La mas famosa antología de ciencia ficción publicada en Estados Unidos. Su aparición en lengua inglesa provocó una auténtica revolución, tanto por su originalidad (ha sido la primera antología de relatos inéditos) como por la circunstancia de que el antólogo dio absoluta libertad a los autores en cuanto a temática y expresión literaria.
Harlan Ellison
Visiones Peligrosas II
ePUB v1.0
Cko13.07.12
Título original:
Dangerous Visions 2
Harlan Ellison, 1967.
Traducción: D. Santos y F. Blanco
Diseño/retoque portada: Salinas Blanch
Editor original: Cko (v1.0)
ePub base v2.0
Las líneas introductorias que escribí para Visiones peligrosas en enero de 1967, empezaron a ser leídas en el mundo de la ciencia ficción en noviembre de aquel año. Sentado en el apartamento de Terry Carr, en Brooklyn Heights, aquel mes de enero, con la espalda apoyada contra la pared y acabándose ya el plazo para la entrega del original, empecé mi introducción general al libro con estas palabras: «Esto que tienen ustedes en sus manos es más que un libro. Si tenemos suerte, será una revolución».
De Visiones peligrosas se han vendido, hasta 1969, más de sesenta mil ejemplares en edición normal y de club del libro. Varios de sus autores han ganado premios Hugo y Nébula, y la obra ha merecido incluso una mención especial en la XXVI Convención Mundial de Ciencia Ficción. (Esa mención, incidentalmente, decía: «A Harlan Ellison, antologista de Visiones peligrosas, el libro más significativo y controvertido de ciencia ficción publicado en 1967».)
¿Qué opinan de eso, soñadores del sueño? Quizás exista un Dios, después de todo. Esos escritores, artistas y editores se las arreglaron para reunir el más significativo y controvertido libro del año, y con su machaconería parecen haberlo conseguido.
Por otra parte, si Visiones peligrosas era una ruptura tan grande, ¿por qué hay tanta gente que lo critica? ¿Por qué algunas librerías a lo largo de todo el país se niegan a tenerlo en sus estanterías? ¿Por qué el ex director del Club del Libro de Ciencia Ficción recibió miles de ejemplares devueltos, con exasperadas cartas de mamás, jefes de boy-scouts, profesores y clérigos, exigiendo saber por qué los preciosos fluidos corporales de sus chicos habían sido polucionados con esa inmundicia de volumen? ¿Por qué estaba surgiendo un movimiento contrarrevolucionario patrocinado por alguien llamado John Jeremy Pierce, dedicado a proseguir una «guerra santa» cuya finalidad era erradicar Visiones peligrosas y libros como este? ¿Por qué, en los simposios desde Berkeley hasta el Bronx, los críticos han vituperado y maldecido este libro? ¿Por qué un estimado crítico se adjudicó el llamar a Visiones peligrosas la biblia de algo a lo que llama «la Nueva Ola», y luego emplea páginas y más páginas en informar a los lectores de lo detestable que es?
Y por la otra parte (hallándonos en el mundo de la ciencia ficción, podemos tener todas las partes que deseemos), ¿por qué un crítico periodístico dijo: «Visiones peligrosas es una de las mejores antologías del género publicadas en la última década. Imagino que no va a poder ser superada en mucho tiempo»? ¿Por qué casi todos los autores que aparecen en el libro hablan con orgullo de su contribución al proyecto? ¿Por qué este humilde recopilador recibe más de tres mil cartas sobre el libro, que pueden alinearse desde esta, de una tal señora S. Blittmon de Filadelfia:
Querido señor Ellison,
Cuanto tomé su libro Visiones peligrosas en la biblioteca y leí las dos introducciones, pensé que iba a ser algo grande. No puedo decirle lo enferma que me sentí después de leer (y aquí nombraba dos relatos). Dice usted que su abuela era judía (así es) pero yo creo que no; tuvo que ser viet-cong, o de otro modo usted no hubiera podido pensar tales atrocidades. ¡Que la maldición caiga sobre usted! La ciencia ficción tendría que ser algo hermoso. Con esa mente que tiene (?) debería estar usted limpiando letrinas y aún eso sería demasiado bueno. Atentamente…
Hasta esta otra, de Monte Davis de New York City:
Querido señor Ellison,
¡¡¡Oh, muchacho!!! Y montones de exclamaciones similares que pueda dirigirte en honor a tu (indudablemente fecunda) imaginación, todas ellas destinadas a decirte que Visiones peligrosas es un libro infernalmente bueno. Dejando a un lado por el momento esa tonta idea acerca de la «nueva cosa», esta criatura tuya es simplemente la cosa más locamente divertida que he encontrado en meses. Para alguien (como yo) hambriento por culpa de la escasez de cualquier tipo de frescura literaria o intelectual en las revistas, y el dolorosamente pequeño número de nuevos libros realmente legibles, esto ha llegado como un deshollinador mental…
Cartas como estas llegaron a montones, y siguen llegando todavía. Números enteros de revistas de aficionados han sido dedicados a este libro; directores de revistas profesionales se han lanzado a encarnizadas disputas con sus colaboradores acerca de historias demasiado «a lo Visiones peligrosas»; carreras enteras de Escritores de Gran Renombre se han visto alteradas por su contribución al libro; otras carreras se han visto resucitadas, y en una ocasión una carrera fue sofocada en su cuna. Pero los cambios que parecen haberse producido en el campo de la ciencia ficción a causa de la publicación de Visiones peligrosas son aún mucho más notables.
El libro abrió la puerta, con su popularidad y controversia, a todo un torrente de antologías «originales», con la intención de eludir las estrecheces de miras de muchos directores de revistas de ciencia ficción. Puesto que las antologías Orbit de Damon Knight se iniciaron antes de que apareciera Visiones peligrosas, no creo que Damon me ponga en la picota por haberle robado el mérito si opino que Visiones peligrosas amplió el mercado de sus antologías, liberó la forma de pensar de muchos escritores, y en varias formas derribó las barricadas para abrir camino a otros, muchos de los cuales están ahora publicando en sus antologías. La nueva colección de relatos originales Nova de Harry Harrison sigue el esquema establecido por Visiones peligrosas. The Farthest Reaches (Las extensiones más lejanas) de Joe Eider, y Alchemy y Academy (Alquimia and academia) de Anne McCaffrey son otras dos colecciones «originales» que muy probablemente no hubieran funcionado a no ser por Visiones peligrosas.
Los anticipos que reciben ahora los autores, como resultado del éxito obtenido por Visiones peligrosas, se han doblado y hasta triplicado.
Y lo que es más importante: hemos conseguido finalmente esa revolución. Si ustedes lo dudan, simplemente díganle «nueva ola» a Sam Moskowitz. Si lo dudan, simplemente sugiéranle a Fred Pohl que publique un número de la revista que dirige, Galaxy, totalmente dedicado a la Nueva Ola. Y siéntense en un panel de debates en una convención de ciencia ficción: podrán asistir todavía a interesantes y valiosas discusiones sobre «el corrimiento al rojo como fuente de material para las historias de ciencia ficción astronómica», pero ahora —además— podrán escuchar doctas conferencias sobre La Ciencia Ficción Como Literatura de la Revolución, Cómo Escribir la Novela de Ciencia Ficción Sobre la Dinámica de los Media, Paralelismos Entre el Simbolismo en James Joyce y en Philip José Farmer, Los Tabúes en las Revistas de Ciencia Ficción. Todo el mundo está hablando a la vez, y el diálogo ha hecho de este el período más excitante de toda la historia de la ciencia ficción. Los críticos y los académicos han descubierto que esta humilde «ficción del pueblo» posee algunas aspiraciones legítimas a la grandeza, que los nombres que han dedicado sus vidas a este tipo de literatura son en muchos aspectos iguales a los grandes nombres aclamados en las listas de best-sellers del New York Times.
Y aunque es arriesgado sacar conclusiones acerca del efecto que en su conjunto ha tenido Visiones peligrosas en el género, o su impacto último, sí es posible al menos resaltar el furor que la obra ha causado, llenando así su intento de despertar las mentes.
En esta breve introducción al segundo volumen de Visiones peligrosas he intentado poner de relieve lo ocurrido desde su primera y ya lejana publicación en tapa dura. En el tercer y último volumen les hablaré de cómo muchos de los escritores que han colaborado en este primer volumen-triada se han visto afectados por lo que hicieron en Visiones peligrosas.
Pero ahora están ustedes a punto de visitar un mundo distinto en compañía de diez hombres y mujeres que —ya sea en términos de blasfemia o bondad o humor negro— se atrevieron a soñar sus propias y especiales visiones peligrosas. Gocen de ellas.
Nos veremos en el próximo volumen. No se vayan muy lejos.
Los Ángeles
Howard Rodman
Originalmente, una de las intenciones secundarías (pero no menos importantes) de esta antología era presentar y llamar la atención de los lectores sobre historias firmadas por escritores muy alejados normalmente del campo de la ficción especulativa. Los nombres de William Burroughs, Thomas Pynchon, Alan Sillitoe, Terry Southern, Thomas Berger y Kingsley Amis se hallaban relacionados en mi lista preliminar de colaboradores. El nombre de Howard Rodman también estaba en la lista. Circunstancias de naturaleza casi maquiavélica impidieron la aparición aquí del primer sexteto. Howard Rodman está entre nosotros. Me siento honrado.
(Un comentario: qué extraño me resulta el que los fans de la ciencia ficción, los que eligen existir en mundos de ensueño llenos de vuelos siderales, ciudades de maravilla, inventos maravillosos, puertas que se dilatan, tridivisión y «sensos», sean quienes desprecian más ruidosamente la moderna televisión. La mayoría de los fans a los que he conocido, cuando descubren que paso parte de mi tiempo escribiendo para los medios audiovisuales, me dicen de una forma más bien condescendiente que ellos raramente miran la televisión, como si el hecho de mirarla fuera considerado denigrante. Qué triste debe de ser para ellos ver la televisión, los viajes espaciales, y todas las demás predicciones de la «cientificción» gernsbackiana convertidos en realidad por los filisteos. Supongo que, en un cierto sentido, es una pequeña tragedia, como el haber estado convencido durante años de que Tolkien era algo grande, y encontrarse de pronto con que todos los esnobs del mundo están leyendo las ediciones de bolsillo de El señor de los Anillos en los transportes públicos. Pero esto es algo muy distinto. Afirmo categóricamente que es mejor tener una televisión dirigida a la gran masa tal como la tenemos ahora, aunque sea horrible en un 96 % de las veces, que relegarla al horrible destino antiséptico que le reservaba la ciencia ficción en 1928.)
Howard Rodman ha ganado más premios de obras dramáticas para televisión que ningún otro escritor que trabaje para el medio. Su famoso guión para Naked City (La ciudad desnuda), Uniendo lugares muy alejados, ganó los premios Emmy y de la Unión de Escritores, no sólo para él sino también para la serie en sí, el director y los actores. Recordemos el dramático televisivo del Bob Hope-Chrysler Theater, El juego con trozos de cristal. Fue, de hecho, el estilo de Howard Rodman lo que dio el tono a lo mejor de Naked City y de Route 66 (Itinerario 66) durante su celebrado paso por los canales de televisión.