Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros

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Authors: Mariano Sánchez Soler

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Escritor de novela negra y al mismo tiempo teórico del género, Mariano Sánchez Soler ha diseccionado la narrativa criminal, sus orígenes, el salto a la literatura española y su relación con el cine nacional e internacional. Subjetivo, apasionado y visceral, su visión compone una guía completa de este tipo de novelas y películas. Desde los orígenes, marcados por el interés por el enigma que siempre entraña la resolución de un crimen, hasta la crítica social que alumbró el nacimiento de la serie negra. Ilustrado con cubiertas y carteles de los mejores ejemplos del género, Anatomía del Crimen recomienda una amplia lista de títulos para leer y para ver.

Mariano Sánchez Soler

Anatomía del crimen

Guía de la novela y el cine negros

ePUB v1.0

Crubiera
02.05.13

Mariano Sánchez Soler, 2011.

Diseño portada: Reino de Cordelia

Editor original: Crubiera (v1.0)

ePub base v2.1

—¿Cómo puede ser tan dulce un hombre tan duro? —preguntó, con curiosidad.
—Si no fuera duro, no estaría vivo. Si no pudiera ser dulce, no merecería estarlo.

Raymond Chandler
.
Playback

Fred MacMurray y Barbara Stanwyck protagonizaron
Perdición
, con guión de Raymond Chandler y Billy Wilder basado en la novela
Double Indemnity
de James M. Cain.

Introducción
Todo lo quiero en negro

«D
ans une société criminelle, il faut être criminel»
[1]
, escribió Sade. Menos radical que el divino marqués, me conformo con escribir ficciones oscuras, donde el crimen y la aventura indagatoria me sumergen en los rincones más tenebrosos del alma humana.

En una sociedad como la nuestra, globalizada en un capitalismo sin barreras, la literatura negra, criminal, puede ser un buen modo de no sucumbir y hacer un exorcismo con el miedo, mientras apostamos por un género literario que debe ser preciso, verosímil, realista, como si se tratara de un mecanismo de relojería; un artefacto conectado a las zonas oscuras de la mente humana y a la violencia como fenómeno social: puro virtuosismo siniestro y de consecuencias imprevisibles. Así debe ser, en mi opinión, la bien llamada novela negra, evolución urbana, despiadada, amoral, revanchista… de la novela criminal clásica, la novela-enigma, que tan buenos ratos ofreció a nuestros biempensantes antecesores.

El jinete de la novela negra recorre el mundo. Desde Estados Unidos, cuna del género, con briosos corceles como Donald Westlake, Lawrence Block o James Ellroy, hasta Rusia, donde un autor como Julián Semionov escribió verdaderos bestsellers en plena perestroika, pasando por la Francia del neopolar de Manchette. Grecia, Suecia, Italia… Todos los países han adaptado las claves de la novela negra a sus características sociales diferenciadas, a su peculiar manera de entender la muerte. Y, con ella, se ha producido una explosión mundial de buena literatura.

La novela negra (llamada de tantas maneras: policíaca, criminal,
giallo
, polar,
detective story, crooc story
, misterio, thriller, suspense…) es un género narrativo que se detiene en la violencia para retratar nuestra sociedad con la ternura de una apisonadora. No olvidemos que los mejores relatos de la transición española han sido ofrecidos, a través de novelas negras, por autores capitaneados por Manuel Vázquez Montalbán, con sus relatos-crónica escritos desde la calle, que también es el infierno. Como ha explicado el propio Montalbán: «Nos aburría tanto lo que escribían los otros e incluso lo que escribíamos nosotros, que hicimos lo que haría cualquier en este caso: escribir lo que nos gustaría leer. Y, como reacción a la literatura merodeante que se llevaba en el tránsito de los años sesenta, a manera de expiación contra el periodo de literatura clandestino-político-intervencionista, nos salieron historias en las que intervenía la aventura y el delito. Porque eran las historias que más nos habían impresionado en el cine o en las novelas policíacas baratas».

Resulta imposible explicar la historia del último siglo sin recurrir a la expresión del crimen en todas sus facetas y tamaños. «Si mato a un hombre, soy un asesino, pero quien mata a un millón es un héroe», cito de memoria las palabras de un Monsieur Verdoux escrito por un Chaplin/Welles rebosante del Dostoievski de
Crimen y castigo
. La novela negra es también la opción de quienes apostamos por el realismo, convencidos de que nuestra sociedad es mucho más dura que cuanto conocemos de ella; que la verdad se nos escapa entre los dedos como agua de alcantarilla y que, al final, siempre nos queda un fango, un lodo hecho literatura de la mejor; convertido en narraciones magníficas, impresionantes, contundentes, que llevan en su esencia el corazón y el coraje de sus autores, pero también sus fantasmas.

La novela policial española, desprendiéndose paulatinamente del mimetismo hacia los modelos norteamericanos, ha conseguido instalarse entre nosotros. La razón de la novela negra, su fortuna en España y su vitalidad como expresión literaria se debe a su visión del mundo, a su técnica narrativa, a su manera de contar historias impresas sobre el asfalto recalentado de nuestras calles, entre los grandes rótulos de neón y los pedigüeños harapientos.

Desde los clásicos, las claves temáticas del género se siguen cimentando en los abusos del poder, en las mentiras convertidas en verdades útiles por los farsantes, en la corrupción que circula desde los despachos de la dignidad monetaria hasta los escondrijos siniestros de la brutalidad, para iluminar los rincones oscuros de la naturaleza humana, víctima y verdugo a la vez.

Estas realidades provocan historias que bien merecen una novela, o mil. Porque yo, que procedo de la poesía y cultivo de manera implacable la literatura de no ficción, he descubierto a los mejores cronistas de mi época escondidos bajo la etiqueta de un género que sólo la estupidez puede considerar menor. Ya lo sentenció Raymond Chandler cuando, tras pedir que le mostraran a alguien incapaz de soportar la novela policíaca, concluyó: «Se tratará, sin duda, de un mentecato, un mentecato inteligente —es posible—, pero, de todos modos, un mentecato».

Desde Poe, desde Hammett, estos autores han mostrado su alma, sus existencias marcadas por tantas desesperaciones. Porque todos surcamos las páginas de la novela negra, como criminales en potencia o como víctimas capaces de aprender a disimular nuestra propia inmolación. Por las páginas de la
Anatomía del crimen
desfilan personajes y creadores que emocionan a este
guía
(Chandler, Hammett, Fuller, McBain, Thompson, Himes, Martín, Ledesma…), junto a ensayos sobre las claves genéricas y la creación literaria. Cine y novela criminal unidos en las ficciones y en la vida.

M
ARIANO
S
ÁNCHEZ
S
OLER

Bogart protagonizó, en 1941,
El Halcón Maltés
con guión basado en la novela de Dashiell Hammett.

1
Cómo se escribe una novela negra
(¿Se puede freír un huevo sin romperlo?)

C
omo autor de novela negra, y estudioso del género, voy a tratar de responder en diez enunciados a la pregunta del millón de dólares: ¿Cómo se escribe una novela negra? Bien, vayamos por partes.

  1. La búsqueda de la verdad
    . Si el objetivo de cualquier aventura, de cualquier creación artística, es la búsqueda de la verdad (y, si no, que se lo pregunten al hidalgo Alonso Quijano), la novela negra es la expresión más nítida de esta indagación literaria. Su objeto narrativo nace de la necesidad de desvelar un hecho oculto/misterioso que nos mantiene sobre ascuas. A través de sus páginas, el autor se propone, además, desentrañar el impulso escondido que mueve a los personajes y que justifica la existencia del relato desde el principio al fin.
  2. La intriga: del quién al cómo
    . Una novela negra debe escribirse con esa voluntad de intriga, de revelación; cada capítulo, cada página, tiene que conducir al lector hasta la conclusión final sin concederle el más mínimo respiro. Sin embargo, a diferencia de la novela rompecabezas clásica (Christie, Conan Doyle…), que cimentó la gloria de la novela policíaca desde los inicios de la era industrial, en la novela negra escrita a partir de Hammett, con la corriente
    hard-boiled
    (duro y en ebullición), tanto o más importante que saber quién o quiénes cometieron un hecho criminal es descubrir cómo se llega hasta la conclusión. Ahí está
    Cosecha roja
    , del gran Dashiell Hammett, cualquiera de las novelas de Chandler o el Chester Himes de
    Un ciego con una pistola
    , como ejemplos del cómo. También es importante el por qué, aunque su respuesta puede resultar secundaria en una sociedad como la nuestra, en la que, como todo el mundo sabe, es más rentable fundar un banco que atracarlo.

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