–Suficiente para proporcionar la imagen que se ve aquí.
–Es el caso que una imagen más completa de la criatura, quizá hasta el punto de recrear la corporeidad biológica, podría refinar todavía más y centrar el conocimiento del lugar que la especie de la criatura ocupaba en el gran mundo de la vida.
–Eso lo podría lograr con igual honor y habilidad el
Hiarankebine
o aquel al que estos comentarios se dirigen con todo respeto.
–Es una tarea que estamos encantados de asumir. Se observa que la criatura sigue vestida y que tiene alrededor del cuello una joya, o los restos de una joya. ¿Es el caso, por ventura, que se haya llevado a cabo un análisis de cierta profundidad con respecto a estos objetos externos?
–No lo es, poderoso
Yoleusenive.
–El registro en profundidad de nuestras funciones de recuerdos almacenados, no volátiles y externos al sistema, que según se insinuó comenzó hace un tiempo ya ha concluido. La criatura que se encuentra ante nos tenía por nombre Uagen Zlepe, un erudito que vino a estudiar la encarnación del ser al que vos habláis procedente de la civilización que en otro tiempo se conoció como la Cultura.
–Esos nombres no nos son conocidos.
–No importa. El cuerpo de esta criatura debe de haber flotado en el exterior durante algo más del periodo que supone un ciclo galáctico completo, y ha esperado aquí con esa deriva casi imperceptible con dirección a popa que ya se ha mencionado, hasta que el sistema completó otra rotación alrededor de la galaxia y entró de nuevo en esta región del espacio. Está bien saberlo. Esta información se ramifica y completa. Contribuye de forma notable a la suma de conocimientos, como se explicará en un informe que se preparará para el
Hiarankebine.
¿Es posible que aquel al que estos comentarios se dirigen aguarde a la finalización de dicho informe para así transmitírselo de la forma más pronta al
Hiarankebine?
–Lo es.
–Bien. Es posible entonces que merezca la pena llevar a cabo otras investigaciones, que aquel al que habéis dirigido vuestros comentarios estaría encantado de realizar. Es de esperar que el
Hiarankebine
comparta el placer que experimenta y anticipa al mismo tiempo el
Yoleusenive.
Una serie de acontecimientos que antes no tenían conclusión puede que ahora la tengan. Lo que es satisfactorio para nosotros.
Abrió los ojos con un parpadeo y se quedó mirando al frente. Donde debería haber estado la horrible cara blanca peluda, encima de él, con las mandíbulas abriéndose, o las estrellas frías que giraban poco a poco mientras él daba tumbos, se encontraba una figura conocida, colgada bocabajo de una rama, dentro de un espacio circular grande y bien iluminado.
Estaba sentado en una especie de cruce entre cama y nido gigante. Parpadeó y despejó los ojos. No tenía la sensación de que hubiera habido sangre manteniéndoselos cerrados.
Miró a la criatura que colgaba a unos metros de él. Esta parpadeó y giró la cabeza un poco.
–
¿Praf?
–
dijo con una tos. Tenía la garganta irritada, pero al menos volvía a tenerla conectada al cuerpo como Dios manda.
La pequeña y oscura criatura agitó las alas correosas.
–
Uagen Zlepe
–
dijo
–,
me han encargado darte la bienvenida. Soy 8827 Praf, hembra, comparto la mayor parte de los recuerdos asociados con la Decisiva de quinto orden de la Tropa Deductora del Decimoprimer Follaje del behemotauro dirigible Yoleus que tú conociste como 974 Praf, incluyendo, según se cree, todos los referentes a ti.
Uagen tosió y expulsó un poco de fluido. Asintió y miró a su alrededor. Se parecía al interior de la Casa de Invitados de Yoleus, una vez quitadas las subdivisiones.
–
¿He vuelto al Yoleus?
–
preguntó.
–
Estás a bordo del behemotauro dirigible Yoleusenive.
Uagen se quedó mirando a la criatura colgada que tenía delante. Le costó un momento o dos comprender las implicaciones de lo que acababa de oír. Sintió que se le secaba la boca. Tragó saliva.
–
¿El Yoleus ha... evolucionado?
–
soltó.
–
Ese es el caso.
Uagen se llevó la mano a la garganta y sintió la carne dolorida, pero entera. Levantó la cabeza poco a poco y la giró.
–
Cómo me
–
empezó a decir, luego tuvo que parar, tragar saliva y empezar otra vez
–.
¿Cómo me han recuperado? ¿Cómo me han rescatado?
–Se
te encontró en el exterior. Portabas un equipo que albergaba tu personalidad. El Yoleusenive ha reparado y reconstruido tu cuerpo y ha despertado tu vida mental en el interior de dicho cuerpo.
–
Pero yo no llevaba...
–
empezó a decir Uagen, después se fue quedando sin voz cuando bajó los ojos y vio que acariciaba con los dedos la piel del cuello donde, en otro tiempo, había un collar.
–
El equipo que almacenaba tu personalidad estaba donde tus dedos están ahora
–
confirmó 8827 Praf, y chasqueó el pico una vez.
El collar de la tía Silder. Recordó el pequeño pinchazo en la nuca. Uagen sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
–
¿Cuánto tiempo ha pasado?
–
susurró.
La cabeza de Praf se inclinó hacia un lado otra vez y parpadeó.
Uagen se aclaró la garganta antes de hablar.
–
Desde que dejé el Yoleus, ¿cuánto tiempo ha pasado?
–
Casi un Gran Ciclo.
Uagen se encontró incapaz de hablar durante un rato. Al final lo hizo.
–
Un... un, esto, un Gran Ciclo, eh, ¿galáctico?
El pico de 8827 Praf chasqueó un par de veces. Se agitó y se volvió a colocar las alas oscuras como si fueran una capa.
–
Eso es lo que es un Gran Ciclo
–
dijo como si le explicara algo obvio a alguien recién eclosionado
–.
Galáctico.
Uagen tragó saliva con una garganta muy, muy seca. Era como si todavía la tuviera desgarrada y abierta al vacío.
–
Ya veo
–
dijo.
La hembra cruzó saltando la hierba hasta el acantilado, con las aletas de la nariz abiertas al viento y al sabor picante del ozono, el pelo de la cara aplastado por la brisa. Llegó a la gran cuenca doble donde mucho tiempo atrás la tierra se había vaporizado y reventado. La hierba se curvaba bajo ella. Más allá se encontraba el océano. Delante, los cañones se alzaban como los troncos de unos árboles fosilizados inmensos, con las bases bañadas por la espuma cremosa. La hembra saltó.
Habían enviado a un pequeño dron para investigar a la figura que corría. Tenía las armas cargadas y listas para disparar. Justo cuando estaba a punto de interceptar a la figura y darle el alto, la hembra llegó al borde herboso del cráter y saltó. Lo que ocurrió a continuación fue inesperado. La cámara del dron mostró que la figura que había saltado se desintegraba y se convertía en una bandada de pájaros que pasaron volando junto al dron, fluyendo alrededor de su cubierta como el agua alrededor de una piedra. La máquina se retorció a un lado y al otro, después giró y la siguió.
Llegó la orden de atacar a la bandada de pájaros. El dron instigó un régimen que fijaba el objetivo en un entorno rico en depredadores, pero luego otra orden revocó la primera y le dijo que atacara a un grupo de otros tres drones de defensa que acababan de despegar del cañón más cercano. Se alejó dibujando una curva y salió a toda velocidad para ganar altura.
Varios láseres parpadearon en las cúpulas que había en las alturas de dos de los cañones, pero la bandada de pájaros se había convertido en un enjambre de insectos; la luz del arma no encontró muchos y los que encontró se limitaron a reflejarla. Entonces las dos torres de láseres comenzaron a dispararse entre sí y las dos explotaron convertidas en bolas de fuego.
El primer dron atacó a los otros tres cuando se repartieron y aceleraron hacia el enjambre de insectos. Derribó uno antes de que lo destruyeran a él. Después los otros dos drones se atacaron entre sí, lanzándose el uno contra el otro y chocando a gran velocidad en medio de un destello de luz y una detonación seca; buena parte de los restos resultantes estaban compuestos por trozos lo bastante pequeños como para flotar con el viento.
Varias explosiones de medio y pequeño tamaño sacudieron cada uno de los cañones y el humo comenzó a flotar por el cielo azul.
El enjambre de insectos se reunió en un amplio balcón y recuperó la forma de una hembra chelgriana. Derribó las puertas del balcón y entró en la habitación. Gorjearon las alarmas. La hembra frunció el ceño y quedaron en silencio. El único sistema de sensores o de mando que no tenía por completo bajo su control era una diminuta cámara pasiva que había en un rincón de la habitación. Debía dejar el sistema de monitorización de seguridad del complejo incorrupto, de modo que lo que se hiciera se viera que se había hecho, y se grabara. La hembra escuchó con atención.
Entró con pasos firmes en el baño y lo encontró en el ascensor de emergencia unipersonal que se había
ocultado
en el receptáculo de la ducha. El ascensor se había bloqueado en el hueco. Se introdujo en el agujero, formó un vacío parcial y absorbió la cápsula para que subiera. Abrió la puerta de un tirón y metió la mano para sacar al macho desnudo y encogido.
El estodien Visquile abrió la boca para chillar, pidiendo clemencia. La hembra se convirtió en insectos (eran una especie de fobia para el estodien) que se le introdujeron por la boca, ahogándolo y obligándolo a abrir la ruta de los pulmones y el estómago. Los insectos llenaron por completo cada diminuta celda para aire de los pulmones del chelgriano, otros ocuparon todo el estómago del estodien hasta el punto de hacerlo estallar y después invadieron la cavidad del cuerpo, mientras otros se lanzaban por el resto del sistema digestivo y provocaban una explosión de materia fecal que le estalló por el ano.
El estodien se estrelló y golpeó contra la cápsula del ascensor de la ducha, destrozando los accesorios de cerámica y abollando los de plástico. Se le introdujeron más insectos por las orejas y se abrieron paso alrededor de los ojos horrorizados y fijos, después penetraron con una línea de fuego en el cráneo mientras la piel se le plagaba de insectos y se retorcía, eran los insectos que habían invadido la cavidad del cuerpo y después se habían ido deslizando bajo la carne.
Con el tiempo, los insectos le infestaron el cuerpo entero mientras él yacía agitándose en el suelo, sobre una película de su propia sangre. Continuaron introduciéndose en cada una de las partes de su cuerpo hasta que, unos tres minutos después de comenzar el ataque, los movimientos de Visquile fueron cesando poco a poco.
Los insectos, los pájaros y la hembra chelgriana estaban hechos de T-Polvo. Todo Polvo estaba compuesto de máquinas diminutas de varios tamaños y con varias habilidades. Con la excepción de un tipo, ninguna superaba una décima de milímetro en cualquier dirección. Curiosamente, en un principio el polvo se había diseñado para que fuera el material de construcción definitivo.
La única excepción a la regla de la décima de milímetro eran los nanomisiles am, que solo tenían una décima de milímetro de diámetro, pero un milímetro entero de longitud. Uno de estos se alojó en el centro del cerebro del estodien, junto a su Guardián de Almas, mientras que el resto de los componentes se retiraron y se volvieron a convertir en la hembra chelgriana.
Se alejó sin ruido del cuerpo desinflado que yacía en medio de un charco de sangre. La hembra pensó que los nanomisiles lo decían todo sobre la identidad de sus creadores, una parte integral del mensaje que estaba entregando. Salió del baño y del apartamento, bajó unas escaleras y cruzó una terraza. Alguien le disparó con un antiguo rifle de caza. Era la única arma de proyectiles que funcionaba en varios kilómetros a la redonda. La hembra dejó que la bala le pasara por un agujero del pecho y saliera por el otro lado, mientras que una serie de componentes de uno de sus ojos lanzó un breve rayo láser que cegó al macho que le había disparado.
En el bloque de habitaciones que había dejado atrás, el nanomisil incrustado en el cerebro de Visquile percibió que el Guardián de Almas estaba a punto de leer y salvar su mente. La explosión de la cabeza nuclear del misil destruyó todo el edificio. Los escombros cayeron como una lluvia a su alrededor, incluso la atravesaron mientras ella se alejaba sin prisas.
Encontró a su segundo objetivo atrapado en un pequeño aviador biplaza, intentando destrozar la cubierta de la cabina con un cilindro de oxígeno para poder salir.
Abrió la cubierta de un tirón. El macho de pelo blanco le lanzó una cuchillada con un cuchillo antiguo, el objeto le penetró en el pecho y la hembra lo dejó allí colgado mientras cogía al macho por la garganta y lo sacaba a pulso de la máquina. El chelgriano dio patadas, escupió y borboteó. El organismo de la hembra absorbió el cuchillo mientras se acercaba al borde de la terraza. El macho colgó sin dificultad entre las manos femeninas, como si no pesara nada, las patadas que daba no parecían tener ningún efecto sobre ella.
En el borde de la terraza, la hembra lo sostuvo sobre la balaustrada. La caída hasta el mar era de unos doscientos metros. El cuchillo con el que el otro había intentado hacerle daño apareció con suavidad en la palma de la mano de la hembra, como por arte de magia. La agresora lo utilizó para desollarlo. Lo hizo a una velocidad feroz, no le llevó más de un minuto. Los gritos del macho se escaparon como un resuello por la tráquea parcialmente aplastada.
La hembra dejó que la piel blanca ensangrentada cayera hacia las olas como una alfombra enorme y empapada. Después tiró el cuchillo y utilizó sus propias garras para abrirlo en canal desde la extremidad media a la ingle, metió la mano y fue tirando y retorciendo la mano al mismo tiempo que le soltaba el cuello.
El macho cayó dando tumbos, chillando al fin con una voz aguda y ronca. La hembra todavía le sujetaba el estómago con la mano. Los intestinos se desenrollaron y salieron con un latigazo del cuerpo, una línea larga y temblorosa que se estiró con la caída.
Desollado y destripado, el macho era lo bastante ligero (y sus entrañas lo bastante elásticas, además de estar bien ancladas) como para rebotar durante un rato sujeto por sus propias tripas, sacudiéndose, temblando y chillando, antes de que ella lo dejara caer entre las olas saladas.