Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (35 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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—Ahí están —dijo Tuketu mientras su carlinga quedaba iluminada por los lejanos destellos de los haces desintegradores que chocaban con los escudos de rayos.

Unos momentos después, la pantalla táctica de la carlinga le mostró la geometría de la batalla. Un navío de impulsión estaba precediendo al astillero en su órbita, y otro lo seguía. El tercero —que probablemente era el que había sido avistado en primer lugar por el grupo de patrulla— estaba atracado en la compuerta de carga lateral de la enorme estructura.

—«Buena suerte...», ¿eh? Esto es una locura, Tuke —estaba diciendo Skids—. ¿Cómo esperan que consigamos pasar por delante de las narices de tres Gordos?

—Intentaremos deslizarnos por debajo de sus tripas —dijo Tuketu—. Grupo Rojo, aquí Líder Rojo. Seguidme hacia el planeta. Cuando yo dé la orden... ¡Ahora!

La batalla de ILC-905 sólo duró once minutos, pero cada uno de ellos estuvo lleno de ferocidad y confusión.

Durante los primeros momentos, el
Vanguardia
se encontró sometido al terrible fuego cruzado de los dos navíos de impulsión que flanqueaban al astillero. Incluso después de que hubiera empezado a devolver el fuego, resultaba obvio que se hallaba en una situación de inferioridad irremediable ante semejante par de enemigos. Lo único que salvó a la cañonera de un rápido final fue el hecho de que el nivel de potencia de las baterías principales de un tipo-I era levemente inferior al de las de un crucero mediano.

Aun así, cada navío de impulsión contaba con ocho baterías dispuestas de tal manera que cubrían todos los vectores de aproximación, y eso permitía que hasta un máximo de cuatro baterías pudieran concentrar sus disparos sobre un solo objetivo. El fuego concentrado de dos navíos semejantes no necesitaría mucho tiempo para derribar los escudos de la cañonera, y la destruiría casi inmediatamente en cuanto eso hubiera ocurrido.

Y entonces el
Indomable
se unió al combate, y la situación cambió de repente.

—Vamos a ver si podemos dividir su atención —dijo Brand—.
Vanguardia
, concentre su fuego sobre el último navío. Nosotros nos ocuparemos del que precede al astillero. Todas las baterías..., fuego a discreción.

La andanada del
Indomable
provocó una respuesta inmediata del navío yevethano y atrajo el fuego de media docena de baterías. Pero fue la pantalla de interceptores la que pagó el precio de ello: dos de los interceptores que ocupaban posiciones más adelantadas estallaron, uno después del otro, cuando una de las baterías yevethanas centró sus miras en los diminutos aparatos de escolta. El potente fogonazo hizo que Brand desviara la mirada durante unos instantes.

—Hagan retroceder a la pantalla —ordenó secamente—. De momento ahí fuera no hay nada contra lo que puedan ayudarnos.

Antes de que los cazas pudieran obedecer, un tercer aparato estalló junto a la periferia del escudo de estribor. Fue como si una bomba estallara muy cerca: todo el crucero se estremeció, y sus escudos relucieron con una pálida claridad amarillenta bajo la embestida de la onda expansiva, lo cual indicaba un debilitamiento momentáneo en aquel punto. Pero el escudo se recuperó rápidamente, y los interceptores restantes sobrevivieron a la travesía por detrás del crucero y se escondieron en la sombra de su escudo.

—Comodoro —dijo el oficial táctico en voz baja.

Brand alzó la mirada hacia él.

—¿Qué ocurre?

—Nuestros disparos no logran atravesar los escudos del Gordo, y el
Vanguardia
no está teniendo más suerte que nosotros. Quizá tengamos que redirigir a los bombarderos.

—No —dijo Brand, meneando la cabeza—. El astillero es el blanco prioritario.

—Comodoro, el
Vanguardia
lo está pasando muy mal. Tenemos que ayudarles ahora mismo.

El crucero se estremeció a su alrededor.

—Alteren el objetivo del Grupo Verde —ordenó Brand de mala gana.

Por aquel entonces el navío yevethano que abría la órbita ya había descubierto la presencia de las oleadas de bombarderos que intentaban pasar junto a él. Como si considerase despreciable la capacidad para infligirle daños del crucero, el navío de impulsión desvió su atención hacia las naves más pequeñas y sus baterías eliminaron a dos alas-X y un ala-K en cuestión de segundos. Unos momentos después empezó a lanzar sus propios cazas.

—Brand a todas las baterías: ¡centren las miras en esos cazas hostiles! Destrúyanlos en cuanto hayan dejado atrás los escudos.

—El objetivo está lanzando cohetes —anunció el oficial táctico, e hizo una profunda inspiración de aire—. Seis..., ocho..., diez objetos, y todos vienen en esta dirección.

Había más de veinte baterías anticohetes óctuples de alta velocidad provistas de sistemas de seguimiento altamente sensibles repartidas por el casco del
Indomable
, y las que resolvieron las ecuaciones de disparo de manera positiva empezaron a llenar inmediatamente las trayectorias proyectadas de los cohetes con una nube de metralla metálica de alta velocidad. Cuando los cohetes y la nube se encontraron, espectaculares flores de fuego rojo y amarillo se abrieron silenciosamente en el vacío.

Pero cuatro cohetes lograron atravesar el ramillete como otros tantos insectos enfurecidos, y tres de ellos sobrevivieron para estrellarse en rápida sucesión contra el perímetro de escudos del crucero.

Las luces del puente se debilitaron mientras la nave se bamboleaba bajo los pies de Brand.

—Estamos intercambiando puñetazos, ¿eh? —murmuró Brand—. Armar y disparar seis, repito, seis CD-nueve. Que todas las baterías estén preparadas para dirigir sus disparos sobre los puntos de impacto. Timonel, acérquenos un poco más.

Unos segundos después los lanzadores instalados en los flancos del crucero escupieron los cohetes de demolición de alta velocidad. Los proyectiles avanzaron hacia el navío yevethano siguiendo perfiles de vuelo directos individuales calculados para conseguir que resultaran lo más difíciles de interceptar posible.

—El generador número tres del escudo de partículas está fuera de fase, y nuestra capacidad de reserva ha quedado en cero —dijo el oficial táctico—. Cuento once cazas yevethanos aproximándose. El Grupo Verde ha perdido cinco cazas y dos bombarderos. El Grupo Azul ha perdido tres cazas y un bombardero. El Grupo Rojo...

Una deslumbrante marea de luz inundó el puente y atrajo los ojos de Brand hacia la pantalla delantera.

—¿Eso era un huevo?

—Sí —dijo el oficial táctico—. Lectura del blanco negativa. Ha sido el Verde Dos: debió de armarlo muy pronto, y el huevo estalló debajo de él. He perdido tres señales de cazas en el mismo instante.

—Maldición.

—Comodoro, el Grupo Azul ha logrado abrirse paso y está iniciando una pasada de ataque sobre el astillero.

El oficial táctico señaló la parte central de la mesa de trayectorias, identificando los dos pequeños triángulos azules que avanzaban hacia el rectángulo rojo que representaba al astillero.

Brand asintió con expresión sombría y estudió la trayectoria.

—Muy bien —dijo—. Empezamos a andar un poco cortos de fichas que mover, pero... Que el Grupo Negro acuda en ayuda del
Vanguardia
. No podemos permitirnos el lujo de perderlo.

El astillero orbital que la Armada Imperial había conocido con el nombre de Negro Nueve estaba desarmado, pero no carecía de protección. Además de los escudos anti-colisiones que debía poseer cualquier complejo estacionado en el espacio, se hallaba equipado con escudos de rayos y de partículas cuya potencia era comparable a la de los que había poseído la Estrella de la Muerte.

Sus navíos de impulsión guardianes, el
Tholos
y el
Rizaron
, compensaban sobradamente las deficiencias defensivas del astillero. Además de las ocho baterías principales, cada navío también transportaba cuarenta cazas repartidos en cuatro hangares situados a lo largo de su ecuador, y poseía cuatro lanzacohetes recargables dotados de diez tubos. Con sus escudos imperiales mejorados, eran unas naves de guerra realmente formidables.

La mayor debilidad del
Tholos
era la inexperiencia de su primado. Par Drann. Como prácticamente toda su tripulación, Par Drann nunca había entrado en combate..., ni siquiera en el grado en que se lo hubiese permitido el hecho de tomar parte en la Limpieza. Como consecuencia de ello, cuando aparecieron las naves de la Nueva República la reacción de Par Drann consistió en dejarse llevar por los viejos instintos que gobernaban la lucha entre los
nitakkas
.

Esos instintos, tan inherentemente contradictorios como poderosos, decían

La amenaza más cercana es la amenaza más grande...

Si te ves superado en número durante el combate, empieza por eliminar al oponente más débil...

Para evitar que otros enemigos se unan al combate en tu contra, lánzate inmediatamente sobre cualquier recién llegado...

Cuando llegue el momento de matar a tu enemigo debes emplear todos los medios a tu alcance...

Y ésa era la razón por la que las órdenes que Par Drann transmitía a las dotaciones de sus baterías no paraban de cambiar: primero tuvieron que atacar a la cañonera que apareció en primer lugar, después al crucero que se unió al combate, luego a la vulnerable pantalla de interceptores, después a los bombarderos cuando pasaron por delante de ellas y, finalmente, de nuevo al crucero mientras los bombarderos se retiraban. Los pilotos de los cazas yevethanos obedecieron los mismos dictados: cada uno de ellos eligió el objetivo más cercano para atacarlo con salvaje intrepidez, pero muchos de los ataques fueron bruscamente interrumpidos en cuanto el piloto vio aparecer un objetivo más cercano.

Si el
Tholos
y el
Rizaron
hubieran proseguido su ataque combinado contra el
Vanguardia
, hubiesen podido destruirlo antes de que el crucero tuviera tiempo de causarles ningún daño. Si Par Drann lo hubiera permitido, el
Tholos
habría podido limpiar el campo de batalla de cazas y bombarderos de la Nueva República antes de dirigir su atención hacia el
Indomable
.

Y si los cazas yevethanos hubieran perseguido al Grupo Azul hacia el astillero o al Grupo Negro hacia el
Rizaron
, el desenlace de la batalla hubiese podido ser muy distinto. Pero su perspectiva yevethana no permitía que Par Drann pudiera reconocer la amenaza que representaban..., no cuando el
Indomable
estaba lanzándose sobre él.

—¡
Thetan nittaka, ko nakaza
! —aulló—. ¡Gloria en la matanza para el más fuerte de nosotros!

Cuando el Grupo Negro logró atraer la atención del
Rizaron
ya había fuego a bordo del
Vanguardia
. La batería número ocho, un cañón láser doble, había sufrido un fallo general de sistemas que produjo una espectacular explosión y arrancó todo el compartimento artillero del flanco de la cañonera.

Y, lo que era todavía más grave, la onda expansiva de una salva de cohetes yevethanos había incendiado los generadores del escudo de partículas. El próximo cohete yevethano estallaría sobre el casco, no sobre los escudos, y el cañón iónico del navío de impulsión estaba sembrando el caos en los sistemas de suministro energético de toda la cañonera.

La capitana Inadi contempló la llegada de los bombarderos con más aprensión que alivio.

—Nunca conseguirán pasar —dijo, meneando la cabeza—. Armamento, continúe devolviendo el fuego. Vamos a prestarles toda la ayuda posible. Timonel, muestre un mínimo de sección del casco al enemigo. Sistemas, dé prioridad a las estaciones anticohetes delanteras: esas baterías necesitan disponer de energía.

Con la ayuda de la holografía telescópica y el diagrama de batalla electrónico, Inadi y la dotación del puente vieron cómo los bombarderos atravesaban la lluvia de haces láser y rayos iónicos en una vertiginosa trayectoria de máxima velocidad. Un ala-E que acompañaba al Grupo Negro recibió un impacto directo, se incendió y empezó a dar tumbos por el espacio. El bombardero Negro Tres desapareció entre una esfera de fuego blanco, y sus escoltas apenas si tuvieron tiempo de virar para escapar a la masa de restos que salieron despedidos en todas direcciones.

Y de repente el
Vanguardia
tembló como si acabara de ser alcanzado.

—Control de daños informa de que el fuego del compartimento del generador se ha abierto paso y se ha ventilado en el vacío.

—Comprendido. Armamento, lance todos los CD-nueve que nos quedan —dijo Inadi frunciendo el ceño—. Quizá todavía podamos sacarles algún provecho.

Tres cohetes surgieron de los lanzadores de proa y otros cuatro brotaron de los tubos de popa. Un octavo misil, situado en un lanzador adyacente a los restos de la batería número ocho, quedó atrapado dentro del tubo e inició un tercer incendio.

—¡Contactos aproximándose! —gritó el oficial de seguimiento.

El navío de impulsión yevethano había respondido a la salva del
Vanguardia
con su propio lanzamiento, arrojando al espacio diez de los veloces y potentes cohetes que habían destruido los generadores del escudo de partículas.

—Sáquenos de aquí, timonel —ordenó Inadi con expresión ensombrecida.

—Haré cuanto pueda.

La cañonera de ciento noventa metros de longitud era uno de los navíos de combate más ágiles con que contaba la Nueva República, pero no podía ni soñar en llegar a igualar la aceleración de los cohetes enemigos. Inadi esperaba que echar a correr permitiría que las baterías óctuples de popa dispusieran del tiempo suficiente para eliminar a todos los cohetes que les estaban persiguiendo. Mientras veía disminuir la distancia, Inadi lamentó no haber dado la orden de virar antes.

—Nuestros CD-nueve deberían llegar al objetivo dentro de ocho segundos —informó el oficial de seguimiento—. Las escoltas de los bombarderos se han apartado, y los bombarderos están lanzando sus cohetes. Confirmando lanzamiento de un huevo desde el Negro Uno..., confirmando lanzamiento de un huevo desde el Negro Dos...

Algo golpeó la popa del
Vanguardia
con tal fuerza que el oficial táctico quedó a cuatro patas en el suelo e Inadi salió despedida hacia adelante y chocó con la mesa de trayectorias.

—Impacto de cohete —anunció el oficial de control de daños.

—Todos los sistemas de la sección cuarenta están muertos —informó el oficial de sistemas.

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