Cómo descubrimos el petróleo (5 page)

BOOK: Cómo descubrimos el petróleo
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Los pozos de petróleo no son la única fuente de combustible, aunque sí la más adecuada y barata. Todavía nos queda la posibilidad de volver a los esquistos, de los que hace un siglo se extraía el queroseno.

No obstante, la extracción de esta sustancia resulta bastante complicada, y para obtener los hidrocarburos necesarios se requiere tiempo, energía e instalaciones adecuadas. Asimismo habría que arbitrar algún sistema para aprovechar los residuos. Si lográramos solucionar estos problemas, los esquistos podrían ser una importante fuente de energía. En Canadá hay, por otra parte, «arenas bituminosas» que podrían explotarse para obtener combustible.

Si aprovechamos debidamente todos estos recursos, tendremos petróleo para unos cien años más.

En última instancia nos queda todavía el carbón, cuyas reservas son mucho más abundantes que las de petróleo, al que además puede sustituir en múltiples aplicaciones. Sometido a determinados tratamientos químicos, el carbón puede transformarse en combustibles líquidos, que en este caso se llaman combustibles sintéticos. Según las estimaciones, el carbón no se agotará hasta dentro de algunos siglos.

Tanto el carbón como el petróleo tienen un inconveniente: al arder, las impurezas desprenden sustancias químicas dañinas que contaminan la atmósfera.

Incluso aunque se eliminen tales impurezas, la combustión de ambas sustancias origina dióxido de carbono, que al mezclarse con el aire tiende a retener la luz solar y calentar la tierra. Un cambio en el porcentaje de dióxido de carbono en la atmósfera bastaría para modificar el clima de la tierra y originaría problemas enormes.

Por éstas y otras razones es preferible intensificar la búsqueda de otras fuentes de energía alternativas que no entrañen tales peligros. Por ejemplo, podemos aprovechar la energía del viento, del agua, de los bosques, de las mareas, de las olas y del calor que emana de las entrañas de la Tierra. Quizá todo ello no sea suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero al menos podremos abastecernos hasta que encontremos algo mejor.

Otra posibilidad de importancia creciente es la energía nuclear, obtenida a partir de la fisión del uranio. Sin embargo, muchas personas piensan que resulta demasiado peligrosa, pues de ella puede desprenderse radiactividad. Otra modalidad de energía nuclear es la fusión del hidrógeno, que podría suministrar energía más abundante y barata que el uranio; su manipulación no entraña, al parecer, tantos riesgos. El problema estriba en que los científicos no han hallado todavía la forma de convertir la fusión del hidrógeno en energía confortable, sin explosión.

El Sol es otra fuente energética importante y prácticamente inagotable. Expertos de todo el mundo estudian la mejor manera de recoger el calor que desprende y aprovecharlo en nuestro beneficio.

Hay una solución que apunta a la instalación en el espacio de estaciones colectoras desde las que la energía se transmitiría a la Tierra en forma de ondas de radio muy cortas, llamadas “microondas”, que luego se convertirían en electricidad.

Como hemos visto, todavía podemos hacer muchas cosas hasta que se agote el petróleo. Lo importante es no perder la calma y colaborar con otros países para, entre todos, hallar la solución más adecuada.

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