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Authors: Dan Simmons

Olympos (23 page)

BOOK: Olympos
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—Guarda la calma y la resolución, hermana mía —dijo Pentesilea—. Nuestra victoria está tanto en la voluntad de los dioses como en nuestras fuertes manos. Cuando Aquiles caiga muerto, los otros aqueos huirán... como han huido de Héctor y los troyanos cuando líderes mucho menos influyentes han caído o han sido heridos. Y cuando huyan, nosotras atacaremos, los adelantaremos, atravesaremos ese maldito Agujero y quemaremos sus naves antes de que estos supuestos héroes puedan escapar.

—Te seguiremos a la muerte, mi reina —murmuró Clonia—, igual que te hemos seguido a la gloria en el pasado.

—A la gloria de nuevo, mi querida hermana —dijo Pentesilea—. Mira. Ese perro de cara de rata de Tersites ha entregado nuestro mensaje y los capitanes aqueos vienen hacia aquí. Mira cómo la armadura de Aquiles brilla más que la de ningún otro. Reunámonos con ellos en ese campo de batalla despejado.

Acicateó a su enorme caballo y las trece amazonas galoparon juntas hacia Aquiles y los aqueos.

19

—¿Qué rayo azul? —preguntó Hockenberry.

Habían estado discutiendo sobre la desaparición de la población de la Tierra en aquella época de Ilión (de todos en un radio de trescientos kilómetros de Troya), mientras Mahnmut dirigía el moscardón hacia Marte, el Olimpo y el Agujero Brana.

—Es un rayo azul que surge de Delfos, en el Peloponeso —dijo el moravec—. Apareció el día que el resto de la población humana de aquí desapareció. Pensábamos que estaba compuesto por taquiones, pero ya no estamos tan seguros. Hay una teoría, sólo una teoría, de que todos los otros humanos fueron reducidos a sus componentes básicos de cadenas Calabi-Yau, codificados y lanzados al espacio interestelar en ese rayo.

—¿Procede de Delfos? —repitió Hockenberry. No tenía ni idea de lo que eran los taquiones ni las cadenas Calabi-lo-que-fuera, pero en cambio sabía bastante sobre Delfos y su oráculo.

—Sí, podría mostrártelo si tuviera diez minutos más —dijo Mahnmut—. Lo extraño es que un rayo similar surge de la Tierra de nuestro presente, la Tierra hacia la que vamos, pero de la ciudad de Jerusalén.

—Jerusalén —repitió Hockenberry. El moscardón se sacudía y se inclinaba mientras se dirigía hacia el Agujero y Hockenberry se agarró a los brazos invisibles del asiento de campo de fuerza—. ¿Los rayos salen al aire? ¿Al espacio? ¿Hacia dónde?

—No lo sabemos. No parece que tengan destino. Los rayos permanecen encendidos durante un buen rato y rotan con la Tierra, naturalmente, pero pasan el sistema solar, ambos sistemas solares, y ninguno parece apuntar a ningún cúmulo globular ni galaxia ni estrella. Y los rayos azules son dobles. Es decir, un flujo de energía taquiónica vuelve a Delfos, y presumiblemente a Jerusalén, así que...

—Espera —interrumpió Hockenberry—. ¿Has visto eso?

Acababan de atravesar el Agujero Brana, deslizándose bajo su arco superior.

—Sí —respondió Mahnmut—. Ha sido visto y no visto, pero me ha parecido ver a humanos luchando entre sí allí donde los aqueos suelen mantener su línea de vanguardia, cerca del Olimpo. Y mira... ahí delante.

El moravec amplió las ventanas holográficas y Hockenberry vio a griegos y troyanos luchando ante las murallas de Ilión. Las puertas Esceas, abiertas durante los ocho meses de alianza, estaban cerradas.

—Jesucristo —susurró Hockenberry.

—Sí.

—Mahnmut, ¿podemos volver a donde vimos los primeros signos de lucha en el lado marciano del Agujero Brana? Había algo extraño.

Lo que Hockenberry había visto era un cuerpo de caballería muy pequeño atacando al parecer a un grupo de infantería. Ni los aqueos ni los troyanos tenían caballería.

—Por supuesto —dijo Mahnmut, haciendo virar el moscardón. Aceleraron de nuevo hacia el Agujero.

Mahnmut, ¿me copias todavía?
, dijo la voz de Orphu por tensorrayo, transmitida a través del Agujero por los transpondedores enterrados allí.

Fuerte y claro.

¿Sigue contigo el doctor Hockenberry?

Sí.

Permanece entonces en tensorrayo. No le dejes saber de qué estamos hablando. ¿Habéis visto algo extraño?

Sí. Volvemos para investigar. Caballería luchando contra hoplitas argivos en la parte marciana del Brana, argivos contra troyanos en la parte terrestre.

—¿Puedes camuflar esta cosa? —preguntó Hockenberry mientras se situaban a unos sesenta metros por encima de la docena aproximada de figuras montadas que atacaban a unos cincuenta soldados aqueos de infantería. El moscardón se encontraba todavía a poco más de un kilómetro de la aparente confrontación—. ¿Puedes camuflarnos? ¿Hacer que seamos menos visibles?

—Por supuesto. —Mahnmut activó los sistemas de invisibilidad a toda potencia y redujo la velocidad del moscardón.

No, no hablo de lo que están haciendo los humanos
, envió Orphu.
¿No ves algo extraño en el Agujero Brana mismo?

Mahnmut no miró sólo con sus ojos en el espectro amplio, sino que interconectó con todos los instrumentos y sensores del moscardón.
El Brana parece normal
, envió.

—Aterricemos detrás de Aquiles y sus hombres —dijo Hockenberry—. ¿Podemos hacerlo? En silencio.

—Por supuesto —respondió Mahnmut. Hizo girar el moscardón y se posó en silencio a unos treinta metros por detrás de los aqueos. Más griegos venían hacia ellos desde el ejército situado más allá. El moravec distinguió algunos rocavecs en el grupo que se acercaba, y también a Mep Ahoo, el líder centurión.

No, no es normal
, envió Orphu de Io.
Detectamos fluctuaciones tremendas en el Agujero Brana y el resto del espacio membrana. Además está sucediendo algo en lo alto del Olimpo: las lecturas cuánticas y gravitónicas se salen de la escala. Tenemos evidencias de fisión, fusión, plasma y otras explosiones. Pero el Agujero Brana es nuestra preocupación inmediata.

¿Cuáles son los parámetros anómalos?
, preguntó Mahnmut. Nunca se había molestado en aprender mucha teoría-W ni ninguna de sus diversas precursoras históricas, la teoría-M o teoría de cadenas, mientras dirigía su sumergible bajo el hielo de Europa. La mayor parte de lo que sabía lo había descargado de Orphu y los bancos principales de Fobos para ponerse al día con el pensamiento actual sobre los Agujeros que había ayudado a crear accidentalmente para conectar el Cinturón con Marte, y con aquella Tierra alternativa, y para comprender por qué todos los Branas menos uno habían desaparecido durante los últimos meses.

Los sensores Strominger-Vafa-Sussking-Sen nos dan indicativos BPS que muestran una disparidad en aumento entre la masa mínima del Brana y su carga
, envió Orphu.

¿BPS?
, envió Mahnmut. Sabía que la disparidad en la carga de masa tenía que ser mala, pero no estaba seguro de por qué.

Bogomol’nyi, Prasard, Sommerfield
, envió Orphu en su tono de pero-qué-tonto-eres-pero-te-quiero-de-todas-formas.
El espacio Calabi-Yau próximo a vosotros está sometido a una transición conipliegue que rasga el espacio.

—Magnífico, perfecto —dijo Hockenberry, levantándose del asiento invisible y corriendo hacia la rampa que bajaba—. Qué no daría por tener mi viejo equipo de escólico, el brazalete morfeador, el micro teledirigido, el arnés de levitación. ¿Vienes?

—Dentro de un segundo —respondió Mahnmut.
¿Me estás diciendo que el Brana se ha vuelvo inestable?

Te estoy diciendo que va a colapsarse de un momento a otro,
envió Orphu.
Hemos ordenado a los moravecs y rocavecs situados en las inmediaciones de Ilión y la costa que salgan pitando. Creemos que tendrán tiempo para cargar sus cosas, pero los moscardones y lanzaderas saldrán de allí dentro de diez minutos a una velocidad aproximada de Mach 3. Preparaos para los estallidos sónicos.

Eso dejará a Ilión expuesta a ataques aéreos e invasiones TC del Olimpo
, envió Mahnmut. La idea le horrorizaba. Iban a abandonar a sus aliados griegos y troyanos.

Eso ya no es problema nuestro
, bramó Orphu de Io.
Asteague/Che y los otros Integrantes han ordenado la evacuación. Si el Agujero Brana se cierra, y lo hará, Mahnmut, confía en mí, perderemos a ochocientos técnicos, vecs de baterías de misiles y a otros estacionados en el lado terrestre. Ya se les ha ordenado que salgan. Están arriesgando la vida invirtiendo tiempo en reagrupar sus misiles, proyectores de energía y otras armas pesadas, pero los Integrantes no quieren dejar esas cosas atrás, ni siquiera desmontadas.

¿Puedo ayudar?
Mahnmut contempló por la escotilla abierta a Hockenberry, que corría hacia Aquiles y sus hombres. Se sintió inútil: si dejaba atrás a Hockenberry, el escólico podría morir en la lucha. Si no hacía despegar el moscardón y atravesaba el Agujero inmediatamente, otros moravecs podrían quedar aislados de su universo para siempre.

Permanece a la espera, consultaré con los Integrantes y el general Beh bin Adee
, envió Orphu. Unos segundos después el canal de tensorrayo chisporroteó de nuevo.
Quédate donde estás ahora mismo. Eres el mejor ángulo de cámara que tenemos del Brana en este momento.

¿Puedes conectar todos tus enlaces a Fobos y salir de la nave para añadir tus propias imágenes al enlace?

Sí, puedo hacerlo
, envió Mahnmut. Devolvió la visibilidad al moscardón (no quería que la turba de aqueos y rocavecs que se acercaba chocara con él) y bajó corriendo la rampa para reunirse con Hockenberry.

Al acercarse al puñado de aqueos, Hockenberry experimentó una creciente sensación de irrealidad teñida de culpa.
Esto es por mi culpa. Si no me hubiera morfeado en el aspecto de Atenea ni hubiera secuestrado a Patroclo hace ocho meses, Aquiles no hubiese declarado la guerra a los dioses y nada de esto hubiese sucedido. Si alguien muere aquí hoy, todo será por culpa mía.

Fue Aquiles quien volvió la espalda a la caballería que se acercaba y lo saludó.

—Bienvenido, Hockenberry, hijo de Duane.

Había unos cincuenta líderes aqueos y sus capitanes y lanceros esperando a que llegaran las mujeres a caballo: desde la distancia, que se acortaba rápidamente, Hockenberry vio que eran en efecto mujeres ataviadas con armaduras resplandecientes. Entre los destacados reconoció a Diomedes, los dos Áyax, Idomeneo, Odiseo, Podarces y su joven amigo Menipo, Esténelo, Euríalo y Estiquio. Al antiguo escólico le sorprendió ver al sonriente Tersites junto a Aquiles: normalmente, Hockenberry sabía que el de los pies ligeros no hubiese permitido que el ladrón de cadáveres se acercara a un kilómetro de su persona.

—¿Qué está sucediendo? —le preguntó a Aquiles. El alto y rubio hombre-dios se encogió de hombros.

—Ha sido un día extraño, hijo de Duane. Primero los dioses se negaron a bajar a luchar. Luego un grupito de mujeres troyanas nos atacó y mató a Filoctetes con un golpe de suerte. Ahora estas amazonas se acercan después de haber matado a nuestros hombres, o eso me dice esta rata que tengo al lado.

Amazonas.

Mahnmut llegó corriendo. La mayoría de los aqueos estaban ya acostumbrados al pequeño moravec y le dirigieron a la criatura de metal y plástico una mirada de pasada antes de volver su atención hacia el rápido avance de las amazonas.

—¿Qué está pasando? —le preguntó Mahnmut a Hockenberry en inglés. En vez de responder en el mismo idioma, Hockenberry recitó:

Ducit Amazonidum lunatis agmina peltis

Penthesilea furens, mediisque in milibus ardet,

aurea sunectens exwerta cingula mammae

bellatrix, audetque viris concurrere virgo.

—No me hagas descargar el latín —dijo Mahnmut. Indicó los enormes caballos que se detenían a escasos cinco metros ante ellos levantando una nube de polvo que cubrió a los capitanes aqueos.

—«Furiosa, Pentesilea dirige una partida de amazonas con escudos de media luna —tradujo Hockenberry—; brilla entre millares, con cinturones dorados alrededor del pecho descubierto de guerrera, la doncella que se atreve a correr con los hombres.»

—Magnífico —dijo sarcástico el pequeño moravec—. Pero el texto en latín... supongo que no es de Homero

—De Virgilio —susurró Hockenberry; en el súbito silencio el casco de un caballo resonaba—. No sé cómo, pero ahora estamos en la
Eneida.

—Magnífico —repitió Mahnmut.

Los técnicos rocavec casi han cargado y estarán listos para marcharse del lado terrestre dentro de cinco minutos o menos
, envió Orphu.
Y hay algo más que tienes que saber. Vamos a adelantar el lanzamiento de la
Reina Mab
.

¿Para cuándo?
, envió Mahnmut, con su corazón más orgánico encogido.
Le prometimos a Hockenberry cuarenta y ocho horas para que tomara una decisión y tratara de convencer a Odiseo de que nos acompañe.

Bueno, ahora tiene menos de una hora
, envió Orphu de Io.
Tal vez cuarenta minutos si podemos terminar de archivar a esos malditos rocavecs y sus armas. Tendrás que estar aquí de vuelta para entonces o te quedarás atrás.

Pero
La Dama Oscura..., envió Mahnmut, pensando en su sumergible. Ni siquiera había hecho las últimas comprobaciones de los muchos sistemas del submarino.

La están metiendo en la bodega ahora mismo
, envió desde la
Mab
Orphu
. Oigo los golpes. Ya harás tus comprobaciones en vuelo. No te quedes ahí rezagado, viejo amigo
. El tensorrayo pasó de un chisporroteo a un siseo cuando Orphu cortó la conexión.

Ya sólo a una fila por detrás de la del frente Hockenberry vio que los caballos de las amazonas eran enormes... tan grandes como percherones. Había trece amazonas y, Virgilio, bendito fuera, tenía razón: la armadura de las mujeres dejaba al descubierto el pecho izquierdo de cada una de ellas. El efecto... desconcentraba.

Aquiles avanzó tres pasos. Estaba tan cerca del caballo de la amazona rubia que podría haberle acariciado el morro. No lo hizo.

—¿Qué quieres, mujer? —preguntó. Para ser un hombre tan grande y musculoso, Aquiles tenía la voz suave.

—Soy Pentesilea, hija del dios de la guerra Ares y la reina amazona Otrere —dijo la hermosa mujer sin apearse del caballo acorazado—. Y te quiero muerto, Aquiles, hijo de Peleo.

Aquiles echó atrás la cabeza y soltó una carcajada. Fue una risa fácil y relajada, aun más escalofriante para Hockenberry debido a eso.

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