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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (46 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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El Trabajo sobre sí es siempre el mismo. No importa
dónde
se esté. Se estará siempre en contacto con el Trabajo si la actitud interior hacia él es correcta, y si lo es, el Trabajo enseñará lo que significa realmente el trabajo sobre sí. Si su actitud interior es equivocada, no lo puede hacer, porque ella le cierra el camino. En toda observación de sí, si ha de llegar a ser
plena
observación de sí, es preciso observar el ELLO. Es decir, es preciso ver todas las reacciones a la vida y las circunstancias como ELLO en uno y no como "Yo". Si se dice "Yo", entonces nada sucede. El decir "Yo", el sentir "Yo", hace que el cambio sea imposible. Si a cada estado negativo se dice "Yo", no se puede escapar. Al principio el hombre se toma a sí mismo como
uno
y dice "Yo" a todo cuanto sucede en su vida psíquica. Pero con el fin de cambiar debe llegar a ser dos. Es preciso que se divida a sí mismo en ELLO y el "Yo" Observante —es decir, en dos—. Luego, más tarde, puede llegar a ser uno —una unidad—. El instrumento de la observación de sí se asemeja a un cuchillo que extirpa lo que no es nosotros. Cuando se ve lo que significa decir: "Este no es Yo", entonces se ha empezado a usar este instrumento.

En el momento en que alguien dice realmente: "¿Qué está haciendo ELLO?", en lugar de "¿Qué estoy haciendo yo?", ya empieza a comprender el Trabajo. Inmediatamente empiezan a establecerse una nueva serie de reacciones o más bien nuevas maneras de tomar las cosas. Mientras se reaccione mecánicamente, no se puede cambiar. El cambio empieza cuando se toman las cosas comunes de una nueva manera. No se puede seguir siendo lo mismo —y cambiar—. Si se es siempre lo mismo significa que se reacciona siempre ante la vida de la misma manera. Se insiste en pedir la libra de carne. La idea del
cambio
radica en no ser lo
mismo.
La idea del Trabajo radica en el cambio de sí. La idea de la observación de sí finca en separar
lo que uno era
de lo que se observa. De este modo la observación de sí es un medio para el cambio de sí.

Cuando se ha empezado a formar en uno el poderoso instrumento mental de este Trabajo, sea cual fuere la dirección que se le dé, se captará nuevos significados. El Trabajo forma en nosotros un nuevo instrumento de recepción, un nuevo aparato para recibir las impresiones, tanto del exterior como del interior. El Trabajo proporciona piezas que es preciso unir por medio de la
comprensión.
Cada pieza del Trabajo, cada idea separada, cada trocito de enseñanza, es exactamente como las piezas de un aparato de radio. Las piezas de una radio están, desparramadas sobre una mesa y usted las ve. Si sus conocimientos son suficientes, si comprende lo que son, puede unirlas y entonces el instrumento empieza a trabajar y oye toda clase de cosas invisibles que de otro modo no hubiera podido oír. En el caso del Trabajo, cada pieza no es algo físico, un objeto exterior que está sobre una mesa, sino algo psíquico —una idea, un pensamiento, una dirección, un postulado, un diagrama, etc.—. Si todas esas piezas se unen y ajustan por medio de la comprensión y la valoración, el Trabajo forma en uno mismo un nuevo y organizado aparato. Es decir, se produce en nosotros una reorganización. Se tiene en sí un nuevo organismo psíquico. El Trabajo provee en realidad un
organismo
entero y completo que es dado poco a poco, parte tras parte, pero todas esas partes constituyen un verdadero
todo.
Si el Trabajo se desarrolla así se tiene una cosa nueva, un nuevo instrumento organizado en uno. Hasta una sola parte del Trabajo, si se la entiende con valoración y comprensión, empezará a obrar un cambio en uno porque transmitirá
nuevas influencias.
Pero en el hombre debe desarrollarse el Trabajo completo. Cabe considerarlo como la formación de
otro cuerpo
—otra cosa organizada en el hombre— si el hombre
vive
el Trabajo. Ese nuevo organismo controlará el hombre que
era.

Birdlip, 9 de enero, 1943
Los cuatro cuerpos del hombre I

PARTE I.

Como este tema es por su naturaleza tan grande y significativo, y requiere que se lo presente desde tantos puntos de vista con el fin de posibilitar un entendimiento viviente de su significado e impedir que se lo comprenda de un modo indiferente o meramente informativo, me pareció que convenía más, encararlo de un modo gradual. Enseña, en suma, que el Hombre, que vive en un cuerpo dado por su primer nacimiento, es capaz de desarrollar otros
tres
cuerpos compuestos de materias más finas. Pero, ¿Qué significa esto y cuáles son las ideas que nos ayudarán a comprenderlo? ¿Qué significa, por ejemplo, que el Hombre puede desarrollar
otro
cuerpo? ¿De qué manera podemos imaginarnos
otro
o un
segundo
cuerpo? Pues bien, podemos concebirlo primero de este modo. Imaginemos un hombre que está tras otro hombre y controla todo cuanto éste hace o dice. El hombre que está al frente obedece las instrucciones del hombre que está tras él. Es decir, la inteligencia y voluntad del hombre que está detrás controla las acciones del hombre que está al frente. Podemos considerar que el hombre que está al frente es el primer cuerpo y que el hombre que está detrás es otro o el
segundo
cuerpo —es decir, logramos la idea del segundo cuerpo que
controla
al primero—. No cuesta nada entenderlo, pues en todas las organizaciones de la vida, ya sean militares o financieras, es preciso que haya algún grado de control de los individuos por otro que está en una posición más elevada. En el caso de un solo individuo es más difícil de entender.

¿Qué
es lo que en un solo individuo puede controlar
lo que hay
en él? Por cierto, es imposible comprenderlo, mientras un hombre se considere a sí mismo como
uno
—es decir, mientras siga creyendo que lo que en él piensa, habla, obra, siente, ama y odia es siempre una y la misma cosa—. Ahora bien, hay una frase en el Trabajo que dice que
a no ser que un hombre se divida en dos, en un lado observante y en otro observado, nunca podrá salir de donde está.
Este es el punto de partida de todo lo demás. Es en realidad el punto de partida de
otro cuerpo
en el sentido de que, a menos que esta división empiece en el hombre, a menos que pueda llegar a ser el sujeto de su propia observación, no puede desarrollarse en él nada que con el tiempo llegue a controlarlo interiormente y haga que el
hombre máquina
exterior obedezca. Es decir, no podrá organizarse en él ningún segundo cuerpo. Señalemos aquí que la posición del "Yo" Observante es siempre
interna
a lo que observa. Lo más externo no puede observar lo más interno. Esto significa que los "Yoes" que viven en las pequeñas partes mecánicas externas de los centros no pueden observar los "Yoes" que están en las partes internas más conscientes de los centros. A medida que la observación de sí se hace más
profunda,
más
emocional,
más
genuina
y más
necesaria,
la posición del "Yo" Observante llega a ser más interna. La Observación de Sí deja de ser superficial. Ahora bien, en un hombre que desea trabajar y poner orden en la casa que es el hombre en torno del "Yo" Observante se amontonan todos los "Yoes". Puede hablarse del
Mayordomo Delegado.
La posición del Mayordomo Delegado es
interna
al hombre superficial, al hombre vuelto hacia la vida y arrastrado por las circunstancias exteriores. Y por lo tanto es, entre otras cosas,
interna
a la Falsa Personalidad. Ahora bien, si en un hombre todo lo más externo, lo más mecánico, empieza a obedecer a lo que es más interno en él, lo interno comienza a controlar lo exterior u
hombre-máquina
y de ello resulta que el orden de las cosas empieza a
invertirse.
Ya el hombre no es tan fácilmente dominado por la vida, por las influencias exteriores, por las circunstancias cambiantes, por sus reacciones características ante la vida y por los hábitos de su cuerpo. Deja de ser impulsado absolutamente desde el exterior, ya no es más un esclavo de su cuerpo, sino que empieza a ser controlado desde dentro, por breves instantes. Esto puede expresarse en la forma siguiente:

Ahora bien, si se percibe esta idea en la forma más sencilla posible, se verá que hasta cierto punto la posesión de un
Segundo Cuerpo
significa que dicho hombre es diferente de un hombre común. Es diferente porque un hombre común —un hombre máquina— es una función de la vida. Un hombre máquina es manejado por la vida, y por eso en él siempre actúa la vida y la obedece. Es decir, es dirigido desde el exterior y desde su parte más externa. Pero un hombre que ha comenzado a tener algo organizado internamente ya no es tan fácilmente dirigido por la vida exterior y por momentos es controlado desde algo que está dentro de sí mismo. Es decir, a veces
obra en dirección invertida.
Todos podemos imaginar que ya obramos en dirección invertida, pero es sólo imaginación. Un poco de sincera observación de nosotros nos mostrará que somos en verdad funciones de la vida. Somos manejados por la vida y las circunstancias y no tenemos nada o casi nada lo bastante fuerte como para impedir que nos manejen de ese modo. Es preciso comprender que cada hombre es, desde luego, dirigido por la vida de un modo diferente a los demás. Pero todos los hombres ordinarios, todos los hombres que pertenecen al círculo de la humanidad mecánica, todos los hombres Nº 1, Nº 2 y Nº 3 son dirigidos
desde el exterior,
aun cuando crean que no lo son. En este sentido, son
hombres máquinas.
Y esto se debe a que en ellos no se ha desarrollado nada interno capaz de resistir al calidoscopio de la cambiante vida. Nada
en ellos
es bastante fuerte como para resistir a la vida o para cambiar las reacciones que comúnmente tienen ante ella. Por cierto se dan cuenta de que no reaccionan ante la vida como lo hacen los demás, y entonces se imaginan que pueden resistir. Esta es una mera ilusión. Cada cual reacciona diferentemente, a su modo. Una persona reacciona, otra puede no hacerlo. Pero es la misma cosa. Todo es vida
mecánica
y la vida los controla por medio de sus peculiares y habituales reacciones mecánicas a ella. Un hombre bueno se imagina que es diferente de un hombre malo, un hombre optimista siente que es diferente de un pesimista, un hombre cuidadoso cree que es diferente de un descuidado, y así sucesivamente. Sin embargo todos son
mecánicos.
Todos son manejados por la vida. No pueden impedir ser lo que son. Y si tratan de ser diferentes, todos enfrentarán las mismas dificultades para cambiarse a sí mismos. Y esto quiere decir que ninguno de ellos tiene, hablando psicológicamente, nada
organizado en sí
para resistir los peculiares efectos mecánicos que la vida ejerce sobre ellos. Es decir, todos trabajan, o más bien, son trabajados, desde el lado de la vida. Son diferentes clases de máquinas que reaccionan o trabajan de diferentes maneras, pero todas impulsadas por el impacto de la vida exterior. Los hay mecánicamente buenos, mecánicamente malos, mecánicamente optimistas, mecánicamente pesimistas, mecánicamente esto y mecánicamente aquello. Esta es la enseñanza del Trabajo sobre la Mecanicidad —sobre el Hombre no desarrollado, el
Hombre Máquina,
que sirve a la Naturaleza—. Pero el Trabajo enseña al Hombre que puede dejar de ser una máquina por un desarrollo interior de la individualidad, la conciencia y la voluntad —es decir, precisamente de esas cualidades que el hombre mecánico imagina que ya posee—. En un hombre plenamente desarrollado —es decir, un hombre que posee individualidad, conciencia y voluntad— no es la vida ni las cambiantes circunstancias exteriores las que lo dirigen mecánicamente. Dicho hombre tiene algo
organizado
en él que puede resistir a la vida, algo desde lo cual puede obrar. En suma, tal hombre
puede hacer.
Y ello se debe a que posee más cuerpos que aquel que recibió al nacer.

PARTE II.

Sobre este particular basta echar una ojeada al Nuevo Testamento. En los Evangelios Cristo dice que a menos que el hombre
renazca,
no podrá entrar en el Reino de los Cielos. El nacimiento quiere decir un cuerpo y el Renacimiento un segundo cuerpo. Renacer es tener un segundo cuerpo. Sabemos que Cristo estaba transfigurado y apareció a sus discípulos
en otro cuerpo.
Además, San Pablo se refiere al cuerpo
natural
y al cuerpo
espiritual
del Hombre.

Hablando de la resurrección de los muertos dice:

"Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otras la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual."

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