Los señores de la instrumentalidad (116 page)

BOOK: Los señores de la instrumentalidad
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Nadie hizo comentarios.

Incluso el heraldo tuvo que ocultar el rostro para sonarse la nariz.

En Meeya Meefla, veinte anos después del regreso de Rod a Norstrilia

Roderick Henry McBan, ex Eleanor, apenas había envejecido con los años. Se había librado de su favorita, la bailarina, y se preguntaba por qué la Instrumentalidad, o al menos el gobierno de la Tierra, le había enviado la advertencia oficial de «permanecer pacíficamente en la morada de la persona antedicha, aguardando a un enviado autorizado de la Instrumentalidad para acatar las órdenes impartidas por dichos representantes».

Roderick Henry McBan recordaba los largos años de virtud, independencia y trabajo en Norstrilia con odio no disimulado. Prefería ser un rico excéntrico en la Tierra antes que una solterona respetable bajo los cielos de Vieja Australia del Norte. A veces, cuando soñaba, volvía a ser Eleanor, y en ocasiones tenía largos y angustiosos períodos en que no era Eleanor ni Rod, sino una paria sin nombre procedente de un mundo o de una época con encantos irrecuperables. Durante esos períodos sombríos, que eran pocos pero intensos, y que por lo general remediaba emborrachándose y permaneciendo ebrio varios días, se preguntaba quién era. ¿Quién podía ser? ¿Era Eleanor, la honesta criada de la Finca de la Condenación? ¿Era un primo adoptivo de Rod McBan, el hombre que había comprado la Vieja Tierra? ¿Quién era esa personalidad, Roderick Henry McBan? Habló tanto de ello con una de sus amigas, una cantante de calipsos, que ella le puso letra a una antigua melodía y se la cantó.

¿Es correcto, está bien que sea yo?

Continuar, cuando otros se han detenido,

y cruzar la puerta del muro

que hay entre esto y la nada.

Fuera hace frió, soy yo.

Soy sincero, soy yo, solitario.

El silencio no deja dudar.

Es un fulgor sin matices.

Ser yo resulta extraño, es verdad.

¿Mentiré? ¿Seré otro? ¿Habrá paz?

¿Lo sabré cuando llegue el final?

¿Pararé cuando cesen mis dudas?

La pared es de vidrio o no está:

si es real pero está hecha de aire,

¿me perderé si voy adonde soy?

Allá voy. Soy sí. ¿O soy no?

¿Es correcto, está bien que sea yo?

¿Confiaré en mi mente y mis ojos?

¿Seré tú o seré ella al final?

¿Son verdad estas cosas que sé

Allí dentro estáis locos y fuera

cuerdo estoy como una tumba, y muy solo.

¿Lo que salvo se pierde y fracaso?

¿Soy yo si soy eco de un grito?

A otro tiempo viajé que está fuera

de la vida, el poema y la mente.

Si llego a ser tú, ¿perderé

la ocasión de llegar a ser yo?

Rod/Eleanor tenía momentos de desesperación, y a veces se preguntaba si las autoridades de la Tierra o la Instrumentalidad lo/la someterían a un recondicionamiento.

La advertencia que había recibido era formal, severa, tranquila e implacable.

Con cierta imprudencia, Roderick Henry McBan se sirvió un buen trago y esperó lo inevitable.

El destino llamó a su puerta con el aspecto de tres hombres, todos extranjeros. Uno llevaba el uniforme de cónsul de Vieja Australia del Norte. Cuando se acercaron, él/ella reconoció al cónsul como el Señor William No-de-aquí, con cuya hija Ruth él/ella había retozado en las arena de la Tierra muchos años atrás.

Los saludos fueron fatigosamente largos, pero Rod/Eleanor había aprendido, tanto en Vieja Australia del Norte como en la Cuna del Hombre, a no desdeñar el bálsamo de las ceremonias en trances difíciles o dolorosos.

El señor William No-de-aquí habló.

—Escucha, señor Roderick Eleanor, la decisión de una reunión plenaria de la Instrumentalidad, legal y formalmente reunida, a saber:

»Que tú, el señor Roderick Eleanor, seas conocido como jefe de la Instrumentalidad hasta el día de tu muerte;

»Que has ganado esta posición por tu capacidad de supervivencia y que las extrañas y dificultosas vidas que has llevado sin pensar en el suicidio te ha valido un lugar en nuestras sufridas y serviciales filas;

»Que por tu condición de Señor Roderick Eleanor, serás hombre o mujer, joven o viejo, según ordene la Instrumentalidad;

»Que tomas el poder para servir, que sirves para tomar el poder, que vendrás con nosotros, que no mirarás atrás, que te acordarás de olvidar, que olvidarás viejas remembranzas, que dentro de la Instrumentalidad no eres una persona sino parte de una persona;

»Que eres bienvenido a la más antigua servidora del hombre, la Instrumentalidad.

Roderick Eleanor no supo qué decir.

Los Señores de la Instrumentalidad recién designados rara vez sabían qué decir. Era costumbre de la Instrumentalidad tomar por sorpresa a los nuevos dignatarios, al cabo de un minucioso examen de sus historiales de inteligencia, voluntad, vitalidad y, de nuevo, vitalidad.

El señor William sonrió, extendió la mano y habló con franqueza norstriliana:

—Bienvenido, primo de las caudalosas nubes grises. No muchos de nuestro pueblo han sido escogidos. Déjame darte la bienvenida.

Roderick/Eleanor le estrechó la mano. Aún no sabía qué decir.

El Palacio del Gobernador de la Noche, veinte años después del regreso de Rod

—Apagué la voz humana hace horas, Lavinia. La apagué. Siempre tenemos una lectura más precisa con los números. No tiene una clave para nuestros muchachos. Me he enfrentado a esta consola cientos de veces. Ven, muchacha. Es inútil predecir el futuro. El futuro ya está aquí. De todos modos, nuestros muchachos saldrán del camión cuando crucemos la colina. —Rod hablaba con la voz, como señal de ternura entre ambos.

—¿No deberíamos volar en ornitóptero? —preguntó nerviosamente Lavinia.

—No, muchacha —respondió Rod con voz tierna—. ¿Qué pensarían nuestros vecinos y parientes si vieran a los padres volando como extranjeros frenéticos o un par de mentecatos que no saben conservar la cabeza al primer contratiempo? Al fin de cuentas, nuestra hija Casheba aprobó hace un par de años, y sus ojos no eran tan buenos.

—Casheba es todo un caso —dijo cálidamente Lavinia—. Podría derrotar a un pirata del espacio aún mejor que tú antes de que supieras linguar.

Caminaron despacio colina arriba.

Cuando cruzaron la cima de la colina, oyeron la ominosa melodía.

En el Jardín de la Muerte, nuestros jóvenes han saboreado el valiente gusto del miedo.

Con brazos musculosos y lengua locuaz, ganaron y perdieron, se nos fueron.

Todos los norstrilianos conocían esta canción. Los viejos la tarareaban cuando los jóvenes entraban en el camión donde se los seleccionaba para la vida o la muerte.

Vieron a los jueces fuera del camión. El hon. sec. Houghton Syme estaba allí, con expresión relajada. La medicina que Rod había traído de las entrañas de la Vieja Tierra le había brindado sueños para superar sus problemas. El Señor Dama Roja estaba allí. Y el doctor Wentworth.

Lavinia quiso correr ladera abajo, pero Rod la retuvo por el brazo.

—Calma, muchacha —dijo con tosco afecto—. Los McBan nunca huyen ni se precipitan.

Ella tragó saliva pero siguió caminando junto a él.

La gente se volvió cuando se acercaron.

Las caras permanecían impasibles.

El Señor Dama Roja, anticonvencional hasta el fin, les dio la señal.

Alzó un dedo.

Sólo uno.

Poco después Rod y Lavinia vieron a sus gemelos. Ted, el más rubio, estaba sentado en una silla. El viejo Bill le ofrecía una bebida y Ted se negaba a tomarla. Rod miró sin creer lo que veía. Rich, el gemelo más moreno, estaba solo.

Solo y riendo.

Riendo.

Rod McBan y su esposa atravesaron las tierras de Condenación para mostrarse corteses con sus vecinos. Lo exigía la inexorable tradición. Ella le estrujó la mano con más fuerza; Rod le sostuvo el brazo firmemente.

En cuanto hubieron presentado sus respetos, Rod levantó a Ted.

—Hola, muchacho. Has triunfado. ¿Sabes quién eres?

Mecánicamente el chico recitó:

—Roderick Frederick Ronald Arnold William MacArthur McBan ciento cincuenta y dos, señor y padre.

Luego el muchacho se interrumpió. Señaló a Rich, que todavía reía a un lado, y abrazó a su padre:

—¡Oh, papá! ¿Por qué yo? ¿Por qué yo?

Apéndices
Los Señores de la Instrumentalidad

Hemos dado el título de
LOS SEÑORES DE LA INSTRUMENTALIDAD
a una monumental, sorprendente e intencionada historia del futuro que maravilla por su poesía, sus personajes y su riqueza temática. Se trata de una serie construida por Cordwainer Smith a lo largo de varios años a partir de unos relatos e historias interrelacionados que hoy presentamos convenientemente agrupada y ordenada.

En realidad, nuestra edición resulta ser la primera en todo el mundo que presenta de forma completa, y respetando su orden cronológico interno, la obra de un autor excepcional en la ciencia ficción.
Cordwainer Smith
es el pseudónimo con el cual Paul (Myron Anthony) Linebarger (1913 - 1966) labró su fama en la ciencia ficción. Doctor en Ciencias Políticas por la John Hopkins University, Linebarger fue profesor universitario, experto en asuntos del Lejano Oriente, catedrático de Ciencia Política y asesor de información militar en varias confrontaciones bélicas. Entre otras obras es autor de un famoso texto de guerra psicológica
: Psychological warfare
(1948).

Tras su fallecimiento en 1966, a la temprana edad de 53 años, la ciencia ficción de Smith ha merecido una atención especial por parte de críticos y estudiosos; pero también ha obtenido la aprobación de todo el público lector. Este es responsable, por ejemplo, de que un título como
NORSTRILIA
se convirtiera, en su edición definitiva de 1975, en un «libro de culto» en muchos campus universitarios norteamericanos.

La obra de Smith es, en realidad, un conjunto de historias y relatos narrados al estilo de las baladas. El propio autor reconoció su intención de adaptar la escritura y el estilo habituales en la literatura china, de ahí el tono de fábula que caracteriza la mayoría de las narraciones.

En el universo de la serie coexisten los humanos con las subpersonas o infrapueblo
(underpeople),
animales genéticamente transformados que combinan un aspecto semihumano y las habilidades características de su especie animal de origen. Dicho universo está gobernado por los «Señores de la Instrumentalidad», casta despótica y a veces cruel, aunque en ocasiones también benevolente, reclutada entre la elite de un millar de mundos.

La prosa de Cordwainer Smith es única y de un lirismo francamente entrañable. Sus personajes, incluido el subpueblo, son de lo mejor que ha descrito (o sugerido) la ciencia ficción. Cabe destacar el tratamiento de la complejidad de las sutiles relaciones emotivo-telepáticas entre hombre y animal, resueltas con gran maestría y profundidad psicológica. Es una serie que ha creado verdaderos adeptos y resulta uno de los más inteligentes logros de la ciencia ficción.

Los estudios sobre la obra de Cordwainer Smith

La curiosidad que la obra de Smith despertó en el mundillo de la ciencia ficción, junto con el respeto académico y político de que gozó Linebarger, se hace patente en la introducción al segundo volumen de nuestra edición
: LOS SEÑORES DE LA INSTRUMENTALIDAD II: La dama muerta de Clown Town
(NOVA ciencia ficción, núm. 38). Es un texto escrito por Frederik Pohl en su introducción a la antología
The Instrumentality of Mankind
(1979) y lo hemos titulado
«Cordwainer Smith y la ciencia ficción».

Pero de entre los múltiples estudios sobre Cordwainer Smith conviene destacar los del norteamericano J. J. Pierce (autor de las introducciones a los volúmenes primero y cuarto de nuestra edición) y, sobre todo, un interesante libro del argentino Pablo Capanna
: El señor de la tarde: conjeturas en torno a Cordwainer Smith
(Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1984) de fecunda lectura. Con toda seguridad, Capanna es hoy en día el principal estudioso de la obra de Smith y a su libro deberá remitirse el lector que desee profundizar en los múltiples sentidos e interpretaciones de
LOS SEÑORES DE LA INSTRUMENTALIDAD
e incluso en el estudio de la personalidad misma de Linebarger. En realidad, aun con una formulación final de la que me hago responsable, el presente texto (y tal vez toda esta edición) debe su razón de ser al interés y al contenido de los trabajos de Capanna y Pierce de los que me confieso deudor.

La edición de la obra de Cordwainer Smith en castellano

Hasta hoy, la edición en castellano de la obra de Cordwainer Smith ha sido desigual y claramente incompleta.

En 1976, hace ya una quincena de años, aparecieron en España ediciones de
NORSTRILIA
y de
EN BUSCA DE TRES MUNDOS
presentadas como novelas independientes. Otros relatos habían aparecido en Argentina en 1973 agrupados en la selección
EL JUEGO DE LA RATA Y EL DRAGÓN
(traducción de la antología americana titulada
You will never be the same),
posiblemente tras el interés que despertara en 1971 un acertado número monográfico de la revista
NUEVA DIMENSIÓN.
En esa misma revista han aparecido, a lo largo de la década de los sesenta, otros cinco relatos de Smith, y otros han aparecido en otras revistas, sobre todo en Argentina.

Por ello, el lector español tenía hasta ahora acceso tan sólo a una parte de la obra de Smith, en donde se encontraba a faltar la disponibilidad actual de textos básicos como
Piensa azul, cuenta hasta dos, La Dama muerta de Clown Town
o
La balada de G'Mell,
por citar sólo unos títulos evidentes. Pero, además, el incompleto material disponible en castellano se presentaba de manera deshilvanada, desordenada y bajo una forma literaria que resultaba ser fruto de criterios de traducción no siempre coherentes entre sí.

Ante esta situación, nos ha parecido conveniente traducir de nuevo todos los textos para lograr la necesaria unidad estilística que la obra debe mantener incluso en su forma traducida. Se ha encargado de ello un conocido especialista, Carlos Gardini, que ha colaborado incluso aportando el original de uno de los relatos de Smith nunca editado en forma de libro en inglés.

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