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Authors: Carlos Fuentes

Tags: #Relato

Terra Nostra (109 page)

BOOK: Terra Nostra
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—Oh Dios mío, oh dios, ohdios, ohdiosoh, gritó el Señor, ¿es éste el fin del mundo?, es éste el principio del mundo?, ¿es el principio del mundo el fin de mi mundo?

La rebelion

Muy magníficos señores: Los negocios del reino se van cada día más enconando, y nuestros enemigos se van apercibiendo. En este caso será nuestro parecer que con toda brevedad se pusiesen todos en armas. Lo uno para castigar a los tiranos; lo otro, para que estemos seguros, ¿dónde encontraste esta carta, Catilinón, quién te la dio, qué novedad es ésta, que no viene escrita a mano, sino con caracteres parejos, y frescamente entintados, que mis dedos los borran y se manchan?, interceptóla, mi señor don Guzmán, llegó dirigida al señor Comendador de Calatrava, que ya no es más, habiéndole atravesado el acero de mi señor Don Juan, e híceme pasar por criado del Comendador, que con gran sigilo me la encomendaron unos mensajeros apresurados que llegaron a caballo desde Ávila, y así díjeme aquí hay gato encerrado, y pues no puedo llegar hasta el rey, a vos la entrego, Y sobre todo es necesario que nos juntemos todos para dar orden en lo mal ordenado de estos reinos, porque tantos y tan sustanciosos negocios, justo es que se determinen por muchos y muy maduros consejos, apenas se juntan a cabildear, entonces cuanto antes debo yo actuar, Catilinón, cunda la voz entre los obreros, los cautivos moros y judíos liberados por el Bobo, corre por forjas, tejares, talleres y tabernas, la hora ha sonado, el Señor está petrificado ante su altar con una cabeza de Gorgona en la mano, las puertas están abiertas, la gente de guardia desapercibida, adentro creen que la borrasca ha pasado, afuera, Cato, afuera, picaro, haz lo tuyo, Bien sabemos, señores, que muchos nos lastimarán con sus lenguas, y después nos infamarán muchos con las péñolas en sus historias, acusándonos de levantamiento sedicioso. Pero entre ellos y nosotros a Dios nuestro señor ponemos por testigo, y por juez la intención que tuvimos en este caso. Porque nuestro fin no es alzar la obediencia al rey nuestro señor, sino suprimir a sus consortes la tiranía, pues nos tienen ellos por sus esclavos, que no el rey por sus súbditos, soy de los vuestros, sotamontero yo, Guzmán, sobrestantes, arquitectos y aparejadores vosotros, ¿y quién quedará a salvo de la locura y el capricho del Señor?, pues ved lo sucedido hace apenas unos días a uno de los vuestros, que salió de aquí con la lengua y las manos cortadas por orden del Señor, para no poder hablar ni escribir uno de los turbios misterios de cuanto ocurre allá adentro; ayer fue éste, hoy será otro, mañana ustedes o yo; ved el valor de nuestros compañeros de estamento, los burgueses de Ávila, Toledo y Burgos, dispuestos a tomar las armas para que estos reinos se gobiernen por leyes y no por caprichos; las puertas están abiertas, de ello doy fe; es el momento de actuar, Jerónimo, Martín, Nuño, se acumulan las injusticias, se acumulan los rencores, sí, el Señor, hace veinte años, tomó a la fuerza a mi joven novia, el día de nuestras bodas, la mancilló, la enloqueció, nunca fue mía, derecho llámase eso, derecho de la pernada, aquí llegué, hasta esta obra, aquí medí mi tiempo, mi tiempo ha llegado, Martín, Nuño, derecho, justicia, para escarmiento fue mandado matar mi hermano de hambre, sed y frío, abandonado desnudo en invierno y en un collado de Navarra, rodeado de tropas, a los siete días allí murió mi hermano, por órdenes de un señor inferior a este que nos gobierna, que si tanto hizo el chico, ¿qué no hará el grande?, Nuño, que para ser libres a medias y mudarnos de lugar, hubimos de entregar nuestras heredades al noble señor del lugar donde nacimos, y aquí me tienen, menos herido que ustedes, Jerónimo, Martín, Guzmán, pero no menos decidido, No penséis, señores, que nosotros somos solos en este escándalo, que hablando de verdad, muchos caballeros generosos y representantes de los tres estados se han unido a nosotros, ¿cuánto costó el entierro de los treinta antepasados del Señor, traídos aquí entre guardias, alabarderos, cánticos, palios y capítulos de todas las órdenes?, ¿cuánto hubiera costado el entierro del obrero sofocado bajo un derrumbe de tierra, y allí velado por su viuda, y allí dejado a pudrirse?, más seguro tienen el sustento los bueyes que nosotros, pues las bestias tienen provisión hasta para dos años de heno, paja, harina y centeno, pero ninguna provisión para nosotros cuando termine la obra, y nos comimos el salario, cinco ducados en libranzas de a cada tres meses, y así en Segovia como en León, en Valladolid como en Toledo, en Soria como en Salamanca, en Ávila como en Guadalajara, en Cuenca como en Burgos, en Medina como en Tordesillas, hablan con nuestra misma voz caballeros de mediano estado, regidores, jurados, alcaldes y síndicos, canónigos, abades, arcedianos, deanos y chantres, catedráticos, capitanes y maestros de campo, doctores, licenciados y bachilleres, médicos y físicos, mercaderes y cambistas, notarios y boticarios, seréis expulsados, judíos, perseguidos, moros, no habrá lugar para vosotros en el reino de la pureza de la sangre, cristianos viejos, limpios de sangre, ¿quiénes son?, ¿cuántos son?, hubo tiempo en que los cristianos mozárabes vivieron en tierra musulmana y los musulmanes mudéjares en tierra cristiana, y tolerábanse entre sí, y convivían con judíos, y decíanse los tres pueblos del libro y San Fernando rey de Castilla proclamábase rey de las tres religiones y moros y judíos aportaban a la barbarie goda, arquitectura y música, industria y filosofía, medicina y poesía, y la Inquisición era mantenida a raya para no sobrepasar el poder de los monarcas, y así prosperaron las ciudades, se gestaron las instituciones de I#, libertad local, mas ahora, ¿quién quedará a salvo de los nuevos poderes de la Inquisición?, ¿en qué acto inocente no se verá la sospecha, se leerá la culpa, se dictará el exterminio?, ¿qué podréis hacer para defenderos de la tortura, la cárcel, la muerte y la pérdida de vuestras vidas, familias y haciendas?, ¿a quién apelaréis?, ¿para qué apelaréis?, leed todos este decreto del Señor: todos son culpables mientras no prueben su inocencia; ¿probarás la tuya en el caballejo, moro, a la hora del garrote, hebreo, en el suplicio de la picota, peón?, y también la variedad de oficios de todas y cada uno de nuestras ciudades, tenderos, mesoneros, armeros, plateros, joyeros, azabacheros, cuchilleros, herreros, fundidores, horneros, aceiteros, carniceros, especieros, salineros, cereros, pellejeros, sombrereros, tundidores, lenceros, cordoneros, calceteros, boneteros, guarnicioneros, zapateros, sastres, barberos, silleros, carpinteros, entalladores, servilleros, no es hora de buscar consejo, es hora de actuar, sí, Guzmán, de actuar, aquí estamos, en el recinto mismo del Señor, las puertas abiertas, los habitantes del palacio dormidos, entregados a extrañas devociones, ajenos a cuanto ocurre, podemos atacar impunemente el corazón mismo de la opresión, atravesarlo, cortar la cabeza de un tajo, picas, palos, cadenas, los aceros forjados en tu fragua, Jerónimo, las armas de los pobres, pronto, las puertas están abiertas, de tal modo, señores, que podemos hablar de una voluntad general de este reino para deshacer los entuertos que a todos nos afectan, y así para lo que se entiende hacer, debería bastar para justificación nuestra que no os pedimos, señores, dineros para iniciar la guerra sino que os enviamos pedir buen consejo para buscar la paz, ¿dónde está la jara donde antes amparábamos nuestros ganados, eh?, aquí mismo había una fuente que jamás se secaba, y junto a ella crecía un bosque que era el único refugio de los animales en invierno y en verano; sólo rosas de negro crespón crecen hoy en este vergel devastado; y después, ¿qué?, ¿dudas, Jerónimo?, es que recuerdo, Martín, recuerdo, las puertas abiertas, así fue la anterior matanza, las puertas abiertas, precaveos, esperad, ya no es posible, Jerónimo, mira la turba, vamos todos, por las escaleras que conducen del llano a la capilla del Señor, ésa es la puerta abierta, que nunca se cerró, que todos respetamos, imbéciles, siempre estuvo abierta, ¿te das cuenta del agravio?, ¿tan poco nos han temido?, treinta escalones, del llano a la capilla, no hay más que bajar por ellos, a los sepulcros, todos, armados, lanzas, garrochas, picas, cadenas, aceros, azadones, hachas de fierro y hachas de fuego, obreros, árabes, judíos, herejes, mendigos, sobrestantes, putas, eremitas, Simón, Martín, Nuño y Jerónimo arrastrado por la turba y los relinchos de los caballos y los mugidos de los toros que rompen las cercas, corren espantados, nerviosos, sudorosos, por el llano de Castilla, los relinchos, los mugidos, el polvo, el vuelo de los cuervos, todos por la escalera, Muchos jóvenes de estas ciudades, alzados contra los últimos edictos del Señor, piden violencia inmediata y nos cuesta persuadirlos que tendemos a establecer una democracia, omnia eo consulta tendebant ut democratia, y ellos contestan que la conquista de la libertad no puede hacerse por caminos de la ley, de libértate nunc agitar quam qui procurant millas adiunt leges, omni virtuti pietatique renunciante ¿ley para quienes todo mancillan, piedad para quienes ninguna piedad ofrecen?, Simón, reúnanse todos, no cambien de ropa, vestidos de frailes y de monjas, reúnanse, mendigos, peregrinos, eremitas, prostitutas, adeptos de Pedro Valdo, contra los excesos de Roma, la sierpe coronada, el falso papa, el poder de la Inquisición, ahora, en marcha, perfectísimos cátaros, aquí habita el dios del mal, incendiemos su morada, ésta es la casa del diablo, adamitas, creyentes en la inocencia del cuerpo de nuestro primer padre y de todos sus hijos, al palacio, todos, las puertas están abiertas, seguidme a mí, Simón, que he visto la enfermedad y el dolor y la pobreza de los hombres, seguidme, desenfundad los viejos cuchillos, levantad las estacas, encended las teas, Será difícil contenerles si no obramos prontamente y por esto os pedimos, señores, por merced que vista la presente letra, luego sin más dilación enviéis vuestros procuradores a la junta de Ávila, y sed ciertos, que según la cosa está enconada, tanta cuanta más dilación pusiéreis en la ida, tanto más acrecentaréis el daño de España, y antes, Guzmán, de prisa, alejaos, Señor, de esta capilla, de vuestra alcoba, buscad refugio en la más honda mazmorra, mientras pasa la tormenta, ya descienden por las escaleras, ¿qué dices, Guzmán?, por esos escaños sólo se asciende, nadie ha bajado por ellos nunca, yo subí para conocer mi propia muerte y resurrección, ¿descienden ellos para conocer su propia vida y resurrección?, ni vida ni resurrección, Señor, que todo está listo para este momento, como lo estuvo hace veinte años, escondidos los guardias, todo con la apariencia de que nada se sospecha, pero todos listos para obrar como vos obrasteis hace veinte años, Guzmán, yo no te di órdenes, yo no he terminado de debatir este problema dentro de mi propio corazón y consultar con mi propia alma, ya es tarde, Señor, huid, escondeos, descienden por la escalera, armados, las hordas, sólo he seguido el ejemplo que vos mismo disteis hace cuatro lustros, soy fiel a vuestras lecciones, lejos, Señor, a las mismas mazmorras donde están el peregrino del nuevo mundo y vuestros acompañantes de los pasados siete días, el ciego flautista de Aragón y la muchacha vestida de paje, pronto, Señor, tomad esta carta, os lo dije siempre, otras, peores rebeliones os acechan, aplastad la de hoy para prevenir la de mañana, de prisa, lejos, Señor, dejadme obrar en vuestro nombre, que muerto aquel perro, Bocanegra, nadie os es más fiel que este hombre, Guzmán, y cuanto en la Junta tratemos será tratado en el servicio de Dios. Lo primero, la fidelidad al rey nuestro Señor. Lo segundo, la paz del reino. Lo tercero, el remedio del patrimonio real. Lo cuarto, los agravios hechos a los naturales. Lo quinto, el olvido de convocar a los concejos a reunirse en cortes. Lo sexto, las tiranías que han inventado algunos de los nuestros. Lo séptimo, las imposiciones y cargas intolerables que han padecido estos reinos, miren los sepulcros, ¿quién nos dará entierro igual?, miren los lujos de la falsa iglesia, el falso papa y el monarca de impúdica faz, levanten las laudas, a hachazos contra las figuras de mármol, arrojen fuera de las tumbas esos huesos viejos, tomen copones, beban el vino, desayunen con hostias, más pan hay en este tabernáculo que el que comieron todos nuestros padres en vida, con el azadón contra las pilastras, revuelvan los cajones, albas, dalmáticas, sobrepellices, cíngulos, vístanse con eso, derrumben en un día lo que se construyó en cinco años inútiles, cinco años de trabajo para levantar un cementerio real, coño, corran por todos los pasillos, patios, corredores, cocinas, establos, mazmorras, liberen a los presos, hártense de viandas, arranquen los tapices, incendien las caballerizas, a sus celdas, a rezar, hermanas mías en el Señor, atrancadas, con candados, a orar, Dios te salve, reina y madre, reina de misericordia, se cumplió la profecía, llegaron las hordas del Anticristo, Angustias, Clemencia, Dolores, ¿dónde se ha metido la Inesilla?, ¿dónde que ya no la vemos?, quién sabe, Madre Milagros, es tan bullanguera, tan curiosa, atranque la puerta, eche candado, Ave María Purísima, sin pecado concebida, a las alcobas, allí andarán, búsquenlos, el Señor, la Señora, el bobo, la enana, la vieja loca, escondidos, den con ellos, y luego, De manera que para destruir estos siete pecados de España, se inventasen siete remedios en aquella Santa Junta, parecenos, señores, y creemos que lo mismo os parecerá, pues sois cuerdos. Que todas estas cosas tratando, y en todas ellas muy cumplido remedio poniendo, no podrán decir nuestros enemigos que nos amotinarnos con la Junta, sino que somos otros Brutos de Roma redentores de su patria, corrió Martin con una antorcha en alto por los corredores de emplomados blancos, abriendo puertas, no viendo nada, el Señor, había que tomar al Señor, ésa era la orden, cortar de cuajo la cabeza de la tiranía, la Señora, tomar a la Señora, abrió la puerta, la alcoba de blancas arenas y azulejos arábigos y tapices del califato, la Señora hincada ante la cama, un fiambre en la cama misma, un muerto, una momia de retazos, inmóvil, y esa mujer que él vio y deseó tantas veces, él cargando la angarilla llena de piedras, ella caminando bajo el sol con el azor en el puño, esa visión de blanca dulzura, de inalcanzable belleza, aquí, a la mano, ahora, por fin, arrojó el hacha ardiente al suelo de arena, incendio del desierto, deseo, tomar lo que se quiere, no esperar, el cuerpo hambriento, la visión encarnada, tomó a la mujer de los puños, la levantó de su posición arrodillada, ella no gritó, ella no habló, unos ojos zarcos, brillantes,
desafiantes, unos labios húmedos, entreabiertos, torcidos, un escote hondo, infernal, lechoso, la abrazó del talle, la besó con furia, ella lo rechazó, ella lo rechazaba, al fin, lo reconocía, la fiera, olía el sudor, el ajo, la mierda del cuerpo de hombre de verdad, le arañaba el velludo pecho, los curtidos brazos, la rebelión, ¿qué era?, ¿dónde estaba?, ¿para qué era?, aquí, ahora, tomar lo que tanto se ha deseado, eso era todo, arrancó Martín los ropajes de la Señora, le descubrió los pechos, chupó los pezones, la arrojó sobre la arena, metió una mano bajo las nalgas de la mujer, la dureza del pene le rompía el taparrabos, lo arrancó de entre sus piernas, se disparó como una flecha la verga erecta, pulsante, babeante ya, con la otra mano le tapó los labios a la mujer, apartó las piernas de la Señora, miró el tesoro, la selva, el fondo del mar, iba a entrar, iba a sumergirse en el océano de merluzas de plata, iba a entrar, la puerta, los pasos veloces sobre la arena, iba a entrar, la vasca de Guzmán, la daga entró entre las cuchillas de la espalda de Martín, el obrero cayó pesadamente sobre el guardainfante de la Señora, la mujer se mordió un dedo, su mirada de fiebre, Guzmán de pie, con el puñal en la mano, Martín bocabajo, muerto con el pene tieso, el peso del cuerpo de Martín, Guzmán lo levantó de los sobacos mojados, lo arrojó bocarriba sobre la arena, la arena se manchó de sangre, el silencio, por fin, ¿qué te debo, Guzmán, qué te debo?, el silencio, los ojos cerrados de Guzmán, la sangrienta vasca enfundada, nada, Señora, nada, tengo otras cosas que hacer, la carcajada de la Señora mientras Guzmán salía de la alcoba, la insultante, impía soberbia de la Señora, lacayo, belitre, Don Nadie, ¿por qué te atreviste a interrumpir mi sabroso coito con este macho?, Cansados estamos de obedecer sin ser consultados, y reunidos en Junta nacida de la voluntad general de los tres estados, restableceremos las leyes del reino, desvirtuadas por los decretos últimos del Señor nuestro rey, no pagaremos tributos extraordinarios que no sean aprobados por las asambleas de todo el pueblo, y en las cocinas hay ansarones, palominos duendos, pastelillos de angulas, vinos de Luque, de Toro y de Madrigal, toma tu, y tú, y tú, hártate, bebe, olvídate del platillo diario de garbanzos, tú, mendigo, tú, ramera, tú, ermitaño, deja que los orates oren, el monje Simón y sus carnestolendas de místicos, todos apeñuscados en la capilla, custodiando un tríptico que dicen fue pintado por uno de los suyos, impidiendo que se profane o destruya ese retablo, adueñados del templo, la nueva religión, la cristiandad restaurada, el inicio del tercer tiempo, la pureza, la destrucción de las falsas imágenes, no, la impureza, el cuerpo exhausto en la tierra para que el alma llegue pura al cielo, las disputas, las flagelaciones, los gritos, los adeptos desnudos, hombres y mujeres, trenzas de cuerpos fornicando ante el altar, igual que en el cuadro flamenco, Simón con los brazos en alto, pidiendo orden, orden, orden, los adamitas, los adeptos del libre espíritu, los alumbrados, los cátaros recostados sobre las tumbas de los príncipes, la endura, esperar la muerte, pasar pronto por la vida sin manchar el cuerpo, la perfección, los insabattatos valdenses, la pobreza, destruid el lujo, que no quede piedra sobre piedra, la disputa, los golpes e insultos entre valdenses y adamitas, destruir el cuadro, protegerlo, los árabes que se escurren hasta la alta torre del estrellero Toribio, no temas, hermano, nada romperemos, nada tocaremos, déjanos rezar desde aquí en lo alto, hace tanto que nos arrastramos como gusanos, déjanos cantar al cielo desde el cielo, y los judíos se sentaron en un patio, a esperar, y no serán más perseguidos los conversos que con su trabajo acrecientan la riqueza de España, ni los mudejares integrados a las comunidades cristianas ni se seguirá proceso alguno por origen de la sangre, y Jerónimo buscó solo, apartado de las turbas que invadían el palacio del Señor, descendiendo por las estrechas y húmedas escaleras de caracol a las mazmorras más hondas, donde goteaba el agua negra de los subterráneos, el agua que nunca llegó hasta el llano calcinado por donde corrían con rumores de tambor los caballos y los toros, y allí, en una celda, encontró, inmóvil, al Señor, sentado sobre un banquillo, ensimismado, ajeno a cuanto ocurría, y el viejo de barba rojiza como los fuegos de su forja le dijo, ¿no me recuerdas?, y el Señor le miró desde su ausencia y negó con la cabeza, Jerónimo, hace veinte años, la boda en la troje, he esperado largo tiempo, Señor Felipe, demasiado tiempo, pero ya estoy aquí, con mis cadenas entre las manos, forjadas por mí, para ti, para matarte como quiero, con el producto de mi trabajo, a cadenazos, y el Señor levantó la mirada, y sonrió y dijo, no me acuerdo de ti, no sé quién eres, pero te agradezco lo que me ofreces, espero la muerte, quiero la muerte, no me la he dado a mí mismo porque soy cristiano fidelísimo, dame tú lo que más he querido, tú un desconocido, tú un hombre sin realidad alguna para mí, y te lo agradeceré en la eternidad, y Jerónimo titubeó, miró la figura del Señor y dijo sí, tienes razón, tu tortura es tu vida, no te daré lo que quieres, dejó caer las cadenas a los pies del Señor, salió de la mazmorra sin luz, extrañamente aligerado, extrañamente seguro de su acto, y los guardias le apresaron afuera de la mazmorra, y Guzmán dijo, atadle con sus propias cadenas, debiste matarme a mí, Jerónimo, y Jerónimo rugió, luchó, fue sometido y luego, de pie, miró a los ojos de Guzmán, escupió el rostro de Guzmán, Judas, Judas, ni el rey tendrá derecho a otorgar puestos en perpetuidad, ni quedarán libres a su capricho los allegados y cortesanos de la corona, sino que serán fiscalizados,, como lo será el mismo rey, de tal manera que quedará establecido el derecho de resistencia dentro de un nuevo orden constitutivo del reino, del cual el rey es sólo un elemento, capilla, pasillos, patios, caballerizas, cocinas, alcobas, celdas, torres, las alabardas del Señor, las flechas del Señor, los arcabuces del Señor, las lanzas del Señor, las espadas del Señor, las dagas del Señor, las hachas del Señor, apostadas en cada salida, bajo cada ventana, junto a cada resquicio del palacio en construcción interminable, tapados todos los agujeros por donde pudiesen escapar los ratones, fumigada la madriguera, el estallido de pólvora en la capilla, los flechazos en pechos y espaldas de quienes corrían por patios y cocinas, los hachazos en los cráneos de quienes yantaban en las cocinas, los puñales en los corazones de quienes dormitaban su amor y su gula en las alcobas, las espadas en los vientres de quienes oraban en la torre, las alabardas en las nucas de quienes esperaban en el patio, ni uno vivo, gritaba Guzmán, corriendo de un lugar a otro, incluso a los que parezcan muertos, denles segunda cuchillada, atraviesen con las tizonas todo lo que se mueve y también todo lo inmóvil, dos muertes para cada uno, tres muertes, mil, cunda el ejemplo, sepan los comuneros de la Junta de Ávila lo que les espera, córtese de cuajo la rebelión, arranquen los ojos a los muertos con los ojos abiertos, la lengua a los muertos con la boca abierta, las manos a los muertos con la mano abierta, la cabeza a todos, a hachazos, herejes, moros, mendigos, peregrinos, judíos, putas arrejuntadas a la blasfemia y la sedición, pronto, el palacio es una copa rebosante de sangre, levantadla ante el altar de la Eucaristía: ésta es mi sangre, éste es mi cuerpo, y ninguna decisión se tomará si no es conforme a la voluntad de todos y con el consentimiento de todos, y por la estrecha rendija abierta a la altura de sus ojos amarillos, la Dama Loca miraba la matanza en la capilla desde su nicho amurallado, tan cómoda, tan bien adosado su cuerpo sin brazos ni piernas a ese pedestal invisible, bien acogidos su puro tronco y su alucinada cabeza a ese eterno vientre de piedra, había vuelto a su seno, miraba la muerte de lo enemigo, lo numeroso, lo que intentaba negar las razones de vida y muerte de la vieja Reyna, muerta y viva, agradeciendo, Felipe, hijo mío, has demostrado otra vez ser digno de mi sucesión, regresa mi sangre a tu sangre, España es una, grande, fuerte, No dudamos señores, sino que os maravilléis vosotros, y se escandalizarán muchos en España de ver juntar Junta, que es novedad nueva. Pero pues sois, señores, sabios, sabed distinguir los tiempos, considerando que el mucho fruto que de esta Santa Junta se espera, os ha de hacer tener en poco que los malos nos tengan por traidores, que de allí sacaremos renombre de inmortales por los siglos venideros, Nuño sólo entendió una cosa, liberad a los prisioneros, se perdió en el enjambre de subterráneos del palacio, se acercó a una celda donde chisporroteaba una vela, con la pica que traía entre manos rompió la cadena y el candado, abrió la puerta, ea, sois libres, el ciego flautista aragonés, la muchacha vestida de paje y el joven llegado con ella hasta la forja de Jerónimo una noche no tan lejana, los abrazó, sois libres, hemos tomado el palacio, las puertas estaban abiertas, el Señor no ofreció resistencia, vengan conmigo, salgan de aquí, llévenme a la capilla, pidió Ludovico, allí volveré a ver, Felipe entendió, puedo abrir otra vez los ojos, salieron los tres, guiados por Nuño el hijo de áscaris de la frontera de moros, Ludovico tomado de las manos de Celestina y el peregrino del nuevo mundo, preguntando, y los otros dos, mis hijos, ¿sabes de ellos?, ¿quiénes?, el que disfrazaron de príncipe y llamaron Bobo, el que disfrazaron de burlador y llamaron Don Juan, no, no he visto a ésos, ¿cómo son?, iguales a éste, Nuño, exactos los tres, no, no les he visto, entonces éste es el heredero, mi hijo, el hombre libre llegado del mundo nuevo, el único que entró a la historia de España y no fue devorado por ella, el sobreviviente, mi hijo, salieron por la escalera de caracol a espaldas de la capilla, se detuvieron un instante detrás del altar, el silencio de la capilla era más profundo que el de las mazmorras, voy a ver, hijo, Celestina, Nuño, voy a abrir los ojos otra vez, perdí el espejo que podía reflejar al mundo entero, al principio creí que sin ojos no habría memoria y por consiguiente no habría imaginación; luego supe que todo lo había visto antes de cerrar los ojos y podía guardarlo para siempre; no habría visto más que otro hombre muerto a mi edad y ésa sería la medida de mi memoria y de mi imaginación; pude haberme rebanado los ojos; no lo hice, porque a pesar de todo mantuve la esperanza de volver a ver, un día, algo que mereciera ser visto, el milenio, el triunfo de la gracia humana, la muerte de Dios, el milenio del hombre, ese día ha llegado, voy a abrir los ojos, díganme cuándo llegamos a la capilla de Felipe, allí abriré los ojos, otra vez, Porque regla general es, que toda buena obra siempre de los malos se recibe de una guisa. Presupuesto esto, que en lo que está por venir todos los negocios nos sucediesen al revés de nuestros pensamientos, conviene a saber, que peligrasen nuestras personas, derrocasen nuestras casas, nos tomasen nuestras haciendas, y al fin perdiésemos todos las vidas, y ¡ay Lolilla, que hay más mal en la aldehuela que se suena!, y dime tu si no querías que en estas fiestas te tocara caramillo de hereje, moro o judío, no te quejes, Catilinón, que tú también querías cufro de puta inglesa o monja blasfema, y con mi coño debiste contentarte, como yo con tu mandragulón, pero no te quejes, que ya hicimos nuestro agosto, y bien forradas traigo yo las enaguas de joyas y yo el jubón de ducados, Lolilla, y ya tenemos con qué largarnos de este antro de dominguillos y establecer comercio en Valladolid, Ávila o Segovia, anda, tragasantos, ale, picacantones, vente, blasfemadora, a enlodar, balandrón, en esta celda, mira, y en— traron a la cámara de espejos donde Don Juan follaba con Doña Inés, picaro, le gritó el amo al criado, ¿dónde estabas cuando más te necesité?, ¿no prometiste protegerme, adelantarte a mis aventuras, proteger mis fugas, suplantarme en caso necesario? Oh, mi señor Don Juan, que gustoso os suplantaría en este instante y os daría a la Lolilla a cambio de la Inesilla, se carcajeó Catilinón, y ayudó a Don Juan a separarse de la monja, ¿para qué quiero a esa injuina, faraute?, gimió Don Juan y Lolilla gritó al verle, ¡ay que vos sangra la punta de la picarazada, mi señor Don Juan, ay que la santa puta os despellejó!, y Don Juan cubrióse las partes heridas con el tapiz de brocados. Doña Inés se levantó llorando, Catilinón y Lolilla se maravillaron al verse reflejados en muros de espejo, techos de espejo, piso de espejo, ¿qué bultos traen allí, renegados, que parturienta pareces, matrera, y tetudo tú, don perico?; incendiáronse los rostros de los criados; ordenóles Don Juan que se desvistieran, que se acostaran en el piso de espejos, cubrió Inés a Lolilla con los trapos de la madre Celestina y Don Juan a Catilinón con el manto de brocado, y vistiéronse ellos con las ropas de los criados, métele el padre al pellejón de la Lola, Cato, gocen de cárcel de espejos, pendejos, huye conmigo, Inés, entre tus piernas recobré el sueño de mi hermano, nos espera un bergantín, echa candado y cadena a esta prisión, gran gresca huelo en palacio, huyamos, te cuidaré, amado mío, tu presencia me enajena, sanará tu sabroso micer, tus palabras me alucinan, viviremos lejos de aquí, juntos, tu aliento me envenena, ven, Don Juan, ven, Inés, llamemos juntos al cielo, y si el cielo no nos oye y sus puertas nos cierra, de nuestro paso en la tierra responda el cielo, y no yo, en tal caso diremos, que el disfavor es favor, el peligro es seguridad, el robo es riqueza, el destierro es gloria, el perder es ganar, la persecución es corona el morir es vivir. Porque no hay muerte tan gloriosa como morir el hombre en defensa de su república, retumban los tambores funerarios por el llano, más sordos que las pezuñas de bueyes y caballos acorralados de vuelta, apáganse los humos de las tabernas y las chozas, miran en silencio las mujeres enlutadas, embozadas, envejecidas, chillan, corren, permanecen agarrados a las faldas y a las manos de las mujeres los niños descalzos, legañosos, tostados por el sol, mechones rubios, teñidos por el sol, de las oscuras cabelleras, ojos negros y redondos, uñas rotas, merodean los perros tiñosos, vuelan en busca de sus nidos las cigüeñas, tres filas de soldados del Señor, lanzas en alto, negros pendones, arcabuces prestos, alabardas en reposo, cierran tres costados del espacio de polvo y al fondo, a los pies del alto lienzo del mediodía del palacio interminado e

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