Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción (23 page)

BOOK: Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción
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Cuando todo terminó, Molly se vistió y Pierre y Klimus entraron en el quirófano.

—Tenemos quince óvulos —dijo Bacon—. ¡Muy bien, Molly!

Molly asintió con un gesto de la cabeza, pero después se hizo atrás y quedó un poco apartada de los demás. Se frotó un poco la sien derecha. Pierre reconoció esa actitud: Molly tenía dolor de cabeza y deseaba establecer cierta distancia con los demás para obtener descanso y silencio mental. El dolor de cabeza podía haber sido producido por la extracción de óvulos y por esas luces tan brillantes. Y probablemente había sido exacerbado al tener que escucharlos pensamientos de la doctora Bacon, sin duda intensos y de naturaleza clínica, mientras realizaba la extracción.

—Muy bien —dijo Klimus, desde el otro lado de la habitación—. Ahora, si todos ustedes me dejan solo, me ocuparé de... del resto del procedimiento.

Pierre miró al hombre. Parecía ligeramente... bueno, embarazado sería probablemente la palabra correcta. Después de todo, el viejo tenía que eyacular en un vaso de precipitados. Pierre se preguntó por un momento qué utilizaría para ayudarse en ese trance. ¿El
Playboy
? ¿Un
Penthouse
? ¿Las
Actas de la Academia Nacional?
El semen pudo haberlo recogido semanas antes, pero el esperma fresco tenía un noventa por ciento de posibilidades de fertilizar los óvulos, ante sólo el sesenta por ciento del que hubiera estado congelado.

—No fertilice todos los óvulos —dijo la doctora Bacon a Klimus—. Deje la mitad para más tarde.

Era un buen consejo. Era muy posible que el esperma de Klimus tuviera escasa movilidad (lo que no sería raro en un hombre de su edad) y no pudiera fertilizar los óvulos. Así quedarían almacenados algunos óvulos para realizar un nuevo intento más adelante con un nuevo donante, si fuera necesario, evitando a Molly una nueva sesión con la aguja de aspiración.

Una vez añadido el esperma de Klimus, la mezcla se pondría en una incubadora. Klimus volvería al día siguiente por la noche a esa misma hora para comprobar lo que pasaba: la fertilización debería ocurrir muy pronto en la cápsula, pero transcurriría como mínimo un día antes de que pudiera ser detectada. Klimus llamaría a Pierre y Molly y a la doctora Bacon para darles a conocer el resultado, y en el caso de que dispusieran de óvulos fertilizados, volverían todos al día siguiente, el domingo por la noche, momento en el cual los embriones estarían ya en el estado de cuatro células, listos para su implantación. Entonces la doctora Bacon insertaría cuatro o cinco directamente en el útero de Molly a través del canal cervical.

Si ninguno lograba implantarse, lo volverían a intentar una vez más. Si uno o dos lograban implantarse, un test estándar deembarazo revelaría el resultado positivo entre los diez y los catorce días Si resultaban implantados más óvulos, bueno, Pierre había oído hablar de un método llamado «reducción selectiva» (lo que era una razón más para que se hubiera negado a utilizar su propio esperma para generar embriones para la fertilización
in vitro) .
La reducción selectiva se hacía después de algunas semanas de embarazo, utilizando ultrasonidos para alcanzar los fetos más accesibles e inyectar veneno directamente en sus corazones.

—Bueno —dijo Bacon, después de quitarse la bata—. Me voy a casa. Mantengan los dedos cruzados.

—Muchas gracias —dijo Molly, sentada en una silla al otro lado de la habitación.

—Sí, muchas gracias —dijo Pierre—. Realmente le agradecemos mucho lo que ha hecho por nosotros.

—No ha sido nada —dijo Bacon. Y se marchó con sus ayudantes.

—También ustedes deberían marcharse —dijo Klimus a Pierre y Molly—. Vayan a cenar, diviértanse. Les llamaré mañana por la noche.

El teléfono sonó en la sala de estar de Pierre y Molly a las 20:52 de la noche siguiente. Se miraron el uno al otro con ansiedad, y durante medio segundo dudaron sobre quién tenía que contestar la llamada.

Pierre hizo un gesto a Molly y ésta se lanzó a coger el teléfono, acercándose el auricular al oído.

—¿Diga? —contestó—. ¿Sí? ¿De verdad? Oh, ¡es maravilloso! ¡Maravilloso! Muchas gracias, Burian. ¡Muchas, muchas gracias! Sí, sí, mañana. A las ocho estaremos ahí. ¡Un millón de gracias! Nos veremos mañana.

Pierre ya se había puesto en pie y abrazaba la cintura de su esposa desde atrás. Molly dejó el teléfono.

—¡Tenemos óvulos fertilizados! —dijo.

Pierre le hizo dar la vuelta y la besó con pasión. Jugaron con las lenguas un momento y él le acarició los pechos con las manos. Cayeron al sofá y se hicieron el amor de una forma desenfrenada y salvaje, primero lamiéndose y besándose, después ella le recibió en la boca, él la lamió a ella y, después, lo más importante de todo, él introdujo el pene en el interior de ella, y empujó, y empujó como si deseara propulsar su propio esperma a través de las bloqueadas trompas de Falopio. Y, al final, explotaron en el orgasmo, después de lo cual ambos se tumbaron exhaustos, abrazados.

Pierre sabía que, durante el resto de su vida, pensaría en esta espectacular sesión de amor como el verdadero momento en que su niño había sido concebido.

Pierre se fijó en el reloj del laboratorio. Desde que era un chiquillo, le había molestado tener que limpiar las cosas después de usarlas. No era tan divertido ordenar las cosas como el hecho de encontrarlas. Pero era algo que tenía que hacerse.

Desmontó la retorta y la puso en uno de los armarios. Después tomo un vaso de precipitados, lo llevó al fregadero, lo enjuagó bajo el agua fría y lo puso a secar. Después cogió las cápsulas de Petri y las puso en una bolsa para desechos especiales. Volvió a la mesa y alargó la mano para alcanzar una gran redoma, la cogió, y la vio caer desde su mano temblorosa. Los fragmentos de vidrio se extendieron por todas partes y el contenido líquido de la redoma formó una mancha amarilla en el embaldosado del suelo.

Pierre soltó un juramento en francés. Simplemente estoy cansado, se dijo a sí mismo. Ha sido un largo día. Necesito una buena noche de sueño.

Cansado. No era más que eso.

Y, sin embargo...

Dios mío, ¿tenía que sentirse así cada vez que se le caía cualquier cosa? ¿Cada vez que tuviera un tropezón? ¿Cada vez que se diera un golpe con la pared?

¡Mierda! ¡Sólo... estaba... cansado! Cansado. Eso era todo.

A menos que...

A menos que se tratara de la jodida enfermedad de Huntington que asomaba su monstruosa cabeza.

No. No era nada.

Nada.

Llevó el recogedor al cubo de la basura y lo vació allí.

Mañana, mañana todo iría mejor.

Claro que sí, todo sería mejor.

Esa mañana, muy pronto, Pierre y Molly estaban de pie en el cuarto de baño y contemplaban juntos la tira del test. Un signo más de color azul florecía a la existencia desde la superficie blanca.

—Oui!
—dijo Pierre.

—¡Uau! —dijo Molly—. ¡Uau!

—Felicidades. —Pierre besó a su esposa.

—Vamos a ser padres —dijo Molly, soñadora.

—Nunca pensé que esto pudiera ocurrir —dijo Pierre acariciándole el cabello—. No a mí.

—Va a ser maravilloso.

—Serás una madre magnífica.

—Y tú un padre fabuloso.

—¿Quieres que sea niño o niña? —Pierre sonrió ante ese pensamiento.

—Ya sabes, tal vez teníamos que habérselo dicho a Burian. Podía haber seleccionado el esperma si se lo hubiéramos pedido. Hay una diferencia entre el esperma que engendra varones y el que engendra mujeres, ¿no es así? —Pierre asintió con un gesto de la cabeza. Molly hizo una pausa, considerando la pregunta—. No lo sé. Creo que una niña, pero sólo es por la vida de familia que he tenido, estoy segura. Mi madre, mi hermana y yo estuvimos solas mucho tiempo antes de que llegara Paul. No estoy segura de cómo habría resultado con un niño.

—Habría ido bien.

—Y tú, ¿tienes alguna preferencia?

—¿Yo? No, creo que no. Quiero decir, sé que se supone que todos los hombres desean tener un hijo con quien poder jugar a la lucha libre, pero... —Decidió no completar el pensamiento y dejó que la voz se desvaneciera poco a poco—. Tal vez tener una niña
sería
más sencillo.

Molly no se había dado cuenta del razonamiento subyacente, o prefería ignorarlo.

—En realidad no me importa —dijo al fin, con el tono soñador de antes—, mientras esté sano.

Por fin llegó el día tan esperado. Pierre llevó en coche a Molly al hospital Bates de la calle Colby. Iban en la camioneta Toyota, tal y como habían hecho las dos últimas semanas, con la maleta de Molly y la cámara de vídeo, un regalo inesperado de Burian Klimus, quien les había insistido que grabar en vídeo el parto era algo muy de moda.

En el hospital Bates, las habitaciones para parteras eran muy bonitas, se parecían más a suites de hotel que a habitaciones de hospital. Pierre tuvo que admitir que en los hospitales de Canadá administrados por el gobierno faltaba un cierto toque de lujo, pero aquí... bueno, simplemente se sentía agradecido de que el plan sanitario de la asociación de la Facultad de Molly cubriera los gastos...

Pierre estaba sentado en una silla delicadamente tapizada, mirando a su esposa y a su hija recién nacida.

Una enfermera negra de mediana edad entró para ver cómo estaban.

—¿Ya se han decidido por un nombre?— les preguntó.

Molly miró a Pierre para asegurarse de que seguía de acuerdo con la elección. Pierre asintió con un gesto de la cabeza.

—Amanda —dijo—. Amanda Hèléne.

—«Amanda» significa «digna de ser amada» —dijo Pierre.

Sonó un golpe en la puerta y, un momento después, la puerta se abrió completamente.

—¿Puedo entrar?

—¡Burian! —dijo Molly.

—Doctor Klimus —dijo Pierre, un poco sorprendido—. Gracias por venir.

—No tiene importancia, no tiene importancia —dijo el anciano, acercándose.

—Les dejaré solos —dijo la enfermera, mientras salía sonriendo.

—¿El parto fue bien? —preguntó Klimus—. ¿No ha habido complicaciones?

—Todo fue perfectamente —dijo Molly—. Cansado pero todo fue bien.

—¿Lo grabaron todo en vídeo?

Pierre asintió con un gesto de la cabeza.

—¿Y el bebé es normal?

—Perfecto.

—¿Niño o niña? —preguntó Klimus. Pierre sintió extrañeza. Normalmente ésa era la primera pregunta y no la cuarta.

—Una niña —dijo Molly.

Klimus se acercó más para verla por sí mismo.

—Buena mata de pelo —dijo tocando con una mano nudosa su propia cabeza como una bola de billar, pero sin hacer ningún otro comentario acerca de la paternidad de la niña—. ¿Cuánto pesa?

—Tres quilos y medio —dijo Molly.

—¿Y cuánto mide?

—Cuarenta y cuatro centímetros.

—Muy bien —Klimus asintió con un gesto de la cabeza.

De forma discreta, Molly movió a Amanda para que descansara sobre su pecho, en su mayor parte escondido por la bata del hospital. Después alzó la vista.

—Quiero darle las gracias, Burian. Los dos queremos agradecérselo. Por todo lo que ha hecho por nosotros. No sabemos cómo decirle lo agradecidos que le estamos.

—Oui
—dijo Pierre—.
Mille fois
merci.

El anciano hizo un gesto de asentimiento y miró haciaotra parte.

—No tiene importancia.

Je ne suis pas fou
, pensó Pierre un mes más tarde.
No estoy loco.

Y pese a todo el desplazamiento había desaparecido. Había querido hacer nuevos estudios de la secuencia de ADN queproducía el extraño neurotransmisor asociado a la telepatía de Molly. Había utilizado un enzima de restricción para cortar el trozo delcromosoma 13 que intervenía en la codificación de esa síntesis. Y hasta entonces todo había ido bien. Después, para disponer de una reserva ilimitada de material genético, preparó una amplificación de PCR
(polymerase chain reaction
, reacción de cadena de polimerasa) que seguiría duplicando la cadena de ADN una y otra vez. Con sólo un tubo de ensayo que contuviera el espécimen, un control cíclico de temperatura y algunos reactivos, la PCR podría producir centenares de miles de millones de copias de la molécula de ADN durante una sola tarde.

Y ahora disponía de miles de millones de copias, con la única excepción que, aunque las copias eran iguales entre sí, no eran iguales al original. La base timina que había alterado el código genético de Molly y causado el desplazamiento, no había sido incorporada a las copias. En el punto crucial, todos los cortes de ADN producidos por la PCR contenían CAT CAG GGT GTC CAT. Igual que ocurría en el ADN de Pierre, igual que en el de todo el mundo.

¿Podía haberlo perdido todo? ¿Podía haberse equivocado al identificar la secuencia de nucleótidos de la muestra original del ADN de Molly que había extraído de su sangre? Revolvió por el archivador hasta que encontró el autorad original. No había error: la timina intrusa estaba ahí.

Repitió de nuevo todo el proceso para obtener un nuevo autorad de otro trozo del ADN original de Molly. Otra vez la timina se hallaba allí. El desplazamiento existía, convirtiendo el CAT CAG GGT GTC CAT normal en un TCA TCA GGG TGT CCA.

La PCR era un método químico sencillo. No debía preocuparse de si la timina estaba o no en su sitio. Simplemente tenía que haber duplicado la cadena. Pero no lo había hecho. La PCR..., o algo en el proceso de reproducción del ADN, había
corregido
la cadena, restituyéndola a la forma que se suponía debía haber tenido.

Pierre sacudió la cabeza extrañado.

—Buenos días, doctor Klimus —dijo Pierre, al entrar en las oficinas del Centro del Genoma Humano para recoger el correo.

—Tardivel —dijo Klimus—. ¿Como está el bebé?

—Muy bien, señor. Muy bien.

—¿Sigue teniendo todo aquel cabello?

—Oh, sí. —Pierre sonrió—. Incluso tiene vello en la espalda, aunque ni siquiera
yo
tengo vello en la espalda. Pero el pediatra dice que el vello desaparecerá cuando se le equilibren mejor las hormonas.

—¿Es una niña inteligente?

—Parece serlo.

—¿Bien... adaptada?

—En realidad, para tener sólo un mes es bastante tranquila, lo que, en cierta forma, es bueno. Por lo menos podemos dormir.

—Me gustaría ir a su casa este fin de semana. Para ver a la niña.

Era una petición un tanto atrevida, pensó Pierre. Pero..., diablos, era el padre biológico de la niña, sin olvidar que además era el jefe de Pierre.

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