llegó a las seis de la mañana se había propuesto terminar con al menos la mitad del trabajo pendiente. A las tres de la tarde, justo cuando iba comer tras haber cumplido casi su objetivo, Elena se presentó con más trabajo. Y hacía escasos minutos, cuando estaba dando el primer mordisco a su correoso bocadillo de tortilla con la esperanza de que no le sonara la tripa durante el taller, su jefa había vuelto a la carga.

—¿Qué te parece mi nuevo esmalte de uñas? —preguntó Elena frotándoselas contra la falda para que estuvieran más brillantes. Las tenía larguísimas, tanto que probablemente le resultaba imposible escribir con ellas. Lo mismo por eso le daba todo su trabajo a Ruth.

—Precioso —contestó Ruth colocando las carpetas en el suelo, bajo su mesa.

—Ni siquiera lo has mirado.

—Lo siento, es que estoy en otras cosas.

—Chica, deberías relajarte. Tanto estrés hace que te resalten más las ojeras, y además estás demasiado delgada, se te marcan los pómulos y la clavícula, y tus piernas parecen palillos. Deberías comer adecuadamente y no esos bocadillos asquerosos que sacas de la cafetería —se mofó Elena mirando con envidia el cuerpo delgado de su empleada.

—No están tan malos. —"De hecho cuando lo compré hace dos horas tenía un aspecto estupendo", pensó para Ruth.

—Mañana a las nueve quiero tener todo esto listo. El Sr. García necesita estos datos sin falta a mediodía.

—Sin problema —contestó Ruth calculando. Eran solicitudes, presupuestos etc. Solo había que pasar los datos a la hoja de cálculo, colocar, filtrar, archivar en sus correspondientes archivos e imprimirlos. Tenía la misma base de datos y hoja de cálculo en su casa, por tanto, terminaría el trabajo esa misma noche, cuando Iris y papá estuvieran en la cama. Después lo grabaría en su pen drive y listo.

—Eso espero. Te veo mañana.

—Elena. Disculpa. —La llamó Ruth antes de que saliera por la puerta.

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