Bruja mala nunca muere (31 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Bruja mala nunca muere
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—¿No le molestan los roedores, Sara Jane?

La mujer se puso recta y yo cerré los ojos al darme la luz en la cara.

—Los odio, señor Kalamack. Provengo de una granja. Las alimañas son exterminadas en cuanto las vemos, pero no pienso perder una oportunidad de trabajo por culpa de un animal. —Cogió aire despacio—. Necesito este trabajo. Mi familia entera se ha apretado el cinturón para que yo terminase mis estudios y tengo que compensárselo. Tengo una hermana pequeña demasiado inteligente como para pasarse la vida plantando remolachas. Quiere ser bruja, licenciarse. No podré ayudarles a menos que consiga un buen empleo. Necesito este trabajo, por favor, señor Kalamack. Sé que no tengo la experiencia necesaria, pero soy lista y trabajo duro.

Entreabrí un ojo. La cara de Trent permanecía seria y pensativa. Su pelo rubio y su complexión resaltaban en contraste con el traje oscuro. Sara Jane y él hacían una buena pareja, aunque ella parecía demasiado bajita a su lado.

—Buena exposición, Sara Jane —dijo con una cálida sonrisa—. Aprecio la sinceridad de mis empleados por encima de todo. ¿Cuándo puede empezar?

—Inmediatamente —dijo con voz temblorosa. Sentí náuseas. Pobre mujer.

—Estupendo. —Su voz ronca sonaba sinceramente complacida—. Jon tiene unos papeles para que los firme. Él le explicará sus responsabilidades y la tutelará la primera semana. Pregúntele cualquier duda a él, lleva conmigo muchos años y me conoce mejor que yo mismo.

—Gracias, señor Kalamack —dijo levantando los hombros emocionada.

—Ha sido un placer.

Trent la cogió por el codo y la acompañó hasta la puerta.
La ha tocado
, pensé. ¿
Por qué no me tocó a mí? ¿Temía que pudiera adivinar qué era, quizá
?

—¿Tiene ya un lugar para quedarse? —le preguntó—. Consulte a Jon acerca del alojamiento para empleados.

—Gracias señor Kalamack. No, no tengo apartamento todavía.

—Bien, tómese el tiempo que necesite para instalarse. Si lo desea podemos hacer las gestiones necesarias para que una parte de su remuneración bruta vaya a un fondo fiduciario para su hermana.

—Sí, por favor.

El alivio de Sara Jane era patente en su voz incluso desde el pasillo. Estaba atrapada. Trent era un dios para la mujer, un príncipe al rescate de ella y su familia. No podía hacer nada malo a sus ojos.

Me rugió el estómago. La habitación estaba vacía. Me arrastré hasta la casita. Di una vuelta sobre mí misma para colocar bien la cola y me dejé caer sacando la nariz. La puerta de la oficina de Trent se cerró con un chasquido y di un respingo, volviendo a revivir todos mis dolores.

—Buenos días, señorita Morgan —dijo Trent pasando junto a mi jaula. Se sentó en su mesa y comenzó a revisar unos papeles—. Pensaba tenerla aquí solo hasta formarme una segunda opinión acerca de usted, pero ahora no sé, se ha convertido en un buen tema para empezar conversaciones.

—Vete al cuerno —dije enseñándole los dientes, aunque claro, solo se oyeron chillidos.

—Vaya —dijo reclinándose en su silla y dándole vueltas a una pluma estilográfica—, eso no ha sonado a un cumplido.

Alguien golpeó en la puerta y me escabullí instintivamente. Era Jonathan y Trent volvió la atención a sus asuntos.

—¿Sí, Jon? —dijo sin apartar la vista de su calendario.

—Sa'han. —El altísimo hombre se quedó de pie a una distancia respetuosa—. ¿La señorita Sara Jane?

—Tiene exactamente los requisitos que necesito. —Trent dejó su pluma en la mesa, se inclinó sobre la mesa y se quitó las gafas para mordisquear distraídamente la patilla hasta que se percató de que Jonathan lo miraba con recatada y silenciosa desaprobación. Trent las tiró sobre la mesa con una mirada de fastidio—. La hermana pequeña de Sara Jane quiere salir de la granja para ser bruja —dijo—. Debemos apoyar el afán de superación siempre que podamos.

—Ah —dijo Jonathan, relajando su actitud—, ya entiendo.

—Averigua el precio de venta de la granja de Sara Jane, quizá me interese por la industria azucarera. Probar a qué sabe, por así decirlo. Mantén a los trabajadores. Pon a Hodgkin de capataz durante seis meses para que instruya al actual capataz en sus métodos. Dile que observe a la hermana de Sara Jane y si es lista, que la traslade a un puesto con alguna responsabilidad.

Asomé la cabeza por el hueco de mi casita, preocupada. Jonathan me miró con superioridad.

—¿De nuevo entre nosotros, Morgan? —se burló— Si por mi fuese la hubiera tirado al triturador de basuras de la sala de empleados y hubiese pulsado el botón.

—Cabrón —chillé y le hice un gesto con el dedo para que le quedase claro.

Las pocas arrugas de su rostro se marcaron cuando me vio y frunció el ceño. Balanceó su largo brazo y golpeó la jaula con la carpeta que tenía en la mano. Ignorando el dolor, arremetí contra él, enganchándome a los barrotes y enseñándole los dientes.

Dio un paso atrás, claramente sorprendido. Su demacrado rostro se ruborizó y retiró rápidamente el brazo.

—Jon —dijo Trent en voz baja y aunque su tono fue apenas el de un susurro, Jonathan se quedó inmóvil. Me quedé aferrada a los barrotes con el corazón latiéndome con fuerza—. Olvidas tu posición. Deja a la señorita Morgan tranquila. Si la juzgas mal y ella te ataca no es culpa suya sino tuya. Ya has cometido ese error antes, repetidamente.

Furiosa me dejé caer al suelo de la jaula y gruñí. No sabía que podía gruñir, pero me salió así. Lentamente, Jonathan relajó el puño que había tenido apretado.

—Es mi trabajo protegerle.

Trent levantó una ceja sorprendido.

—La señorita Morgan no está en posición de hacerle daño a nadie. Déjalo ya.

Miré alternativamente al uno y al otro y observé que el mayor de ellos admitía la reprimenda de Trent con una aceptación que yo no esperaba. Tenían una relación muy extraña. Trent estaba obviamente al mando, pero recordé el fastidio en la mirada de Trent en el momento en que Jonathan le hizo ver su desaprobación cuando mordisqueaba la patilla de las gafas. Al parecer no siempre había sido así. Me preguntaba si Jonathan habría tenido algo que ver en la educación de Trent, aunque fuese brevemente, tras la muerte de su madre y luego la de su padre.

—Acepte mis disculpas, Sa'han —dijo Jonathan, llegando incluso a inclinar la cabeza.

Trent no dijo nada y volvió a mirar sus papeles. A pesar de la evidente humillación, Jonathan esperó hasta que Trent levantó la vista.

—¿Hay algo más? —preguntó Trent.

—Su cita de las ocho y media ha llegado antes —contestó Jonathan—, ¿quiere que acompañe al señor Percy?

—¡Percy! —chillé y Trent me miró. ¡
No puede ser Francis Percy
!

—Sí, acompáñalo —dijo Trent lentamente.

Estupendo
, pensé cuando Jonathan desapareció por el pasillo cerrando la puerta tras de sí. La entrevista interrumpida de Francis. Di vueltas por la jaula, nerviosa. Mis músculos se iban relajando y el movimiento me sentaba bien aunque aún me dolía. Me detuve al darme cuenta de que Trent no me había quitado ojo de encima. Bajo su escrutadora mirada me escabullí en la madriguera, sintiéndome de alguna manera avergonzada.

Advertí que Trent seguía observándome mientras me enroscaba en mi cola y hundía en ella la nariz para mantenerla caliente.

—No te enfades con Jon —me dijo en voz baja—. Se toma su trabajo muy en serio… como debe ser. Si lo presionas demasiado te matará. Esperemos que no tengas que aprender las mismas lecciones que él.

Arrugué el labio superior para mostrarle los dientes. No me gustaba que me soltase el clásico rollo de hombre con experiencia.

Una vocecita proveniente del pasillo llamó nuestra atención. Francis. Le había contado que podía convertirlo en visón. Si era capaz de relacionar ambas cosas, podía darme por muerta. Bueno, más muerta de lo que ya estaba. No quería que me viese. Y parecía que Trent tampoco.


Mmmm
, sí —dijo levantándose apresuradamente y colocando una de las macetas delante de la jaula. Era un espatifilo y podía ver a través de sus hojas aun quedando oculta tras ellas. Llamaron a la puerta y Trent dijo—: ¡Adelante!

—No, gracias —estaba diciéndole Francis a Jonathan mientras este le empujaba hacia el despacho.

Desde detrás de la planta observé como Francis se cruzaba con la mirada de Trent y tragaba saliva.

—Eh, hola, señor Kalamack —tartamudeó, creando después un incómodo silencio. Parecía menos aseado que de costumbre. Uno de sus cordones asomaba debajo del pantalón con el lazo medio deshecho y su barba de tres días había pasado de parecer potencial mente atractiva a directamente desagradable. Tenía el pelo aplastado y sus ojos demasiado juntos lucían cansadas arrugas. Puede que Francis no se hubiese acostado todavía y viniese a la entrevista a la hora que más le convenía a Trent y no a la SI.

Trent no dijo nada. Volvió a sentarse tras su escritorio con la relajada tensión de un depredador apostándose junto a un bebedero. Francis miró a Jonathan con los hombros hundidos. Se oyó el ruido del poliéster al rozarse cuando se remangó la chaqueta para luego volver a bajarse las mangas. Apartándose el pelo del ojo, Francis se acercó a la silla y se sentó en el borde. El estrés se reflejaba en los tensos rasgos de su cara triangular. Especialmente cuando Jonathan cerró la puerta y se quedó de pie detrás de él con los brazos cruzados y las piernas ligeramente separadas. Mi atención se dividía entre ellos dos, ¿qué estaba pasando aquí?

—¿Puede explicarme lo de ayer? —dijo Trent con falsa naturalidad.

Parpadeé confusa y enseguida me quedé boquiabierta al entenderlo. ¿Francis trabajaba para Trent? Eso explicaría su rápido ascenso, por no mencionar cómo un simple hechicero de medio pelo como él había llegado a brujo. Me recorrió un escalofrío. Esta relación seguro que no contaba con la aprobación de la SI. La SI no tenía ni idea. Francis era un topo. ¡El pringado era un maldito topo!

Miré a Trent entre las anchas hojas de la planta. Sus hombros se movieron ligeramente, como si estuviese de acuerdo con mis pensamientos. Me volvieron las náuseas. Francis no era lo suficientemente bueno para algo tan retorcido. Iba a conseguir que lo matasen.

—Eh… yo… —balbuceó Francis.

—Mi jefe de seguridad te encontró hechizado dentro de tu propio maletero —dijo Trent pausadamente, con un sutil tono amenazante—. La señorita Morgan y yo tuvimos una interesante conversación.

—Ella… ella me dijo que me convertiría en un animal —le interrumpió Francis.

Trent respiró hondo.

—¿Por qué iba a hacer eso? —dijo con tono cansado y paciente.

—No le caigo bien.

Trent no dijo nada. Francis parecía avergonzado, probablemente al darse cuenta de lo infantil que sonaba.

—Háblame de Rachel Morgan —le pidió Trent.

—Es un grano en el… trasero —dijo mirando de reojo a Jonathan.

Trent volvió a coger la pluma y la hizo girar en su mano.

—Eso ya lo sé. Cuéntame otra cosa.

—¿Algo que aún no sepa? —soltó Francis con los ojos fijos en la pluma giratoria—. Probablemente la conoce desde antes que a mí. ¿Le prestó el dinero para sus clases? —dijo, pareciendo casi celoso—. ¿Le echó una mano en su entrevista para el trabajo en la SI?

Solté un bufido. ¿Cómo se atrevía siquiera a sugerirlo? Me había pagado mi educación y me había ganado mi puesto yo sólita. Miré hacia Trent, odiándolos a todos. Yo no le debía nada a nadie.

—No, no lo hice —contestó Trent dejando la pluma en la mesa—. La señorita Morgan ha sido una sorpresa para mí, pero sí que le ofrecí un trabajo —dijo, y Francis pareció hundirse aun más en la silla. Movió la boca, pero no emitió ningún sonido. Podía oler su miedo, agrio y ácido.

—No me refiero a tu trabajo —dijo Trent obviamente irritado—. Dime qué es lo que más la asusta, ¿qué es lo que más la enfada?, ¿qué es lo que más quiere en este mundo?

La respiración de Francis volvió a recuperar su ritmo normal. Se movió en su asiento a punto de cruzar las piernas pero se arrepintió en el último momento.

—No lo sé. ¿El centro comercial? Intento mantenerme alejado de ella.

—Sí —dijo Trent con su fluida voz—, hablemos de eso un momento. Después de revisar tus actividades durante los últimos días uno podría cuestionarse tus lealtades, Percy.

Francis se cruzó de brazos. Su respiración se hizo más rápida y comenzó a moverse nerviosamente. Jonathan dio un amenazante paso adelante y Francis volvió a apartarse el pelo de los ojos.

Entonces Trent se tornó terriblemente intenso.

—¿Sabes cuánto me costó acallar los rumores cuando saliste huyendo con ella de la sala de archivos?

Francis se humedeció los labios.

—Rachel me dijo que parecería que la estaba ayudando, que debía salir corriendo.

—Y por eso corrió.

—Ella me dijo…

—¿Y ayer? —le interrumpió Trent—. La trajiste en coche hasta aquí.

La tensa rabia que transmitía su voz me hizo salir de mi madriguera. Trent se inclinaba hacia delante y juro que oí la sangre de Francis congelársele en las venas. El aura de hombre de negocios desapareció de la fachada de Trent. Lo que quedaba era pura dominación. Natural e inequívoca dominación.

Me quedé embobada por su transformación. El semblante de Trent no se parecía en nada al halo de poder de un vampiro. Era como el chocolate sin azúcar: fuerte, amargo y untuoso, como si dejase un regusto desagradable. Los vampiros usaban el miedo para infundir respeto. Trent simplemente lo demandaba y por lo que podía ver, ni se le había pasado por la cabeza que alguien se atreviese a negárselo.

—Te ha usado para llegar hasta mí —susurró sin parpadear—, eso es inexcusable.

Francis se encogió en la silla con su cara alargada retraída y los ojos abiertos como platos.

—Lo… lo siento —tartamudeó—. No volverá a suceder.

Trent espiró lentamente, concentrando su voluntad, y yo lo observé fascinada y horrorizada. El pez amarillo de la pecera saltó hasta la superficie. El pelo de la nuca se me erizó y se me aceleró el pulso. Algo se elevó, tan nebuloso como un chorro de ozono. El rostro de Trent parecía vacío y atemporal. Parecía envuelto en una bruma, y de pronto me pregunté, conmocionada, si estaríamos entrando en siempre jamas. Tendría que ser o brujo o humano para hacerlo, y yo juraría que no era ninguna de las dos cosas.

Aparté la vista de Trent para observar a Jonathan con los labios entreabiertos. Seguía de pie detrás de Francis, mirando a Trent con una mezcla de sorpresa y preocupación. Esta demostración de ira era toda una sorpresa, incluso para él. Levantó la mano a modo de protesta, dubitativo y temeroso. En respuesta, Trent parpadeó rápidamente y espiró todo el aire. El pez se escondió detrás de un coral. Se me puso la piel de gallina y se me erizó el pelo. Los dedos de Jonathan temblaban y apretó los puños. Sin apartar la vista de Francis, Trent dijo:

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