Contra el viento del Norte (9 page)

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Authors: Daniel Glattauer

BOOK: Contra el viento del Norte
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A la mañana siguiente

Asunto: Hola

Hola, Leo.

¿Otra vez entre los mortales?

Un saludo cariñoso,

Emmi

Dos horas y media después

Re:

¿Aún estás pensando cómo explicarte tus mensajes nocturnos a ti y, sobre todo, A MÍ? No hace falta, Leo. Me pareció bonito lo que sin querer me escribiste, es más, me pareció muy bonito. Deberías emborracharte más a menudo, entonces sí que te conviertes en un auténtico sentimental, muy abierto y sincero, muy cariñoso, hasta un poco fogoso y apasionado. ¡Te sienta tan bien descontrolarte! Y yo me siento honrada de que me quisieras besar tantas veces. Así que escríbeme ya. La verdad es que tengo curiosidad por saber qué opinas. Cuando estás sobrio, siempre te esfuerzas desesperadamente por no ser ese Leo que surge de un modo espontáneo en estado de embriaguez. Ojalá ese Leo no haya vomitado.

Tres horas después

Re:

¿¿¿¿¿Leo????? No dar señales de vida es desleal. Y desmoralizante. Me huele a un hombre que por la mañana ya no cumple lo que la noche anterior le ha susurrado a una mujer al oído, ebrio de amor. Me huele, pues, a un hombre bastante típico, bastante mediocre, bastante aburrido. En todo caso, no me huele a Leo. ¡Así que escríbeme de una vez!

Cinco horas después

Fw:

Querida Emmi:

Son las diez de la noche. ¿Quieres venir a casa? Te pago el taxi. (Vivo en las afueras.)

Leo

Dos horas escasas después

Re:

¡Pero, hombre...! Ahora son las 23.43, Leo. ¿Sigues soñando o ya estás durmiendo? Si no, te pregunto:

1) ¿De veras querías que fuera a tu casa?

2) ¿Aún quieres que vaya a tu casa?

3) ¿Por casualidad no estás «un poco borracho» otra vez?

4) ¿Qué te figuras que haríamos si fuera a tu casa?

Cinco minutos después

Fw:

Querida Emmi:

1) Sí. 2) Sí. 3) No. 4) Lo que surja.

Tres minutos después

Re:

Querido Leo:

1) Ya. 2) Ya. 3) Bien. 4) ¿Lo que surja? Siempre surge lo que uno desea que surja. Pues bien, ¿tú qué quieres que surja?

50 segundos después

Fw:

La verdad: no lo sé, Emmi. Pero creo que lo sabremos en cuanto nos veamos.

Diez minutos después

Re:

¿Y si no surge nada? En ese caso, nos quedaremos papando moscas como dos imbéciles, nos encogeremos de hombros y uno le dirá al otro: «Lo siento, no surge nada». ¿Qué hacemos entonces?

Un minuto después

Fw:

Tenemos que correr ese riesgo. ¡Así que ven, Emmi! ¡Atrévete! ¡Atrevámonos! ¡Fiémonos de nosotros!

25 minutos después

Re:

Querido Leo:

Tu inusual urgencia, que no corresponde precisamente con tu manera de ser habitual, me irrita. Tengo una sospecha al respecto. Creo que sabes muy bien qué es lo que debería surgir. Es probable que aún estés un poco ebrio de anoche, o sea, extremadamente «animado». Buscas intimidad. Quieres olvidar a Marlene, mejor dicho, quieres que algo te la haga olvidar. Y has leído bastantes libros sobre el tema y has visto escenas de películas, últimos tangos con Marlon Brando y tal. Esas escenas las conozco yo también, Leo: ÉL la ve a ELLA por primera vez, quizá en penumbra, para que resulte bonito lo que tal vez no lo sea. Luego no dejan caer más comentarios, sólo ropa. Como si estuvieran a punto de morir de inanición, se abalanzan uno sobre otro, no dejan nada de lado, retozan horas y horas por toda la casa. Cambio de escena. Siguiente cuadro. Él está tumbado de espaldas. Una sonrisa frívola recorre fugazmente sus labios. Clava una lasciva mirada en el techo, como si también quisiera tirárselo. Ella tiene la cabeza apoyada en su pecho, satisfecha como una cierva tras el paso de una manada de machos en celo. Quizá uno de los dos echa el humo de un cigarrillo por la nariz. Después se hace un decente fundido. ¿Y luego qué? Eso es lo que más me interesaría saber: ¿luego qué?

Así no funciona, Leo. Excepcionalmente, te has dejado llevar por el hombre cliché. Claro que todo eso podría superarse. La «venda» que dejaste caer ayer cuando estabas borracho... De modo que no teníamos por qué vernos. Me abres la puerta a ciegas. Nos abrazamos a ciegas. Tenemos sexo ciego. Nos despedimos a ciegas. Y mañana vuelves a escribirme mensajes mojigatos sobre lo malo que es engañar, y yo te respondo descarada como siempre. Y si por la noche estuvo bien, lo hacemos otra vez, completamente aparte del resto de nuestra vida, totalmente independiente de nuestro diálogo. Sexo en su máximo grado de distanciamiento absoluto. No hay nada que perder, nada se pone en juego. Tú tienes tu «intimidad», yo tengo mi aventura extramatrimonial. Hay que admitir que es una idea excitante. Pero debo decirte que también es en parte una fantasía masculina, querido Leo. Sea como sea, será mejor que no nos metamos en eso. O para expresarlo más claramente todavía: ¡no conmigo! (Conste que lo he dicho con toda delicadeza, de verdad.)

15 minutos después

Fw:

¿Y si simplemente me hubiese gustado enseñarte unas fotos de cuando era pequeño? ¿Y si sólo me hubiese gustado beber contigo un cóctel de whisky o de vodka (y brindar por nuestra salud y por nuestra pionera hazaña de vernos finalmente)? ¿Y si sencillamente me hubiese gustado oír tu voz? ¿Y si sólo me hubiese gustado aspirar un atisbo del aroma de tu pelo y de tu piel?

Nueve minutos después

Re:

Leo, Leo, Leo... A veces parece que tú fueras la mujer y yo el hombre. Pero juraría que no es más que un juego entre nosotros, un juego peligroso. Pienso como un hombre para comprenderte, intento ponerme en el lugar de un hombre, descargo de mis experiencias la ideología masculina completa más el vocabulario correspondiente..., todo para que luego me digas que YO soy una maníaca sexual. Pongo al descubierto vuestros clásicos motivos de perentorias invitaciones a medianoche, y tú sin más me devuelves la pelota y afirmas que son míos. ¡Leo, mi inocente angelito, mi tímido romántico! Confiesa de una vez que el objetivo de tu arrebato virtual a las diez de la noche no era mirar fotos de tu infancia conmigo. (Dime, ¿por casualidad no tienes también una bonita colección de sellos? Porque en ese caso iría corriendo, por supuesto...)

Tres minutos después

Fw:

Querida Emmi:

Por favor, nunca vuelvas a decir «vuestros» cuando te refieras a mí. Me considero demasiado individual para dejar que me endilguen el generalizador y a menudo hostil plural de los hombres. No hagas deducciones sobre mí a partir de otros hombres. Me ofende, y mucho.

18 minutos después

Re:

Vale, vale, perdón. Pero de nuevo has escamoteado hábilmente «tu» motivo para querer verme de repente, con tanta urgencia, en plena noche. No es ninguna deshonra, Leo, al contrario, me halaga mucho. Y no pierdes un ápice de mi estima por haber querido montar el número de la venda, en el impulso sexual y el paroxismo amoroso postalcohólico, con la desconocida —aunque al parecer no tan fea— Emmi. ¡Ah!, por cierto: es la una y media de la madrugada, debería ir yéndome a la cama. Gracias de nuevo por tu interesante ofrecimiento. Ha sido valiente de tu parte. Me gusta cuando eres espontáneo. Y también me gusta cuando me colmas de besos estando borracho. Buenas noches, Leo. Yo también te mando un beso.

Cinco minutos después

Fw:

Nunca he querido montar un número con nadie. Buenas noches.

12 minutos después

Re:

¡Ah!, dos cosas más, Leo. De todas maneras hoy no consigo dormir. Si efectivamente hubiese ido a tu casa, no creerás en serio que habría dejado que me pagaras el taxi, ¿no? Segundo: si efectivamente hubiese ido a tu casa, ¿cuál de las tres Emmi del repertorio de tu hermana habrías querido que fuera? ¿La vivaz proto—Emmi? ¿La pechugona Emmi rubia? ¿O la tímida Emmi sorpresa? Pues hay algo que ya deberías tener claro: tu Emmi imaginaria habría muerto para siempre en el mismo instante en que nos encontráramos.

Un día después

Asunto: ¿Problemas de
software
?

¿Leo? ¡Te toca a ti!

Tres días después

Asunto: Pausa

Querida Emmi: Sólo te escribo para que sepas que no es que haya dejado de escribirte. En cuanto vuelva a saber QUÉ podría escribirte, te escribiré. De momento estoy recogiendo las moléculas esquizofrénicas en las que he sido descompuesto en los últimos días. Cuando logre reunir las partículas, daré señales de vida. Me rondas por la cabeza sin parar, Emmi. Te echo de menos. Te añoro. Leo tus mensajes varias veces al día.

Leo

Cuatro días después

Asunto: Traición

Hola, señor Leike. ¿Le remuerde la conciencia? ¿Tiene algo que confesarme? ¿Hay alguna cosa que yo debería saber y no sé? En tal caso: creo que lo sé. He hecho un descubrimiento espantoso en mi bandeja de entrada. ¿Sabe de qué estoy hablando? Si lo sabe, ¡descargue la conciencia, por favor! Saludos,

Emmi Rothner

Tres horas y media después

Fw:

¿Qué te pasa, Emmi? ¿Qué significa ese críptico mensaje? ¿Estás urdiendo una teoría conspirativa? Como quiera que sea, no tengo idea de qué hablas. ¿Qué espantoso descubrimiento has hecho en tu bandeja de entrada? ¡Explícate, por favor! ¡Y no te pongas tan formal basándote en meras suposiciones!

Un saludo cariñoso,

Leo

30 minutos después

Re:

Distinguido señor psicólogo del lenguaje:

Si en algún momento llega a confirmarse que mi «sospecha» era legítima, ¡te odiaré toda mi vida! Será mejor que lo confieses ahora mismo.

25 minutos después

Fw:

Sea lo que sea que te haya puesto de ese humor, querida Emmi, tu lenguaje me asusta. No quiero ser víctima de tu odio preventivo, fundado en ideas confusas y abstrusas asociaciones de tu cerebro minado por la desconfianza. ¡Habla sin rodeos o vete a la porra! ¡Ahora sí que estoy furioso!

Leo

Al día siguiente

Asunto: Traición II

El domingo me encontré con una amiga y le hablé de ti, Leo. «¿A qué se dedica?», me preguntó. «Es psicólogo del lenguaje y trabaja en la universidad», respondí. ¿Psicólogo del lenguaje? Sonja estaba muy sorprendida. «¿Qué hace en la universidad?», quiso saber. Y yo: «No lo sé exactamente, no hablamos de nuestros trabajos, sólo de nosotros». Luego, algo me vino a la memoria: «Una vez, al principio, mencionó algo acerca de un estudio en el que estaba trabajando, sobre el lenguaje del correo electrónico. Pero nunca volvió a decir ni una palabra al respecto». De repente, la mirada de mi amiga se ensombreció. Sonja dijo textualmente: «¡Emmi, ten cuidado, quizá sólo te esté estudiando!». Eso me produjo una profunda conmoción. En cuanto llegué a casa, me puse a releer nuestros viejos mensajes. Y el 20 de febrero encontré el siguiente pasaje tuyo: «Estamos trabajando en un estudio sobre la influencia del correo electrónico en nuestra conducta lingüística y —esta parte es mucho más interesante— sobre el correo electrónico como vehículo de emociones. Por eso tengo cierta tendencia a hablar de asuntos profesionales, pero de ahora en adelante trataré de contenerme, se lo prometo».

Bueno, querido Leo, ¿comprendes ahora por qué me siento como me siento?

¿SÓLO ME ESTÁS ESTUDIANDO, LEO? ¿ESTÁS EXAMINÁNDOME COMO VEHÍCULO DE EMOCIONES? ¿NO SOY PARA TI NADA MÁS QUE EL CONTENIDO DE UNA FRÍA TESIS DOCTORAL O DE UN CRUEL ESTUDIO LINGÜÍSTICO?

40 minutos después

Fw:

Lo mejor será que le preguntes a Bernhard qué opina al respecto. En lo que a mí se refiere, ya estoy harto de ti. De todos modos, bajo el peso de tus emociones estallaría cualquier vehículo.

Leo

Cinco minutos después

Re:

El simple hecho de que pases a la contraofensiva no quiere decir ni mucho menos que se haya disipado mi preocupación por que abuses de mí desde el punto de vista de la psicología del lenguaje. Así que te pido una respuesta clara, Leo. Me la debes.

Tres días después

Asunto: ¡Leo!

Querido Leo:

He pasado tres días horribles. El miedo —en realidad fue un auténtico ataque de pánico— de que todo este tiempo hayas estado usándome como objeto de estudio era proporcional al temor contrario: quizá haya sido injusta contigo, quizá haya destruido algo entre nosotros con mi precipitada acusación. No sé qué sería peor, que me hayas «engañado» o haber arrancado por un exceso de desconfianza la plantita de la confianza que con tanto esmero habíamos cultivado.

Ponte en mi lugar, querido Leo, por favor. Quiero confesarte que hacía tiempo que no intercambiaba sentimientos con nadie con tanta intensidad como contigo. Yo soy la primera en asombrarme de que sea posible hacerlo de este modo. En los mensajes que te escribo puedo ser más que nunca la verdadera Emmi. En la «vida real», si quieres que las cosas salgan bien, si quieres resistir, debes pactar continuamente con tu emotividad: ante TAL COSA no puedo reaccionar de forma exagerada, TAL OTRA tengo que aceptarla, respecto a TAL OTRA debo hacer la vista gorda. Uno adapta sus sentimientos al entorno sin descanso, es indulgente con quienes ama, asume cientos de pequeños roles cotidianos, hace equilibrios, compensa, sopesa para no poner en peligro toda la estructura, pues uno mismo forma parte de ella.

Contigo, querido Leo, no tengo miedo de ser tan espontánea como lo soy en lo más íntimo de mi alma. No pienso qué puedo exigirte y qué no. Simplemente, escribo a tontas y a locas. ¡Y me hace tanto bien! Todo eso es mérito tuyo, querido Leo, por eso te has vuelto tan imprescindible para mí: me aceptas tal como soy. A veces me refrenas, no haces caso de ciertas cosas, tomas a mal otras. Pero tu perseverancia en no despegarte de mí me demuestra que puedo ser tal como soy. Y.. ¿me permites volver a hacerme un poco de publicidad? Soy mucho, pero que mucho más dócil de lo que parezco en mis mensajes. Es decir: si alguien quiere a la Emmi que se abandona, que no se esfuerza en absoluto por quedar bien, que hace alarde de sus cualidades negativas con fervor... Sí, Leo, soy celosa, desconfiada, un poco neurótica, en principio no tengo una opinión muy buena del sexo opuesto, ni tampoco del mío, por cierto... He perdido el hilo, pues bien: si alguien quiere a la Emmi que no se esfuerza por ser buena, que más bien da rienda suelta a sus flaquezas habitualmente reprimidas, con más razón querrá a Emmi tal como ella vive, porque sabe que hasta cierto punto uno sólo puede pedirle a los demás que sean lo que es uno: un montón de caprichos, un cúmulo de dudas de sí mismo, una combinación de divergencias.

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