Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (19 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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Luke y Akanah se detuvieron en el primer banco que vieron y colocaron protectoramente sus bolsas de viaje detrás de sus pies.

—Bueno, creo que por fin estamos oficialmente aquí—dijo Luke—. ¿Qué te parece este sitio?

—No es lo que me esperaba —respondió Akanah, mirando a su alrededor.

Luke alargó la mano con la palma vuelta hacia arriba.

—Déjame ver esas tarjetas —dijo, señalando los documentos de ayuda al viajero que Akanah seguía sosteniendo entre sus dedos.

Akanah le pasó una de las tarjetas casi sin darse cuenta de lo que hacía y Luke empezó a estudiarla. La tarjeta estaba provista de una diminuta pantalla que ocupaba la mitad de un lado, y debajo de ella había algunas teclas con símbolos de mando universales. En el reverso había un diagrama de la estructura que se alzaba en el centro del parque: un anillo formado por más de un centenar de pequeñas garitas y quioscos que rodeaban un carrusel de exhibición de dos pisos de altura.

—He de ir a hacer una de las cosas que se esperan de un tipo como Li Stonn —dijo Luke—. No te muevas de aquí, ¿de acuerdo? Volveré enseguida.

Cuando estuvo un poco más cerca de la estructura, Luke pudo ver que sobre la banda situada en lo alto del carrusel estaba escrito «Centro de Información de Visitantes» en básico y en varios lenguajes más de uso muy extendido.

Delante de cada quiosco había pequeñas colas formadas por visitantes que esperaban tener una oportunidad de seleccionar las zonas que más les interesaban y hacer que la información fuera transferida a sus tarjetas, donde podrían examinarla después cuando tuvieran necesidad de ella.

Mientras esperaban, casi todos los visitantes mantenían la cabeza levantada hacia el carrusel de exhibición, que estaba ofreciendo espectaculares documentales de un minuto de duración sobre la geología del Abismo, la construcción del Aerotrén y las mil y una cosas que se podían comprar en Prye Polas.

—Esto debe de ser el paraíso de los carteristas —murmuró Luke, y volvió por donde había venido.

Y de repente sintió el fugaz y peculiar cosquilleo en sus sentidos que le indicaba que estaba siendo observado. Examinó meticulosamente todo el parque mientras volvía al banco en el que había dejado sentada a Akanah, pero la sensación no volvió a presentarse, y nada de cuanto vio le pareció alarmante.

—Necesito saber qué región vamos a... —Luke se interrumpió de repente cuando vio que Akanah estaba intentando contener el llanto y percibió la expresión melancólica y distante que había en sus ojos—. Eh, ¿qué pasa? ¿Algo va mal?

—Todo va mal —replicó Akanah—. Sé que no están aquí.

Luke se dejó caer sobre el banco y se volvió hacia ella.

—¿Por qué dices eso? ¿Pensabas que podrías detectar su presencia, y acabas de descubrir que no puedes percibirla?

El abatimiento de Akanah no era lo suficientemente profundo como para impedirle reaccionar con indignación.

—No... Los fallanassis no somos tan descuidados como para anunciar nuestra presencia de esa manera, ni siquiera a través de la Corriente.

—Bueno, ¿y entonces qué te pasa?

—Ya te lo he dicho... Nada es como debería ser. —Akanah movió la cabeza en una lenta negativa llena de tristeza—. Mi gente nunca podría vivir en esta clase de mundo. Teyr es todo aquello que nosotros intentamos no llegar a ser. Hay demasiada gente y demasiado ruido, y todo es demasiado organizado y artificial. Si alguna vez estuvieron aquí, no creo que se quedaran durante mucho tiempo. —Inclinó la cabeza y empezó a sollozar—. Es demasiado tarde. He tardado demasiado en poder llegar aquí...

Luke se acercó un poco más a ella y la envolvió en un abrazo tranquilizador mientras intentaba reconfortarla con una oleada de pensamientos acariciadores.

—¿Cómo lo sabes? —dijo—. Es demasiado pronto para rendirse. Venga, venga... ¿Por dónde empezamos?

Akanah apoyó la cabeza en su hombro.

—Lo siento... Me temo que esto de ser invisible no se me da muy bien.

—Les da igual lo que hagas, Akanah —dijo Luke—. Nadie nos está mirando, ¿comprendes? Todas estas personas tienen visión de túnel, lo único que son capaces de ver en estos momentos es sus planes, sus preocupaciones y sus esperanzas. Todos están esperando alguna confirmación de que éstas van a ser las grandes vacaciones de su vida.

Akanah levantó la cabeza y miró a su alrededor, como si quisiera cerciorarse de que Luke tenía razón.

—Carratos es muy distinto. Si te pones a llorar en público, allí todo el mundo se da cuenta de que estás llorando —dijo, limpiándose las mejillas—. Mis oídos esperaban escuchar cómo se burlaban de mí y me ridiculizaban.

—Pues parece que esta vez te vas a quedar sin tu ración de ridículo —dijo Luke—. Bueno, ¿por dónde empezamos? ¿A quién estamos buscando?

—Empezaremos yendo a una ciudad llamada Griann —dijo Akanah—. Se encuentra en lo que llaman la Región del Cinturón Verde. Es el sitio al que llevaron a Jib Djalla, Novus. Tipagna y Norika... Los primeros tres son chicos —añadió—. Novus es un twilek, y los demás son humanos.

—De acuerdo. Vayamos a hablar con las máquinas y averigüemos qué pueden decirnos sobre Noriann —dijo Luke, estirando el brazo y echándose las dos bolsas de viaje al hombro.

El estado anímico de Akanah pareció mejorar un poco mientras hacían cola para acceder a una garita de información, como si estuviera absorbiendo una parte de la alegre energía que la rodeaba. Pero entonces Luke volvió a sentir la curiosidad de alguien que estaba muy cerca de ellos bajo la forma de un estremecimiento repentino, como si le hubieran rozado suavemente el rostro en un intento de reconocerle.

Luke volvió la mirada hacia el otro extremo del Parque de Bienvenida con el pretexto de estar contemplando a la multitud y clavó los ojos en un elomin del sexo masculino que ya estaba volviendo su cara cornuda en otra dirección. Después vio cómo el alienígena que había atraído su atención avanzaba altivamente a través de la muchedumbre hasta desaparecer detrás de la curva del centro de información, pero el elomin no volvió a lanzarle ni un solo vistazo.

«Tendrás que controlar esos nervios, chico —se dijo Luke—. ¿Un elomin trabajando para la inteligencia imperial? Eso es totalmente imposible.»

Pero el hecho de que un elomin —quizá el mismo— hubiera estacionado un aerodeslizador justo enfrente de la
Babosa del Fango
se negaba a esfumarse de su mente..., y el ruido y el ir y venir de la multitud que deambulaba por el parque le pareció repentinamente menos alegre y despreocupado, y más semejante a una distracción que podía acabar resultando letal.

«Quizá tienes razón y realmente nos están reteniendo por algún motivo, Akanah», pensó con preocupación mientras deslizaba la mano sobre el bulto de la espada de luz que había escondido junto a su muslo para asegurarse de que todavía estaba allí.

Pero aunque se mantuvo protectoramente cerca de Akanah, Luke no le dijo nada salvo para hacer la clase de comentarios intrascendentes que una pareja que estaba tan acostumbrada a viajar como a la compañía del otro podía compartir mientras esperaba en una cola. «Aquí hay algo que sigo sin entender..., alguna pregunta que todavía no se me ha ocurrido formular.»

Luke, irritado consigo mismo, meneó la cabeza con tal vigor que Akanah se dio cuenta del gesto.

—¿Ocurre algo?

—Oh... No, nada. Es sólo que acabo de volver a hacerlo —dijo Li Stonn—. Las colas del otro lado se están moviendo más deprisa que la nuestra. No sé por qué sigo insistiendo en elegir. La próxima vez tú elegirás la cola, ¿de acuerdo?

Akanah deslizó su mano entre los dedos de Luke.

—Ten paciencia, querido —dijo, acompañando sus palabras con una afectuosa sonrisa—. Ya casi hemos llegado..., y quizá ésta sea la última cola en la que debamos perder el tiempo.

Alguien que estaba haciendo cola detrás de ellos soltó una risita.

—Es su primera visita a Teyr, ¿verdad? —preguntó el desconocido—. Pues todavía no han visto nada. Si quieren saber lo que es una auténtica multitud, esperen a estar cerca del Abismo.

—Oh, estoy segura de que será una experiencia maravillosa —dijo Akanah, sonriendo alegremente mientras apretaba con más fuerza la mano de Luke—. Tengo el presentimiento de que la espera habrá valido la pena.

6

Luke y Akanah usaron el Aerotrén del Abismo para ir hasta el Puente de las Nubes, donde se encontraba la parada del Borde Occidental situada más al sur. Eso les permitió disfrutar de un impresionante panorama de los últimos ochenta kilómetros del Abismo: aquella parte del desfiladero era una de las más angostas y, en consecuencia, una de las más espectaculares.

La vía del tren discurría justo al borde del abismo, salvando cañones laterales que por sí solos ya habrían sido considerados como grandes atracciones turísticas en cualquier otro sitio.

Cuando llegaron al Puente de las Nubes, Li Stonn alquiló una burbuja, una variante local del deslizador de superficie que gozaba de gran popularidad entre los visitantes que querían explorar el fondo del cañón. Pero en vez de ir a los ascensores del Punto de Acceso al Abismo del Puente de las Nubes, Luke dirigió el morro de la burbuja hacia el oeste y empezó a avanzar por la Calzada 120, poniendo rumbo hacia el Cinturón Verde.

Una hora y media de viaje a la velocidad máxima permitida en la calzada los llevó al cruce con la Calzada de la Cosecha, que la tarjeta de ayuda al viajero de Akanah les dijo era una importante ruta de carga que unía el corazón del Cinturón Verde con Turos Noth. La ruta de carga tenía muy poco tráfico y carecía de límite de velocidad, lo cual colocaba a la ciudad agrícola de Griann a poco menos de dos horas de distancia yendo a la velocidad máxima que podían alcanzar los motores de la burbuja.

—¿Necesitas estirar un poco las piernas?

—No —dijo Akanah, señalando hacia atrás—. Tengo suficiente espacio. —Las burbujas estaban consideradas como el vehículo ideal para las «escapadas», por lo que contaban con una pequeña estación de tratamiento de desechos y un reprocesador, y también disponían de una gama estándar de adaptaciones para humanoides—. ¿Necesitamos combustible?

—No. Supongo que en Griann habrá algún sitio donde podremos repostar, ¿no?

Akanah recurrió a su tarjeta de ayuda.

—Sí. Aunque «los precios locales pueden presentar variaciones con respecto a los exhibidos en las áreas de visitantes». Sigamos, Luke, por favor...

Ya casi habían llegado a Griann cuando Akanah por fin se fijó en el contorno del cilindro que tensaba la tela del bolsillo del muslo derecho de los pantalones de Luke.

—¿Has traído tu espada de luz? —preguntó, inclinándose hacia él.

—Sí —respondió Luke—. Pareces sorprendida.

—¿Cómo conseguiste pasarla por Recepción de Llegadas? Los trucos mentales de los Jedi no pueden engañar a un sensor, ¿verdad? ¿O sí pueden?

—Puedes engañar a la persona cuyo trabajo consiste en responder a las alarmas del sensor —dijo Luke—. Pero ni siquiera eso fue necesario. Las espadas de luz siguen siendo las armas menos comunes de la galaxia. Sólo existe un modelo de sensor general de seguridad que esté programado para reconocerlas, y Teyr no lo utiliza.

—¿Y qué creen que es entonces?

Luke sonrió.

—Bueno, la mayoría de sensores la toman por una variedad francamente exótica de máquina de afeitar. Cosa que supongo que podría llegar a ser, en un momento de apuro..., suponiendo que sepas manejarla muy, muy bien.

Akanah se recostó en su asiento.

—Preferiría que la hubieras dejado en la nave.

—Eso es pedir demasiado —dijo Luke—. No la llevo encima cada minuto del día, pero no me gusta estar excesivamente lejos de ella. Me he metido en muchos más líos por no tenerla lo suficientemente cerca que por llevarla encima.

—Te ruego que no olvides lo que te pedí —dijo Akanah mientras volvía la mirada hacia su ventanilla para contemplar las suaves ondulaciones de los campos y la luna diurna que se estaba poniendo por encima de ellos—. Es muy importante para mí, Luke.

—No lo he olvidado —dijo Luke—. Espero que tú tampoco hayas olvidado que no te hice ninguna promesa.

—¿Tanto placer encierra el matar? ¿Es ésa la razón por la que resulta tan difícil renunciar a ello?

Luke volvió la cabeza hacia ella y le lanzó una mirada llena de irritación.

—¿Qué te hace pensar que encuentro algún placer en matar?

—El hecho de que no estés dispuesto a dejar de matar —replicó Akanah, volviéndose en su asiento para sostenerle la mirada—. Si yo hubiera causado un millón de muertes, creo que nunca más sería capaz de volver a empuñar un arma. No entiendo cómo puedes hacerlo.

Luke descubrió que no tenía ninguna respuesta que dar a esas palabras, y volvió a clavar los ojos en la ruta que se extendía por delante de ellos.

Habían tenido que transcurrir varios años después de la batalla de Yavin para que llegara a saber que la Estrella de la Muerte que había destruido en Yavin contaba con una dotación de más de un millón de seres inteligentes entre oficiales, tripulantes y personal de apoyo.

Cuando pensaba en ello, Luke comprendía que hubiese debido ser consciente de ese hecho sin necesidad de ninguna ayuda exterior. Pero había hecho falta la inauguración de un nuevo monumento conmemorativo de la batalla de Yavin en el Museo de la República de Coruscant para que por fin pudiera percibirlo. Cuando Luke pensaba en la Estrella de la Muerte, la asociaba a Vader, Tagge y el Gran Moff Tarkin, a los soldados de las tropas de asalto que habían intentado matarle en sus pasillos y a los pilotos de los cazas TIE que habían intentado matarle mientras sobrevolaba su superficie y a los artilleros del súper láser que había destruido un planeta totalmente indefenso llamado Alderaan.

Pero la tabla de especificaciones de los carteles holográficos del enorme modelo de la Estrella de la Muerte exhibido en el museo contenía todos los números, y Luke todavía era capaz de recitarlos: 25.800 soldados de las tropas de asalto, 27.048 oficiales, 774.576 tripulantes, 378.685 técnicos y especialistas de apoyo...

—Un millón doscientos cinco mil ciento nueve muertos —murmuró—. Sin contar a los androides, claro.

La tranquila precisión de su recitado hizo aparecer una expresión de perplejo horror en el rostro de Akanah.

—Pero el libro de contabilidad tiene dos columnas, y hay que fijarse en las dos —siguió diciendo Luke—. Alderaan. Obi-Wan. El capitán Antilles. Dutch. Tiree. Dack. Biggs... —Luke meneó la cabeza—. A veces tus enemigos no te dejan mucho donde elegir: o los matas, o te rindes, o dejas que te maten. Y si piensas que debería haber obrado de una manera distinta a como lo hice...

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