—¿Por qué miras tanto ese restaurante? —me pregunta de pronto—, ¿Te apetece un margarita o algo así?
No se da cuenta de que no estoy mirando el restaurante. El tipo rubio de la cazadora no puede andar muy lejos, pero no lo veo.
—¿Por qué ha muerto Kelly Montrose? —pregunto, casi murmurando para mí en lugar de dirigirme a él—. ¿Qué le ha pasado a Amanda Flew?
Trent no es lo bastante frío para disimular la desesperación que se trasluce brevemente en su cara.
—No se trata solo de Kelly ni de Amanda. —Aspira y mira alrededor—. No lo entiendes… Este… asunto… tiene mucho alcance, Clay. —Se interrumpe—. Tiene mucho alcance… Hay otras personas involucradas y…
—¿Puedes contestar a mi pregunta?
—Pero me estás pidiendo una respuesta cuando no existe solo una.
El iPhone vuelve a vibrar en mi bolsillo.
—Hueles a alcohol —murmura, volviéndose—. Había oído rumores, pero por Dios…
Cierro el puño alrededor del iPhone como si así pudiera detenerlo.
—Mira, no va a conseguir el papel, ¿de acuerdo? —dice Trent—, ¿Lo entiendes?
—¿Lo sabes con seguridad?
—Supongo que puede ocurrir cualquier cosa, pero no creo que esa sea una posibilidad.
—Bueno, entonces habrá terminado y se irá con otro. Pasará página.
—No, no lo hará. Porque le ofrecerás otra —dice Trent rápidamente—, Lo prolongarás, como sueles hacer. Y como las demás, ella tardará un tiempo en comprender. —Se interrumpe—, Y luego tú tardarás aún más tiempo en comprender y…
—¿Por qué estás aquí, Trent? —pregunto, incapaz de contener el estrés que nos envuelve—, ¿Has venido de parte de Julián? ¿Quieres que Rain esté con Julián? ¿Quieres que vivan felices?
—No, no me estás prestando atención. No lo entiendes —dice Trent, sacudiendo la cabeza—. Corta todo contacto con ella. Empezando por esta tarde. No vuelvas a verla. No le devuelvas las llamadas. Acudirá a ti, pero no dejes que…
—¿Y si te digo que te vayas a la mierda?
—Eso sería una gran tontería.
—A menos que me digas por qué debo quitarme de en medio, no creo que lo haga.
—Si logra tener contento a Rip Millar un par de meses más, entonces todo se calmará. —Trent se para y me mira a la cara—, ¿Lo entiendes ahora, o tengo que ser más claro? Julián no es el obstáculo en este momento. Eres tú. Julián ya ha tratado de persuadirla para que te deje. Pero en este caso ella solo te escuchará a ti.
—¿Por qué a mí?
—Porque cree que eres el único que puede hacer algo por ella —dice Trent, y luego vuelve a sacudir la cabeza—. Eres el único al que le importa. —Hace una pausa—. Porque cree que eres su única oportunidad.
Me obligo a reír, pero solo es un gesto para controlar el miedo. Cuando saco del bolsillo el iPhone, leo tres mensajes de texto consecutivos: «¿Por qué estás con él?», «¿¿Por Qué Estás Con Él??», «¿¿¿por qué estás con él???».
No estoy atento a lo que dice Trent hasta que oigo:
—A partir de ahora te has convertido oficialmente en un blanco.
Eso me recuerda lo que me dijo Rip Millar en la parte trasera de la limusina hace unas noches.
—¿Qué?
Levanto la vista del móvil y miro temeroso al tipo de la cazadora, que ha vuelto a aparecer y finge mirar la lejana bruma con expresión soñadora.
—Alguien podría estar tendiéndote una trampa.
—¿Una trampa para qué?
Trent nota algo cuando enciendo un cigarrillo.
—Te tiembla la mano. No puedes fumar aquí.
—No creo que haya nadie para prohibírmelo.
En la azotea del restaurante mexicano hay alguien mirando el muelle con unos prismáticos. Luego me doy cuenta de que el tipo que nos sigue está sacando más fotos y que la cámara está enfocada hacia el mar, y que con la bruma resulta casi imposible sacar esas fotos, a menos que esté haciendo fotos a los dos tipos apoyados contra la barandilla del final del muelle de Santa Mónica, uno de ellos fumando un cigarrillo, el otro retrocediendo frustrado. El tipo de la cazadora vuelve a cruzar el muelle como si buscara un ángulo mejor, pero no le digo nada a Trent porque parece no haberse fijado en él, y las cabinas vacías de la montaña rusa se deslizan por los raíles, entrando y saliendo de la bruma, y una voz canta débilmente «you’re stili the one» por la radio de una tienda de surf, y en la playa un surfista camina por la orilla con una toalla enrollada alrededor de la cabeza como un turbante.
—Ella se le insinuó a Mark —dice Trent—. ¿O ya lo sabías?
Sigo mirando el móvil.
«¿¿¿QUÉ COJONES TE ESTÁ DICIENDO???»
—Trató de llevárselo a la cama. Pero él no estaba interesado. Se le rió en la cara. Fue la noche siguiente a la prueba y ella le envió fotos suyas. El me dijo que podría haberse acostado con ella si hubiera querido.
Miro de nuevo la azotea del restaurante y echo un vistazo al tipo rubio con la cámara que desaparece en la bruma.
—Dijo que ella era demasiado mayor para él…
—¿Intentas provocarme?
Trent cambia de táctica.
—Daniel Cárter está interesado en
Adrenaline
. Quiere que sea su próxima película. Podríamos lograr que lo fuera. —Me mira esperanzado—. ¿Te aplacaría eso?
—¿Qué estás haciendo, Trent? ¿Por qué estás aquí? —murmuro—, Si no hablas sin rodeos, me largo.
—Desentiéndete. Déjala en paz. Solo te estoy pidiendo que lo dejes correr. —Una pausa—. No necesitas saber la razón. No vas a conseguir respuestas. De todos modos, dudo que cambiaran algo.
—Me importa una mierda lo que tú quieras. —Hago una pausa—. Lo que quiero saber es qué pasará si voy a la policía. Si monto un guión convincente sobre Rip Millar y lo que le pasó a Kelly Montrose, y voy a la policía y…
—No lo harás —dice Trent cansinamente, volviéndome la espalda—. No lo harás, Clay.
—¿Por qué estás tan seguro de ello?
Tiro al suelo el cigarrillo a medio fumar y lo aplasto con el zapato.
—¿Recuerdas a esa chica a la que pegaste? ¿La actriz? ¿La de Pasadena?
Me aparto de él de inmediato.
—¿Aquella a la que indemnizó el cabrón de tu abogado? ¿Hace dos años?
Trent sigue pisándome los talones.
—Está dispuesta a hablar —dice alcanzándome—. ¿Sabías que estaba embarazada cuando le diste la paliza? ¿Sabías que perdió el niño?
No encuentran el cadáver de Amanda Flew, pero cuelgan en Internet un vídeo de lo que parecen ser sus últimas horas de vida y tienes que fingir que no lo estás viendo si quieres llegar al final. Amanda está en una habitación de motel desnuda y balbuciente mientras unos hombres con pasamontañas le meten un chute. Ella sufre convulsiones y dos de los hombres enormes la sujetan mientras se sacude sobre unas hojas de periódico pegadas al suelo con cinta adhesiva, y entonces sacan herramientas de lo que parece una nevera portátil. Los hombres se turnan para orinar sobre ella y no paran de abofetearla para que no se duerma. Y las convulsiones se vuelven más intensas y durante una de ellas uno de sus globos oculares se sale de su cuenca, luego una polla semierecta entra y sale de su boca flácida, y en cuanto empieza a caerle sangre por la cara se aparta, y es en ese momento de los aproximadamente diez minutos que dura la secuencia cuando por fin lo ves: las drogas dejan de surtir efecto y Amanda se da cuenta de lo que está pasando y mira lúcidamente durante largo rato a la cámara, y el pánico que refleja su cara se convierte en algo más. Y entonces ocurre algo que me obliga a apagarlo: te das cuenta de que no se trata solo de Amanda. No puedo menos de pensar que eso está ocurriendo por mi culpa.
Lo evito todo. En cuanto cuelgan el vídeo, se produce un silencio y sin embargo nadie cree que sea real. Hay verdaderas discusiones sobre su autenticidad. La gente cree que son trozos desechados de una película de terror que hizo Amanda el año anterior y ni los mismos productores de la película pueden impedir que esa teoría prospere. Pido dos botellas de ginebra en Gil Turner's y en cuanto me las traen hago planes para irme a las Vegas y reservo una suite en el Mandalay Bay, pero luego la cancelo a pesar de que ya tengo las maletas preparadas, y la luna se eleva por encima de la ciudad y, por primera vez en lo que parecen años, esta noche no hay ningún coche en Elevado Street, y mientras me baño me planteo si llamar a una chica que sé que vendrá pero luego me tumbo en la cama con los auriculares Bose, bebiendo la segunda botella de ginebra, y enseguida estoy soñando otra vez con el chico muerto que ahora está de pie en la habitación, y se acerca sin hacer ruido a la cama y me susurra que me reúna con él en su sueño infinito, y en el sueño las palmeras son más altas y se retuercen con el viento al otro lado de las puertas corredizas del 1508, y cuando veo los cardenales que tiene en la cara, donde lo golpeé en el sueño anterior, empieza a sonar el teléfono y me despierto, pero no antes de que el chico susurre: «Sálvame…».
—¿Qué te dijo Rip?
Es Julián y me estoy despertando y es media tarde y el cielo se está oscureciendo.
—¿Qué? —Carraspeo y vuelvo a preguntar—: ¿Qué?
—Sé que lo viste. Sé que está buscándome. ¿Qué quería?
Casi logro incorporarme.
—Creo… en cuanto a… qué está pasando…
Julián me interrumpe automáticamente.
—No hay nada que pueda relacionarlo con eso.
El silencio que sigue confirma que los dos sabemos a qué se refiere: Amanda.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto—, ¿Dónde estás?
—Nos vamos esta noche —dice Julián, disimulando el apremio en su voz.
—¿Quién se va?
—Rain y yo. Nos vamos esta noche.
—Julián —empiezo a decir, y luego intento averiguar qué quiero decirle pero estoy al borde de las lágrimas y no me sale nada y sigo aferrando las sábanas revueltas que me rodean, que están húmedas de sudor y por primera vez es real: ella va a irse con él y no conmigo.
—¿Qué? —pregunta con impaciencia—. ¿Qué quieres?
—Necesito verte —digo—. Ven. Quiero ayudarte.
—¿Por qué? —pregunta enfadado—, ¿Ayudarme con qué?
—Rip quiere hacer un trato. Quiere acabar de una vez con todo esto.
Hay una pausa.
—¿Y qué tienes que ver tú con esto?
—Lo sé todo. Voy a ocuparme de que hagáis el trato. —Callo antes de decir—: Le devolveré el dinero. —Al final, aunque casi no puedo tragar, añado—: Voy a hacer que esto se acabe.
Dos horas después, Julián me envía un mensaje de texto desde algún lugar cercano al Doheny Plaza. «¿Estás solo?» Y luego: «¿Corro algún riesgo si voy?». Me he despejado todo lo posible cuando respondo: «Sí». Llamo a Rain, pero no me contesta y como no me contesta, marco otro número y me sale la voz de Rip.
—Me han estado siguiendo —dice Julián, pasando por mi lado—. He cogido un taxi. Necesito que me lleves de nuevo a Westwood. —Se vuelve y se da cuenta de que voy en albornoz. Se fija en la copa de ginebra que tengo en la mano. Me mira—, ¿Estás bien? ¿Podrás llevarme?
—¿Dónde está Rain? —pregunto—. Quiero decir cómo está.
—No te preocupes.
Julián se acerca a la ventana y mira fuera estirando el cuello como si buscara a alguien.
—He oído decir… mmm… que la audición fue bien…
—Déjalo —dice volviéndose.
—Tiene posibilidades de conseguir el papel…
—Se ha acabado, Clay. No sigas.
—No es verdad, Julián. Eh…
—Quiero saber por qué te has visto con Rip.
—Esto… quiere hablar contigo. Solo quiere hablar contigo ahora que he acordado pagarle…
—No —me interrumpe Julián.
—Sí, de verdad… ahora que… —Trato de no tartamudear—, ¿No lo entiendes? Voy a pagarle.
Julián cambia de postura; da un paso hacia mí, luego se detiene.
—¿Cómo te has enterado? Me refiero al dinero. ¿Quién te lo ha dicho?
—Trent. Me lo dijo Trent.
—Joder.
Julián se vuelve de nuevo y empieza a dar vueltas por la sala de estar.
Intento cambiar de tema.
—Oye, acabo de hablar con Rip y ha dicho que le parece bien y… creo que solo quiere hablar.
—Quiere a Rain —dice Julián—. Es lo que quiere en realidad, y no va a conseguirlo.
—Lo entiende. Solo quiere hablar contigo de… algo. Solo quiere, no lo sé, aclarar las cosas. —Estoy luchando por mantener la voz firme—. Quiere que lo tranquilices… —Carraspeo y añado con calma—: Cree que sabes algo que podría relacionarlo con Kelly.
Julián me mira, y al cabo de un momento dice:
—Eso no es cierto.
—Sabe que la gente cree que quería quitar a Kelly de en medio.
—Eso es un rumor estúpido —dice Julián, pero su voz ha cambiado y algo se mueve en la habitación—. A Rip le importo un comino.
—Julián —digo, acercándome despacio—, fue él quien ordenó que te dieran la paliza.
—¿Cómo lo sabes?
Trago saliva.
—Porque me lo dijo él.
—Tonterías.
—Sí, Julián —digo, asintiendo mientras me desplazo hacia él—. Fue Rip. Rip hizo…
—Eso no es cierto. —Julián me aparta—. Eso no tuvo nada que ver con Rip. Te lo estás inventando.
—Mira, lo único que sé es que una de las condiciones de aceptar el dinero es verte. Esta noche. Antes de que os vayáis. —Hago una pausa—. O no habrá trato.
—¿Por qué coño voy a ir a verle cuando sé que está cabreado? ¿Por qué no coge el dinero sin más? —Julián me lo pregunta casi suplicante—. ¿No crees que debería mantenerme bien lejos de él? Por Dios, Clay.
—Porque cuando le he dicho que iba a devolverle el dinero… —empiezo a decir.
—¿Y por qué lo haces? —Julián me mira y casi de inmediato cae en la cuenta.
—Sí. Es por ella —digo con suavidad, sacando el iPhone. Luego procuro calmarlo—. ¿Qué daño puede hacerte? Yo estaré allí. Iré contigo.
Busco los datos de contacto de Rip y le envío un e-mail en blanco.
Julián me mira. Parece cambiar de opinión.
—¿Te has hecho amigo suyo? Hace un mes me dijiste que era un mamarracho.
Solo puedo replicar:
—¿Por qué acudiste a Rip cuando necesitaste dinero para pagar a Blair?
—No acudí a él. Fue él quien acudió a mí. Por lo de Rain, vino a verme y se ofreció a ayudarme a cambio de… —Hace una pausa—. Intenté encontrar una forma de pagarle, pero cuando vino Rip me pareció tan fácil… Pero no acudí a él. Fue él quien acudió a mí.
—Un momento, Julián.
—¿Qué estás haciendo?
Miro la respuesta que acabo de recibir. «¿Está contigo ahora?».