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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (51 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Para el Hombre son posibles dos clases de evolución. El hombre se encuentra situado en un Ser llamado Tierra cuyo período de evolución es muy extenso si se lo compara con la vida del Hombre. Antes de que la Tierra evolucione hasta llegar al estado del Sol, deben pasar muchos millones de años de nuestro tiempo. Para la tierra es meramente toda su vida. Sin embargo, la Tierra puede dejar de evolucionar, en cuyo caso se desmenuzará en una masa de pequeños fragmentos que girarán en torno del Sol como minúsculos "planetas" o "asteroides". Entre las órbitas de Marte y Júpiter hay gran cantidad de estos asteroides.

Ahora bien, la evolución de la Tierra es demorada por la evolución de la Luna. Es preciso comprender que la idea de un planeta que evoluciona es una idea del Trabajo. No se la encuentra en la ciencia. Altera todas nuestras nociones del Universo. De acuerdo con la enseñanza del Trabajo, el tiempo que necesita un planeta para evolucionar es alrededor de ochenta mil millones de años del tiempo del Hombre. Los remitiré a la
Tabla del Tiempo.
Para el planeta mismo es un período de ochenta años en la escala de su tiempo. Puesto que la Tierra está en estrecha relación con su Luna, la evolución de la primera es demorada por el estado de la segunda. En realidad hay influencias —vibraciones y materias muy finas— que llegan continuamente a la Luna desde la Tierra y la alimentan del mismo modo que el Sol alimenta a la Tierra. Por ejemplo, todo el inútil sufrimiento humano, las emociones negativas y la violencia en la Tierra, alimentan a la Luna. Recuerden que nada se pierde en el Universo. Si el hombre pudiera evolucionar rápidamente —es decir, empezar a despertar— el sufrimiento inútil y la violencia dejarían de existir en la Tierra. Pero no interesa a la Tierra ni a la Luna que el Hombre evolucione
independientemente
de ellas. La evolución del Hombre debe ir a la par con
su
evolución. Esta es una de las dos clases de evoluciones posibles para el Hombre. Verán que exigen períodos de tiempo tan prodigiosos que en la práctica carecen de sentido para nosotros. No tienen relación alguna con nuestra breve vida. Por dicha razón se dice en el Trabajo que
no hay progreso
en los asuntos humanos. Los planetas mantienen al Hombre demorado —lo mantienen dormido. Citaré aquí, una conversación que G. tuvo con Ouspensky, hace muchos años, antes de que este último hubiera visto el diagrama del Rayo de Creación. G. exponía algunas ideas preliminares que conducían al gran concepto del Rayo.

El Sr. Ouspensky refiere esta conversación.

En aquella época me había sorprendido mucho una charla acerca del
sol,
los
planetas
y la
luna.
No recuerdo cómo empezó esta charla, pero sí que G. trazó un pequeño diagrama y trató de explicar lo que llamaba la
correlación de fuerzas en los diferentes mundos.
Se relacionaba esto con una charla previa que se refería a las influencias que actúan sobre la humanidad. La idea era
grosso modo así:
la humanidad, o, más correctamente,
la vida orgánica sobre la tierra,
sufre simultáneamente la acción de influencias que provienen de diversas fuentes: influencias de los planetas, influencias de la luna, influencias del sol, influencias de las estrellas. Todas estas influencias actúan simultáneamente; una influencia predomina en un momento dado y otra en otro. Y para el Hombre existe cierta posibilidad de
escoger las influencias
—en otras palabras, de pasar de una influencia a otra.

"Explicar el
cómo
demandaría una charla muy larga", dijo G., "así hablaremos sobre este particular en otro momento. Ahora deseo que comprenda una cosa: es imposible liberarse de una influencia sin quedar sometido a otra. Todo ello, todo el
trabajo sobre sí,
consiste en elegir la influencia a la cual uno desea someterse y en caer bajo esta influencia. Y para eso es preciso conocer de antemano qué influencia es la más provechosa".

Lo que me interesaba en esta charla fue que G. habló de los planetas y la luna como si fueran
seres vivientes,
con una edad definida, un período definido de vida y posibilidades de desarrollo y transición a otros planos de
ser.
Según lo que dijo parecía que la luna no era un "planeta muerto", como por lo general se acepta, sino, al contrario, un "planeta naciente", un planeta en la etapa inicial de su desarrollo que aún no había "alcanzado el grado de inteligencia poseído por la tierra".

"Pero la luna está creciendo y desarrollándose" dijo G. "Y dentro de un tiempo alcanzará posiblemente el mismo nivel que la Tierra. Entonces, cerca de ella aparecerá una nueva luna y la Tierra llegará a ser su sol. Hubo un tiempo en que el Sol era como la Tierra. Y aún antes el Sol era como la Luna."

Éste despertó en seguida mi atención. Nada me parecía tan artificial, tan indigno de confianza y dogmático como las acostumbradas teorías sobre el origen de los planetas y los sistemas solares, desde la teoría Kant-Laplace hasta la última, con todos sus agregados y variaciones. El "público general" considera que esas teorías o, en todo caso, la última conocida, son científicas y están comprobadas. Pero en realidad no hay nada menos científico y comprobado que ellas. Por lo tanto el hecho de que el sistema de G. aceptaba una teoría por completo diferente, una teoría
orgánica
que se originaba en principios enteramente nuevos y que mostraba un orden del universo diferente, me parecía muy interesante e importante.

"¿En qué relación está la inteligencia de la Tierra con la inteligencia del Sol?" pregunté. "La inteligencia del Sol es divina", dijo G. "La Tierra puede llegar a ser como el Sol; pero esto, desde luego, no está garantizado y la Tierra puede morir sin haber logrado nada."

¿De qué depende ésto?" pregunté.

La respuesta de G. fue muy vaga. "Hay un periodo definido", dijo, "para cada cosa. Si, pasado cierto tiempo, lo que debía ser hecho no lo ha sido, la Tierra puede perecer sin haber alcanzado lo que podría haber alcanzado".

"¿Se conoce ese período" pregunté.

"Se conoce", dijo G. "Pero no sería en absoluto provechoso que la gente lo conociera. Sería hasta peor. Algunos lo creerían, otros no lo creerían, aquéllos exigirían pruebas. Luego empezarían a romperse la cabeza los unos a los otros. Todo acaba de este modo."

En otra oportunidad, en conexión con la idea de que la evolución del Hombre en general es demorada por la evolución de los planetas, G. habló de
progreso.
La charla se refería a las últimas invenciones de la ciencia y así al aparente progreso del Hombre. G. dijo: "Sí, las máquinas están progresando, pero no el Hombre". En respuesta a la pregunta de si el Hombre no había progresado mucho más allá de lo que era antes, aún en los tiempos históricos, G. dijo: "Es extraño que ustedes crean tan fácilmente en la palabra progreso. Es como si esta palabra los hubiera hipnotizado, de modo que no pueden ver la verdad. El
Hombre
no progresa.
No hay progreso alguno.
Todo es exactamente lo mismo de lo que era hace miles, y decenas de miles, de años. Es sólo la forma exterior la que cambia. La esencia no cambia. Esto se debe a que el Hombre permanece esencialmente el mismo. La gente 'civilizada' y 'culta' vive exactamente con los mismos intereses que los salvajes más ignorantes. La civilización moderna descansa en la violencia y la esclavitud, pero éstas adoptan diferentes formas exteriores. Todas las bellas palabras sobre el progreso y la civilización son meras palabras. Si el Hombre es el mismo, la vida es la misma".

Claro es que estas palabras nos produjeron una profunda impresión, por que fueron dichas en 1916, en la época en que las últimas manifestaciones de "progreso" y de "civilización", en la forma de una guerra que el mundo aún no había visto, seguían creciendo y desarrollándose, arrastrando a millones y millones de hombres en su órbita.

Recordé que pocos días antes de esa charla había visto dos enormes camiones cargados hasta la altura del primer piso de las casas con nuevas
muletas
de madera aún no pintada. Por alguna razón esos camiones me impresionaron particularmente. En esas montañas de muletas
para piernas que aún no habían sido arrancadas
se veía una burla particularmente cínica de todas las cosas con las cuales la gente se sigue engañando. Imaginé involuntariamente que camiones similares debían recorrer las calles de Berlín, París, Londres, Viena, Roma y Constantinopla. Y, de resultas de ese horror, aquellas ciudades, a las que conocía casi todas y me gustaban porque se complementaban y contrastaban, se habían vuelto hostiles tanto para mí como la una para con la otra y estaban separadas por murallas de odio y crimen.

Hablé de los camiones cargados de muletas y los pensamientos que habían suscitado en mí.

"¿Qué esperaba usted?" dijo G. "Los hombres son máquinas. Las máquinas tienen que ser ciegas e inconscientes; no pueden ser de otro modo, y todas sus acciones deben corresponder a su naturaleza.
Todo sucede.
Nadie hace nada. 'Progreso' y 'civilización', en el verdadero sentido de estas palabras, sólo pueden aparecer como resultado de esfuerzos
conscientes.
Y únicamente cada hombre solo puede hacer esfuerzos
conscientes.
Pero nadie quiere hacerlo. El progreso es sólo posible individualmente en cada hombre. No puede aparecer de resultas de las acciones mecánicas inconscientes. ¿Y qué esfuerzo consciente puede haber en máquinas? Y si una máquina es inconsciente, centenares de máquinas lo son, y también lo son miles de máquinas, o centenares de miles, o un millón. Y la actividad inconsciente de un
millón de máquinas
debe necesariamente resultar en la destrucción y el exterminio en masa. Es precisamente en las
manifestaciones personales inconscientes e involuntarias donde todo el mal tiene su origen.
Este es el origen del mal. Aun no comprenden ni pueden imaginar todos los resultados de la acumulación del mal, desde pequeñas fuentes. Pero ya llegará el día en que comprenderán. Si el Hombre se comportara conscientemente, todo el mal cesaría. Pero el
Hombre no es consciente."

Con esto, por lo que recuerdo, la charla terminó.

Pero además de la Evolución del Hombre en función de dilatados tiempos planetarios, es posible para él otra evolución. Siempre hubo una enseñanza especial sobre el Hombre que tenía que ver con su inmediata evolución. Los escasos fragmentos de la enseñanza de Cristo que se encuentran en los Evangelios se refieren al conocimiento sobre esta evolución. Toda la enseñanza acerca del posible crecimiento
interior
y la evolución del Hombre puede ser llamada enseñanza
esotérica.
Esotérico significa
interior.
La enseñanza esotérica se refiere a la evolución interior —acerca del hombre interior— no al lado de vida exterior del hombre, Todo el Trabajo se refiere a la posibilidad de una inmediata evolución interior que está a la disposición del Hombre. Y aquí tenemos otro gran concepto o idea enseñada por el Trabajo, en conexión con el Rayo de Creación y la octava lateral del Sol. El Hombre es sembrado en la Tierra desde la nota Sol con la posibilidad de un desarrollo interior, y la existencia de este Trabajo, la existencia de la enseñanza de Cristo y de muchas otras enseñanzas, se debe solamente a este hecho —que el Hombre es creado como un organismo capaz de evolución interior, por completo ajena a la evolución de los planetas.

Ahora bien, si pueden entender estos dos grandes conceptos del Hombre —cómo la humanidad en general es demorada por razones planetarias y cómo al mismo tiempo queda un camino abierto para aquellos que quieren despertar, empezarán a pensar en términos del Trabajo.

Birdlip, 8 de febrero, 1943
Pensar desde la vida y pensar desde el trabajo II

El Trabajo tiene dos lados prácticos que se llaman la línea de trabajo sobre el conocimiento y la línea de trabajo sobre el ser. Nadie puede trabajar sobre la segunda línea —la línea de ser— a menos de haber trabajado sobre la línea de conocimiento. Es decir, un hombre debe
saber
primero sobre qué debe trabajar en su ser.

El conocimiento es una materia que pertenece al Centro Intelectual. Éste debe cambiar anticipándose a todo otro cambio. Un hombre debe absorber nuevo conocimiento antes de poder cambiar. El conocimiento de este Trabajo exige que
se piense acerca de él.
El pensamiento es la función del Centro Intelectual. Si usted no piensa sobre el conocimiento que el Trabajo le imparte, su
mente no
podrá cambiar. Y si su mente no puede cambiar, tampoco
usted
podrá.

A veces se cree que la manera de pensar carece de importancia. Pero es importante, en el Trabajo, no pensar equivocadamente. Cada vez que se piensa, un camino es trazado en la mente. Si se piensa mal, el camino trazado es malo y la mente se asemeja a una delicada máquina eléctrica mal conectada. Éste es por cierto el efecto común de la vida en la mente. Pero las ideas del Trabajo deben hacer conexiones correctas y de este modo dar al hombre una nueva mente. El Trabajo es rico en ideas y el Trabajo en su conjunto puede formar un organismo mental completo en la mente. La vida no lo hace. Las ideas que se aprenden de la vida son confusas y contradictorias. No pueden
formar
la mente en todos sus aspectos. Pero las ideas del Trabajo sí pueden hacerlo. Ponen todo en relaciones correctas dando la verdadera escala de las cosas. Ello se debe a que provienen de un Hombre Consciente.

La última vez se leyó la primera parte de la disertación sobre el "Pensamiento desde la Vida y el Pensamiento desde el Trabajo". Esto siguió a las charlas sobre los Cuatro Cuerpos que existen en un hombre plenamente consciente. Ahora bien, aunque el tema es de difícil comprensión, tal como se les advirtió, no es difícil comprender la idea de un hombre sobre quien trabajan desde el exterior o desde el interior. Han de recordar el diagrama con las flechas:

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