Decker dejó escapar lentamente un suspiro silencioso. Había pasado ocho meses preparándose para aquel lanzamiento, pero aquellos pocos minutos finales parecían la parte más larga de toda la espera.
—Bueno, parece que no nos queda nada más que hacer, excepto aguardar. Segundo oficial Uhura, sintonice la estación repetidora local de Mundo Noticias y pásela a la pantalla principal. Veamos qué están diciendo acerca de nosotros.
—Y ahora sólo quedan un poco más de doce minutos hasta el momento en que está programado el cese de la lluvia —declaró la locutora de noticias Nan Davis, sonriéndoles a los monitores de trivisión. Externamente, los modales de la mujer eran de una naturalidad absoluta, como si para ella fuese una cosa perfectamente natural y corriente el dirigirse a una audiencia que se contaba en millares de millones. Tan natural como respirar, cosa que en aquel momento había olvidado hacer. Al hacer una pausa entre dos frases, recordó respirar lenta y profundamente.
Por dentro, estaba frenéticamente nerviosa. Tras varios meses sin incidentes notables —meses de pasar inadvertida, había pensado Nan— dentro de Mundo Noticias, le habían concedido finalmente una oportunidad enorme: la oportunidad de cubrir el lanzamiento de la
Enterprise
. Si a los productores les gustaba lo que vieran, su contrato de un año a prueba se transformaría en permanente. Si no les gustaba… sería hora de actualizar su historial profesional.
Lo cual, por cómo estaban marchando los acontecimientos aquella mañana, probablemente tendría que hacer mucho más pronto de lo que había esperado. Durante las últimas dos tormentosas horas había estado intentando llenar el tiempo de transmisión con datos informativos que repetía varias veces de formas distintas. Era su primera transmisión a escala mundial, y se estaba yendo al garete.
Maldita lluvia.
—Puede que el tiempo sea terriblemente malo en el exterior —continuó Nan, alegremente, con su sonrisa profesional intacta—, pero aquí estamos cómodos y secos, en los estudios de San Francisco, y con nosotros tenemos a nuestros invitados especiales, la almirante Timothea Rogers, del servicio de prensa del alto mando de la Flota Estelar, y el capitán de la Flota Estelar, actualmente retirado, Robert April, que fue el primer oficial al mando de la nave estelar
Enterprise.
Ambos invitados hicieron una inclinación de cabeza hacia los monitores cuando sus nombres fueron mencionados. April era un hombre de elevada estatura, aspecto distinguido, unos ochenta años de edad y con una elegante melena blanca; iba informal pero pulcramente vestido con ropas civiles.
Rogers llevaba puesto el uniforme de la Flota Estelar, y presentaba una expresión severa, casi amedrentadora. Sus cabellos lacios y entrecanos enmarcaban un rostro alargado que parecía poco habituado a sonreír. Cuando Nan había recibido a la almirante aquella mañana, sintió un soplo frío proveniente de uno de los respiraderos del estudio… ¿o había sido simplemente un producto de su imaginación al contemplar los formidables rasgos fríos de Rogers? Había esperado que Rogers fuera una mujer reservada… «Nogura la llama vulcaniana», le había comentado confidencialmente el ayudante que había fijado la cita… pero la reserva vulcaniana era una cosa, y la conducta de Rogers, algo muy diferente. La mujer irradiaba toda la personalidad y calidez de una escultura de hielo; y Nan supo con descorazonadora certidumbre, al estrechar la mano de la almirante, que Rogers iba a estar absolutamente espantosa en la pantalla tridimensional.
Hasta aquel momento, la entrevista había demostrado que tenía razón. La almirante Rogers se había mostrado adecuadamente receptiva a lo largo de toda la transmisión, pero con su hábito de citar datos estadísticos tras datos estadísticos con aquella voz inexpresiva y carente de inflexiones, resultaba tan simpática como una fiebre inflamatoria rigeliana.
—Para los que acaban de sintonizarnos —continuó Nan—, la cuenta atrás para el despegue de la sección de mando modernizada de la
Enterprise
, el «platillo», ha sido suspendida durante dos horas a causa de la lluvia que ordenó a primeras horas de esta mañana la gobernadora de California, Sarah Meier. La lluvia era necesaria para ayudar a extinguir un pequeño incendio forestal que comenzó aproximadamente al amanecer cerca de la ciudad de Mill Valley, al norte de San Francisco. Se nos ha informado de que el fuego ya está apagado y que los daños causados a las propiedades de la localidad son mínimos.
Nan, Rogers y April se encontraban sentados en el pequeño estudio que había montado durante la noche el equipo de Mundo Noticias. El telón de fondo animado consistía en un campo de estrellas en movimiento dominado por un artístico diseño del aspecto que tendría la
Enterprise
cuando las renovaciones hubiesen tocado a su fin. El decorado tenía buen aspecto, mejor que el que habitualmente conseguía obtener el director artístico de Mundo Noticias con el apretado presupuesto de que disponía. Nan se había sentido muy satisfecha con el estudio cuando lo vio aquella misma mañana, y había interpretado su elegancia como un buen augurio.
Pero eso había sido antes de conocer a Rogers.
Bien por los augurios.
—La Flota Estelar ha retrasado el lanzamiento hasta inmediatamente después del cese de la lluvia —le explicó Nan a la audiencia—, por temor a que las turbulencias de los motores de impulso de la sección de mando pudieran convertir el tiempo en algo más tormentoso de lo que desea el Control del Tiempo Atmosférico.
El dispositivo que tenía en un oído, zumbó.
—La Flota Estelar acaba de informarnos de que la sección de mando de la
Enterprise
despegará cinco minutos después del cese previsto de la lluvia… dentro de quince minutos. —No pudo ocultar del todo ante los monitores el alivio que la invadió.
Alentada, se volvió ligeramente en el asiento para encararse con April. En absoluto contraste con Rogers, el capitan April era el sueño de un entrevistador: animado, cordial, relajado y, lo más importante de todo, un hombre interesante. Si, evitando que se notara demasiado, podía concentrar en él el tiempo restante…
—Capitán, parece que volvemos a ponernos en camino. Dígame, como primer capitán de la
Enterprise
, ¿cómo se siente respecto a verla renacer?
April sonrió, dejando al descubierto un destello de dientes blancos enmarcados por su piel bronceada.
—Muy orgulloso, señorita Davis, verdaderamente muy orgulloso. Todavía me siento como si formara parte de esa nave; pasé mucho tiempo a bordo de ella, ya sabe. Sin embargo, los cambios tecnológicos desde que la
Enterprise
fue lanzada por primera vez han sido considerables.
Nan le devolvió la sonrisa con total sinceridad y luego, poniendo cuidado en ocultar su renuencia, se volvió a mirar a Rogers.
—Almirante, ¿puede contarnos algo sobre esos cambios tecnológicos? Por ejemplo, respecto a los nuevos motores hiperespaciales. ¿Es verdad que son tan potentes que habrían destrozado a la antigua
Enterprise
?
Rogers frunció sus finos y pálidos labios como con disgusto.
—Bueno, sí, supongo que sí —respondió secamente—. Si quiere usted expresarlo en esos términos. Los nuevos motores hiperespaciales generan una potencia seis veces superior a la de los antiguos, y una tensión semejante habría constituido un problema para la vieja
Enterprise
. No obstante, el nuevo diseño…
—Eso nos lleva a plantear otra pregunta, capitán April —se apresuró a decir Nan, antes de que Rogers pudiera continuar hablando. La almirante cerró la boca y le dedicó a Nan una fija mirada de suspicacia—. ¿Por qué renovar la
Enterprise
en lugar de construir un crucero completamente nuevo?
—Bueno, señorita Davis —comenzó April—, según tengo entendido, ese nuevo diseño incorpora tanta tecnología nueva que ni siquiera podrá finalizarse en…
—La decisión fue tomada por la Flota Estelar por dos razones —le espetó Rogers. Poniendo cuidado en apartar el rostro de la invisible audiencia, Nan le lanzó una mirada asesina.
Rogers fingió no darse cuenta.
—El dinero y el tiempo. Las renovaciones de la
Enterprise
costarán sólo un 62,6 por 100 del precio de construcción de un crucero totalmente nuevo, y el trabajo habrá finalizado un año antes. El tiempo también se vio reducido al encargar el proyecto a nuestra gente de Operaciones de la Flota Estelar. Puesto que todo ha funcionado tan bien con la modernización de la
Enterprise
, Operaciones se hará cargo de todos los proyectos de renovación de las naves de la Flota Estelar a partir de este momento.
—Fascinante —comentó débilmente Nan. Si Rogers tenía intención de sacar a relucir el tema, muy bien podía seguir formulándole preguntas e intentar matar aquellos quince minutos—. ¿Quién es el responsable de los cambios?
—El almirante James Kirk fue designado para la dirección de Operaciones de la Flota Estelar hace ocho meses. El plan de renovación es obra suya.
—Pero ¿no suelen hacerse las reparaciones y demás trabajos de ese tipo en órbita, dentro de muelles especiales? —le preguntó Nan—. Por lo general no se desmontan secciones de la nave, ¿no es así? ¿Por qué se le separó a la
Enterprise
la sección de mando y se la hizo descender a la superficie para realizar las renovaciones?
Rogers hizo un brusco movimiento de cabeza.
—Antes de ahora, la Flota Estelar siempre había realizado ese tipo de trabajo en el entorno microgravitacional de que dispone ampliamente en la órbita. Sin embargo, el almirante Kirk determinó que algunos de los trabajos de renovación se llevarían a cabo con mayor eficiencia en un campo gravitacional. Él creyó que podríamos ahorrar una cantidad sustancial de tiempo y dinero si realizábamos en tierra la mayor parte de los trabajos de la sección de mando.
—¿Y no resulta incómodo trabajar en un campo gravitacional?
—No cuando uno está pintando, tendiendo cables o fijando moquetas, entre otras muchas actividades. El almirante Kirk sabía que los principales generadores de gravedad de la
Enterprise
no entrarían en funcionamiento hasta un momento bastante avanzado del proceso de renovación; de hecho, comenzaron a funcionar tan sólo la semana pasada. Hemos ganado una enorme cantidad de tiempo al no esperar hasta que la sección de motores estuviese acabada antes de comenzar las renovaciones sustanciales en el platillo. A pesar de que la sección de mando dispone de unos generadores de gravedad propios, más pequeños, no tienen por finalidad el funcionar de manera continuada durante meses. Así que aprovechamos el generador de gravedad más grande de las proximidades inmediatas: la propia Tierra.
—Esa técnica de construcción ha sido definida como revolucionaria. ¿Es ésa una afirmación exacta? —preguntó Nan.
—Es… algo sin precedentes —repuso fríamente, Rogers.
Nan asintió con la cabeza.
—Comprendo. ¿Y qué se prevé que sucederá a continuación?
—Los trabajos de la sección de mando están casi acabados —le contestó Rogers—. Como ya he dicho, la Flota Estelar pensó que la mayor parte de los trabajos que debían realizarse en el platillo…
La sala de control extrajo un gráfico de la
Enterprise
generado por computadora y lo proyectó en el aire. Unas flechas parpadeantes señalaban la sección de mando con su forma de platillo.
—… podían ser realizados con mayor rapidez, comodidad y con un coste más barato si las operaciones eran llevadas a cabo en tierra. La sección de máquinas, por otra parte…
Las flechas se desplazaron rápidamente desde la sección de mando a la indicada.
—… requería ser renovada en órbita. Para empezar, la sección de máquinas no puede aterrizar. En un proceso que nosotros llamamos «separación del platillo», la sección de mando se separa del resto de la nave y, mediante su propia potencia de impulso, puede reunirse con una nave de rescate o realizar un aterrizaje de superficie.
En todas las pantallas tridimensionales, aparecieron chispas de luz alrededor del cuello de la
Enterprise
, y la nave dio la impresión de ser decapitada por un verdugo invisible. La sección de mando voló en dirección a un planeta entre verde y azul.
—Sus espectadores recordarán que la
Enterprise
regresó de su histórico viaje de cinco años a principios del año pasado —continuó Rogers con voz monótona—. Hace seis meses, un grupo de especialistas en estructuras separó el platillo y lo condujo hasta el astillero de la Armada, en San Francisco. Allí es donde ha permanecido desde entonces, ocupando cuatro naves de reparaciones.
La sala de control cambió a una toma en directo del astillero de la Armada, la parte oriental del cual estaba dominada por la sección de mando de la
Enterprise
. Los monitores tridimensionales manejados por control remoto captaron la lluvia que iba disminuyendo y rebotaba en los escudos que protegían el platillo del mal tiempo. La humedad del aire se había condensado sobre los escudos normalmente invisibles. Se superponían los unos con los otros, con un exquisito aspecto de finas placas de cristal transparente dispuestas como tejas por encima del platillo, protegiéndolo.
—¿Cuándo cree que estará concluido todo el trabajo, almirante? —le preguntó Nan.
—Dentro de un año más. Tras un viaje de prueba, la
Enterprise
volverá al servicio activo para continuar con su pacífica misión de exploración.
Nan inclinó la cabeza.
—Volviendo a lo que va a ocurrir dentro de poco, ¿será difícil volver a unir las dos partes de la nave?
—No, no particularmente —le contestó Rogers—, pero es sin duda un trabajo que exige la máxima precisión. El platillo entrará en órbita, alcanzará el muelle espacial Cuatro, y luego será llevado a la posición correcta por los equipos de tracción-presión. El hacer coincidir correctamente el platillo con la sección de máquinas requerirá un manejo cuidadoso… pero nuestra gente es ducha en ese tipo de cosas. Ya estamos comenzando a pensar en el diseño de naves que permitan la más fácil recuperación del platillo, pero eso todavía está por venir.
Ya sólo faltaban unos pocos minutos. Dos o tres preguntas más, y el temporal habría pasado… pero Nan se sintió repentinamente perdida. ¿Quedaba alguna pregunta que no hubiese formulado ya una docena de veces? Medio segundo antes de que la pausa se transformara en algo violento, se le ocurrió finalmente una en la que no había pensado antes, una cuya respuesta requeriría más de una frase.