Asher se puso a un lado de la pintura, una mano acurrucada contra su estómago, la otra mano levantada, como si intentara coger el sueño. Su piel brillaba a la luz de las velas, sólo unos tonos más ligeros que su pelo, enmarcando su cara y sus hombros.
Estaba desnudo, pero esa palabra no le hacía justicia. La luz de las velas hacia resplandecer su piel ampliando sus hombros. Sus pezones eran como halos oscuros contra el oleaje de su pecho, el estómago era plano con la gracia de su ombligo como si un ángel le hubiera tocado esa piel perfecta y delicada dejando una huella, una línea de cabello rubio oscuro, casi rojizo, trazado en el borde de su estómago, y corriendo en una línea hacia abajo enrollándose alrededor de él, donde tenía una erección parcial, atrapado para siempre entre el sueño y la pasión. La curva de la cadera era perfecta unos pocos centímetros de piel que jamás había visto. Señalaba la curva de la línea del muslo, hacía la larga extensión de sus piernas.
Me acordé como se había sentido la curva de su cadera a través de los recuerdos de Jean-Claude. Me acordé de cómo discutían acerca de cuál era la más suave, la más perfecta. Belle Morte había dicho que la línea de sus cuerpos era lo más cercano a la perfección que había visto en un hombre. Jean-Claude siempre había creído que Asher era el más hermoso, y Asher había creído lo mismo de Jean-Claude.
El artista había pintado unas alas blancas en la figura que dormía, tan detalladas que parecía como si se pudieran tocar. Las alas eran enormes y me recordó a las imágenes renacentistas de los ángeles. Parecían fuera de lugar en ese órgano de oro.
Psique miraba alrededor del borde de una de las alas, de modo que se cubría la parte superior del cuerpo, sin embargo, revelaba un hombro, el borde de su cuerpo, hasta la primera curva de la cadera, pero la mayor parte de su cuerpo se perdía detrás de Cupido. Fruncí el ceño por el dibujo.
Conocía ese hombro, la curva de esas costillas bajo la piel blanca. Esperaba que Psique fuera Belle Morte, me había equivocado.
Miré más allá de los largos rizos negros que no ocultaban tanto la figura sino más bien la decoraban, y la cara mirando alrededor del borde de la vela, era Jean-Claude. Me tomé un segundo para estar segura, porque parecía más delicado y hermoso de lo normal, hasta que me di cuenta de que llevaba maquillaje, como una versión antigua de él. Le habían suavizado el rostro y los labios estaban como haciendo pucheros, pero los ojos, sus ojos se mantuvieron sin cambios, con sus pestañas negras y ese color tan profundo que te ahogabas en él.
La pintura era demasiado grande para estar al lado de la chimenea y poder verla toda, pero había algo en los ojos de la figura de Cupido. Tuve que acercarme para ver un destello, suficiente para mostrar el fuego azul que había visto cuando Asher estaba hambriento.
Jean-Claude me tocó la cara, y me hizo saltar. Damián me dio un poco de espacio. Jean-Claude recogió las lágrimas de mis mejillas. La mirada en sus ojos, decía con claridad que estaba llorando por los dos. No podía permitirme el lujo de parecer débil frente a Musette pero no podía evitarlo.
Ambos nos volvimos hacia Asher, pero estaba tan lejos como la sala se lo permitía. Se había dado la vuelta, de modo que todo lo que podía ver de su cara era la caída de su cabello. Tenía los hombros levemente encorvados, como si hubiera sido golpeado.
Musette se puso al otro lado de Jean-Claude.
—Nuestra señora pensó, que ya que estáis juntos de nuevo, podríais disfrutar de este pequeño recuerdo de los días pasados.
La mirada que le dio a Jean-Claude no fue amistosa. Vi a su
pomme de sang
al otro lado de la habitación. Ni siquiera había sido consciente de que se había alejado de la chimenea. Si los malos hubiesen querido, podrían haber hecho cualquier cosa y no me habría dado cuenta por la pintura.
—La pintura es un regalo para nuestro anfitrión, pero tenemos un regalo más personal, sólo para Asher.
Angelito se trasladó a su lado como una montaña oscura, con un cuadro mucho más pequeño en sus manos. Había restos de papel y de la cuerda que había envuelto como si fuera algo que hubiera cogido del suelo. Era la mitad del tamaño de la otra, pero, obviamente, del mismo estilo, realista, pero con colores brillantes muy Tiziano. La única luz en la pintura era la luz del fuego, del resplandor de la fragua. El cuerpo de Asher era de color oro y carmesí con la luz del fuego reflejada. Estaba desnudo de nuevo, al borde del yunque ocultando su ingle, pero con el lado derecho de su cuerpo desnudo a la luz. Incluso tenía el pelo recogido en una coleta suelta para que el lado derecho de su rostro no se pudiese ocultar. Sus brazos seguían siendo fuertes, ya que pretendían forjar la hoja que estaba sobre el yunque, pero el lado derecho de la cara, el lado derecho del pecho, del estómago, y del muslo, eran una ruina.
Estas no eran las cicatrices antiguas blancas que estaba acostumbrada a ver, se trataba de un crudo rojo descolorido, de líneas rojas, como si un monstruo las hubiese recortado y sacado de su cuerpo. De repente me sentí abrumada con un recuerdo que no era mío.
Asher estaba tendido en el suelo de una sala de torturas, liberado de las cadenas de plata, los hombres que lo habían atormentado habían sido sacrificados en torno a él, en una explosión de sangre. Se acercó a nosotros, su rostro… su rostro… Me desmayé, Jean-Claude y yo caímos al suelo, estábamos experimentando directamente lo que habíamos recordado. Damián y Jason se trasladaron a nuestro lado, pero Asher se quedó bien atrás. No le culpo en lo más mínimo.
OCHO
—Asher, ven a ver tu regalo —llamó Musette.
Damián ya estaba en el suelo junto a mí, sus manos sobre mis hombros, clavándome sus dedos. Creo que sentía miedo de lo que yo haría. Debería haberlo sabido.
Asher hablo con la voz tensa.
—Ya he visto lo particular que es. Lo sé muy bien.
—¿Quieres que volvamos con Belle Morte y decirle lo que piensas sobre su regalo?
—Puedes decirle a Belle Morte que ha conseguido exactamente lo que quería.
—¿Y qué es eso?
—Me hizo recordar lo que era, y en lo que me he convertido.
Me puse de pie, Damián aun apretándome fuertemente los hombros. Jean-Claude se levantó con gracia como un títere tirado por unas cuerdas invisibles. Nunca tendría su gracia, pero esta noche no importaba.
Musette se giró hacia Jean-Claude.
—Os hemos dado nuestro regalo, el tuyo, Jean-Claude, y el de Asher. Estamos esperando vuestro agradecimiento.
Su voz estaba vacía, tan suave que era como escuchar el silencio.
—Te lo he dicho Musette has venido antes de que pudiéramos tener algo para ofrecerte.
—Estoy segura que puedes encontrar algo para mí. —Me miró fijamente.
Encontré mi voz, y no fue agradable.
—¿Cómo te atreves a venir aquí tres meses antes, sabiendo que no estarían preparados y hacer peticiones? —Damián se aferraba a mi espalda como un poseso, pero estaba siendo amable, al menos yo lo creía. Después de lo que ella y Belle Morte acababan de hacer, me sentía un poco cabreada—. Su rudeza no será utilizada como una excusa para obligarnos a hacer algo que no queríamos hacer.
Los brazos se deslizaban por mis hombros y se acunaban contra el cuerpo de Damián. No podía luchar contra él, porque sin su presencia, creo que probablemente la habría golpeado, o disparado, o algo por el estilo. Y me parecía una gran idea.
Jean-Claude trató de suavizar las cosas, pero Musette le hizo señas para que guardara silencio.
—Deja a tu sierva hablar, si es que tiene algo que decir.
Abrí la boca para llamarla puta sin corazón, pero al final no fue lo que dije.
—¿Crees que los regalos dignos de tal belleza podrían ser apresurados? ¿Realmente podríamos tomar algún pobre sustituto en el lugar de la magnificencia que habíamos encargado para ti?
Dejé de hablar. Todos los hombres me miraban, a excepción de Damián, que me abrazaba por todo lo que valía la pena.
—Ventriloquia —dijo Jason, desde el otro lado de Jean-Claude—, es la única respuesta.
Jean-Claude asintió.
—Un milagro de hecho.
Luego se giró hacia Musette.
—Todos, salvo uno, palidece ante tu belleza, Musette. ¿Cómo podía ofrecer nada menos que algo bello a la altura de tu belleza?
Su mirada se volvió hacia mí.
—¿No es una belleza igual a la mía?
Me reí. Damián me apretó contra sus brazos lo suficiente para que tuviera que acariciarle el brazo si quería seguir respirando.
—No te preocupes, tengo esto controlado.
—No creo que nadie me creyera, pero lo dije de verdad.
—Musette, puedo reconocer que soy bonita, aunque en comparación con los trillizos que hay aquí, no soy la persona más hermosa.
—Trillizos —dijo Jason—. ¿Por qué creo que no estoy incluido en ese trío?
—Jason, lo siento, pero eres como yo, estas muy bien, pero en comparación con estos tres que están aquí nosotros estamos fuera de liga.
—¿Incluyes a Asher en las tres bellezas? —dijo Musette.
Asentí.
—Si se está catalogando a gente hermosa y Asher está en la habitación, entonces siempre estará en la lista.
—Una vez lo fue,
oui
, pero ahora no lo es, no desde hace muchos siglos —dijo.
—No estoy de acuerdo —dije mientras me encogía de hombros.
—Mientes.
La miré.
—Eres un vampiro maestro, ¿no puedes saber cuándo alguien está mintiendo o diciendo la verdad? ¿No puedes sentirlo en mis palabras, o en el olor de mi piel? —Mire su cara, tenía unos ojos hermosos, pero a la vez, aterradores. Ella no podía saber si yo estaba mintiendo. Sólo había conocido a otro maestro Vampiro que no podía diferenciar la verdad de la mentira, y eso fue porque ella se mentía a sí misma. Musette era ciega a la verdad, lo que significa que había posibilidades.
Ella frunció el ceño y me tiró todo por la borda con esas diminutas manos tan bien cuidadas.
—Basta de esto. —Fue lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que estaba perdiendo parte de este argumento, pero no era lo suficientemente brillante para saber por qué. Así que cambió de tema.
—Incluso Asher con su belleza en ruinas es más bello que tú, Anita.
Era mi turno para fruncir el ceño ante ella.
—Creo que ya he dicho eso.
Ella frunció el ceño de nuevo. Era como si hubiera sido enviada con un guión ya escrito con todo lo que tenía que decir pero yo no estaba respondiendo lo que había esperado. Estaba tirando su actuación a la basura, y Musette no parecía disfrutar de la improvisación.
—¿No te molesta no ser tan bella como ellos?
—Tuve que asumirlo hace mucho tiempo.
Ella frunció el ceño con tanta fuerza que parecía doloroso.
—Eres una mujer muy difícil de insultar.
Me encogí de hombros todo lo que pude con los brazos de Damián todavía envueltos a mí alrededor.
—La verdad es la verdad, Musette. Nunca rompo la regla de buena chica.
—¿Y esa sería?
—Nunca decir que eres más bonita de lo que eres en realidad.
La hice reír, una explosión sorprendente de sonido.
—No, no, lo bueno es admitirlo. —La sonrisa se desvaneció—. Realmente no tienes… dificultad con que te diga que soy más bonita que tú.
Sacudí la cabeza.
—No.
Se veía completamente perdida por un momento, hasta que sus propios siervos humanos le tocaron el hombro. Se estremeció, respiró hondo temblando, como si recordara algo, lo que era, y por qué estaba allí. El último signo de la risa desapareció de sus ojos.
—Has admitido que tu belleza no puede rivalizar con la mía, por lo tanto tu sangre no sería un regalo digno para mí. Tienes razón, también, acerca de tu lobo. Él es encantador, pero no tan encantador como ellos tres.
De repente tuve un mal presentimiento acerca de hacia dónde se dirigía esto.
—Damián es de algún modo tuyo. No lo entiendo, pero puedo sentirlo. De la misma forma que Angelito es mío, y eres de Jean-Claude. Como Maestro de la ciudad, no puedo beber de Jean-Claude, pero Asher no pertenece a nadie. Dámelo, ese será mi regalo como invitada.
—Es mi segundo al mando, mi
témoin
—dijo Jean-Claude, todavía con ese vacío en su voz—. No lo comparto a la ligera.
—He conocido a algunos de los otros vampiros esta noche. Meng Die tiene un animal para llamar. Ella es más poderosa que Asher, ¿por qué no es la segunda?