Amos y Mazmorras II (16 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Amos y Mazmorras II
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—¿Sí?
—Lo hace todo menos duro. —«¿Lo entiendes, tonto?». Le miró de reojo, con timidez. Ella también le podía decir que le gustaba a su modo.
—Pues tenemos un problema, leona —murmuró pasándole la lengua a lo largo de su garganta—. Porque yo estoy duro todo el día.
Cleo sonrió y le miró como si no tuviera solución.
—Eres un charlatán.
Los ojos azules de Lion sonreían como los de un niño, y su ceja partida se elevó como la de un hombre pecador. Menudo contraste.
—Si soy un charlatán, hazme callar. —Lion se apartó de su espalda y se tumbó gloriosamente desnudo y erecto sobre las almohadas. Abrió los brazos y repitió con una mirada hambrienta y famélica—: Ven aquí y hazme callar.
Cleo lo miró todavía con el rostro pegado a la colcha. Se incorporó poco a poco, admirando su escultural belleza de arriba a abajo, sus músculos definidos bajo su piel tersa y morena. Era tan masculino. Y no tenía ni un maldito pelo en el cuerpo, excepto en su entrepierna. Oh, y eso le encantaba.
Caminó con las rodillas hasta ponerse a su lado.
—¿Cómo? —preguntó exponiendo sus pechos y divina desnudez. Tenía el pelo desordenado y las mejillas manchadas de rimmel y de kohl. Con el collar de sumisa y los labios hinchados de mordérselos, presentaba una imagen decadente y lasciva—. ¿Cómo te hago callar?
—Como tú quieras, preciosa. —Miró su sexo liso y se pasó la lengua por los labios.
Cleo no necesitó más, solo llenarse de valor.
—Cógeme —ordenó dubitativa.
—¿Y qué quieres que haga contigo si te cojo?
—Siéntame sobre tu cara.
Y Lion la obedeció como si se hubieran cambiado los papeles. La saboreó y la lamió por todos lados mientras ella enloquecía, moviéndose adelante y atrás, al ritmo de su lengua.
Lion tomó su cadena y la obligó a echar el cuello hacia atrás hasta que su pelo rojo rozó su pecho y su abdomen y en ese momento introdujo su lengua todo lo profundo que pudo.
El pelo de Cleo le hacía cosquillas y le gustaba.
Cuando la tuvo totalmente preparada la volvió a levantar y la sentó, esta vez, sobre su erección. Se la agarró con una mano y la mantuvo en el lugar correcto para penetrarla por delante.
Cleo abrió los ojos cuando sintió la punta roma hurgar por ahí.
—¿Ya no te duele el
plug
?—las manos le temblaban cuando le retiró el pelo de la cara.
—No... ¿Lion? —se asustó. Aquello era como una doble penetración; ella lo sentiría tal cual.
—Soy el primero en hacértelo a la vez —gruñó penetrándola poco a poco—. Y quiero todas tus primeras veces, Cleo —le dijo en voz baja al oído. Las quería todas. Por las que se había perdido y por las que le quedaban.
—Sí... —susurró rendida, hundiendo su cara entre el cuello y el hombro de él—. Sí, Lion.
Él la penetró por completo y ella lo mordió en el cuello mientras graznaba como un animal.
—Eso es. —Lion le dio una cachetada en la nalga y decidió que era el momento de imponer su ley. La ley de la selva.
La hizo arder. Y la enloqueció. El ardió y enloqueció con ella.
Cleo era tan condenadamente estrecha, y más, en ese momento, al tener la parte trasera ocupada.
La penetró profundamente, sin compasión. Moviendo las caderas e incorporándose para quedar frente con frente, intercambiándose los alientos.
—Respira conmigo —ordenó muerto de deseo—. Sigue mi respiración.
Cleo lo hizo; pero solo podía coger aire y gemir, cerrar los ojos para que esa tormenta perfecta no acabase nunca.
—No cierres los ojos, leona —la tomó del pelo, para sostenerse a algo—. Me encantan tus ojos. Quiero ver la cara que pones al sentirme en todo tu cuerpo, cuando te deshaces.
Cleo abrió los ojos verdes y claros, rojizos por la impresión de ser poseída de ese modo tan inclemente y auténtico, tan apasionado.
Lion la besó y ella recibió el beso gustosa. Quería abrazarle, pero con el
bondage
que le había hecho, inmovilizada, no podía tocarlo. En cambio, se tocaban. De algún modo se tocaban. Su pecho contra su pectoral. Su vientre contra su estómago plano. Su boca con su boca. Su lengua con su lengua.
Era tan perfecto...
—Cleo —susurró sobre su boca.
Y entonces se corrieron. Primero ella y, al cabo de los segundos, él.
Acabaron tumbados en la cama. Cleo encima de él, todavía recibiendo espasmos placenteros de su orgasmo.
Sudorosos y limpios al mismo tiempo.
—Amén —murmuró él besando su cabeza y desatando la correa y las cadenas. La masajeó y la arrulló con mimo y cariño, tratándola como si fuera lo más preciado de su vida. Lo era. Cleo siempre había sido diferente. Única—. Acabas conmigo.
Ella rezó para que, cuando acabase aquella locura, el torneo y el caso, Lion tuviera el valor para reclamarla y quedarse con ella.
Porque ella querría quedarse con él para siempre. Lo supo cuando, con cuatro años, le dio su tesoro más preciado. Ahora, siendo una mujer hecha y derecha, le daba su posesión más importante: su corazón.
Lion vería qué hacer con él.
 
Capítulo 7

 

 

«No hay placer que sea malo. Lo malo es no saber qué placeres elegir y cuáles evitar».

 

Día 2

 

Na na na. Come on
!
Na na na na na. Come on
!
Feels so good being bad
There’s no way I’m turning back...

 

Cleo
abrió los ojos y lo primero que vio fue la mirada añil y adormecida de Lion, que la observaba medio sonriente, con la cabeza apoyada en la almohada.
—Buenos días.
¿Buenos días? Por Dios, le dolían músculos que estaba convencida de que no se utilizaban en la vida. Al menos, ella no sabía ni que los tenía.
—¿Cómo has dormido? ¿Te encuentras bien?
—Mmm... —Se movió para comprobar hasta qué punto estaba cansada—. Bueno, la noche fue... movidita —repuso con las mejillas deliciosamente coloradas—. Necesito ducharme.
—Marchando —Lion la tomó en volandas, sin avisar.
Se metieron en la ducha y, al ritmo de Rihanna y la canción oficial del torneo, se remojaron y se lavaron.
Mientras Lion masajeaba todo su cuerpo con jabón, se abrazó a ella por la espalda y le amasó los pechos.
—El plan de hoy es este. —Abrió el agua fría, porque el agua caliente y el Caribe no eran buenos aliados. Le amasó los pechos y colocó su boca muy pegada al oído de Cleo.
—Vaya...
—Antes de salir a buscar el cofre, tomaremos una pequeña desviación para ir otra vez al Iguana’s y dejar la servilleta con el ADN de la sumisa. Les he enviado un mensaje de texto, así que esperan la entrega esta misma mañana. Los científicos del equipo móvil la analizarán y harán un estudio de la tipificación de su ADN. Esperemos que no sea gente invisible, como pasó con los dos cuerpos de sumisos sin identificar.
—Necesitamos estar más cerca de los Villanos. Tenemos que hacer lo posible por verles las caras. ¿Crees que llegaron ayer o que ya estaban aquí? Tal vez... —murmuró cerrando los ojos y apoyando las manos en las baldosas de la pared. Lion le estaba acariciando los pezones, y los tenía muy sensibles por haber llevado los aros constrictores la noche anterior—. Tal vez llegaron en grupo, en plan sectario.
—Puede ser. Pero, después del numerito de ayer, no dudes de que están esperando más espectáculos por tu parte, esclava —susurró malignamente—. Eres la más sin vergüenza de todas.
Cleo no supo si sonreír o no. La noche anterior se dijeron cosas que jamás pensó que ella y Lion se dirían. Al parecer, se gustaban. O se atraían, como él le dijo. Y no podía negar que Lion se preocupaba por ella de un modo muy protector y también posesivo; y saberlo, lejos de incomodarla, le encantaba; porque lo sentía terriblemente correcto.
Su amor de niña, su villano de adolescente y el hombre del que no quería saber nada cuando ya era adulta era un ladrón que le había robado el corazón veintitrés años atrás, y nunca se lo había devuelto. «Siempre fuiste tú», recordó. «No, Cleo, no. Tú le quieres, por razones inexplicables, siempre le has querido. Pero a él solo le atraes. No empieces».
Al salir de la ducha, aunque Cleo no quiso que él se lo hiciera, Lion le quitó cuidadosamente el
plug
anal y procedió a ponerle crema lubricante y calmantes en sus partes íntimas para que estuviera bien hidratada.
—En serio, esto lo sé hacer yo —repuso Cleo ocultando el rostro tras su pelo.
—Lo sé. —Cuando Lion terminó le dio un besito en el trasero—. Pero me gusta hacerlo a mí.
¿Y qué no le gustaba hacer a él?, se preguntó mientras bajaban a desayunar. Ese hombre era hiperactivo sexualmente y un poco pervertido.
Después de colocarse los medidores de frecuencia cardíaca y llevarse el HTC de contacto con la estación base y las pulseras falsas, se vistieron adecuadamente y lo más livianamente posible para los juegos. Cleo se puso un vestido negro corto muy fino con las botas de verano: y Lion, un tejano ancho y agujereado y una camiseta verde militar estrecha. Tomaron la pequeña bolsa que cargaban con algunos juguetes, además de los objetos adquiridos en la jornada anterior y las cartas que sumaban entre ambos, que les servirían en caso de no encontrar el cofre en ese día y perdieran el duelo. Eran la pareja a derribar. De momento, solo tenían una llave; pero contaban en su poder con más cartas que los demás, y podrían hacer más combinaciones.
Durante el desayuno, Cleo observó cómo Lion se acercaba al bufé para hablar con Nick, vestido con su inconfundible indumentaria negra y ese pelo rubio de pincho y muy despeinado. Estaban rellenando las bandejas con bollos, zumos y pudin de avena con fruta. Por supuesto, Lion le estaría informando de las novedades, mediante sus propios códigos, respecto al equipo estación y el ADN de la sumisa.
Se sentaron los cinco juntos a desayunar. Al parecer, las actitudes que de niños tomaban, como por ejemplo la de sentarse siempre en la misma mesa y con las mismas personas, marcando parcela y territorio, eran hábitos que no se abandonaban de adultos. Eran los mismos que en la primera cena; a excepción de que Mistress Pain ya no estaba. Cleo sonrió ante esa observación. «No está porque yo la eché. Perra».
Sophiestication y Nick no tenían muy buena relación. Se notaba en el lenguaje corporal de ambos, en su actitud recelosa y en sus miradas de soslayo. Era como si quisieran toda la atención de Thelma para ellos; y el ama rubia parecía disfrutar con la competitividad.
Mientras desayunaban, hablaron del calor del Caribe, del sol... Ufff sí, cómo quemaba. De las arenas blancas y los mares transparentes y de qué bien disciplinadas estaban las sumisas y sumisos que ofrecieron los Villanos a los comensales del castillo de Barbanegra la noche anterior.
«Y tan bien disciplinados. Estaban hasta las cejas de
popper
; así se disciplina hasta a un elefante».
—¿Y bien, Lady Nala? —preguntó Thelma mostrando mucho interés—. Ayer fuiste increíblemente concupiscente, ¿hoy lo serás también?
—Pues verás, Lady Thelma. —Cleo copió su gesto y apoyó la barbilla entre sus dedos entrelazados—. En realidad, toda esta sala está llena de concupiscencia. Es como el chiste.
Lion puso los ojos en blanco y sonrió. Ese chiste se lo explicó él cuando ella solo tenía catorce años y no tenía ni idea de lo que significaba concupiscencia.
Pero Cleo había crecido y, ahora, sabía que en el cristianismo era como la propensión natural del ser humano a pecar, a ser malo. Entonces, ella no lo comprendió, y Lion se rio diciendo que era todavía una niñata y que por eso no podía salir con ellos.
—¿Y cómo es ese chiste? ¡Me encantan!
Cleo se bebió el zumo de golpe y miró a Lion de reojo.
—El cura de una iglesia, dando su sermón sobre los pecados de la carne, se dirige al pueblo y dice: «¡En este pueblo hay mucha concupiscencia! Vamos a ver, ¡que se levanten todas las mujeres que sean vírgenes!». Y todas las mujeres se quedan sentadas, excepto una. El cura la mira y le dice: «Pero mujer... ¡si tú estás casada y tienes cuatro hijos!». Y la mujer muestra a la niña que sostiene en brazos y responde: «Hombre, ¡no querrá que la niña con solo dos meses se levante sola!».
Los hombros de la enmascarada Sophiestication empezaron a temblar de la risa. Nick emitió un leve exabrupto y Thelma soltó una carcajada mientras alzaba su café con hielo y brindaba en su nombre.
Lion coló su enorme mano por debajo del pelo de Cleo y le acarició la piel que subyacía debajo del collar de sumisa.
—¿Ya has entendido el chiste, nena?
—Sí, señor. —Hizo una caída de ojos criminal—. Ayer noche lo acabé de entender.
El agente sonrió abiertamente, y eso hizo que Nick levantara la cabeza levemente y frunciera el ceño. «¿Qué estaba pasando ahí? ¿Cleo estaba consiguiendo domar al león?».
La épica música de
Chronicles
avisaba de que el Amo del Calabozo iba a dar su mensaje y su misión de la jornada. La pantalla de la sala se iluminó y apareció el mismo hombre enano caracterizado como el día anterior.

 

«Buenos días a los caballeros, magos, hechiceros, brujas, acróbatas y arqueros que han logrado sobrevivir a esta primera jornada de
Dragones y Mazmorras
edición
DS
. La jornada de ayer dejó algunas bajas considerables y también algunas eliminaciones inesperadas. Quedan tres jornadas para enfrentaros a los Villanos. Y hoy, sin lugar a dudas, llega una dura prueba para todos. La clave para hallar los cofres de hoy reside en vuestra perseverancia».

 

«Después de los duelos y las pruebas, debéis movilizaros a Gwynneth. Trasladaremos vuestros equipajes al hotel Westin St John. Cambiamos de isla y de territorio. Cuidaos las espaldas: los Monos voladores no descansan —sus labios se estiraron en una sonrisa cómplice—; aunque estoy seguro que muchas y muchos ya lo comprobasteis ayer. ¡Que continúen los juegos! ¡Cuando las mazmorras se abren, los dragones salen de caza!».

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