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Authors: Kim Stanley Robinson

Tiempos de Arroz y Sal (101 page)

BOOK: Tiempos de Arroz y Sal
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»Más tarde, aún están los trabajos que comen y digieren estos informes ya cocidos e intentan revelar lo que están haciendo, cuál es la relación que tienen con la realidad, cómo los utilizamos, esa clase de cosas: filosofías de la historia, epistemologías, como queráis llamarles. Muchas de estas digestiones utilizan métodos introducidos por Ibrahim al-Lanzhou, aunque denuncian sus resultados. Desde luego, es muy útil regresar a los textos de al-Lanzhou y ver qué era lo que tenía él para decir. En un párrafo muy interesante, por ejemplo, señala que podemos diferenciar entre los argumentos explícitos y las tendencias ideológicas inconscientes más profundamente ocultas. Estas últimas pueden ser a menudo desmenuzadas identificando el argumento escogido para contar la historia. El esquema utilizado por al-Lanzhou proviene de la tipología de tipos de historia propio de Rabindra, un esquema bastante simplista, pero afortunadamente, como señaló al-Lanzhou, los historiadores son casi siempre narradores bastante inocentes, y utilizan bastante esquemáticamente uno u otro de los tipos básicos de argumentos de Rabindra, en comparación con los grandes novelistas como Cao Xueqin o Murasaki, quienes los mezclan sin cesar. Por eso, una historia como la de Than Oo es lo que algunos llaman «historia birmana», en este caso un poco literalmente, pero yo preferiría llamarla «historia drama», puesto que es un romance en el que la humanidad lucha para encontrar su dharma, para mejorarse a sí misma, y así generación tras generación para lograr progresar, luchando por la justicia y por la erradicación de la miseria, con la poderosa implicación de que a la larga nos abriremos camino hasta el nacimiento del río de la flor del melocotón y nacerá la era de la paz duradera. Es una versión secular del cuento hindú y budista del éxito en la consecución del nirvana. Por eso, la historia birmana, o los cuentos Shambala, o cualquier historia ideológica que afirme que de alguna manera todos estamos progresando, es una historia dharma.

»Lo opuesto a esto es el modo irónico o satírico, al que yo llamo historia entrópica, desde las ciencias físicas, o desde el nihilismo, o, según el uso de ciertas antiguas leyendas, desde la historia de la caída. En este modo, todo lo que la humanidad intenta hacer fracasa o se vuelve contra ella, y la combinación de la realidad biológica y la debilidad moral, de la muerte y el mal, significa que nada en los asuntos humanos puede dar buen resultado. Llevado a su extremo, esto nos conduce a los Cinco Grandes Pesimismos, o al nihilismo de Shu Shen, o al antidharma del rival de Buda, Purana Kassapa, quienes dicen que todo es un caos sin causas, y que si se toma todo en conjunto, habría sido mejor no haber nacido nunca.

»Estos dos modos de argumento representan extremos opuestos, en el sentido de que el primero dice que somos dueños y señores del mundo y que podemos vencer a la muerte, mientras que el otro dice que somos cautivos del mundo y que nunca podemos ganarle a la muerte. Podría pensarse entonces que éstos son los dos únicos modos posibles, pero entre estos extremos Rabindra identificó otros dos modos de argumento, a los que llamó tragedia y comedia. Ambos modos están mezclados y son parciales en comparación con los extremos mencionados antes; Rabindra sugería que ambos tenían que ver con la reconciliación. En la comedia, la reconciliación es de las personas con otras personas y con la sociedad en general. El entretejido de familia con familia, de tribu con clan; así terminan las comedias, esto es lo que las hace comedias: el matrimonio con alguien de un clan diferente y el regreso de la primavera.

»Las tragedias hacen una reconciliación más oscura. Blanco Erudito dijo de ellas que cuentan la historia de la humanidad enfrentada con la realidad, por lo tanto la muerte, la disolución y la derrota. Los héroes trágicos son destruidos pero, para aquellos que sobreviven para contar su historia, hay un aumento de conciencia, de conciencia de la realidad, y esto es valioso dentro y fuera de sí mismo, por más oscuro que pueda ser ese conocimiento.

En ese momento de la clase, Zhu Isao hizo una pausa, miró a su alrededor hasta localizar a Bao y le hizo un gesto con la cabeza; aunque parecía que solamente habían estado hablando de cosas abstractas, de las formas que adoptaban las historias, Bao sintió que el corazón se le encogía dentro del pecho.

—Ahora bien —continuó Zhu—, yo sugiero que, como historiadores, es mejor no quedarse atrapados en uno u otro modo, como hacen tantos; es una solución demasiado simple y no coincide mucho con los acontecimientos tal como han sido vividos. En cambio, deberíamos tejer una historia que en su estructura contenga tanto como sea posible. Debería ser como el símbolo del yin-yang de los taoístas, con los ojos de la tragedia y la comedia salpicando los campos más grandes del dharma y el nihilismo. Esa antigua igura es la imagen perfecta del dibujo que se forma al juntar todas nuestras historias, con el punto oscuro de nuestras comedias uniéndose al brillo del drama, y el resplandor del conocimiento trágico emergiendo de la negra nada.

»A la historia irónica podemos rechazarla terminantemente. Por supuesto que somos unos inútiles; por supuesto que las cosas nos salen mal. ¿Pero por qué darle vueltas? ¿Por qué simular que ésta es toda la historia? La ironía no es más que la muerte que camina entre nosotros. Ella no acepta el desafío; no es la vida la que habla.

»Pero supongo que también tenemos que rechazar la versión más pura de la historia dharma, la trascendencia atribuida a este mundo y a esta vida, la perfección de nuestro modo de ser. Tal vez suceda en el Bardo, si es que hay un Bardo, pero en este mundo, todo está hecho un lío. Somos animales, la muerte es nuestro destino. Así que, en el mejor de los casos, podríamos decir que la historia de la especie tiene que ser lo más parecida posible al dharma, a partir de una acción colectiva de la voluntad.

»Esto deja de lado a los modos del medio, la comedia y la tragedia — Zhu se detuvo y levantó las manos, perplejo—. Sin duda tenemos mucho de estos dos. Tal vez la manera de construir una historia perfecta sea inscribir la figura entera, y decir que para el individuo, a la larga, se trata de una tragedia; y para la sociedad, de una comedia. Si podemos.

La predilección de Zhu Isao era claramente la comedia. Era una criatura social. Siempre estaba invitando a Bao y a algunos otros de la clase, incluyendo al ministro de Salud del Mundo Natural de la liga, al apartamento que se le había cedido para su estancia; estas pequeñas reuniones estaban marcadas por la risa del anciano y su curiosidad por las cosas. Incluso las investigaciones le resultaban divertidas. Él había hecho que le enviaran por barco muchos libros desde Pekín, de modo que todas las salas de su apartamento estaban llenas como un almacén. Debido a su creciente convicción de que la historia debía ser la historia de todas las personas que habían vivido alguna vez, ahora estaba estudiando varias antologías de biografías como género, y tenía muchos ejemplos de este género en sus habitaciones. Esto explicaba el tremendo número de textos que había por todas partes, en altas e inestables pilas. Zhu cogió un tomo inmenso, casi demasiado pesado para él.

—Éste es el primer tomo —dijo con una sonrisa—, pero nunca he encontrado los que le siguen. Un libro como éste es apenas la antesala de una biblioteca entera que aún está sin escribir.

—El género biográfico parece haber comenzado —dijo mientras golpeaba suavemente y con cariño los libros.

Esto era así en la literatura religiosa, la vida de los santos cristianos y los mártires islámicos; también en los textos budistas que describían vidas vividas en largas sucesiones de reencarnaciones, un ejercicio especulativo del que Zhu disfrutaba claramente.

—Historia dharma en su más pura expresión, una especie de protopolítica. Y, además, pueden ser muy graciosas. Ahí está un literato como Dhu Hsien intentando hacer coincidir exactamente las fechas de la muerte y el nacimiento de sus sujetos para crear sucesiones de actores históricos destacados a lo largo de varias reencarnaciones, afirmando que por lo que hacen él puede decir que siempre han sido una sola alma, pero al final la dificultad de conseguir que las fechas coincidan lo lleva a seleccionar algunas incorporaciones sueltas de sus sucesiones para que todas se sucedan sin interrupción. Finalmente, tiene que teorizar una estructura de «trabajo duro y luego relajación» en estos inmortales, para justificar a los que alternan vidas como genios y generales con carreras como artistas menores de retratos o zapateros remendones. ¡Pero las fechas siempre coinciden! —Zhu sonrió encantado.

Golpeó con suavidad otras altas pilas que eran ejemplos del género que él estaba estudiando:
Las cuarenta y seis transmigraciones de Ganghadara
, el texto tibetano
Doce manifestaciones de Padmasambhava
, el gurú que estableció el budismo en el Tíbet; también la
Biografía del Gyatso Rimpoché; de la vida uno a la diecinueve
, que traía al Dalai Lama hasta el presente; Bao había conocido una vez a ese hombre, y todavía no se había dado cuenta de que su biografía completa requeriría tantos volúmenes.

Zhu Isao también tenía en su apartamento un ejemplar de las Vidas paralelas de Plutarco, y de las
Biografías de mujeres ejemplares
, de Liu Xiang, de aproximadamente la misma época que el Plutarco; pero admitió que estos textos no le parecían tan interesantes como las crónicas de reencarnaciones, que en ciertos casos dedicaban tanto tiempo al período que sus sujetos pasaban en el Bardo y en los otros cinco lokas como al que pasaban como seres humanos. También le gustaba la
Autobiografía del judío errante
y los
Testimonios del jati Trivicum
, y un hermoso volumen,
Doscientos cincuenta y tres viajeros
, al igual que una colección de aspecto injurioso, probablemente pornográfica, llamada
Ladrón tántrico durante cinco siglos
. Zhu describió con gran entusiasmo todos aquellos libros a sus invitados. A él le parecía que contenían una especie de clave de la historia humana, si es que tal cosa podía existir: la historia como una sencilla acumulación de vidas.

—Después de todo, al final todos los grandes momentos de la historia han tenido lugar dentro de la cabeza de las personas. Los momentos de cambio, o los
clinamen
, como los llamaban los griegos.

Este momento, decía Zhu, se había convertido en el principio organizador y tal vez en la obsesión del antologista samarcandí Viejo Tinta Roja, quien había juntado las vidas de su compendio de reencarnaciones utilizando algo así como el momento
clinamen
para elegir a sus ejemplares, puesto que cada anotación de su colección contenía un momento en el que los sujetos, siempre reencarnados con nombres que comenzaban con la misma letra, llegaban a puntos críticos de su vida y cambiaban bruscamente de dirección alejándose de lo que podía llegar a esperarse que hicieran.

—Me gusta el mecanismo de los nombres —señaló Bao, hojeando uno de los volúmenes de aquella colección.

—Bueno, el Viejo Tinta Roja explica en una apostilla que es sencillamente un recurso mnemotécnico para facilitar la lectura al lector y que, por supuesto, en realidad todas las almas regresan con todos los detalles físicos cambiados. No hay anillos reveladores, ni marcas de nacimiento, ni nombres iguales; él no permitiría que vosotros pensarais que su método se parecía a los viejos cuentos populares, oh, no.

El ministro para la Salud Natural preguntó sobre una pila de libros muy finos, y Zhu sonrió alegremente. Como reacción a estos interminables compendios, explicó, había adquirido el hábito de comprar cualquier libro corto, ya fuera por el contenido o el tema, tan corto que el título apenas cabía en el lomo. Por ejemplo:
Secretos para un matrimonio exitoso
, o
Buenas razones para tener esperanza en el futuro
, o
Cuentos acerca de no tenerle miedo a los fantasmas
.

—Pero debo admitir que no los he leído. En el título ya lo dicen todo; sus páginas bien podrían estar en blanco.

Más tarde, afuera en el balcón, Bao se sentó junto a Zhu observando la ciudad que se movía debajo de ellos. Bebían una taza tras otra de té verde, hablando de muchas cosas diferentes; cuando hubieron transcurrido varias horas de la noche, y Zhu estaba cada vez más pensativo, Bao se dirigió a él.

—¿Piensas alguna vez en Kung Jianguo? ¿Piensas ahora alguna vez en aquellos tiempos?

—No, no muy a menudo —admitió Zhu, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Y tú?

Bao negó con la cabeza.

—No sé por qué. No es porque sea algo muy doloroso de recordar. Pero parece que ha pasado mucho tiempo.

—Sí. Mucho tiempo.

—Veo que aún te queda un poco de cojera desde aquel día.

—Sí, así es. No me gusta. Camino más lento y no está tan mal. Pero igualmente está ahí. Enciendo los detectores de metales en las zonas de extrema seguridad. —Se rió—. Pero ha pasado tanto tiempo. Han pasado tantas vidas que se me confunden todas, ¿a ti no? —Y sonrió.

Una de las últimas sesiones de Zhu Isao fue una discusión acerca del propósito que podría tener el estudio de la historia y cómo podría eso ayudarles ahora en la difícil situación por la que estaban pasando.

Zhu tenía ciertas dudas en este asunto.

—Quizá no sirva para nada —dijo—. Aunque llegáramos a comprender totalmente lo acontecido en el pasado, puede que no nos sea de ninguna ayuda. Aún estamos constreñidos en nuestras acciones en el presente. En cierto sentido podemos decir que el pasado ha hipotecado al futuro, o que lo ha comprado, o que lo ha inmovilizado, en las leyes, las instituciones y las costumbres. Pero tal vez ayude saber todo lo que podamos, simplemente para sugerir modos de avanzar. Ya sabéis, este asunto de lo residual y lo emergente que discutimos antes; que cada período histórico está compuesto de elementos residuales de culturas pasadas y de elementos emergentes que más tarde existirán totalmente, éste es un poderoso punto de vista. Sólo el estudio de la historia permite que uno haga esta distinción, si acaso esto es realmente posible. De esta manera, podemos mirar el mundo en el que vivimos y decir, estas cosas son leyes residuales de la era de las Cuatro Grandes Desigualdades que todavía nos atan. Tienen que desaparecer. Por otro lado, podemos mirar los elementos más desconocidos de nuestra época, como la propiedad comunal de la tierra en China, y decir: tal vez éstas sean características emergentes que serán más importantes en el futuro; parecen provechosas; yo las apoyaré. Y por otra parte, podría haber elementos residuales que siempre nos han ayudado, y que necesitan ser conservados. Así que no es tan simple como «lo nuevo es bueno, lo viejo es malo». Es necesario hacer distinciones. Pero cuanto más entendemos, tanto más sutilmente podemos hacer las distinciones.

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