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Authors: David Bravo

BOOK: Copia este libro
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Los contratos discográficos son lo más parecido que hay a los pactos con el diablo. Con ellos vendes el alma a cambio de un deseo. El deseo, ver tu disco en las estanterías, es lo suficientemente poderoso como para que la mayoría festeje el fuego eterno con una sonrisa.

Mahou y su concepto de la libertad

En un concurso músical que ha organizado Mahou, los participantes pueden mandar sus canciones siempre que no tengan un «carácter ofensivo o trasgresor». Superada esta primera prueba científica que pretende comprobar que tu música es completamente estéril, un jurado pasa a seleccionar al grupo o solista ganador. El premio, la suscripción de un contrato discográfico, tiene unos efectos secundarios que ni el diablo había previsto para sus pactos con los incautos. Mahou podrá utilizar tu imagen con fines publicitarios o promocionales de sus productos sin que tengas derecho «a recibir pago o contraprestación alguna por ello». No solo tu imagen, los derechos de explotación sobre tu obra también cambian de manos durante tres años en el mismo momento en el que firmes los contratos de representación artística, producción discográfica y edición.

Los que pierden también ceden un trocito de alma. Por «el mero hecho de remitir sus maquetas» autorizan gratuitamente a Mahou a «reproducir, comunicar públicamente, distribuir y transformar las obras músicales» durante un año y en todo el mundo.

Libera tu música
es el eslogan que promociona este concurso creado para esclavizarla.

Las cuatro grandes

Dice la Biblia que si tu ojo te induce al pecado, debes arrancártelo. No son pocos los artistas que siguiendo la Biblia del poder financiero han decidido arrancarse el ojo izquierdo para que no les haga ver lo que no conviene. En el mundo de los tuertos del ojo izquierdo los grandes empresarios discográficos están preocupados por la pérdida de puestos de trabajo y por la economía de los artistas a los que vampirizan. En el mundo de los tuertos, los artistas defienden a sus parásitos.

Antes, los cantantes decían que la música era un bien cultural, no solo para que se respete su arte en lo que vale, sino para poder pedir así la reducción del IVA, pero si alguien se agarra a eso para decir que como bien cultural debe tener posibilidad de acceso a él a pesar de no tener dinero, solo tapándote el ojo izquierdo la palabra «cultura» se transforma en «ocio» o en «producto de lujo». En el mundo de los tuertos es normal que los empresarios que fabrican cantantes en sus despachos, convirtiendo el panorama musical en la posibilidad de elegir entre lo mismo y lo mismo, acusen de asesinar a la música a los pocos melómanos que todavía la respetan.

Las discográficas acusan a los que se descargan música de Internet de robar y asesinar de hambre a los artistas. Esta paradoja, que equivale a que el Conde Drácula llame parásitos a los mosquitos, roza lo esquizofrénico cuando tienes oportunidad de ver cuánto dinero ganan los cantantes por la venta de sus discos y cuánto se quedan los intermediarios en el proceso. De entre todos los mitos más descarados sobre el mundo de la música, mis dos favoritos son el de que Britney Spears se casó virgen y el de que las descargas de música condenan al ayuno perpetuo a los cantantes.

José Neri, presidente de la Sociedad Digital de Autores y Editores, dice que «el 90% de la música que se hace en este país tiene un fundamento, que se llama
huevos fritos y patatas
, que es lo que comen los músicos. Para que no sigan comiendo huevos y patatas tenemos que conseguir que la gente progrese de alguna manera».

No puedo estar más de acuerdo con él. Sin embargo no parece que el actual modelo sea el más indicado para asegurar los huevos fritos con patatas de los músicos. Los artistas ganan por las ventas de sus discos una cantidad que oscila entre nada y prácticamente nada. Más del 90% de los ingresos que produce un disco se queda en el camino.

En su día se hizo muy famoso el «Manifiesto de liberación» de Kiko Veneno en el que celebraba con la misma euforia de quien ha salido de Alcalá Meco, el final de su contrato discográfico. Posteriormente facilitó su carta de royalties donde se demostraba lo baratos que creían que estaban los huevos fritos con patatas esos tipos de la industria discográfica. La liquidación ascendía, por la venta de 623 copias, a 6.314 pesetas, el equivalente a un 3% por disco. Como la liquidación era semestral eso quiere decir que su remuneración era de poco más de 1.000 pesetas al mes. Créanme, soy abogado, y puedo decirles que 1.000 pesetas al mes está por debajo del salario mínimo interprofesional.

Lo peor de todo es que Kiko Veneno había recibido un adelanto por parte de su discográfica del que probablemente ya ni se acordaba, así que no solo no cobró esas 6.314 pesetas sino que tuvo que devolver 64.147. Así está de delgado.

Kiko Veneno no es una excepción. De hecho si ese 90% de los músicos del que hablaba José Neri tuviera que vivir de la venta de sus discos, los huevos fritos con patatas serían para ellos comida de reyes. Según el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos, en el año 2001 el promedio de ingreso anual de los artistas en ese país fue de 45.900 dólares. Si ese es el promedio y tenemos en cuenta que el 10% de los artistas que trabajan para la RIAA son millonarios, podemos hacernos una idea aproximada de cuánto ganan los músicos en el país que más música exporta a todos los puntos del planeta.

Algunos pensarán que se trata de una simple mala negociación de un contrato pero la realidad es que las posibilidades de negociar para un artista que comienza son iguales a cero. Las opciones que se le presentan son las mismas que tuviste tú en tu primer empleo y que se reducían a «te ofrezco esto o te ofrezco nada». La única diferencia es que incluso hay menos discográficas que trabajos. Son 4 discográficas las que controlan el 80% de la producción de la música del mundo y, si te parece poco lo que dice el contrato que ellas te presentan, no tienes más que volver a casa y seguir cantando bajo la ducha como hasta ahora porque no hay más ofertas.

Si esto es lo que ganan los músicos y si así los tratan los empresarios de la industria ¿por qué aparecen tantos cantantes en televisión tirándose de los pelos por la «piratería» y llamando «gentuza» y «ladrones» a sus propios fans? Para analizar eso hay que reparar antes en qué tipo de cantantes son los que aparecen habitualmente en los medios.

La BBC asegura que «artistas tan diversos como Jean Michel Jarre, Eminem y el batería de Metallica, Lars Ulrich, han atacado públicamente a los piratas informáticos». ¿De verdad son diversos? Yo creo que todos tienen un común denominador muy evidente: todos son asquerosamente ricos. Este tipo de cantantes no solo tienen unas posibilidades de negociación con las discográficas infinitamente más poderosas sino que venden discos por millones. Lo curioso es que cuando estos cantantes hablan en los medios de comunicación, dicen estar preocupados por los artistas noveles y que sus palabras buscan justicia para ellos. En este mundo patas arriba a nadie le parece extraño que los ricos digan estar representando a todos los demás.

Julio Iglesias dice que la «piratería» a él no le afecta mucho pero sí «a los que empiezan», que es como suele llamarse a los músicos que llevan décadas en ese negocio pero que todavía no han salido en televisión. Mientras los artistas millonarios se llenan la boca con protestas contra las descargas de P2P preocupados «por los que empiezan», estos últimos pasan olímpicamente del supuesto problema de las descargas de la red. ¿Qué más le da a un cantante mediano vender 10.000 discos en lugar de 15.000 si de todos es sabido que para vivir de sus discos un artista como éste tiene que guardar el requisito de ser anoréxico? La respuesta aparentemente podría ser que si ganan poco y encima sus discos no se compran porque se descargan, estarían ganando menos que poco. Podría ser cierto pero, una vez que se ha fijado ese poco que la piratería aparentemente les quita, habría que preguntarse cuánto les da si es que algo les da.

Desde que la música ha alcanzado esta difusión gracias a Internet el número de conciertos se ha disparado. El principio es sencillo: a mayor acceso a la música mayor número de melómanos y mayor número de personas dispuestas a pagar por verte tocar en directo. El cantante ToteKing sabe bien la relación entre las redes P2P y el aumento de consumo de directos. Él rechaza la persecución de los que intercambian música en Internet porque «entonces perseguirían a la gente que viene a mis conciertos y eso no tiene sentido».

El aumento de los directos de música popular en 2003 con respecto al año anterior es de un 39'6%. En los últimos cinco años su número ha crecido de los 56.845 celebrados en 1999 a los 101.323 de 2003. Es decir, el incremento es de un 78'2%.

Es precisamente en los directos donde los músicos consiguen los famosos huevos fritos con patatas que tanto preocupaban al Sr. Neri. Los autores, que muchas de las veces son también los intérpretes, han visto también aumentar sus beneficios por la comunicación pública de sus obras en directo año tras año.

Jaime García Soriano, cantante de Sexy Sadie, sitúa en una relación del 70%-30% el balance entre ingresos por actuaciones y por venta de discos. Miguelito Superstar, de la Fundación Tony Manero, dice que la relación es del 80%-20%. Pero no solo los artistas más modestos, el principio es idéntico en las grandes estrellas. El grupo
Los Delinqüentes
, cuando habla de su caso resume bien el de otros muchos: «nuestro negocio no es vender discos, ese es el de la compañía. Nosotros ganamos dinero de dar conciertos».

La explicación de la SGAE a este aumento en los conciertos no es que cuanta más música se escucha más se quiere disfrutar en directo, lo que a simple vista parece evidente a la mayoría. Sus razones han sido variopintas, como aquella de que la clave se encuentra en el fenómeno Operación Triunfo. El crecimiento hay que agradecérselo, no a la enorme difusión de la música, sino a Rosa de España. Ese profundo argumento tambalea al comprobar que los conciertos continúan su ascenso, en los momentos en los que de ese programa ya no se acuerda nadie.

A pesar de que nosotros mismos hemos acudido a muchos conciertos por la sencilla razón de que nuestro amigo nos ha copiado un casete de un grupo que terminó gustándonos, y a pesar también de que parece evidente que cuando este intercambio se dispara, también habrá de dispararse la asistencia a los directos, la SGAE prefiere seguir el dogma de «al enemigo ni agua» y buscar otras razones como el fenómeno OT. Sin embargo, según informa el periódico EL PAÍS en su artículo
El Negocio músical se apunta a los Conciertos
, lo cierto es que el aumento ha incidido sobre todo en los directos de los que no son productos mediáticos. Literalmente esos datos son los siguientes:

- Luismi Villarrubia, programador de la sala Sol de Madrid, comenta que, en su sala, con capacidad para 450 personas ha pasado de programar Jueves, Viernes y Sábado a hacerlo de Martes a Sábado ininterrumpidamente. Según él esta tendencia se mantendrá porque nota que «que el público está recuperando las ganas de asistir a conciertos».

- Paloma Cordón, de la empresa Sinnamon, gestora de la sala barcelonesa Razzmatazz, lo tiene claro: «Creo que las descargas de Internet y la copia privada ayudan a difundir la música de los grupos más pequeños, esos que nos han permitido aumentar sensiblemente en un año la oferta de actuaciones de pequeño formato».

- Jaume Hernández, de la discográfica Houston Party, dice: «Internet y las descargas de audio son un aliado en la promoción de nuestras bandas, los conciertos la potencian y además vendemos cada vez más discos y merchandising en las puertas de los locales en los que actúan nuestros grupos. La tendencia que intuimos es un notable refuerzo de la música en directo».

En la actualidad, como el fenómeno OT ya no puede pretender explicar la realidad de que los conciertos casi se han multiplicado por dos en los últimos cinco años, se prefiere señalar como causa a la magia. Todo sea por no reconocer los beneficios que para muchos músicos supone ese fenómeno que la SGAE intenta aniquilar. El director de la SGAE en Canarias, Octavio Álvarez, dice que es muy difícil establecer una relación entre la «difusión ilegal» de la música y el hecho de que los conciertos se llenen, ya que el éxito de los conciertos es «casi un misterio». El Triángulo de las Bermudas, el Yeti y la multiplicación de los directos son fenómenos paranormales difíciles de explicar. Los melómanos criados por el intercambio de música acuden en masa a los conciertos convocados por algún tipo de rito vudú.

Mientras desciende la venta de discos, todos los demás conceptos se disparan. No solo los conciertos, sino también el merchandising, las revistas especializadas y la venta de compactos y DVDs vírgenes que han incrementado los ingresos de SGAE por copia privada en un 155% con respecto al 2003.

Según el último balance de SGAE que su presidente califica de «agridulce», aumentaron los ingresos por Reproducción Mecánica, Artes Escénicas y Musicales, Comunicación Pública y Radiodifusión. En la nota de prensa difundida por esta entidad de gestión, el aumento se justifica porque «tanto la música como el cine están cada vez más presentes en la vida de las personas». La razón por la que están tan presentes no la señalan.

El negocio, que muere en un sitio para renacer en otro, ha hecho aumentar la recaudación de la Sociedad General de Autores año tras año. En 2002 sus beneficios aumentaron en un 1'9%, en 2003 en un 5'2% y en 2004 se ha disparado a un 11'9%, recaudando 300'76 millones de euros. Esa cantidad, conseguida en un año donde las descargas de Internet se incrementaban en un 50%, supone el record absoluto de la SGAE en toda su historia. Ante esas cifras, Pedro Farré dice lo que muchos callan: «Lo que está en crisis es el mercado del disco. La música, en cambio, está muy viva». Entonces, esta cruzada que adoctrina y persigue a los que intercambian música ¿a quién pretende realmente proteger? ¿A la muy viva música o al negocio de los que intermedian entre quienes la crean y quienes la escuchan?

La industria musical es como un personaje de película de fantasmas que no sabe que está muerto hasta el final, mientras tanto, y hasta que se da cuenta, solo alcanza a dar algunos buenos sustos.

Para que la cultura esté viva es necesario que los ciudadanos tengan cultura musical y capacidad de elección. Se tambalea el modelo de negocio de las multinacionales basado en los superventas. El hecho de que la difusión de la música crea melómanos, choca con un sistema que se ha basado en confiar en la estupidez del público. Del mismo modo en que los políticos saben que una sociedad desinformada es una sociedad manejable, las discográficas llevan años practicando el deporte de degradar el valor de la música vendiendo productos que en nada se parecen a ella. Según el diario ABC, la música que hasta ayer era minoritaria como la étnica, celta, jazz, flamenco y blues, ahora cuentan con más espacios que nunca.

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