Underworld (31 page)

Read Underworld Online

Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

BOOK: Underworld
11.13Mb size Format: txt, pdf, ePub

Un sonido peculiar, como si algo estuviera arañando el techo del vagón, atrajo la atención de Amelia y sus acompañantes. Lanzó una rápida mirada al techo, lo mismo que varias de sus doncellas. Por espacio de un segundo, un destello de aprensión pasó por las facciones de la inmortal aristócrata.
¿Algo andaba mal?

Al instante desechó la idea. Kraven y sus hombres ya habían asegurado el andén. Entre sus guardaespaldas y los Ejecutores de la mansión, era estúpido pensar que pudiera aguardarlos algún peligro.

Ha sido un viaje interminable,
pensó
. No debo permitir que mis cansados nervios me jueguen una mala pasada justo ahora que llegamos al final.

Al otro extremo del elegante vagón restaurante, un estrecho vestíbulo precedía las cerradas puertas de acero del tren. Amelia esperó con inhumana paciencia a que el jefe de los Ejecutores llegara al final del compartimiento y abriera la puerta.

Esperaba ver un andén iluminado por la luz de la luna y ocupado sólo por aquellos vampiros que hubieran sido honrados con la tarea de transportarla hasta Ordoghaz. Se preguntó por un momento si Kraven estaría allí para darle la bienvenida en persona o si la esperaría en la mansión. No le importaba demasiado. Kraven era el protegido de Viktor, no el suyo.

Sin embargo, cuando la puerta se abrió al fin, no fue un comité de bienvenida lo que apareció al otro lado, sino la forma gigantesca de un enfurecido hombre-lobo que se aferraba al costado del tren. Caía saliva de las fauces abiertas del monstruo. Tras él, dos o tres hombres-bestia más cayeron ruidosamente sobre el andén. Un aroma cargado y almizclado invadió el vestíbulo mientras el silencio era quebrado por gruñidos bestiales.

¡Por la Sangre del Ancestro!
Un destello de sorpresa contrajo por un instante las facciones inmaculadas de Amelia, menos de una fracción de segundo antes de que la criatura se abalanzara sobre ella con aterradora velocidad y arrojara sin esfuerzo a un lado al sorprendido Ejecutor. Unas garras y colmillos afilados como navajas se clavaron en su carne inmortal…

• • •

En el andén, Soren y el resto del mal llamado equipo de seguridad observaron impasibles cómo escapaban los espeluznantes sonidos de una carnicería en el interior del tren. Gritos de angustia se mezclaron con el estruendo de los disparos y los rugidos de las bestias enfurecidas. La sangre inmortal manchó las ventanas polarizadas desde el interior y pintó cuadros abstractos de color carmesí sobre los cristales tintados.

Soren no intervino en el frenético banquete de los licántropos ni siquiera cuando los penosos gritos de Amelia y su séquito dieron paso a una húmeda y pegajosa sinfonía de crujido de huesos y desgarro de carnes.


, pensó de nuevo.
Todo estaba yendo según lo planeado.

Capítulo 23

C
on la caída de la noche, las persianas de metal se levantaron en las ventanas de Selene y le ofrecieron una visión de los jardines de la mansión. Había guardias armados —gente de Soren, no de Kahn— en el espacioso patio delantera, armados hasta los dientes cada uno de ellos, y otros dos guardias estaban emplazados debajo de su ventana. Estaba claro que Kraven no iba a permitir que escapara de nuevo.

¿Cuándo se ha convertido Ordoghaz en un estado policial?,
pensó con amargura.
¿Y por qué se ha puesto Viktor en mi contra?

Su mirada abandonó el césped y se dirigió al cielo nocturno cuajado de estrellas. Las nubes de tormenta de las noches pasada se habían disipado al fin, así que nada oscurecía la espeluznante luminosidad plateada de la luna, que pendía enorme y llena sobre el horizonte.

La visión de la luna devolvió al instante sus pensamientos a Michael… y a la vil infección que lo estaba transformando desde dentro
. Le he dejado la pistola
, recordó con ánimo sombrío,
y las balas de plata.

Pero, ¿tendría Michael la sabiduría de usar la Beretta a tiempo?

• • •

Encadenado todavía a la silla de titanio, Michael dormitaba en el incómodo y desnudo suelo de madera, con la espalda apoyada en el inamovible asiento. Se agitaba y gemía en su sueño, asediado por recuerdos y pensamientos insólitos.

Corriendo como un loco por el denso bosque de los Cárpatos, mientras las flechas de plata de sus enemigos pasan volando por su cabeza como avispas enfurecidas…

Sintiendo el Cambio sobre sí, cobrando fuerza y vigor mientras envaina encantado su torpe forma humana. Crecen colmillos y garras para darle forma a la sanguinaria furia de su alma…

La luz de la luna caía sobre la forma inconsciente de Michael y hasta el último pelo de su cuerpo se erizaba como si estuviera electrificado.

• • •

El polvoriento armario estaba en un rincón poco frecuentado de Ordoghaz y su presencia era sólo conocida al personal de servidumbre de la mansión. Erika dudaba que Kraven fuera capaz de encontrarlo —y a la caja de fusibles que contenía— aunque su vida eterna dependiera de ello.

Algunas veces, estar en el último peldaño de la jerarquía tiene sus ventajas,
pensó la criada. Unas lágrimas secas manchaban sus mejillas de alabastro y el dolor por la humillación que Kraven le había infligido seguía anidada en el fondo de su corazón roto.
Si se cree que puede arrojarme así sin más por Selene… bueno, será mejor que se lo piense dos veces.

El armario estaba a oscuras y no tenía luces pero Erika veía bien en la oscuridad. Abrió un panel de metal, introdujo la mano y acercó uno de sus pequeños y blancos dedos a un interruptor. En el último segundo titubeó y contuvo el aliento mientras reconsideraba su temerario plan. ¿De veras iba a hacerlo?

¡Joder, sí!,
se dijo indignada, y pulsó el botón.

• • •

En la cámara de recuperación, en lo más profundo de las entrañas de la mansión, Viktor estaba reclinado sobre una gran silla blanca cuyas dimensiones le otorgaban la apariencia de un trono. Permanecía inmóvil mientras su cuerpo famélico iba empapándose de una revitalizadora infusión de sangre humana fresca. El intrincado aparato de soporte vital zumbaba y gorgoteaba en el fondo del cuarto y las suaves luces alógenas exponían una figura cerúlea mucho menos cadavérica que antes.

Mientras la sangre lo iba nutriendo, Viktor reflexionaba sobre las inusuales circunstancias —de hecho, no conocían precedentes— que habían rodeado su prematura resurrección. La obscena traición de Selene ya era suficientemente decepcionante por sí sola pero además albergaba grandes dudas con respecto a Kraven. Estaba claro que Amelia y él tendrían mucho que discutir cuando la otra Antigua llegara aquella noche a la mansión.

Y entonces
, resolvió en silencio,
se harán algunos cambios.

De improviso, las luces se apagaron y su cadena de pensamientos se vio interrumpida. A pesar de que tenía los ojos cerrados, el cambio de luminosidad había sido demasiado acusado como para no percibirlo. Una sirena de emergencia que indicaba que se había producido una brecha de seguridad en la mansión empezó a aullar.

Viktor abrió los blancos e inhumanos ojos de inmediato.

Por el Ancestro,
pensó lleno de furia,
¿Es que este caos no tiene fin?

• • •

Las luces se apagaron por toda la mansión, desde la cripta al dojo, donde, varios pisos por encima de la cámara de recuperación, Kahn levantó una mirada sorprendida al producirse el inesperado apagón. Los generadores de emergencia empezaron a funcionar, las rojas luces de seguridad se encendieron y la zona de entrenamiento quedó envuelta en una lúgubre atmósfera escarlata. Kahn vio que sus Ejecutores lanzaban miradas a su alrededor mientras la confusión cundía entre sus filas. Desde que el más viejo de sus moradores tenía uso de memoria, la mansión jamás había sido atacada.

¿Qué demonios?

• • •

La ensordecedora alarma continuó sonando mientras Selene regresaba corriendo a la ventana. Se asomó y vio que los guardias de Soren, con las armas preparadas, corrían hacia el otro lado de la mansión.

Su corazón muerto empezó a latir más deprisa. Ignoraba cuál era la causa de la perturbación pero sabía que aquélla era su oportunidad. Tal vez pudiera llegar junto a Michael antes de que empezara a cambiar.

Sin embargo, antes de que tuviera tiempo de reaccionar, la puerta se abrió de par en par y Erika irrumpió en su habitación. Selene miró detrás de ella y vio que los centinelas de la puerta también habían desaparecido. Sin duda habían ido a ayudar a sus camaradas para investigar qué era lo que había hecho saltar la alarma.
Mejor que mejor,
pensó la Ejecutora, que no era de las que le miraban el diente a un caballo regalado.

Pero primero tenía que encargarse de Erika.

Sin una mera palabra a modo de explicación, la rubia vampiresa le arrojó a Selene una bolsa de nylon. La Ejecutora la abrió sin perder tiempo y descubrió con sorpresa que contenía un par de Berettas.

Confundida pero agradecida, lanzó a Erika una mirada intrigada. Hasta ahora, había creído que la criada estaba completamente sometida al influjo de Kraven.

—¿Por qué me estás ayudando?

Erika puso los ojos en blanco, como si le asombrara que Selene no la comprendiera.

—No lo hago —dijo enfáticamente—. Me estoy ayudando a mí misma.

Lo que tú digas,
decidió Selene. Los asuntos personales de la criada eran la menor de sus preocupaciones. Esbozó una sonrisa agradecida cuando Erika le arrojó las llaves de un coche. Una extraña mezcla de júbilo y miedo contraía las facciones de la joven vampiresa.

Aún había un agujero en la ventana por la que Michael se había arrojado la noche pasada. Selene se acercó a él y saltó por encima del alféizar.

¡Aguanta, Michael!,
pensó con ansiedad mientras las suelas de sus botas tocaban el húmedo césped.
¡Estoy de camino!

• • •

Singe casi se había quedado dormido tras el volante de la furgoneta cuando sus oídos captaron el sonido de las puertas de la mansión al abrirse. Levantó la mirada justo a tiempo de ver que el mismo sedán de antes salía disparado de la mansión y arrojaba tras de sí una nube de gravilla al incorporarse con un giro furioso a la carretera que llevaba a la ciudad. Una vampiresa morena a la que empezaba a conocer ocupaba el asiento del conductor.

Selene.

El científico licano se puso inmediatamente en marcha y encendió el motor de la adormecida furgoneta. Después de haber pasado un día entero agazapado junto a la entrada de la guarida de los vampiros, no iba a permitir que ahora se le escapara su presa. No había nadie más con Selene en el coche, al menos nadie que él pudiera ver, pero puede que fuera a buscar a Michael Corvin.

Sin mí no, de eso nada,
decidió. Los soldados licanos de la parte trasera de la furgoneta soltaron un gruñido de protesta mientras la furgoneta realizaba un acusado giro de 180° grados y aceleraba para tomar la carretera por la que se había alejado el sedán gris.

• • •

El aullido de la alarma zumbaba en los oídos de Kraven crispándole los nervios mientras abandonaba la privacidad de sus aposentos y salía al salón. Kahn y varios Ejecutores de aspecto tenso se acercaban corriendo por el oscuro pasillo. Los haces incandescentes de sus linternas recorrían las paredes. Los guerreros vestidos de cuero parecían haber entrado en modo de pánico total. No era una buena señal.

—¿Qué está pasando? —exigió Kraven. Hasta donde él sabía, este tumulto no tenía nada que ver con sus planes que había hecho con Lucian para aquella noche, aunque también era posible que el astuto comandante licano lo hubiera engañado.

Un escalofrío gélido recorrió su espina dorsal al pensarlo.

Kahn respondió a su pregunta sin circunloquios.

—¡Alguien ha desactivado los sensores del perímetro! —le explicó. Llevaba un rifle automático en las manos—. ¡Estamos cerrando la mansión!

Pero es demasiado pronto
, pensó Kraven, alarmado.
Aún no he tenido tiempo de bajar nuestras defensas.

El plan consistía en permitir que Lucian y sus fuerzas realizaran una incursión «por sorpresa» en la mansión. Kraven emplazaría sus fuerzas en puntos clave, al tiempo que dirigía a Kahn y a sus hombres a lugares en los que no pudieran estorbar. Más tarde, una vez que Lucian hubiera acabado en persona con Viktor y Marcus, Kraven se adelantaría y tomaría el control de los aquelarres del Viejo y el Nuevo Mundo sin que nadie se atreviera a disputárselos. A continuación firmaría una histórica paz con Lucian que dejaría a Kraven cubierto de gloria… y libre para disolver el cuerpo de los Ejecutores de una vez y para siempre y reemplazarlos por el cuerpo de seguridad de Soren, cuya lealtad le pertenecía por completo.

¡Pero, claro, Selene tenía que complicar las cosas reviviendo a Viktor antes de tiempo!
Ahora la crisis se le había adelantado y lo empujaba hacia una peligrosa confrontación que había tratado de evitar por todos los medios.
¿Podrá Lucian derrotar a Viktor,
se preguntó el maquiavélico regente,
ahora que el Antiguo ha recuperado gran parte de su legendaria fuerza?

Para contribuir aún más a la confusión, Erika venía corriendo detrás de Kahn y de su equipo de seguridad. Kraven sintió un acceso de irritación —
¿Ahora qué quiere esta estúpida zorra?-
hasta que el pánico de su rostro y su evidente estado de agitación llamaron su atención.

—¡Es Selene! —dijo con voz entrecortada—. Ha escapado para ir con él… con Michael.

Unos celos furiosos se llevaron los miedos de Kraven de su mente. Imaginar a Selene corriendo a los brazos peludos de su amante lo enfureció más allá de toda razón. Lanzó un grito furioso que alcanzó a todos cuantos podían oírlo:

—¡Quiero la cabeza de ese licano en una bandeja!

• • •

El sedán gris volaba por las calles de la ciudad en una loca carrera contra el destino y la insidiosa de la luna que estaba alzándose. Sentada al volante del vehículo, Selene entrevió el brillo de la luna entre los nubarrones apelotonados y se preguntó si sería ya demasiado tarde.

¿Habría Michael frenado la transformación disparándose una bala de plata o se habría convertido ya en una bestia incapaz de razonar? La mera idea de ver a Michael transformado en un hombre-lobo la angustiaba más de lo que se atrevía a admitir. Rezó para que el joven encontrara la fuerza con que resistir la infección hasta que ella llegara a su lado… aunque eso significara que tuviera que matarlo.

Other books

A Lost Lady by Willa Cather
Just Tell Me I Can't by Jamie Moyer
Shrine to Murder by Roger Silverwood
Child's Play by Reginald Hill
Stardust A Novel by Carla Stewart
Asher by Jo Raven