Read Campeones de la Fuerza Online
Authors: Kevin J. Anderson
—Yo... Eh... —balbuceó Kyp, no sabiendo muy bien qué respuesta debía dar—. Lo intentaré —logró decir por fin.
—¡No! —gritó Luke, con el primer destello de ira que Han había captado en su voz hasta aquel momento—. El intentarlo no existe. Debes creer que lo harás, o de lo contrario nunca llegarás a conseguirlo.
La jungla quedó sumida en el silencio más absoluto. Kyp inclinó la cabeza y sus fosas nasales se dilataron cuando hizo una profunda inspiración de aire. Después el joven alzó la cabeza para mirar a Luke a la cara, y sus oscuras pupilas brillaban cuando lo hizo.
—Quiero ser un Jedi —dijo.
Lando Calrissian tenía la sensación de que el millón de créditos de la recompensa era un montón de dinero al rojo vivo que estaba quemándole la cuenta corriente, y sabía que necesitaba invertirlo pronto.
Disponer de una suma de dinero tan grande y ninguna alternativa práctica para gastarlo era una sensación totalmente nueva para él. Había obtenido el control de las minas de gas de Tibanna en Bespin durante una partida de sabacc, y había ocupado el cargo de Barón Administrador de la Ciudad de las Nubes durante varios años. Había dirigido operaciones de extracción minera en el planeta superrecalentado de Nkllon, y después de haber obtenido aquella enorme recompensa gracias a su comportamiento durante las carreras de amorfoides de Umgul, Lando no veía ninguna razón por la que no pudiera convertir las minas de especia de Kessel en un negocio que diera muchos beneficios.
—Te agradezco mucho que me hayas traído hasta aquí, Han —dijo.
Se inclinó hacia su amigo, que estaba sentado junto a él en la cabina de pilotaje del
Halcón Milenario
, y le dio una palmada en el hombro. Sabía que a Han no le había hecho mucha gracia el tener que dejar a Leia y los niños de nuevo tan pronto, aunque sólo fuese durante el día de viaje que tardaría en llegar a Kessel y dejarle allí. También sospechaba que Han estaba un poco preocupado por Chewbacca y las fuerzas de ocupación de las Fauces, que no había enviado ninguna transmisión desde que inició el avance hacia el cúmulo de agujeros negros. Las Fauces se encontraban bastante cerca de Kessel, y probablemente Han albergaba la esperanza de obtener noticias de ellos.
—Ha valido la pena, aunque sólo sea para evitar que te pases la vida suplicando que te lleven en las naves de los demás —dijo Han mirando en dirección opuesta, y después volvió la cabeza hacia el visor frontal—. Sigo pensando que estás loco por querer ir a Kessel, y querer quedarse ahí me parece una locura todavía más grande.
El pequeño planeta que tenían delante se movía en una órbita muy cercana a su no muy luminoso sol. La masa deforme que era Kessel tenía una gravedad tan reducida que no podía conservar una atmósfera propia, por lo que los gases se iban escapando al espacio como una tenue crin que brotara del estéril paisaje rocoso. Una luna de grandes dimensiones en la que Moruth Doole, el alienígena que se había convertido en señor de la prisión, había instalado a su guarnición de piratas, estaba trepando por encima del horizonte de Kessel, emergiendo de la corona nebulosa de atmósfera que huía continuamente del pequeño planeta.
—La última vez que estuve aquí con Chewie nos derribaron —dijo Han meneando la cabeza—. Me prometí a mí mismo que no volvería nunca..., y sólo han pasado un par de meses desde entonces y ya vuelvo a estar aquí.
—Eso es porque eres un buen amigo, Han. Te lo agradezco mucho, de veras... A Mara Jade no le habría gustado nada que llegara tarde a nuestra cita.
Han frunció los labios en una sonrisita burlona.
—Suponiendo que Mara Jade se haya dignado ir a Kessel, querrás decir —replicó.
—Estará allí —dijo Lando—. Apuesto a que ha estado contando los días.
—Ojalá volviera a tener a Chewie de copiloto —murmuró Han mientras alzaba la mirada hacia el techo de la cabina—. Puede que tenga sus defectos, pero al menos no está soltando memeces cursis a cada momento.
La mención de Chewbacca hizo que los dos hombres sintieran el impulso subconsciente de volver la mirada hacia el tapiz resplandeciente de nubes gaseosas que envolvía el cúmulo de las Fauces. Chewbacca y el resto de la fuerza de ocupación ya debían de estar dando los últimos pasos en la operación de conquista de la Instalación de las Fauces que estaban llevando a cabo en algún lugar de aquel laberinto. Los agujeros negros hacían que toda comunicación resultara imposible, por lo que no tenían forma alguna de saber qué había ocurrido durante la ocupación.
—Espero que esté bien, Han —dijo Lando en voz baja.
Han se inclinó hacia adelante y deslizó los dedos sobre la unidad de comunicaciones. Vaciló y su rostro se ensombreció durante un momento, pero enseguida conectó el transmisor y carraspeó para aclararse la garganta. Cuando habló ya volvía a ser el Han Solo enérgico y decidido de siempre.
—Aquí Han Solo del
Halcón Milenario
, en rumbo de aproximación a Kessel.
Lando contempló cómo la mano izquierda de Han se acercaba a los controles hiperespaciales. Ya había un nuevo curso programado en el ordenador, y Han estaba preparado para huir a toda velocidad en cuanto ocurriera cualquier cosa que fuese mínimamente sospechosa.
—Estamos buscando a Mara Jade, una representante de la Alianza de Contrabandistas —siguió diciendo Han—. Solicitamos..., eh... permiso para descender en la luna guarnición. Tengan la bondad de enviar una confirmación y acuse de recibo antes de que sigamos aproximándonos.
El rostro de Han estaba surcado por finas arrugas de preocupación.
—No estés tan nervioso, Han —dijo Lando—. Las cosas han cambiado mucho en Kessel. Ya lo verás.
—Sí, claro... Es sólo que no quiero correr ningún riesgo después de lo que ya ha ocurrido en el pasado —replicó Han, poniéndose un poco a la defensiva.
La voz firme y enérgica de Mara Jade brotó del comunicador antes de que Lando hubiera podido decir nada. Lando se sintió invadido por una oleada de cálida alegría al oír sus matices delicados y sutiles, e imaginó cómo se estarían moviendo sus hermosos labios para articular las palabras.
—Llegas con medio día de retraso, Solo —dijo Mara Jade.
—Bueno, Lando quería estar lo más presentable posible —replicó Han, sonriendo—, y tú ya sabes el tiempo que puede llegar a requerir eso.
Mara dejó escapar una corta carcajada y Lando fulminó a Han con la mirada.
—Bien, pues ya podéis bajar —dijo—. He traído una flota defensiva de la Alianza de Contrabandistas. La luna guarnición está totalmente controlada, y hablaremos de negocios en ella. He enviado una escolta..., pensé que eso es algo que Calrissian apreciaría.
Lando sonrió de oreja a oreja.
—¡Ha planeado alguna clase de sorpresa para mí! —exclamó—. Probablemente lo ha hecho para que me de cuenta del afecto que siente hacia mí.
—Oh, hermano... —murmuró Han, y volvió a alzar los ojos hacia el techo de la cabina.
Han comprobó las coordenadas en su consola de navegación y dirigió el
Halcón
hacia la gran estación de la luna de Kessel.
Lando Calrissian y Luke Skywalker habían sido llevados en una lanzadera hasta la luna por Moruth Doole, un alienígena con aspecto de batracio, cuando acudieron al sistema de Kessel haciéndose pasar por inversores potenciales interesados en la explotación de las minas de especia. Doole había hecho cuanto estaba en sus manos para mostrarles las instalaciones mineras haciéndolas lo más atractivas posible, con la esperanza de que Lando invertiría en ellas todos los créditos que había ganado gracias a los amorfoides.
Lando se estremeció al recordar cómo todas las naves del hangar habían despegado en su persecución después de que él y Luke hubiesen robado el
Halcón
, que ya estaba reparado. La flota pirata de Kessel se había tropezado con los Destructores Estelares de la almirante Daala cuando éstos salieron a toda velocidad del cúmulo de las Fauces persiguiendo a Han Solo. Las dos flotas prácticamente habían chocado la una con la otra infligiendo una destrucción realmente terrible, pero Han, Luke y Lando habían huido al hiperespacio sin esperar a ver cómo terminaba la batalla.
Una nave de pequeñas dimensiones apareció por encima del nebuloso horizonte de Kessel.
—Aquí Jade. Soy vuestra escolta, así que seguidme.
El yate espacial se fue aproximando, y después viró y salió disparada en dirección a la luna. Han aumentó la velocidad del
Halcón
.
Lando se irguió de repente y parpadeó con expresión asombrada.
—¡Eh, ésa es mi nave! —gritó—. Es la
Dama Afortunada
. Es...
—Bueno, al menos eso nos ahorra la molestia de dar con ella —dijo Han.
Lando se inclinó sobre el comunicador.
—¡Has encontrado mi nave, Mara! —exclamó—. Nunca podré agradecértelo lo suficiente... Si hay algo que pueda hacer para saldar la deuda que he contraído contigo —añadió bajando la voz—, cualquier cosa que hayas podido llegar a concebir en tus sueños más locos y desenfrenados...
—Sigue hablando de esa manera y quizá decida conectar el piloto automático y enviar esta nave rumbo al sol, Calrissian.
Lando volvió a reclinarse en su asiento con un suspiro y una sonrisa.
—Qué bromista es —comentó lanzando una rápida mirada de soslayo a Han.
El yate espacial
Dama Afortunada
tenía una silueta esbelta y angulosa, con los módulos de propulsión colocados en la parte inferior de la estructura. Su casco relucía, y la nave parecía haber escapado a las devastadoras batallas que se habían librado en Kessel sin haber sufrido ningún daño.
Lando se removió nerviosamente en su asiento. Ardía en deseos de volver a ver a Mara, y anhelaba volver a reclinarse en los mullidos almohadones de su asiento de pilotaje y poder disfrutar de los olores y los contactos familiares de su nave.
Entraron en la caverna que daba acceso a la guarnición de la luna, y dejaron atrás las gruesas puertas blindadas para entrar en la fantasmagórica y áspera claridad de un gran hangar. Los campos de retención atmosférica se cerraron detrás de ellos y represurizaron la zona habitable. El
Halcón
siguió avanzando sobre sus haces repulsores y acabó posándose en una explanada al lado del
Dama Afortunada
.
Mara Jade salió de la cabina. Llevaba un ceñido mono de vuelo metálico, y sujetaba el casco debajo de su codo derecho. Meneó la cabeza para ahuecar su cabellera castaño rojiza y entrecerró los ojos, y Lando se estremeció y sintió una peculiar mezcla de calor y frío provocada por la aureola de energía e inteligencia que irradiaba aquella mujer. Lando siguió contemplándola y se maravilló ante la generosidad de sus curvas y la dureza de su fachada.
—Eh, Mara, ¿dónde encontraste la nave de Lando? —preguntó Han—. Creíamos que tendríamos que pasar varios días recorriendo la superficie de Kessel antes de dar con ella.
—La encontré justo en el sitio donde Lando había dicho que descendió con ella —explicó Mara Jade—. Al parecer nadie tuvo tiempo de eliminar las señales de identificación y bajarla hasta aquí.
Lando recorrió el hangar de la guarnición con la mirada, pero no vio ninguna nave que le resultara familiar. Todos los aparatos eran de un diseño elegante y cuidado, y no se parecían en nada a los montones de chatarra que apenas podían desplazarse que habían formado la flota de Doole. Aquellas naves estaban adornadas con señales de identificación únicas en cada caso, aunque en todas se veía un aspa sobre el ala.
Mara se percató de su inspección.
—Es nuestra nueva insignia para la Alianza de Contrabandistas —explicó—. No resulta demasiado obvia, pero nos basta con eso.
—¿Qué ha sido de todas las naves de Doole?
Lando olisqueó aquella atmósfera reseca y estancada, y pudo captar los olores de la roca pulverizada y el combustible de hiperimpulsión que impregnaban el aire con un desagradable hedor a rancio.
—El noventa por ciento de las naves de Doole quedó destruido durante su enfrentamiento con los Destructores Estelares de Daala, y la gran mayoría de pilotos supervivientes desapareció en el hiperespacio con sus naves. Nadie sabe dónde están ahora..., y si he de ser sincera, la verdad es que me da igual dónde estén.
—Después llegaron unas cuantas naves de socorro de la Nueva República y evacuaron a casi todos los habitantes del sistema. Se llevaron a los prisioneros de la Institución Penitenciaria Imperial y a unos cuantos rezagados que quedaban en la ciudad de Kessendra. Si tiene alguna otra opción, nadie quiere vivir en Kessel.
—Entonces lo que nos estás diciendo es que Kessel ha quedado desierto y que será del primero que llegue, ¿no? —preguntó Lando, sintiéndose cada vez más lleno de júbilo y esperanzas.
—Sí —replicó Mara—. He expuesto tu proposición a unos cuantos miembros de nuestra Alianza, y nos ha parecido bastante interesante. No sólo has demostrado tu habilidad en otro tipo de operaciones comerciales, sino que también tienes sólidas conexiones con la Nueva República que permitirán crear unos canales de distribución eficientes para la especia brillestim. Incluso dispones del dinero suficiente para hacer inversiones en la nueva infraestructura... —Mara se encogió de hombros—. Sí, la verdad es que nos parece un buen trato.
Lando la obsequió con una sonrisa radiante.
—Sabía que acabarías comprendiendo que asociarnos era una idea excelente —dijo.
Mara giró bruscamente sobre sí misma y siguió hablando sin prestar la más mínima atención a su insinuación.
—Pero tenemos que actuar de inmediato. Hemos oído rumores de que otros señores del crimen bastante menos escrupulosos se están preparando para adueñarse de las minas. Los túneles de especia están vacíos, y ahora son como una fruta madura que sólo espera ser cogida... Francamente, Calrissian, preferimos tratar contigo en vez de con alguien que traerá aquí a sus propios equipos y expulsará a la Alianza de Contrabandistas de todo el negocio. Ésa es la razón por la que hemos traído a nuestras fuerzas, y por eso estamos preparados para defender Kessel si a algún señor del crimen hutt se le pasan ideas raras por la cabeza.
—Sí, creo que eso tiene bastante sentido —dijo Han.
Lando se frotó las manos y contempló las naves posadas en la pista. Varios contrabandistas iban y venían de un lado a otro —humanos y alienígenas, hombres y mujeres robustos y de aspecto bastante duro—, y Lando pensó que era gente con la que no le haría ninguna gracia encontrarse en los oscuros niveles inferiores de Coruscant.