—Por supuesto, piensan que Buzzell es el cebo para una trampa —dijo Odrade.
—Puedo dejar saber que fui exiliada allí por mis Hermanas —dijo Dortujla—. Es algo que puede verificarse.
—¿Utilizarte a ti como cebo?
—Madre Superiora, ¿qué ocurriría si pudieran ser inducidas a parlamentar?
—¿Con nosotras? —
¡Qué idea más sorprendente!
—Sé que no poseen una historia de negociaciones razonables, pero pese a todo…
—¡Es brillante! Pero hagámoslo más tentador aún. Digamos que estoy convencida de que debemos acudir a ellas con una proposición de sometimiento de la Bene Gesserit.
—¡Madre Superiora!
—No tengo intención de rendirme. ¿Pero qué mejor forma de conseguir parlamentar con ellas?
—Buzzell no es un buen lugar para un encuentro. Nuestras comodidades son muy pocas.
—Ocupan Conexión en gran número. Si sugirieran Conexión como lugar de encuentro, ¿podrías dejarte persuadir?
—Requeriría una cuidadosa planificación, Madre Superiora.
—Oh,
muy
cuidadosa. —Los dedos de Odrade aletearon en su consola—. Sí, esta noche —dijo, respondiendo a una visible pregunta, y luego, dirigiéndose a Dortujla por encima de la atestada mesa—: Quiero que te reúnas con mi Consejo y con las demás antes de tu regreso. Te daremos instrucciones detalladas, pero te doy mi seguridad personal de que tendrás una misión abierta. Lo más importante es conseguir de ellas un encuentro en Conexión… y espero que te des cuenta de lo que me desagrada utilizarte como cebo.
Cuando vio que Dortujla permanecía profundamente sumida en sus pensamientos y no respondía, Odrade añadió:
—Puede que ignoren nuestros avances y te eliminen. De todos modos, eres el mejor cebo que tenemos.
Dortujla demostró que aún tenía sentido del humor.
—No me gusta mucho la idea de engancharme yo misma al anzuelo, Madre Superiora. Por favor, mantened las cosas bien sujetas. —Se puso en pie y, con un preocupado vistazo al trabajo acumulado sobre la mesa de Odrade, añadió—: Tenéis mucho que hacer, y me temo que os he retenido mucho más allá de la hora de la comida.
—Comeremos juntas aquí, Hermana. Por el momento, tú eres más importante que ninguna otra cosa.
Todos los estados son abstracciones.
Octun Politicus, Archivos BG
Lucilla tomó la precaución de no familiarizarse demasiado con aquella habitación verde intenso y la recurrente presencia de la Gran Honorada Matre. Aquello era Conexión, el cuartel general de las que buscaban el exterminio de la Bene Gesserit. Este era el enemigo. Llevaba diecisiete días allí.
El infalible reloj mental que había empezado a tictaquear durante la Agonía de la Especia le dijo que se había adaptado a los ritmos circadianos del planeta. Se despertaba al amanecer. No había forma de decir cuándo iban a traerle algo de comer. La Honorada Matre la tenía confinada a una sola comida al día.
Tratándome como un animal. ¡Ahí tienes tu hueso!
Y siempre aquel Futar en su jaula. Un recordatorio:
Ambos enjaulados. Así es como tratamos a los animales peligrosos. Puede que los dejemos salir ocasionalmente para estirar sus piernas y darnos un poco de placer, pero después siempre vuelven a la jaula.
Cantidades mínimas de melange en la comida. No para mostrarse cicateras. No con su salud. Una pequeña muestra de «lo que podría ser tuyo si simplemente te mostraras razonable».
¿Cuándo vendrá hoy?
Las llegadas de la Honorada Matre no obedecían a ningún esquema de tiempo. ¿Apariciones al azar para confundir a la cautiva? Probablemente. El tiempo de una comandante debía estar lleno de exigencias. Encaja al peligroso animalillo en un esquema regular siempre que te sea posible.
Puede que sea peligrosa, Dama Araña, pero no soy tu animalillo.
Lucilla captaba la presencia de dispositivos de vigilancia, cosas que hacían más que proporcionar estímulos para los ojos. Dispositivos que miraban
dentro
de la carne, sondeando en busca de armas ocultas, comprobando el funcionamiento de los órganos.
¿Lleva extraños implantes? ¿Y órganos adicionales añadidos quirúrgicamente a su cuerpo?
Nada de eso, Madame Araña. Confiamos en cosas que aparecen con el nacimiento.
Lucilla sabía cuál era su peligro más inmediato… que se sintiera inadecuada en aquellas condiciones. Sus captoras la habían colocado en una terrible desventaja, pero no habían destruido sus capacidades Bene Gesserit. Moriría antes de que el shere de su cuerpo se viera reducido hasta el punto de traicionarla. Tenía aún su mente… y la horda de Lampadas.
Y leemos en ti, Reina Araña. Eres un palimpsesto desplegado ante nosotras, y vemos escrito en él lo que has intentado borrar.
El panel del Futar se abrió, y la jaula con éste apareció deslizándose. Así pues, la Reina Araña estaba en camino. Desplegando amenazas por anticipado, como siempre.
Hoy viene más pronto. Más pronto que nunca.
—Buenos días, Futar —dijo Lucilla con un tono alegre.
El Futar la miró, pero no habló.
—Debes odiar el estar encerrado en esta jaula —dijo Lucilla.
—No gusta jaula.
Había determinado ya que esas criaturas poseían hasta un cierto grado una facilidad de lenguaje, pero su extensión seguía escapándosele.
—Supongo que también te mantiene hambriento. ¿Te gustaría comerme?
—Comer. —Una clara muestra de interés.
—Me gustaría ser tu Adiestrador.
—¿Tú Adiestrador?
—¿Me obedecerías si lo fuera?
El pesado sillón de la Reina Araña se alzó de su escondite debajo del suelo. Todavía no había ninguna señal de ella, pero cabía suponer que escuchaba esas conversaciones.
El Futar miró a Lucilla con una peculiar intensidad.
—Los Adiestradores, ¿os mantienen enjaulados y hambrientos?
—¿Adiestradores? —claras inflexiones en la pregunta.
—Quiero que mates a la Gran Honorada Matre. —Eso no sería ninguna sorpresa para ellas.
—¡Matar Dama!
—Y te la comas.
—Dama veneno. —Rechazo.
Ooooh. ¡Esa es una interesante información!
—No es venenosa. Su carne es igual que la mía.
El Futar se acercó a ella hasta los límites de la jaula. Su mano izquierda tiró hacia abajo de su labio inferior. Dejó al descubierto allí el violento rojo de una cicatriz, con toda la apariencia de una quemadura.
—Mira veneno —dijo, dejando caer su mano.
Me pregunto cómo consiguió eso.
No había en ella ningún efluvio de veneno. Carne humana más una droga basada en la adrenalina para producir ojos naranja en respuesta a la furia… y esas otras respuestas que Murbella había revelado. Un sentimiento de absoluta superioridad.
Un efecto asesino sin hachís, una vida algo más larga. ¿Cuánto más larga?
Murbella no lo sabía.
¿Un veneno para otros? No es probable.
¿Hasta cuán lejos llegaba la comprensión de un Futar?
—¿Era un veneno amargo?
El Futar hizo una mueca y escupió.
La acción es más rápida y más poderosa que las palabras.
—¿Odias a tu Dama? —Caninos desnudos.
—¿Le tienes miedo? —Una sonrisa.
—Entonces, ¿por qué no la matas?
—Tú no Adiestradora.
¡Necesita una orden de matar de un Adiestrador!
La Gran Honorada Matre entró y se dejó caer en su sillón.
Lucilla volvió a dar a su voz un agudo tono de alegría.
—Buenos días, Dama.
—No te he dado permiso para que me llames así. —En voz muy baja, y con leves atisbos de puntos naranja en sus ojos.
—El Futar y yo hemos estado charlando un poco.
—Lo sé. —Más naranja en sus ojos—. Y si me lo has estropeado…
—Pero Dama…
—¡No me llames así! —Levantándose de su silla, los ojos llameando naranja.
—Vamos, siéntate —dijo Lucilla—. Esta no es forma de conducir un interrogatorio. —Sarcasmo, un arma peligrosa.
—Dijiste ayer que querías continuar nuestra discusión sobre política.
—¿Cómo sabes qué hora es? —Reclinándose de nuevo en su sillón, pero con los ojos aún llameando.
—Todas las Bene Gesserit tenemos esta habilidad. Podemos sentir los ritmos de cualquier planeta cuando llevamos un cierto tiempo, muy poco, en él.
—Un extraño talento.
—Cualquiera puede conseguirlo. Es un asunto de sensibilizarse.
—¿Puedo yo aprenderlo? —Con el naranja desvaneciéndose.
—He dicho
cualquiera
. Aún sigues siendo humana, ¿no? —
Una pregunta que todavía no ha sido contestada completamente.
—¿Por qué dices que vosotras las brujas no tenéis ningún gobierno?
Quiere cambiar de tema. Nuestras habilidades la inquietan.
—Eso no es lo que he dicho. No tenemos ningún gobierno
convencional
.
—¿Ni siquiera un código social?
—No existe ningún código social que abarque todas las necesidades. Un crimen en una sociedad puede ser una exigencia moral en otra sociedad.
—La gente siempre tiene gobiernos. —El naranja había desaparecido casi por completo.
¿Por qué le interesa tanto esto?
—La gente tiene política. Te dije eso ayer. Política: el arte de aparecer sincero y completamente abierto mientras ocultas tanto como te sea posible.
—Así que vosotras, las brujas, ocultáis.
—Yo no he dicho eso. Cuando decimos «política», es una advertencia para nuestras Hermanas.
—Te creo. Los humanos siempre crean alguna forma de…
—¿Acuerdo?
—¡Una palabra tan buena como cualquier otra! —
Esto la enfurece.
—Estás inquiriendo conforme al sistema, le deis el nombre que le deis a los ejecutivos, legisladores, judicatura… jueces, jurados, las trampas del control humano desde tiempo inmemorial.
—Vosotras también lo tenéis. ¡Lo sé! —
Sois como nosotras.
Cuando Lucilla no respondió a eso, la Gran Honorada Matre se inclinó hacia adelante.
—¡Estás ocultando!
—¿No está en mi derecho el ocultarte cosas que pueden ayudarte a derrotarnos? —
¡Ahí va un jugoso bocado de cebo!
—¡Por supuesto! —Reclinándose con una mirada de satisfacción.
—Sin embargo, puesto que no te creo capaz de comprender, ¿por qué no revelarlo?
¡Hazlo bailar delante de ella!
—Olvidaré el insulto. —
¡Prosigue!
—Vosotras pensáis que los nichos de autoridad están siempre ahí para ser llenados, y no veis lo que eso dice acerca de mi Hermandad.
—Oh, por favor, dímelo. —
Torpe con su sarcasmo.
—Vosotras creéis que todo esto se conforma a unos instintos que retroceden hasta los días tribales y más atrás aún. Jefes y Ancianos. La Madre Misterio y el Consejo. Y antes de eso, el Hombre Fuerte (o la Mujer) que procuraba que todo el mundo tuviera comida, que todos estuvieran resguardados por el fuego y la boca de la caverna.
—Nunca pensé en ello de esa forma, pero tiene sentido.
¿Lo tiene realmente?
—Oh, de acuerdo. La evolución de las formas se despliega de una manera muy clara, un desarrollo secuencial que cualquier Reverenda Madre puede desplegar ante sí a través de las Otras Memorias.
No le gusta cuando hablas de nuestras habilidades.
—¡Evolución, bruja! Una cosa amontonada encima de otra.
Evolución. ¿Te das cuenta de cómo restalla ante las palabras clave?
—Es una fuerza que puede ser sometida a control volviéndola sobre sí misma.
¡Control! Observa el interés que has despertado. Le encanta esta palabra.
—¡Así que fabricáis leyes exactamente igual que todo el mundo!
—Regulaciones quizá, pero ¿no es todo temporal?
—¿Cuál es la diferencia entre una regulación y una ley?
—¿Cómo las definimos?
—Por supuesto. —Intensamente interesada.
—Pero vuestra sociedad es administrada por burócratas que saben que no pueden aplicar ni la más ligera imaginación a lo que hacen.
—¿Constituye eso una diferencia? —R
ealmente desconcertada. Observa su ceño fruncido.
—Sólo para ti, Honorada Matre.
—¡Gran Honorada Matre! —
¡Cuan susceptible!
—¿Por qué no me permites que te llame Dama?
—No somos íntimas.
—El Futar, ¿es un íntimo?
—¡Deja de cambiar de tema!
—Quiero limpiar dientes —dijo el Futar.
—¡Tú cállate! —Llameando realmente.
El Futar se sentó con las piernas cruzadas pero no se amedrantó.
La Gran Honorada Matre volvió sus ojos naranja hacia Lucilla.
—¿Y los burócratas?
—Estaba explicando que no tienen espacio de maniobra porque esa es la forma en que sus superiores engordan. Los botes que no cabecean ofrecen los mejores banquetes. Si no puedes ver la diferencia entre regulación y ley, ambas tienen la fuerza de la ley.
—No veo la diferencia. —
No sabe lo que está revelando.
—Las leyes llevan consigo el mito de un cambio obligado. Un nuevo y brillante futuro aparecerá a causa de esta o esa ley. La ley refuerza el futuro. Las regulaciones se da por sentado que refuerzan el pasado.
—¿Se da por sentado? —T
ampoco le gusta esa palabra.
—En cada caso, la acción es ilusoria. Como nombrar un comité para estudiar un problema. Cuanta más gente hay en el comité, más prejuicios se aplican al problema.
¡Cuidado! Está pensando realmente en esto, aplicándolo a sí misma.
Lucilla alzó el tono de su voz a una modulación más razonable.
—Vives en un pasado embellecido e intentando comprender un futuro que no reconoces.
—Nosotras no creemos en la presciencia. —
¡Sí cree! Al fin. Es por eso por lo que nos mantiene vivas.
—Dama, por favor. Siempre hay algo equilibrado en confinarse una dentro de un apretado círculo de leyes.
¡Ve con cuidado! No se refrenará si la sigues llamando Dama.
La silla de la Gran Honorada Matre crujió cuando ésta se agitó en ella.
—¡Pero las leyes son necesarias!
—¿Necesarias? Eso es peligroso.
—¿Cómo?
Tranquila. Se siente amenazada.