Una bandera tachonada de estrellas (10 page)

Read Una bandera tachonada de estrellas Online

Authors: Brad Ferguson

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Una bandera tachonada de estrellas
9.71Mb size Format: txt, pdf, ePub

—No, señor, no lo sabía.

—El padre de mi tatarabuelo era de esta mismísima ciudad, de hecho. Nació en los años dos mil veinte, según los registros de la familia. Mi gente llevaba por ese entonces cinco generaciones viviendo en California.

El padre de mi tatarabuelo era uno de los que regresaron a Japón después de El Gran Temblor, cuando Tokio abrió sus puertas a los americanos refugiados descendientes de ancestros japoneses… Eso fue antes de que se derogara la política discriminatoria en inmigración, por supuesto. Sin embargo, todavía me quedan parientes de sangre en esta ciudad, incluyendo no pocos nietos de mis sobrinos nietos.

Kirk se removió en el asiento. Después de las frustraciones de aquella mañana, estaba poco dispuesto a escuchar charlas intrascendentes… y estaba ansioso por conocer la agenda oculta de Nogura. Durante las últimas horas había estado intentando adivinar de qué podía tratarse, pero sin éxito. Kirk sólo consiguió deducir dos cosas: una, que tenía que ver con él, y dos, que era algo que no iba a gustarle. El brandi confirmaba la segunda sospecha.

—Con todo el debido respeto, señor —comenzó Kirk—, usted no me ha citado aquí para celebrar el lanzamiento.

La mirada de Nogura bajó hasta la copa de licor antes de levantarse hacia Kirk.

—Usted me conoce demasiado bien, Jim. En efecto, hay un problema. —Hizo una pausa para organizar sus pensamientos y luego se volvió para encararse directamente con Kirk—. ¿Vio usted a Timothea Rogers esta mañana en trivisión?

—Sí.

—¿Qué le pareció?

Kirk vaciló, y luego decidió no cambiar su primera respuesta.

—Estuvo horrorosa.

—Ésa es precisamente la palabra que yo tenía en mente —comentó Nogura, asintiendo lentamente con la cabeza. Bebió un sorbo de su copa, y dejó que el silencio se prolongara—. Jim —continuó pasado un momento—, cuando las relaciones públicas de la Flota Estelar no eran otra cosa que la de enviarles hologramas a los niños de los colegios, Rogers hacía bien ese trabajo. Ahora, sin embargo, la situación política es tal que necesito en ese puesto a alguien que en trivisión no parezca… un pescado frío. Las fuerzas políticas que forman contra nosotros están presentando su causa de un modo muy convincente. La Flota Estelar no lo consigue ni aproximadamente igual de bien.

—Así que usted quiere que yo le haga ese trabajo.

—Correcto.

—No voy a abandonar Operaciones —replicó Kirk en voz baja, pero interiormente sintió los primeros sentimientos de enojo. Había dejado claro desde el mismísimo principio, desde el día en que se avino a dejar la
Enterprise
por primera vez, que no se dejaría arrastrar a un puesto de burócrata. Era cierto que Operaciones requería una cierta cantidad de papeleo, pero también le permitía estar cerca de las naves. Cerca de la
Enterprise
.

Nogura lo contempló con la cabeza inclinada como la de un pájaro.

—¿De veras? A mí me parece que le vendría bien un cambio.

—Ya tuve uno hace ocho meses. No necesito otro. —Bebió un cuidadoso sorbo de brandi mientras luchaba para evitar que el enojo se hiciera evidente, aunque estaba seguro de que Nogura sabía constantemente que estaba allí.

—Ya veo. —El anciano almirante consideró aquello—. ¿Ya ha hablado con Lori, hoy?

—No. ¿Por qué?

—Por nada. Jim, no estoy pidiéndole que abandone su puesto actual. Continuará siendo el jefe de Operaciones. Lo único que le pido es que se ponga un segundo sombrero. MacPherson puede hacerse cargo del trabajo diario de renovación de la
Endeavor
. Su organización está en su sitio, ¿correcto? ¿Habituada al trabajo que hace, con la moral alta, la mejores cualificaciones…?

—Sí, señor, pero…

—Escúcheme, Jim. Se acabó el reconstruir naves individuales para usted. Quiero que salga usted a la luz pública y me ayude a reconstruirlas todas. —Nogura hizo un amplio gesto con la copa—. Quiero que le hable de nosotros a la gente. A usted lo escucharán. Después de todo, usted es un héroe.

—¿Un héroe? Almirante, discúlpeme, pero ¿de dónde demonios ha sacado esa idea?

—Usted es un héroe —declaró Nogura lisa y llanamente—.Un auténtico héroe. Su misión fue el material de las obras épicas. La gente se emocionó con ella. —El almirante se encogió de hombros—. Independientemente de que usted crea o no que es un héroe, Jim, necesito lo que usted es, sea lo que fuere. Sabe que tenemos problemas políticos. Rogers no está ayudando a solucionarlos; de hecho, ha sido responsable de la creación de algunos de ellos y del empeoramiento de otros.

—En eso estoy de acuerdo —comentó Kirk—. Pero yo no soy la persona indicada para ese trabajo. —Lo es.

Nogura tocó un botón que había sobre la mesa de conferencias, y en el extremo opuesto se formó una imagen tridimensional de tamaño natural.

Kirk parpadeó, sorprendido, al hallarse encarado con el capitán Kirk; la apuesta y confiada figura vestida con el ya obsoleto traje dorado de mando estaba hablando, aunque no había sonido, puesto que Nogura no lo había activado.

—Vaya, pero si soy yo. ¿De cuándo es esto, almirante?

—De su primera conferencia de prensa después de una misión, el día después de que trajera la
Enterprise
de vuelta a casa. ¿Se acuerda de eso?

Kirk hizo una mueca.

—Como los cristianos se acuerdan de los leones. Deseaba constantemente levantar los escudos y salir a escape de allí.

—¿De veras? —Nogura hizo un gesto hacia el holograma—. Ya sé que estaba acercándose a sus límites. De hecho, cuando se marchó para pasar la licencia de seis meses posterior a la misión, yo tenía miedo de no poder traerlo de vuelta. Las cicatrices no se ven, ¿verdad?

Kirk siguió mirándose actuar ante los reporteros. «¿Dónde se celebró eso, en todo caso? —se preguntó—. ¿Aquí, en el Almirantazgo, o en el muelle espacial? Sencillamente, no puedo recordarlo. Ciertamente, no fue a bordo de la nave.»

—Mírese, Jim —prosiguió Nogura—. Tiene usted un encanto natural para la prensa. Todavía conservaba el control, respondía a todas las preguntas y hacía que a los reporteros les gustase usted. La cobertura que recibimos nos fue muy favorable, y esa cobertura resultó ser muy importante para nosotros. El éxito con que acabó esa misión de cinco años fue el principal tema de conversación de todas las cenas políticas de la Federación durante varias semanas después.

Lo que quiero de usted es que haga unas cuantas apariciones públicas en nombre de la Flota Estelar. Que le explique a la gente lo que hacemos, y lo que queremos hacer en los años venideros. Quiero que corrija usted la idea errónea que existe de que somos una fuerza de agresión. Cuéntele la verdad a la gente: que nosotros somos la mejor oportunidad de paz que hay, porque nuestra misión no es hacer la guerra, sino explorar mundos nuevos y abrirlos a la colonización y la amistad.

Nogura guardó silencio; durante un rato, ninguno de los dos habló mientras observaban la imagen del capitán. Y luego Kirk dijo:

—Ya he visto lo suficiente.

Nogura pulsó el botón y la imagen desapareció.

—Tiene que haber alguien más, almirante —comunicó Kirk—. Alguien que pueda hacer un trabajo mejor que…

—¡No! —replicó enfáticamente Nogura—. Ya he pensado en ello. Necesito que sea usted quien lo haga, Jim.

El tono acerado de aquella voz, le recordó a Kirk una conversación previa: la vez en que el almirante había querido que Kirk aceptara el ascenso al Almirantazgo. Kirk había amenazado con dimitir si le quitaban la
Enterprise
… tan seguro se había sentido de que Nogura no iba a poner a prueba aquel farol.

Pero el anciano no era de los que se dejaban vencer por ninguna táctica; había tomado una decisión.

«Dios sabe —le había dicho Nogura— que yo no quiero que dimita si puedo evitarlo. Pero no puedo impedirle que deje el servicio.»

Y Nogura había tomado también ahora una decisión.

Kirk respiró profundamente.

—Lo haré. Con una condición. Que este nuevo… nombramiento… sea temporal, hasta que encuentre usted a alguien fijo para el puesto. Quiero volver a la renovación de naves lo antes posible, almirante.

Los rasgos de Nogura se relajaron.

—Por supuesto, Jim. Por supuesto. Pensaba que eso había quedado claro. Y… gracias. Sé que odia usted este tipo de cosas, a pesar de ser bueno en ellas.

—Intentaré que no se me note. ¿Cuándo comienzo?

—Mañana por la mañana —respondió Nogura—. He arreglado las cosas para que usted sea uno de los invitados del programa de entrevistas «Mundo Noticias Sábado».

—¿Tan seguro estaba de mí? —Los labios de Kirk se torcieron en una sonrisa triste, pero el tono de su voz era sereno.

Un nombramiento temporal, se dijo después para tranquilizarse, cuando salía de la oficina del almirante. Sólo temporal, y luego tendría, si bien no la
Enterprise
, sí otras naves para modernizar. Tenía la palabra de Nogura de que así sería.

Pero no pudo evitar preguntarse si el otro Kirk —el más joven y confiado que estaba vestido con el traje dorado de mando— habría creído en aquello ni por un instante.

Kirk no tenía que desempeñar ningún papel en el vuelo de la sección de mando de la
Enterprise
, pero le interesaba vitalmente el resultado. Regresó a su despacho y se encontró a Riley de pie ante el trivisor. Mundo Noticias estaba transmitiendo imágenes de archivo de la
Enterprise
cuando regresaba de su misión de cinco años, pero Riley no las estaba mirando; tenía el rostro vuelto hacia la ventana y la vista del puente.

—Se ha convertido en un día precioso, ¿verdad? —preguntó Kirk.

Riley se volvió, sobresaltado.

—Almirante. Lo siento, señor, no lo he oído entrar. He pensado que querría saber qué estaba haciendo la
Enterprise
.

—A través de la cobertura de Mundo Noticias, no. Cámbielo a nuestra cobertura por circuito cerrado, y conecte también el audio de la misión. Me gustaría escuchar las comunicaciones del encuentro, pero mantenga bajo el volumen.

—Sí, señor. —Riley seleccionó el canal interno con los controles del trivisor que estaban empotrados en la superficie del escritorio de Kirk. El comandante se sentó al otro lado, mientras el almirante ocupaba su propio asiento.

Ambos hombres miraron en silencio mientras los monitores de control remoto y montados en el muelle espacial Cuatro recogían las imágenes del platillo que se aproximaba. La escena tenía como telón de fondo a la Tierra brillantemente iluminada, y las deslumbrantes nubes ocultaban con pudor la geografía planetaria tras un velo de vapor. La suave y, para los oídos de Kirk, reconfortante charla de la misión ocupaba el telón de fondo auditivo. Kirk reconoció fácilmente la voz de Uhura entre todas las demás.

—Bien, ésa es una hermosa toma —comentó Kirk—. Ventana, oscurézcase.

La ventana que estaba a espaldas de Kirk se volvió completamente negra, dejando fuera toda la luz diurna. La imagen de trivisión era sólida y carecía de interferencias. A Kirk le parecía estar flotando en el espacio, sentado en un cómodo asiento. Observaba cómo el platillo avanzaba lentamente hacia él, elevándose. Tenía la sensación de poder estirar un brazo y tocarlo.

—¿Dónde está ahora el muelle espacial Cuatro? —preguntó Kirk.

Riley miró hacia el techo y realizó algunos cálculos mentales.

—A treinta y seis grados este, siete grados sur, aproximadamente… justo encima de Tanzania central, más o menos.

El muelle espacial Cuatro no era mucho más que un enrejado de metal abierto al espacio. Tenía justo el ancho y la profundidad suficientes como para servir a una nave de clase crucero. Describía una órbita baja que daba saltos de un lado a otro del ecuador de hasta diez grados de latitud. Su hermano, mucho más grande, el muelle espacial principal, no llevaba número alguno y era una enorme instalación cerrada que describía una órbita geosincrónica mucho más alta, sobre el océano Atlántico.

A pesar de lo grande que era el muelle espacial, estaba siempre atestado. Por el contrario, la
Enterprise
podía disponer del muelle espacial Cuatro para sí sola y durante todo el tiempo que pudiera durar la renovación. No habría presión ninguna para acabar con la
Enterprise
sólo porque otra nave necesitara el muelle.

El capitán Decker observaba cómo el muelle espacial Cuatro iba haciéndose más grande en la pantalla frontal. El platillo se aproximaba a él desde debajo y por la parte de atrás. Podía ver la sección de máquinas de la
Enterprise
flotando serenamente en el centro del enrejado. La sección se mantenía fija respecto a la estructura del muelle espacial mediante una serie de rayos tractor-presores dirigidos contra su casco.

La última vez que Decker había estado allí, los nuevos motores hiperespaciales no estaban aún colocados en el extremo de los pilares. La sección de máquinas le pareció una batata blanca con tres brotes que le sobresalían en torpes ángulos. A decir verdad, había sido un espectáculo bastante descorazonador. Ahora, con los motores colocados, la sección de máquinas se parecía menos a una batata y más a una parte de la nave, a pesar de que aún quedaban grandes áreas del casco que todavía no habían sido cubiertas con el chapado de trititanio.

El trabajo de Decker para aquel día era colocar en su sitio la última gran pieza de un complicado rompecabezas, y hacerlo correctamente a la primera. El platillo adelantaría al muelle espacial Cuatro, pasaría de largo, y luego daría marcha atrás de forma que pudiera colocarse con precisión sobre la torreta central por los diestros grupos que llevaban los equipos portátiles de rayos tractor-presores. La complicada maniobra de entrada tenía como finalidad evitar causarles daños a los motores hiperespaciales, que se hallaban situados a popa de la torreta central y un poco más arriba que el platillo.

Al dejar atrás el platillo al muelle espacial Cuatro, una de las pantallas apagadas del tablero de controles de Sulu se encendió repentinamente con un dibujo rojo parecido a una caja. Parpadeaba regularmente, palpitando como los latidos de un corazón; las luminosas coordenadas del centro del diseño oscilaban.

—Tengo el esquema del encuentro en mis instrumentos, capitán —informó Sulu—. ¿Comienzo ya las maniobras de alineamiento?

—Adelante, comandante —repuso Decker.

—Controles de navegación a disposición del timón —informó DiFalco—. Todos suyos, Sulu.

Other books

Big Jack by J. D. Robb
Kiss and Tell by Tweed, Shannon
Vera by Stacy Schiff
Lestat el vampiro by Anne Rice
Ruby by Marie Maxwell
Fractured by Amanda Meadows