Read Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) Online
Authors: Jordi Sierra i Fabra
Tags: #Ensayo, Historia
La más famosa artista víctima del cáncer sería Minnie Riperton, fallecida en 1979, y no por ser ella o su vida un motivo de poderosa atracción popular, sino por lo que representó su figura en esa lucha contra el cáncer hasta el minuto final de su existencia.
Minnie nació en Chicago el 8 de noviembre de 1947, y como Andrea Davis debutó a comienzos de los años 60. Sus estudios de opera, iniciados cuando tenía once años, moldearon prodigiosamente sus facultades dándole una voz única en su textura y calidad. Después de grabar en solitario sin éxito pasó por el grupo Rotary Connection y entre 1968 y 1970 registró seis LP's. Otra vez sola, volvió a fracasar por la falta de un estilo definido, y sería en 1974 Stevie Wonder quien la lanzara a la fama al producirle el álbum
Perfect angel
, del cual llegó al número 1 el tema
Lovin' you
. En 1977, con treinta años de edad, se le diagnosticó un cáncer irreversible que marcó su carrera pero no minó en absoluto su voluntad ni su ánimo. Ese año firmó por el sello Capital y editó un último LP,
Minnie
, en 1979, aunque su mayor actividad en los dos años finales de su vida estuvo destinada a la lucha contra el cáncer, no para salvarse ella, que estaba sentenciada, sino para prevenir a otros y lograr la erradicación de la enfermedad. Minnie realizó conciertos, hizo colectas, y fue miembro del American Cancer Society, siendo recibida por el entonces presidente Carter por su gran labor, que la hizo merecedora de la Medalla del Coraje. El 12 de julio de 1979 su voz de ruiseñor se extinguía para siempre.
El más famoso muerto por cáncer de la historia de la música es sin duda Bob Marley, el «Dylan negro».
Marley fue, por sí mismo y por su música, el exponente de toda una revolución social y musical.
El
reggae
y el movimiento
rasta
representaron una elevación plena y absoluta del folklore y de la morfología de una etnia concreta dentro de la música occidental. Una etnia ubicada en lo que hasta nuestro tiempo ha sido considerado como uno de los paraísos del mundo: Jamaica. Los oscuros muros de la pérfida Babilonia (modo en que los jamaicanos rastafaris llaman a Occidente) se rindieron ante el
reggae
, un estilo y un sonido convertidos en género que actuaba ante todo como avanzada religiosa destinada a cambiar el universo.
Hablar de Bob Marley es hablar del
reggae
, y hablar del
reggae
es hablar de un mundo no siempre comprensible para un occidental. Musicalmente puede decirse que en la búsqueda de nuevas fórmulas y sonidos a lo largo de los 70, se halló la fuente de incalculable riqueza y ritmo de la música jamaicana, el
reggae
. Pero esto sería minimizar la importancia del estilo, porque otros podrían decir que fueron los miles de emigrantes jamaicanos residentes en Inglaterra los que canalizaron la expansión del movimiento. El «boom» del
reggae
fue una espiral imparable, y de la misma forma que Elvis Presley situó el
rock and roll
, Bob Marley desmarcó el
reggae
de sus cimientos. Antes, mucho antes, las raíces del folklore popular jamaicano hay que buscarlas en el
ska
y el
mento
, que unidos al
calipso
crearon el camino por el cual surgió el
reggae
, y no con sencillez.
Jamaica está situada demasiado cerca de Estados Unidos, y es precisamente Nueva Orleans el punto focal más próximo a la isla, una isla con dos grandes contrasentidos: por un lado es ese paraíso de sol y evasión, pero por otro en los grandes suburbios de Kingston anida la miseria de una forma angustiosa. En esos suburbios se alimentó la música
reggae
de mano de los rastas, los hijos de Jah, los adoradores de Haile Selasie… la reencarnación de Jah.
No puede explicarse lo que representó Bob Marley, sin hacer un mínimo de historia social y política en torno al
reggae
. En la primera mitad del siglo XX el evangelista Marcus Garvey conmocionó a Jamaica hablando de un regreso a la tierra de origen: África. Marcus vaticinó la próxima llegada de un Mesías, un Rey de Reyes que iba a coronarse emperador en África y que, tras esta encarnación de Dios (Jah), Babilonia (el mundo occidental), se hundiría en el abismo, víctima de sus pecados. Bien: en 1930 Haile Selassie I se proclamó emperador de Etiopía, Negus, título que llevaba aparejado otros tales como Rey de Reyes, Señor de Señores, Elegido de Dios, Heredero del Trono de Salomón y Poder Supremo de la Santísima Trinidad. Haile Selassie había nacido en 1892, un 23 de julio, y su verdadero nombre era Lij Ras Tafari Makonnen.
Fue el primer emperador de una nación africana tras la profecía de Marcus Garvey (claro que también fue emperador Bokassa I el carnicero…), y aunque depuesto por los italianos en 1936, los ingleses le restituyeron en el trono en 1941. Los adoradores de Jah y seguidores de Haile, adoptaron su nombre para llamarse a sí mismos. Así nacieron los rastafaris, los rastas. En las zonas suburbiales, como el
ghetto
de Trenchtown, proliferaron en espiral, con sus ideas y sus esquemas filosóficos. Para un rasta fumar «ganja» (marihuana jamaicana), no es drogarse, sino elevarse. Por tal razón y pese estar prohibida, su culto la hace necesaria. Durante años los rastas han esperado el regreso a la Tierra Prometida. Y la música fue su caballo de Atila, para destruir Babilonia y para merecer tan ansiado premio. Así fue como Bob Marley se convirtió en el profeta de una religión.
Bob nació en Kingston, Jamaica, el 6 de abril de 1945. Hijo de una jamaicana y de un capitán de la armada británica, creció en los suburbios de Trenchtown y a los dieciséis años consiguió grabar sus primeras canciones. Jimmy Cliff uno de los padres del
reggae
, le apadrinó, hasta que en 1964 formó su grupo, The Wailers. El éxito no llegaría hasta comienzos de los 70. Para entonces Marley había visitado con alguna frecuencia las cárceles de Kingston por su afición a la «ganja». A las autoridades les importaba muy poco que fuese un rastafari. Con el «boom» del
reggae
Bob Marley & The Wailers se catapultan hacia el estrellato absoluto en Inglaterra, y pronto en Estados Unidos.
Eric Clapton fue número 1 en USA con
I shot the sheriff
en 1974, y se trataba de una canción de Bob. Antes lo había sido Johnny Nash en 1972 con
I can see clearly now
.
Hasta fines de los años 70, Marley no cesará de grabar álbumes esenciales y de importante éxito y respaldo popular,
Natty dread, Rastaman vibration, Exodus, Kaya, Babylon by bus, Survival, Uprising
… todos relativos a la fe rasta, la droga, el regreso a África y, como no, la constante denuncia social de la realidad Jamaicana, en la que un cinco por ciento de afortunados tiene sumergido al noventa y cinco por ciento restante en la indigencia. Ese papel de rebelde, de nuevo Dylan, fue el que situó a Marley también en el punto de mira de los poderosos, aquellos a los que estorbaba. En 1976 apoyó la campaña política del primer ministro jamaicano Michael Manley, para la reelección, y dio un gran concierto en Kingston por tal motivo, apareciendo junto a Manley. La reacción de los opositores no se hizo esperar y el 4 de febrero fue víctima de un atentado del que salió herido de bala pero sin gravedad. Sus actividades no decrecieron pero sí fueron cambiadas a raíz del cáncer cerebral detectado a fines de los años 70, y que sembró de oscuridad su futuro, aunque él nunca dejó de cantar y de luchar confiando en una recuperación que no llegó. En 1980 fue deshauciado por los médicos de centros como el Kettering de Nueva York y eminencias en la materia procedentes de todo el mundo. Aun así, quiso grabar de nuevo y planificaba una gira mundial que hubiera sido la apoteosis de su despedida, cuando murió el 11 de mayo de 1981, después de que tratase de emprender la citada gira en septiembre de 1980, cancelada a raíz del
shock
sufrido en el Madison Square Garden de Nueva York.
Con la muerte de Marley, el rock se vistió de luto, pero Jamaica entera le lloró de una forma impresionante y prácticamente desconocida hasta entonces para un cantante. El cadáver fue trasladado de Miami (donde murió en manos de los médicos) hasta Kingston, para los actos conmemorativos de su funeral. Por la capilla ardiente desfilaron miles de personas el día 20 de mayo (nueve días después de su muerte). Las exequias fúnebres fueron oficiadas por la Iglesia Ortodoxa Etíope con asistencia de representantes de las Doce Tribus de Israel, miembros del gobierno jamaicano y músicos del mundo entero. El primer ministro Edward Seaga decretó luto oficial y tras la incineración, el 21 de mayo, en un mausoleo especial levantado en la parroquia de St. Ann, lugar de nacimiento de Bob, la devoción no cesó. Jamaica emitió un sello de correos con su efigie, su casa fue declarada museo y prácticamente se inició un nuevo culto en la historia de los rastafaris. Jah era Dios, Haile Selassie su reencarnación y Bob Marley… su profeta.
Mucho menos espectacular pero sumamente valerosa fue la muerte de Ricky Wilson, guitarra de los B-52's, grupo estadounidense representativo de la
New Wave
americana de fines de los años 70.
Nacido en Athens, Georgia, donde también se formó el quinteto, Ricky consiguió el éxito y la fama entre 1979 (fecha de aparición del primer álbum del grupo) hasta 1985, si bien en 1983 la fuerza inicial y la originalidad de su estilo ya dejaron de interesar gradualmente. En 1985 Ricky ya estaba sentenciado a causa de un cáncer de ganglios linfáticos, y muy presumiblemente él lo supiese desde meses antes. Fue capaz de mantenerlo en secreto, continuando con su regular actividad en el seno de la banda, hasta que el proceso fue tan doloroso que le obligó a hospitalizarse para morir el 11 de octubre de 1985. Nadie, salvo el batería de los B-52's, Keith Strickland, que era su mejor amigo, supo nada. Ricky Wilson supo «comerse» su dolor, masticándolo despacio para morir sin demasiado ruido.
La muerte de John Bonham, el 25 de septiembre de 1980, fue considerada como «accidental», y el veredicto médico se limitó a constatar que el batería había ingerido cuarenta excesivas «medidas» de wodka, ahogándose en su propio vómito. Sin embargo, tanto Led Zeppelin, por ser el más demoledor grupo de los años 70 y el que más contundentemente arrasó los conceptos del rock, como su leyenda negra, merecen un capítulo aparte en esta crónica de la desesperación, más negra que nunca. Porque ningún otro conjunto flirteó con la magia, los poderes del Más Allá y la Zona Oculta salvo ellos.
Jimmy Page fundó Led Zeppelin en 1968, cuando los restos de los Yardbirds se le hicieron pequeños. Jimmy era el último de los grandes guitarras del rock, siguiendo la estela de Clapton y Beck, pero estaba dispuesto a demostrar que podía ser el número 1. Completó su sueño con su amigo John Paul Jones al bajo, Robert Plant como cantante solista y John Bonham a la batería. A fines de 1968 y en sólo treinta horas eran capaces de grabar uno de los más brillantes LP's de todos los tiempos, y tras su debut oficial el 15 de octubre en la Universidad de Surrey, Atlantic Records les pagó doscientos mil dólares por su firma. La cifra más elevada jamás obtenida por un grupo desconocido. En 1969
Led Zeppelin
y
Led Zeppelin II
cambiaron la faz del rock y obligaron a revisar la mayoría de conceptos que hasta ese momento habían sido inamovibles en música. No sólo fueron esos dos primeros LP's, sino la misma estética visual y el sistema de trabajo del cuarteto lo que dio un vuelco decisivo y esencial, demostrando que el vanguardismo había llegado y que ellos eran el futuro. Led Zeppelin fue el primer grupo en negarse a editar
singles
extraídos de LP's (a pesar de que una canción,
Whole lotta love
, fue número 1 en USA en
single
, si bien no llegó a editarse en Inglaterra), el primer grupo que ofreció conciertos de tres y cuatro horas de duración, con una fuerza y un despliegue de medios total, el primer grupo que se negó a actuar en programas comerciales o
shows
de televisión, el primero que no concedió entrevistas ni hizo «giras promocionales», y el primero que, enfrentado a la crítica (a la que acusaban de hablar más de sus escándalos y del dinero que ganaban que de sus discos o sus actuaciones), consiguió vencer en la guerra al contar con millones de encendidos adictos desde el primer momento.
En 1969,
Led Zeppelin II
entró en el número 1 directo del
ranking
USA de LP's, mientras
Led Zeppelin I
continuaba entre los más vendidos después de cuarenta y cuatro semanas.
Led Zeppelin II
estaría cuatro años en esa lista de más vendidos, de ellos cincuenta y tres semanas en el
Top-10
.
Cinco millones de dólares en ventas les convirtieron en el conjunto del 69, hito que repitieron en 1970. Para entonces sus giras eran tan contundentes como las de los enemigos públicos números 1, los Rolling Stones, y sus efectos más devastadores que los de ninguna otra banda. Peter Grant, el quinto Zep,
manager
del conjunto, pagaba sin pestañear las facturas que sus discípulos motivaban a consecuencia de los desperfectos que sus giras ocasionaban. La leyenda de las más fastuosas orgías acompañó durante diez años la vida de Led Zeppelin.
La leyenda negra «oficial» se inicia el 1 de febrero de 1970, cuando Robert Plant y su esposa Maureen, sufren un accidente de coche en Kidderminster. Su Jaguar se estrelló contra otro vehículo y el cantante recibió heridas en el rostro y un codo. El 14 del mismo mes viajaron a Singapur para protagonizar otro curioso altercado: las autoridades no les dejaron actuar a causa de su… cabello largo. De vuelta a Europa y antes de visitar Alemania por primera vez, el conde Evan von Zeppelin, descendiente de los Von Zeppelin históricos, protestó oficialmente por la presencia de un grupo de rock que utilizase su ilustre apellido en su país. La banda «sorteó» el incidente actuando con el nombre de NOBS. Pero fue en marzo, durante la quinta gira por Estados Unidos desde fines de 1968, cuando la auténtica violencia y la grandiosidad alcanzada por el grupo amenazó con volverse contra ellos.
En marzo de 1970, mientras Jimmy Page era aclamado como «el Paganini de los 70», los incidentes fueron la principal constante de su «raid» sonoro «over América». En Pittsburg, Pennsylvania, la policía se vio obligada a intervenir contundentemente al acabar la actuación ante el irrefrenable climax alcanzado y recogido por los miles de fans dispuestos a esparcirlo por la ciudad.