Me concentré en mostrarme inescrutable. Los herejes son un blanco fácil para los de ojos redondos, pero la amenaza de ese abuso forma parte de lo que mantiene bajo control a la gente de Ling Chi. ¿A qué venía todo eso?
Ling Chi hizo un gesto al mozo, que le acercó la pipa por segunda vez. Llevó los labios a la boquilla y exhaló una impresionante nube de humo hediondo.
—Pero hoy lo que me preocupa terriblemente es la seguridad de mi más íntimo socio.
—Me halaga que una persona tan elevada considere mi bienestar digno de preocupación.
—Esta mañana me llegó por parte de un informador itinerante que mi amigo fue arrestado por agentes de la Corona. —Chascó la lengua de un modo que debía comunicar aflicción, pero que resultó grotesco y poco natural, como cuando la loba amamanta a su lobato—. Grande fue la desesperación de mi casa. Ordené a mis sirvientes que se vistieran de blanco, para dar inicio a los cuarenta días de duelo prescritos para la muerte de un compañero querido. —Fingió un gran pesar dejando que la cabeza le colgara sin fuerzas entre los hombros mientras guardaba un teórico momento de silencio.
»¡Entonces sucedió algo extraordinario! —Se dibujó una sonrisa en sus labios que no le alcanzó los ojos—. Recibí otro mensaje. ¡Mi amigo y aliado había salido de la sede de justicia! ¡Grande fue la alegría con que recibimos la noticia de la supervivencia de mi hermano! Ordené realizar ofrendas de ardientes crisantemos, y también sacrificar un gallo negro en su honor. —Inclinó la cabeza, contemplativo—. Pero presa de esa pura alegría, no pude evitar sentir una punzada de curiosidad. Aunque he oído hablar de muchos que fueron llevados a las celdas que hay en los sótanos de Black House, jamás he tenido noticia de que se permita a alguien salir de allí.
—La visita a mis antiguos empleadores fue una sorpresa, igual que lo fue mi liberación. Terribles son las labores de un gobierno que no vive en armonía con los cielos.
—«Antiguos empleadores...»
—La precisión del oído de mi asociado tan sólo puede medirse a la perfección de sus conocimientos.
—Astutos son los sirvientes de tu reina, y opacos sus objetivos. Grande debe de ser la preocupación de quienquiera que se encuentre involucrado en las intrigas de Black House.
Las piezas encajaron y por fin comprendí el propósito de aquel interminable interrogatorio. Creía que el Viejo quería acabar con él, que el kireno muerto era el gambito de apertura, que me habían metido en este lío y que mi arresto era una tapadera para cubrir una reunión. La imposibilidad de semejante plan constituía una pobre defensa contra las hachas de los secuaces de Ling Chi si éste optaba por actuar en base a sus sospechas.
—¿Qué preocupaciones podrían albergar los ciudadanos honestos respecto a las actividades de las legítimas autoridades, por enturbiada que pueda estar su visión?
—Estoy seguro de que mi hermano posee la verdad al respecto de este asunto. Pero no soy más que un hombre... sencillo —añadió, haciendo una pausa para que el absurdo se desvaneciera en el humo—. Razón por la que me dirijo sin ambages a mi venerado hermano. No sé qué problemas afligen a la parte baja de la ciudad, pero no puedo evitar observar que, desde la intrusión de mi socio, los ojos redondos claman por la sangre de mis compatriotas, y Black House husmea en torno a mi hogar.
No tenía sentido seguir discutiendo.
—Las palabras de mi honorable aliado son como el agua para la tierra reseca.
Cerró los ojos y se llevó la mano a la frente, y su habilidad para el teatro cerró la farsa.
—En verdad que la preocupación del linaje me pesa mucho en la frente. No son pocos los días en que me pregunto si seré capaz de seguir adelante, muchas las noches en que desearía que el Emperador me llamase a su lado. Únicamente me consuela saber que mi aliado ofrece ayuda a mi débil cuerpo y confort a mi mente senil.
—Cuido de mi mentor con una visión que jamás se ensombrece.
—Y no esperaría menos de un amigo tan leal. La mercancía está en la barra, y proporcionaré un descuento del veinticinco por ciento a cambio del precioso tiempo que mi hermano me ha obsequiado. En lo que respecta a los demás asuntos... —Inclinó el cuerpo de un modo que permitió a la muchacha seguir masajeándole el pie—. Recuerda mis palabras. No tengo el menor deseo de enfrentarme a Black House, pero no pueden operar en mi territorio. Me veré obligado a resolver cualquier interferencia de un modo... —sonrió, una fea sonrisa de dientes afilados, negros incluso en la oscuridad reinante—... nada amistoso.
Abandoné la guarida de Ling Chi tan rápidamente como me lo permitió el decoro.Todo aquello era demasiado, sentía los pulmones llenos de humo y pensé que iba a vomitar. En la barra, el gordo me tendió un paquete sin el menor parpadeo de sus ojos inertes. Me dirigí hacia la puerta sin volver la vista atrás.
A mi regreso a El Conde, el turno de cenas estaba en pleno apogeo. Ocupé un sitio libre en la barra y me las ingenié para distraer lo bastante a Adolphus de su papel de anfitrión para pedir una bandeja de comida y algo oscuro con que regarla. Hacía calor, y la presión de los cuerpos y el ruido de la clientela ejercían un efecto letárgico. Me acaricié la frente e intenté mantenerme despierto.
Adeline entró procedente de la parte posterior, con un plato de carne con patatas en la mano y una jarra de cerveza fuerte en la otra.
—Gracias —dije.
Ella asintió con una sonrisa.
—¿Dónde está Wren?
—Se marchó. Dijo que tenía algo que hacer.
A pesar de que era capaz de cruzar medias verdades y mentiras con el kireno más peligroso de Rigus, era incapaz de colar una trola ante el rostro rollizo de Adeline.
—Has vuelto a espantarlo, ¿no?
—Tuvimos nuestras diferencias respecto a los méritos relativos del derecho a la propiedad.Ya volverá.
Se irguió hasta adoptar un tamaño sustancialmente mayor que su diminuta altura.
—Volverá —dijo, y no en tono de pregunta, sino condenatorio.
—Tranquilízate, Adeline. Lleva durmiendo en la calle casi toda la vida. Una noche más no le hará daño.
—¿Y qué me dices de la niña que asesinaron esta mañana?
—Wren no es mi hijo, Adeline, y tampoco es hijo tuyo. Será mejor que no te encariñes demasiado con él, porque al final lo más probable es que si le ofreces la mano te tome el brazo.
—Serás gilipollas —dijo antes de entrar de nuevo en la cocina, como si ya no confiara en su capacidad de controlarse.
—Sí —dije a pesar de haberme quedado a solas—.Probablemente.
La emprendí con la chuleta e intenté colocar con coherencia las diversas piezas del rompecabezas que flotaban alrededor de mi cráneo. No funcionó. Supuse que Beaconfield era corrupto, venal y sádico, pero ¡qué coño!, después de todo ya daba eso por sentado antes de conocerlo. No encajaba. No eran muchos los crímenes capaces de menoscabar la posición de alguien de sangre noble, pero invocar a una criatura del vacío y utilizarla para sacrificar niños era uno de ellos. Si la Hoja caía, su apellido no bastaría para salvarlo. Se daría a la fuga o engulliría el contenido de un frasco de arsénico mientras aguardase el juicio. Sin duda el duque había pasado la mayor parte de su vida nadando en las ruidosas aguas de la corte, intentando superar a sus rivales con intrigas baratas y la ocasional demostración de fuerza, ambas aficiones comunes de la clase alta, como una pareja de adolescentes que frotan sus cuerpos con la ropa puesta. La aristocracia se ha acomodado en su papel. ¿Cuál sería su objetivo, teniendo en cuenta el riesgo terrible que parecía estar dispuesto a correr?
Y si Beaconfield no estaba involucrado, ¿por qué el talismán de Celia había estado a punto de agujerearme el pecho mientras estuve charlando con el duque? ¿Estaría condenando su alma en otro asunto ajeno al objeto de mi investigación?
Tal vez Ling Chi tenía razón, y era una compleja trampa urdida por el Viejo, cuyo objetivo consistiría en acabar con una amenaza potencial de su poder. Pero eso tampoco encajaba. No me hacía ilusiones respecto a mi antiguo jefe, pero soltar a esa abominación sobre los habitantes de la parte baja de la ciudad era tomarse muchas molestias para acabar con una pandilla de medio pelo, por muy liderada que estuviese por alguien tan violento como mi querido hermano.Y de haber necesitado un sacrificio que hacer, ¿por qué tomarse la molestia de secuestrar a una niña? Se habría limitado a entrar en el calabozo y escoger a cualquier cabrón encerrado ahí dentro. Además, el Viejo no hubiera sido tan estúpido como para involucrarme en su operación. Si él había puesto en marcha todo ese asunto, seguro que no querría que yo tirase del hilo. No, si el Viejo estaba detrás de todo aquello, jamás habría salido por mi propio pie de Black House.
¿O sí?
Tal vez Ling Chi tiraba de los hilos, y la entrevista había sido una treta para despistarme. La única persona que tenía la seguridad de que estaba involucrada era kirena, y había oído abundantes rumores acerca de las artes oscuras de los herejes, aunque en el pasado siempre lo había achacado a la antipatía racial. Quizá fuera cosa de otro sindicato, o una intriga cortesana. Joder, quizá era una diabólica venganza de los dren.
Apuré la cerveza e intenté ordenar mis ideas. Había demasiados elementos en movimiento y era incapaz de hacerme una idea clara del juego, por no mencionar a los jugadores. En el pasado se me daba mejor, pero me faltaba práctica, porque tener éxito como criminal no necesita de las mismas aptitudes que quien lo atrapa.Tampoco estaba muy seguro de que media década de meter mano a mi mercancía hubiese hecho maravillas a mis poderes de deducción. Quizá Crispin tenía razón, y llevaba demasiado tiempo lejos de la profesión para jugar a investigador, que aquello no era más que una jugarreta desesperada con el Viejo, una prórroga antes de someterme a lo inevitable.
Y entonces, sumido en el desprecio a mí mismo, me interrumpieron dos rápidas palmadas en el hombro.Wren se hallaba detrás de mí, sonrojado por la humillación, o puede que por el frío. Me sorprendió y también me impresionó un poco. Supuse que tardaría un día entero en recuperar el valor necesario para volver y tomarse la medicina.
Pero aún era pronto para permitir que se fuera de rositas.
—¿Qué? ¿Te habías olvidado la porcelana buena de Adeline? Está en la cocina. Quizá te den algunas monedas de plata por ella.
—Tú también robas.
—No por aburrimiento. No porque vea algo reluciente y quiera que me pertenezca. El latrocinio es una táctica, no una afición. No se trata de algo que haga cuando tengo unos minutos libres y ésa me parece una forma tan buena como cualquier otra de llenarlos.Y jamás robo a un amigo: nunca a nadie que se haya portado bien conmigo. —Dejó de sostenerme la mirada—. Además, no se trata de lo que robaste, sino de que eres estúpido. Puedo aceptar la maleficencia, pero la insensatez es reprensible.
Como mucha otra gente, Wren prefería que lo tachasen de inmoral antes que de incompetente.
—No me pillaron.
—Con lo que pretendes decirme que lograste salir por la puerta. ¿Y qué? Ya se habrá dado cuenta, y acabas de quemar un puente con uno de los hombres más poderosos de Rigus, y todo a cambio de un montón de calderilla. Deja de pensar como un vulgar ratero. Si no aprendes a ver más allá de tu próxima comida, la mañana menos pensada te levantarás con el estómago lleno y un cuchillo entre las tripas.
—Es que soy un vulgar ratero.
—Eso es algo de lo que también tenemos que hablar. Voy a empezar a tener más asuntos que confiarte, y no puedo estar buscándote por ahí cada vez que necesito que me hagas un recado. A partir de ahora dormirás en la taberna.
—¿Y si no quiero hacerlo?
—No eres mi esclavo. Si prefieres cualquier alcantarilla a un camastro, ésa es tu elección, pero en ese caso tendrás que buscarte otro empleo. No necesito un socio a quien tenga que pasarme medio día buscando.
Hubo una larga pausa.
—De acuerdo —dijo finalmente.
Eso al menos me quitaría unas horas de encima a Adeline. Por el Primogénito que era casi tan terrible como el Viejo.
—Estupendo. Ahora ve a la finca de lord Beaconfield. —Le di la dirección—. Di al guardia de la puerta que quiero acercarme esta noche para entregar el resto del material que prometí.
Se marchó. Volví a concentrarme en la jarra de cerveza, deseando solucionar el resto de mis problemas con la misma facilidad con que había resuelto el frente doméstico.
Me acordé de mis primeros días como agente, antes de verme enredado con los de operaciones especiales, cuando no éramos más que Crispin y yo abriendo puertas a patadas y siguiendo pistas. Nos fue bien un tiempo: Crispin era bueno, muy bueno, pero yo era mejor. Aprendí algo entonces, algo acerca de la naturaleza del crimen, y de las cosas que hacen las personas que deberían permanecer ocultas. Solucionar un misterio no tiene que ver con encontrar pistas, o tener suerte con un sospechoso, sino con decidir qué buscar, trazar mentalmente la narración de los hechos. Si puedes formularte las preguntas, obtendrás las respuestas.
La mayor parte de los crímenes son el malhadado fruto de la pasión, y por lo general el culpable es alguien muy próximo a la víctima. Llega el marido borracho y ataca a su esposa con un martillo; años de desacuerdo entre dos hermanos desembocan en actos de violencia. Es terrible y vulgar, pero bastante fácil de investigar. Si ése no es el caso, si no hay un sospechoso claro, entonces ya puedes formularte la primera pregunta.
¿A quién habría beneficiado que se cometiera el crimen?
Pero eso no iba a ayudarme en este caso. La primera de las niñas fue asesinada por un monstruo, de cuyas motivaciones no cabía ninguna duda. La satisfacción sexual, silenciar las enloquecedoras voces que reverberaban en su cabeza en mitad de la noche. En lo que concernía a la segunda víctima, si Marieke acertaba en sus sospechas y la niña había sido sacrificada, entonces el motivo podía ser prácticamente cualquiera.
Claro que eso al menos ya era algo, ¿no? Era un crimen monstruoso, y exigía una represalia contundente. Quienquiera que fuese el responsable debía de estar buscando desesperadamente una oportunidad.
No sabía por qué lo habían hecho, pero al menos empezaba a hacerme una idea de mis desvelos. Si no puedes aventurar un motivo, entonces tienes que tirar por el camino de quién tuvo la oportunidad: ¿quién es capaz de cometer el crimen?