Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (13 page)

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Authors: Mariano Sánchez Soler

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BOOK: Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros
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Alfred Hitchcock en una imagen promocional de su película
Los pájaros
, de la que fue guionista Ed McBain.

8
Lombino's best pizza o el verdadero nombre de Ed McBain

La ciudad se extendía como un centelleante nido de gemas extrañas (…).
Los edificios eran un decorado.
Miraban hacia el río y resplandecían con un brillo fabricado por la mano del hombre,
y uno los miraba con reverencia y contenía la respiración.
Detrás de los edificios, detrás de las luces, estaban las calles.
Y había basura en las calles
.

Ed McBain
.
Cop Hater
, 1956

E
van Hunter tenía treinta años cuando escribió la primera novela de Ed McBain:
Cop Hater (Odio
). Corría el año 1956, el corazón de una década dominada por la caza de brujas
maccarthysta
, la guerra fría y la propaganda gubernamental del
american way of life
. Salvatore Lombino, nacido en Manhattan el 15 de octubre de 1926, se había convertido legalmente en Evan Hunter, a los 26 años, cuando ya tenía escritas sus primeras novelas de éxito. En 1954, el año en que yo nací en una pequeña ciudad del Mediterráneo, Hunter obtuvo su primer best seller con
The Blackboard Jungle (La jungla de pizarra
) y había comenzado una prolífica carrera literaria bajo los nombres de Richard Marsten, Hunt Collins, Curts Cannon y Ezra Hannon. En este despliegue de identidades, Salvatore Lombino quedaba prácticamente reducido al chiste que aparece en una de sus novelas:
Lombino's Best Pizza
, el nombre de una pizzería de la ciudad imaginaria de Isola (isla, en italiano), sacada de su Manhattan natal.

De los seis nombres de Lombino, me quedo con Ed McBain. Nombre que comparte Lombino con el personaje de un traficante de armas que aparece en el último filme de Michael Curtiz,
Los comancheros
(1961), y cuya identidad usurpa —a la manera de Lombino— el héroe John Wayne para engañar a los indios. Qué curiosa coincidencia y cuántos espejos. Ed McBain nació para crear la comisaría del
Distrito 87
, una historia coral desarrollada en medio centenar de novelas, y las andanzas del abogado Matthew Hope (en aventuras de reminiscencias clásicas bajo títulos como
La bella y la bestia
o
Gatita con botas
). Con el tiempo, McBain ha devorado a Hunter y ha creado, a su manera, un clásico de la novelística norteamericana actual.

Cartel de
The Blackboard Jungle
, titulada en España
Semilla de maldad
.

Como escritor de novela negra, he de reconocer que padezco «el hechizo» del maestro McBain. Desde que descubrí
Odio
, he buscado sus obras editadas en nuestro país. No son demasiadas. Además de las ya citadas, en nuestras librerías pueden encontrarse:
Veneno, Pasma, Ojo con el sordo, Hielo, Calor, Relámpago, Saludos al jefe, A mano armada, Calipso mortal, Hasta que la muerte…, El ritual de la sangre
y
El atracador
. Poca cosa para un autor tan prolífico, pero una muestra suficientemente representativa que abarca más de treinta años, desde 1956 hasta 1987.

Cuando, recién cumplidos los treinta años, decidí escribir mi primera novela, tomé varias decisiones: retratar esta sociedad con métodos realistas, no caer en el ensimismamiento de la literatura actual y sacar «los trastos» a la calle, contar historias, reflejar la ciudad y el alma humana a través del quehacer literario. Por mí trabajo como periodista de sucesos, conocía muchos episodios y personas que podrían dar a mi primer libro una gran riqueza de personajes y verosimilitud. Ante mí, diariamente, desfilaban jueces, fiscales, policías, atracadores, presos, burócratas, sindicalistas, comisarios, sinvergüenzas con y sin pistola, arribistas de despacho, estafadores… Toda la fauna que, en esencia, rodea al crimen. Por esa razón, mi primera novela,
Carne fresca
, pertenece al género negro. Basada en muchas cosas que sabía de primera mano, por sus páginas desfilan personajes inspirados en personas reales aunque con nombres y fisonomías distintas. Esta elaboración supuso para mí una verdadera reflexión. Escribí una novela policíaca con policías españoles de los de ahora y, sin saberlo, antes de leer a McBain, llegué a las mismas conclusiones que el novelista de Manhattan, con la misma edad que él cuando escribió su primera novela, pero treinta y dos años más tarde, cuando McBain atesoraba una obra inmensa en su bibliografía.

Glenn Ford interpreta en
Semilla de maldad a
un soldado veterano que acepta un empleo como profesor en un conflictivo colegio público.

E
L PROCEDIMIENTO

Una historia criminal se escribe al final de un largo camino lleno de preguntas insignificantes en apariencia: ¿Se debe tomar una pistola con un pañuelo? ¿Qué polvos utiliza la policía para recoger las huellas? ¿Cómo y dónde se realiza una autopsia? ¿Qué pinta el juez en un levantamiento de cadáveres? ¿Qué marca y calibres usa la policía? ¿Se puede interrogar a un detenido sin la presencia de un abogado?… Saber todas estas cuestiones de funcionamiento, conocer las leyes vigentes, haber asistido a la vista oral de un juicio, leer sentencias… Entender la trascendencia de palabras como nocturnidad, alevosía, cuadrilla, o la diferencia entre robo con homicidio y robo con fuerza en las cosas.

¿Qué distingue al homicidio del asesinato? No es cuestión de relatar un manual de funcionamiento, se trata de conocerlo para no escribir bajo la influencia de los tópicos televisivos, de las viejas novelas obsoletas, sino de una «visión directa» de la realidad. La documentación previa, exhaustiva, es una de las aportaciones más importantes de escritores como Ed McBain y una de las características fundamentales de los novelistas profesionales de la actual novela negra norteamericana. Algo que, a mi modesto entender, ha faltado en la novela negra española.

McBain Lombino es el máximo exponente de la corriente denominada
police procedural
; el subgénero del procedimiento policial basado —como el propio autor escribe en todas sus novelas del
Distrito 87
— «en procedimientos reales de investigación». La rutina policial mueve a sus personajes en su quehacer cotidiano, mientras sufren y sienten las miserias y las grandezas de su vida personal, sentimental, urbana. El grupo de policías del
Distrito 87
se mueve en «el procedimiento», pero cada uno de ellos tiene vida propia, inquietudes, manías, taras psicológicas. Movidos como un personaje coral, estos detectives son profesionales, no héroes, ni defensores de la moral y la sociedad tradicionales en una cruzada contra el crimen. Simplemente trabajan como policías rodeados por la «basura» de las calles, utilizando su lógica y sus conocimientos rutinarios para descubrir al asesino. La propia visión de su trabajo es, desde la primera novela del
Distrito 87
, ruda y desencantada. Así lo explica uno de los inspectores: «Todo lo que necesitas para ser detective es un par de piernas fuertes: una gran obstinación. Las piernas sirven para llevarte a todas las pocilgas que debes visitar, la obstinación, para no mandarlo todo al diablo. Sigues cada pista mecánicamente: si tienes suerte, una de ellas es buena. Si no la tienes, no pasa nada. (…) No se necesita mucho cerebro para ser policía».

Ahí están, Steve Carella, honrado y escéptico; Meyer Meyer, judío y acomplejado; el conquistador Cotton Hawes, el yudoca bajito Hal Willis; el enamoradizo Bert Kling, que empezó de agente uniformado; Eileen Burke, la mujer policía violada por el criminal que trataba de detener; Richard Genero, el teniente Barnes con su hijo drogadicto. McBain rescata el desencanto y la dureza del detective
hard-boiled
mientras explica, con didactismo ameno, los métodos de investigación que emplea verdaderamente la policía.

Cubierta de
Cop Hater (Odio
).

Los personajes de la comisaría del
Distrito 87
son, sin duda, un retrato de América, testigos excepcionales y en primera fila del auténtico modo de vida americano. Ellos ven y trabajan en el peor reflejo de su sociedad: el crimen, la delincuencia, los bajos fondos, la miseria urbana. Ningún tema se les escapa: las bandas de delincuentes
(Saludos al jefe
), la violación y el aborto
(Relámpago
), la prostitución
(Veneno
), el parricidio
(Odio
), la locura
(Ojo con el sordo
), el psicópata capaz de matar a un cantante de calipsos
(Calipso mortal
), la delincuencia singular de personajes perversos, astutos y fascinantes, como Clifford, que realizaba reverencias a sus victimas después de darles una paliza
(El atracador
), el tráfico de drogas, la infidelidad conyugal como antesala del crimen.

Fotograma de
Los pájaros
, de Hitchcock, de cuyo guión fue autor Ed McBain, pseudónimo de Evan Hunter.

El delincuente es el otro gran protagonista de este universo sórdido, relatado con un lenguaje conciso, lleno de matices e ironía. El policía y el delincuente, frente a frente, constituyen una simbiosis precisa. «Si algo comparten conjuntamente los policías y los delincuentes —escribe McBain en una de sus novelas— aparte de las relaciones simbióticas que posibilitan sus respectivos oficios, es el sentido del olfato, que les dice cuándo alguien está asustado. Tan pronto como captan el olor, los policías y los delincuentes se convierten en fieras de presa, listos para destrozar una garganta y devorar unas entrañas».

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