Lion entrelazó los dedos con los de Cleo y le dijo:
—Sígueme. Salgamos de aquí. Ya.
—Pero, ¿a qué se refiere con lo de...?
—Vamos —tiró de ella y la sacó de la sala—, antes de que nos sigan. —Miró a su alrededor y se encontró con la atención de la pareja de alemanes góticos y con la de Thelma—. ¡Vamos! Saca el mapa de las islas. A lo lejos se escuchó decir a Brutus:
—Estoy de Yoda hasta los cojones.
La pareja de agentes salió corriendo del hotel.
—¿Cogemos el quad? —preguntó Cleo abriendo el mapa plastificado—.
¿Qué pasa? ¡Así no se me moja! —repuso ante la mirada incriminatoria de él.
—No, vamos a coger la moto. Busca algo... Algo que tenga que ver con lo que ha dicho el jodido enano.
Al llegar al puerto de Charlotte Amalie, se subieron a la moto del Rey León. Obviamente, Lady Nala, como Ama Shelly, perdía el rango de ama ante Lion, que era Amo Hank y por eso debían llevar la moto de él.
—Busca, esclava —gruñó Lion.
Cleo apoyó su barbilla en el hombro y entendió que la llamaba así porque, estando en el torneo y con la de cámaras que les seguían, debían mantener las formas; pero tampoco le hizo mucho gracia, así que rodeó su cintura con las manos y aprovechó para clavarle las uñas en el duro abdomen. Dio gracias por que no se le rompiera una.
—Sí, señor —susurró ella en su oído. Después se retiró y empezó a otear el mapa de las Islas Vírgenes estadounidenses—. Nuestra perseverancia... Todo está en nuestra perseverancia...
—¿Hay algo?
—Mmm... ¡Joder! ¡Lo tengo!
—Ilumíname, monada. —Lion se detuvo a la altura del Iguana’s y la miró por encima del hombro.
—Perseverance Bay. Está en esta isla. Recorre la costa en esta dirección y la encontraremos.
—Perfecto. Ve a comprar algo de beber para el camino.
Cleo miró hacia el restaurante de sushi y asintió.
—Sí, señor. —Allí les esperaba el contacto del equipo estación.
Lion coló disimuladamente el papel, cuidadosamente envuelto en plástico, dentro de su mano.
Cleo saltó de la moto y corrió hasta el restaurante. Allí se encontró a Jimmy, sentado en la terraza, tomándose un daiquiri.
Cleo pasó por su lado y dejó el papel sobre su mesa. Se encaminó al interior y pidió dos granizados para llevar. Al salir con las bebidas, él la miró por encima del hombro y ella le guiñó un ojo.
Entrega realizada.
Perseverance Bay se encontraba en la zona de Bonne Esperance. Estaba llena de increíbles corales y era territorio de exploradores acérrimos a la aventura.
En la orilla había bañistas rebozándose en la arena; no obstante, a cien metros de esta, yacía un pequeño yate Onecruiser todo negro con una bandera roja izada hasta el tope del asta, con un dragón dorado en medio. El escudo de
Dragones y Mazmorras DS
.
Cuando Cleo y Lion lo divisaron, dieron gas a la moto para llegar allí antes que nadie, pues tenían a los perseguidores pisándoles los talones.
—¡Necesitamos amarrar la moto! —pidió Lion gritando a los dos hombres vestidos de negro de la proa. Estos les lanzaron una cuerda, y Lion la ató al manillar con solvencia.
Una vez en el yate, los dos hombres les guiaron hasta un señor que disfrutaba de una copa de brandy añejo, y fumaba un puro, como si fuera el rey del mundo. Tenía el rostro cubierto con una máscara veneciana blanca, excepto la boca y la barbilla. Al sonreír, dejó entrever un diente de oro y miró a Cleo con hambre. Sobre la mesa reposaba un reloj de arena.
—Bienvenidos a mi barco —los saludó—. Os felicito por vuestra... perseverancia. —Movió la mano en círculos y señaló la bahía—. Los mundanos no conocen nuestros juegos perversos, pero nosotros sí —hablaba con un tono calmado y educado, como si estuviera aburrido de la vida—. A mi Rey le encanta jugar antes de la caza.
—¿Tu «Rey»? —Preguntó Lion. Sí que estaban muy metidos en el papel.
—El que decidirá si al final pereces en las mazmorras o eres liberado —contestó ofendido—. Por eso, dime, Amo Hank, poseedor del arco de fuego mágico... ¿Te atreverías a cantar para mi señor Venger?
Cleo se recogió el pelo en una coleta alta y se aseguró de que la cámara que tenía en el collar de sumisa enfocara bien a ese inquietante y desagradable individuo.
Venger era el villano de los villanos en el rol de
Dragones y Mazmorras
y era la representación del mal. Utilizaba la magia negra y deseaba todos los objetos y poderes de los amos protagónicos. En cambio, Venger solo podía temer a dos personajes: el auténtico Amo del Calabozo, y a Tiamat, el dragón de cinco cabezas que anhelaba también el dominio de las mazmorras.
—¿Cantar a Venger? —Lion y Cleo se miraron el uno al otro con cara de «¿Tú cantas? Yo no».
—Tenéis tres minutos desde... —Tomó el reloj de arena y le dio la vuelta—. Ya.
—Piensa, esclava.
—Eso hago, amo...
Cantar a Venger. ¿La canción tenía truco? Porque... ¿se trataba de una canción en la que se nombrara a Venger? Venger en francés quería decir vengar... ¿tenía algo que ver con eso?
—Es una canción —repuso Cleo masajeándose la sien.
—Sí, pero... ¿cuál? Mmm... Si tú me dices venger, lo dejo todo...
Cleo dejó caer la mano y parpadeó estupefacta, mirándole de hito en hito.
—¿Has dicho eso en serio?
—No. Haz el favor de pensar... Una canción en la que se nombre a Venger...
—Pues como no sea...
—Dos minutos —señaló el enviado de Venger.
—¡Ah, ya! —Cleo abrió los ojos verdes dando dos saltitos—. Lo tengo:
Dragones y mazmorras
—cantó sin pretender cantar bien —,un mundo infernal se oculta entre las sombras......
—Las fuerzas del mal...
—¡Sí! ¡¿Cómo sigue?! —Chasqueó los dedos—.Na na na na... fuego es mágico... pértiga insalvable...
—Y el escudo es algo muy serio...—Lion también la sabía, vagamente. Parecían dos payasos—.
Dragones y mazmorras
...
—¡Lo tengo! Es un mago lleno de perversidad, peligroso y fatal; tenemos que luchar contra su maldad o nos destruirá.
Tanto él como ella permanecieron quietos y en silencio para ver cuál era la respuesta de «diente de oro». ¿Lo habrían hecho bien?
—Exacto.
—¡Toma! —Lion levantó a Cleo del suelo y la abrazó.
—El cofre os espera en Norland. Buscad la bandera del torneo, que, como bien reza la canción, es algo muy serio.
—¡Sí!
Bajaron del yate y Lion recogió la cuerda para atraer la moto.
La desenredó y sonrió a Nick, que llegaba en ese momento a Perseverance Bay y conducía la moto con Sophiestication y Thelma sentadas detrás.
Norland.
Water Island
Norland no era otra que la isla de Water Island.
A diferencia de la de Great St. James, esta no era virgen. Ese vergel estaba ocupado por algunos habitantes, aunque no llegaban a la centena.
El mar, verdoso y cristalino alrededor de la isla, arrastraba medusas de colores. El sol y el calor aplastantes se sobrellevaban mejor cuando Lion utilizaba la velocidad de la moto para salpicarse con las olas y remojarse.
Dieron una vuelta al islote; pero no encontraron ninguna bandera con el escudo del torneo. Hasta que llegaron a la bahía del Elefante, un paraje espectacular y paradisíaco moteado por algunas lanchas motoras privadas que desconocían el torneo. O eso creían ellos.
En la gravilla blanca y fina se encontraba el mismo chico del día anterior, vestido de igual manera, y con una bandera que, balanceada por el viento, revelaba el dragón del rol. Atracaron la moto en la orilla, y fueron los primeros en llegar hasta él.
El chico les abrió el ya consabido baúl; y Cleo tomó uno de los cinco únicos cofres entre las manos.
El cofre contenía lo siguiente:
Una llave
Cartas objetos: pinzas y lubricantes.
Carta Invitación para la fiesta pirata
Carta Pregunta al Amo
Eran buenísimos naipes. Y sumados a los que ya tenían, les aseguraban prácticamente el pase a la final.
—Podéis pasar a la mazmorra —dijo el chico—. Seguid el camino que os guía al interior del oasis. Las crías de la Reina de las Arañas y los Monos os esperan.
«Sharon y sus acólitas. Fantástico», pensó Cleo a desgana.
Mazmorra Norland
Pantalla puntos: +150
Criaturas: Crías de las reinas de las Arañas y Monos voladores
Esta vez, el escenario secreto y oculto a la vista del mundo era como un castillo medieval, en el que colgaban jaulas con mujeres desnudas. Los potros y las sillas de tortura se ubicaban por aquí y por allá.
Cleo y Lion observaron todo el espectáculo ofrecido por los participantes desde la grada. Sí, era cierto que el nivel y la competitividad del torneo habían subido varios grados. Los amos protagónicos y sus sumisos empezaban a participar entre ellos y se unían para realizar escenas de sexo en grupo para salvarse de los duelos. Eso les permitiría seguir en el torneo y tener una oportunidad más para conseguir una llave. Los amos tipo Hank y Shelly, como eran Lion y Cleo, originaban situaciones
gang bang
y
bukkake
mediante metaconsenso, y lideraban las acciones. En la pantalla se iban viendo las parejas que caían eliminadas: aquellas que pronunciaban la palabra de seguridad.
Las amas tipo Diana utilizaban el potro para castigar a sus sumisos. Los Amos Hank repartían fustigaciones a diestro y siniestro. Los Amos Eric las colocaban en las cruces, y los que tenían rasgos Presto jugaban a electrocutar las partes más sensibles de los sumisos. Dios... Era hipnótico. Algunas sumisas se sometían con el cepo, un elemento punitivo de la edad media. Otras estaban sufriendo
uncaning
, azotes con caña de bambú, y algunas más sufrían un bastoneado en las plantas de los pies.
La mazmorra se había convertido en Sodoma y Gomorra, pero Cleo no podía apartar la vista de ese tipo de sumisión, excepto cuando hacían todas esas cosas desagradables que no estaba dispuesta a experimentar nunca. Entonces ponía cara de asco y de disgusto y retiraba la mirada.
Y, después, estaba la impresionante cárcel a la que pasaban las parejas que perdían en los duelos y decidían ser castigadas por las Criaturas, decorada con descomunales telas de araña. Las amigas de Sharon hacían gala de sus artes dominantes y trataban a los sumisos de manera irreverente y humillante. Cleo pensó que si a ella la trataran así, posiblemente utilizaría la lengua de esa persona para limpiar cristales. Pero los sumisos no pensaban eso. Estaban excitados, erectos al doscientos por cien y disfrutaban de ese trato.
Sharon permanecía sentada en una especie de trono negro adornado con figuras metálicas de arañas doradas, como la reina que era. Azotaba las nalgas de un sumiso. Todos, hombres y mujeres, pasaban por ella; y los ponía a caldo.
Cleo no solo sentía una irremediable animadversión hacia ella, sus sensaciones también se dividían entre la admiración y el respeto.
Una
dómina
siempre daba un poquito de miedo. Pero Sharon tenía una leyenda sobre sus hombros; una que hablaba de belleza, vileza justificada y transgresión. Era hermosa e inaccesible, de rasgos dulces pero mirada de acero, dura como el granito.
Los Monos iban a lo suyo. Tomaban, usaban y a por otro. Una bacanal. Eso era.
Mientras Cleo casi no parpadeaba al mirar las
performances
que ahí se desarrollaban, Lion se preguntaba qué rondaría por su cabecita al presenciar todos aquellos actos desinhibidos de entrega sexual. ¿Curiosidad? ¿Miedo? ¿Repulsión?
Él juraría que a Cleo le gustaba someterse, pero solo ante él. Las sumisas, las que aceptaban ese rol conscientemente y por propia voluntad, tenían personalidades muy fuertes y espectaculares; posiblemente, por eso necesitaban que alguien les estimulara de ese modo y les demostrara que podían ser más fuertes que ellas.
Cleo era de ese tipo de mujer. Increíble y sumisa con él, pero tampoco mucho. Digamos que su sumisión era más bien consensuada y que ella la controlaba en todo momento. Sin duda, la joven agente era más de lo que él había imaginado como pareja y como compañera.
La noche anterior se había dado por completo. Él la había poseído como nunca se lo habían hecho y eso marcaba el alma de una persona. Lo sabía porque a él le había marcado la suya.
Después de pasar un par de horas viendo como los duelistas se salvaban y otros perecían en las pruebas, el Oráculo introdujo al Amo del Calabozo.
—¿Ese amo no es Markus? ¿El que nos tatuó? —preguntó Cleo levantándose con Lion, colgándose la llave al cuello y tomando el cofre. Estaban a punto de ser llamados por el amo.
—Sí —Lion cogió la correa y tiró de ella.
—Cuidado, amo. No me tires tan fuerte o tropezaré.
—Silencio.
Markus era un Amo del Calabozo.
Lion no lo había visto por ningún local del ambiente BDSM, pero sabía que los amos de este rango adiestraban a mujeres fuera del torneo. Eran especialistas en disciplinas. Markus tenía una cresta mohicana castaña muy llamativa, con las puntas un poco más oscuras. Sus ojos tenían un color extraño amatista, como si no fueran de este mundo. La nariz patricia y la barbilla muy marcada; pómulos altos y cejas más bien planas, casi nada arqueadas. Tenía la piel morena por el sol y lucía un tatuaje tribal que le recorría todo el pecho izquierdo, parte del brazo, el hombro, y el cuello hasta desaparecer debajo de la oreja izquierda. Tras él había una jaula con tres mujeres, sumisas de los amos que habían perdido en duelos y que él los había requisado para su propio placer.
Esta vez, Lion y Cleo se presentaron los primeros, orgullosos y relajados por llevar mucha ventaja al resto.
—King Lion y Lady Nala —los saludó Markus—. Habéis vuelto a ganar un cofre, felicidades. Y disponéis ya de dos llaves. Eso os acerca a la tercera llave, que os llevaría directamente a la final.