Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (10 page)

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Authors: Mariano Sánchez Soler

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Es decir, hay que analizar a Himes (como a otros autores clasificados como série noir) sobrepasando el concepto crítico de la novela
negra
. Hay que analizar su importancia como creador literario en sí, capaz de renovar el género, transformándolo en retrato realista de un determinado barrio urbano.

Fueron tantos los problemas derivados de la vida y de los libros de Chester Himes, que vale la pena dibujar algunas pinceladas biográficas que nos ayuden a comprender el contexto. Himes nació el 29 de julio de 1909 en Jefferson City, Misuri, inició sus estudios en la Universidad de Cleveland en 1926. Trabajó como barman y mozo de hotel. Dos años más tarde fue condenado a veinte años de prisión por un robo a mano armada, de los que cumpliría siete y medio. Empezó a escribir en la prisión, a la que volvió poco después (1934-1935). La revista
Esquire
publicó sus colaboraciones entre 1934 y 1937. Vivió en Columbus, Cleveland y, desde 1941, en California, trabajando en varios menesteres hasta que consiguió editar sus primeras novelas fuera del género criminal y con una fuerte carga social y política, donde gravitaba obsesivamente el tema del racismo.

No está de más insistir en que Himes, como «ismaelita» de la cultura norteamericana hasta los años noventa y aún hoy, era más conocido en Europa que en su propio país, al cual, por otro lado, siguió añorando hasta el día de su muerte.

En su
Autobiografía
, Himes alude constantemente al disgusto que su obra provoca entre los negros (y no digamos entre los blancos). Y escribe: «Los intelectuales me reprochan que escriba un libro contrario a la tradición establecida por Richard Wright, según la cual el negro americano no puede ser sino víctima».

Este es otro de los grandes valores de Chester Himes, después de aquella eclosión radicalizada de literatura de los escritores negros, en los años treinta, agrupados en la protesta social, empecinados en la lucha política, cuyo exponente más significativo fue Langston Hughes con su
I, Too, Sing America
, simbolizando su deseo de ser liberado de la marginación.

Pero Chester Himes escribe exactamente como si un blanco escribiere sobre sus «hermanos blancos». Es decir, no escribe desde posiciones «ideológicas», pese a la gran carga de racismo en sus narraciones, sino con el propósito de describir unas vidas que son las de los negros de Harlem; como Balzac describe la sociedad francesa en su comedia humana. No en vano, Fereydoun Hoveyda, en su
Historia de la novela policíaca
, dejó constancia inequívoca de su admiración por la obra de Himes y, sin vacilaciones, llegó a llamarle
el Balzac de Harlem
.

En sus novelas, dentro y fuera del género negro, Chester Himes
supera a
aquel grupo de escritores revolucionarios profesionalizados (Hughes, Claude McKey, Walter White, Nella Larsen, Ralph Ellison, Wright, etc.), obsesionados, con razón, por los problemas de su etnia, llenos de ira contra la injusticia social impuesta por los blancos y preocupados por terminar con las leyendas inventadas por Harriet Beecher Stowe (
La cabaña del tío Tom
) y otras deformaciones (un ejemplo de éstas sería, por su popularidad,
Lo que el viento se llevó
, de Margaret Mitchell). Tampoco se alinea con esa otra generación más reflexiva, más «occidental» en su lucha para romper el gueto, liderada por James Baldwin.

Himes no protesta líricamente, ni reflexiona políticamente. Describe a las sociedades negras norteamericanas sin pasión, tal como son, colocándolas en el mundo como si fueran piezas del rompecabezas universal, sin distinción de piel, credos o ideologías. Para él, los negros son como las hormigas para el entomólogo, sin más. Lo que resulta más violento que cualquier otro testimonio preconcebido.

No obstante, está claro que nos encontramos con el dolor de su infancia, con la segregación de sus años jóvenes, con los distanciamientos sociales en su vida europea y con el aún vigente desconocimiento de su importancia.

Cubierta original de
Cotton Comes to Harlem
.

D
OS PERSONAJES INMORTALES

Dupin, Sherlock Holmes, Sam Spade, Philip Marlowe… Y dos detectives negros de la ciudad de Nueva York: Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson (entre nosotros: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson).

Estos son los personajes de las novelas más famosas de Chester Himes, consideradas como sus obras maestras, entre otras:
Por amor a Imabelle, El jeque de Harlem
y
Algodón en Harlem
(1964). La primera de ellas obtuvo en Francia, durante el año 1958, el Gran Premio de Literatura Policíaca y consolidó definitivamente el prestigio internacional de su autor.

Sepulturero y Ataúd actúan en un mundo donde la sordidez sin límites y la violencia más tenebrosa terminan por impregnar el mismo aire que respiran: el aire negro de Harlem. Como escribe Himes en la primera entrega de la serie: «La pistola de Ataúd podría matar una piedra y la de Sepulturero enterrarla».

Más allá del riesgo y la injusticia que representa toda comparación, las novelas de Chester Himes consiguen un nivel de calidad poco frecuente dentro y fuera de la Serie Negra. Seguramente resultaría demasiado largo detenernos en un comentario sobre el estilo narrativo de Himes, de sus calidades y recursos. Quiero destacar que, a diferencia de Hammett y la escuela
hard-boiled
, su relato en tercera persona abraza la acción y la temporalidad sin seguir exclusiva y convencionalmente los movimientos de sus personajes principales. De esta manera, nuestro autor obtiene, como efecto, una diversidad de perspectivas e historias que, sin dejar de pertenecer a una misma peripecia central, abren el relato a una descripción amplia, generosa, de un mundo donde impera la marginación, el horror y la violencia.

Las calles de Harlem están llenas de gatos y ratas muertas, cuerpos congelados por el frío; de estiércol y desperdicios; de homosexuales, ladrones, prostitutas y estafadores. La vida no tiene aparentemente ningún sentido. Nadie se asombra al ver un hombre caminando a ciegas por la calle, con la cabeza atravesada por un cuchillo. El horror en Harlem es tan desmesurado que puede parecer grotesco. No obstante, Chester Himes consigue un clima de constante verosimilitud por medio de un estilo que oscila entre la ironía y la descripción descarnada. La miseria humana resulta, en todo caso, más desesperada que grotesca.

Cartel de la versión cinematográfica de
Cotton Comes to Harlem
.

Aunque las obras de Himes pertenecen al ámbito de la novela criminal, se trata, en esencia, de retratos costumbristas, de la pintura realista de un barrio ciudadano, de la epopeya de un pueblo o de una raza que lucha por la supervivencia y busca su propia identidad. El verdadero protagonista de estas novelas es Harlem, aislado en el corazón de Nueva York del resto de la ciudad. En él no hay lugar para los blancos; sus habitantes negros forman una sociedad peculiar, distinta a la otra sociedad americana que los rodea, y es esa sociedad peculiar, con sus costumbres, sus ideas, sus aspiraciones y sus sentimientos lo que constituye el objeto de la visión de Himes.

Es una visión de esa sociedad en sí misma; es el retrato de una realidad. Una visión documental, granguiñolesca, de unas gentes que viven de una forma determinada por las circunstancias externas e internas, por los condicionamientos sociales y por su personalidad étnica.

Himes describe la comunidad de Harlem como sigue: «Una densa población negra se convulsiona en el frenesí de vivir a imagen de un hormigueante banco de peces carnívoros que, a veces, en su voracidad ciega, devoran sus propias entrañas».

Es la visión de un mundo superpoblado por falsos profetas, jugadores, travestis, drogadictos, vendedores, estafadores, prostitutas, gánsteres, ladrones; por una variada fauna humana que se acoge a la religión, a cualquier religión, como último refugio de sus desgracias. Y es un frenesí de carreras, persecuciones, capturas, fugas y violencia, sobre todo violencia, como medio expeditivo para satisfacer pequeñas y grandes ambiciones.

En medio de esta jungla se encuentran los policías Jones y Johnson, que pertenecen a ella. Sus detectives negros no son bellos ni ejemplares. Los golpes les hacen saltar los dientes en astillas, a Ataúd Johnson un delincuente le quemó la cara con ácido y desde entonces luce grandes cicatrices que le desfiguran completamente. La violencia que respiran los convierte, a cada momento, en más brutales.

Ataúd Johnson y Sepulturero Jones son también habitantes de Harlem, han nacido en ese frenético mundo y siguen integrados en él. Por eso lo comprenden, al contrario que les ocurre a sus colegas blancos. Pero Ataúd y Sepulturero son policías, y eso significa que se han erigido en guardianes de las leyes impuestas por los blancos; de alguna manera, son traidores a su raza. De esta forma, se han colocado en un terreno intermedio: no pueden gozar de la simpatía ni la connivencia de sus hermanos, pero tampoco han captado la plena confianza de sus superiores.

Jones y Johnson son policías con todas las consecuencias. Son honrados y, una vez emprendida la caza, no cesan hasta obtener la presa, utilizando para eso métodos semejantes a los de los delincuentes, porque son los habituales en Harlem, el lenguaje que todos entienden. Los dos pegan, coaccionan, embrutecen a mansalva, para obtener los datos que precisan. Los métodos científicos, racionales, los sistemas de lucha contra el crimen que, a través de la novela policíaca clásica, ensalzan y prestigian el trabajo intelectual de la mente humana, son despectivamente olvidados en favor del empirismo, de la violencia brutal como único sistema para conseguir los indicios experimentales precisos.

Y es que Jones y Johnson conocen a sus hermanos, conocen su hermetismo y su violencia como arma cotidiana, y sus hermanos los conocen a ellos y los miran de una manera distante, como extraños que no acaban de serlo, y también les hacen objeto de sus violencias. Pero, en general, esto no trasciende al mundo de los blancos, se trata de episodios de una guerra entre hermanos que ellos mismos, sin ayuda de nadie, deben resolver.

La trama policíaca, la intriga, casi siempre intrascendente y embrollada por la complicada conducta de los habitantes de Harlem, es, en las novelas de Johnson y Jones, pretexto para mostrar una panorámica de esta tragicomedia humana que se representa cotidianamente en el barrio negro de Harlem.

Danny Glover comparte reparto con Forest Whitaker, Gregory Hines y Robin Givens en
Redada en Harlem
.

L
A OBRA DE
C
HESTER
H
IMES

La serie de Harlem

  • Por amor a Imabelle (For Love of Imabelle
    ), 1957.
  • El jeque de Harlem (The Real Cool Killers
    ), 1959.
  • Un loco asesinato (The Grazy kill
    ), 1959.
  • El gran sueño de oro (The Big Gold Dream
    ), 1960.
  • Todos muertos (All Shot Up
    ), 1960.
  • Corre, hombre (Run Man Run
    ), 1960.
  • Algodón en Harlem (Cotton Comes to Harlem, o Back to Africa
    ), 1965.
  • Redada en Harlem (A Rage in Harlem
    ), 1965.
  • Empieza el calor (The Heat's On
    ), 1966.
  • Un ciego con una pistola (Blind Man with a Pistol, o Hot Day, Hot Night
    ), 1969.
  • Plan B
    , 1993. Última novela de la serie de Harlem. Obra póstuma inacabada en la que estaba trabajando poco antes de morir.

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