Se puso en pie.
Cuando vio que él no respondía, dijo:
—Dentro de los límites impuestos, que sé que apreciarás, piensa por favor en la clase de vida que deseas llevar. Te prometo ayudarte en todo lo que pueda.
—¿Por qué deberías hacerlo?
—Porque mis antepasados te quisieron. Porque mi padre te quiso.
—¿Querer? ¡Vosotras las brujas no sabéis lo que es eso!
Ella se lo quedó mirando durante casi un minuto. El decolorado pelo estaba creciendo otra vez oscuro en sus raíces, y rizándose de nuevo, especialmente en la nuca, observó.
—Siento lo que siento —dijo ella—. Y tu agua es tuya, Duncan Idaho.
Vio que la advertencia Fremen causaba su efecto en él, y entonces se dio la vuelta y salió de la habitación, pasando junto a los guardias.
Antes de abandonar la nave, se dirigió a la bodega y contempló al dócil gusano en su lecho de arena rakiana. La escotilla de observación dominaba al cautivo desde unos doscientos metros de altura. Mientras lo contemplaba, compartió una silenciosa carcajada con la cada vez más integrada Taraza.
Teníamos razón, y Schwangyu y su gente estaban equivocadas. Sabíamos lo que él deseaba. Tenía que desearlo después de lo que hizo.
Habló en voz alta en un suave susurro, tanto para sí misma como para los observadores cercanos estacionados allí para observar el momento en que se iniciara la metamorfosis en aquel gusano.
—Ahora tenemos tu lenguaje —dijo.
No había palabras en el lenguaje, sólo una adaptación a base de movimientos, de danza, de un moviente y danzante universo. Podías únicamente
hablar
el lenguaje, no traducirlo. Para conocer el significado tenias que pasar por la experiencia, e incluso entonces el mensaje cambiaba ante tus ojos. La «noble finalidad» era, después de todo, una experiencia intraducible. Pero cuando miró hacia abajo, hacia el árido refugio inmune al calor de aquel gusano del desierto rakiano, Odrade supo lo que estaba viendo: la evidencia visible de una noble finalidad.
Suavemente, le dijo:
—¡Hey! ¡Viejo gusano! ¿Cuál es tu designio?
No hubo respuesta, pero ella tampoco había esperado realmente una respuesta.
FRANK HERBERT, nació en 1920 en Tacoma, Washington. Fue fotógrafo, camarógrafo de televisión, pescador de ostras y periodista, antes de empezar a escribir ciencia-ficción, publicando sus primeros relatos en 1952, en la revista Startling Stories.
Comenzó a escribir a los 8 años y a los 20 años vendía ya relatos para los pulps americanos, y después de la Segunda Guerra Mundial empezó a alternar su trabajo como periodista con la creación de relatos de aventuras, que firmaba con seudónimo. A principio de los 50 empezó a vender artículos y cuentos para revistas de mayor categoría.
Los libros más famosos de Herbert son los de la serie DUNE. Esta serie comenzó a ser publicada en 1965 y ha recibido los premios más importantes del género: Hugo y Nébula.