Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (17 page)

BOOK: Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi
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—¿Qué es lo que te sucede, Luke? —volvió a interrogar Leia.

Luke bajó la vista hasta mirar sus manos entrelazadas.

—Leia..., ¿te acuerdas de tu madre? ¿De tu verdadera madre? —preguntó.

La pregunta sorprendió totalmente a Leia. Siempre se había sentido muy unida a sus padres adoptivos; casi como si
fueran
sus auténticos padres. Apenas había dedicado un solo pensamiento a su
verdadera
madre, era una figura nebulosa como un sueño.

Pero la pregunta de Luke inició todo un proceso mental. La asaltaron retazos de su infancia, visiones distorsionadas de una bella mujer... oculta tras un árbol..., mientras ella corría hacia él. Los dispersos fragmentos repentinamente produjeron una intensa emoción.

—Sí —dijo, haciendo una pausa para recomponerse—. La recuerdo un poco. Ella murió cuando yo era muy joven.

—¿Qué es lo que tú recuerdas? —presionó él—. Dímelo.

—Realmente sólo sensaciones..., imágenes. —Leia quería soslayar sus recuerdos, eran tan distantes de sus actuales preocupaciones..., pero, de algún súbito modo, ahora se agolpaban en su interior.

—Dímelo —repitió Luke.

La insistencia de Luke sorprendió a Leia, pero se dejó llevar, al menos por ahora. Confiaba en él incluso cuando la asustaba.

—Era muy bella —recordó Leia en alta voz—. Buena y amable..., pero triste. —Miró profundamente a los ojos de Luke, tratando de descubrir sus intenciones—. ¿Por qué me preguntas todo esto?

Él se volvió a mirar a la Estrella de la Muerte de nuevo y estuvo a punto de abrir su corazón y hablar, pero algo se lo impidió y guardó su confesión.

—Yo tampoco conocí a mi madre —explicó Luke—; no guardo ningún recuerdo de ella.

—Luke, qué es lo que te está haciendo daño —insistió Leia. Quería ayudar, sabía que podía hacerlo.

Él la miró largo rato, valorando sus capacidades, calibrando su ansia de saber, su deseo de saber. Ella era fuerte. Luke percibía su constancia y firmeza. Podría confiar en ella; todos podrían.

—Vader está aquí..., ahora. En esta luna —confesó.

—¿Cómo lo sabes? —dijo Leia, mientras un súbito hálito frío descendía sobre su ser helando la sangre en sus venas.

—Puedo sentir su presencia. Ha venido a buscarme.

—Pero ¿cómo puede saber que estamos aquí? ¿Acaso cometimos algún error con la clave y la contraseña? —indagó Leia, aun a sabiendas de que no era nada de eso.

—No, es por mi culpa. Él puede percibir mi proximidad. —Luke aferró a Leia por los hombros. Quería contárselo todo, pero, al intentarlo ahora, le faltó su decisión—. Debo dejaros, Leia. Mientras yo esté aquí pongo en peligro al grupo y a nuestra misión. —Sus manos temblaron—. He de enfrentarme a Vader.

Leia se turbaba y confundía por momentos. Cientos de insinuaciones e implicaciones se precipitaban sobre ella como lechuzas nocturnas que rozaran su mejilla con sus alas, asieran su pelo con las garras y taladraran sus oídos ululando interrogativamente.

—No entiendo nada, Luke —negó Leia con vehemencia—. ¿Qué quieres decir con eso de que has de enfrentarte a Vader?

Él la atrajo hacia sí con un gesto repentinamente dulce y tranquilo. Poder decirlo, tan sólo decirlo, de algún modo le liberaba.

—Él es mi Padre, Leia —dijo sencillamente.

—¡Tu Padre! —no podía creerlo. Y, sin embargo, era cierto.

—Leia, he descubierto algo más —dijo Luke, abrazando a su hermana con firmeza. Deseaba ser una roca para ella—. No te será fácil oírlo, pero tienes que hacerlo. Tienes que saberlo antes de que me vaya, porque puede que no regrese. Y si no lo consigo, tú eres la única esperanza que le queda a la Rebelión.

Leia apartó la vista y sacudió la cabeza sin querer mirar a Luke. Lo que él decía era demasiado perturbador, aunque ella misma no podía imaginar por qué. Era algo sin sentido, claro, por eso se perturbaba. Considerarla la última posibilidad de la Alianza si él moría... Bueno: era algo absurdo. Absurdo pensar en Luke muriéndose y en ella como último as del juego.

Ambos supuestos eran inmencionables. Se apartó de él para disimular mejor el efecto de sus palabras; por lo menos para crear una distancia mientras se tomaba un respiro. Breves imágenes de su madre destellaron en su interior durante esa pausa: últimos abrazos..., cuerpos separados...

—No hables de ese modo, Luke. Tienes que sobrevivir. Yo hago todo lo que puedo, todos lo hacemos, pero no soy importante. Sin ti... nada puedo hacer. Eres tú, Luke. Lo he notado. Tienes un poder que yo no entiendo... y que nunca podré tener.

—Te equivocas, Leia —dijo Luke, manteniéndola asida a la distancia de un brazo—. Tú también tienes ese poder. La Fuerza es intensa en ti. A su debido tiempo aprenderás a usarla como hice yo.

Ella sacudió la cabeza. Se resistía a creer tal cosa. Luke debía de estar mintiendo, pues ella no tenía poder; el poder habitaría en cualquier otro sitio; ella sólo era capaz de ayudar, socorrer y defender. ¿Qué es lo que estaba él diciendo? ¿Era eso posible?

Él la atrajo aún más y sostuvo su cara entre sus manos. Parecía ahora tan cariñoso, tan entregado. ¿Estaría transmitiendo su poder? ¿Podría ella albergarlo? ¿Qué quería decir con ese gesto?

—Luke, ¿qué estás haciendo? —interrogó Leia.

—Leia, la Fuerza es intensa en mi familia. Mi Padre la posee. Yo la tengo y... mi hermana también.

Leia clavó de nuevo su mirada en los ojos de Luke. La oscuridad se arremolinaba en ellos junto con... la verdad. Se asustó al principio, pero esta vez no retrocedió. Permaneció en pie cerca de él, empezando a comprender.

—Sí —susurró Luke, advirtiendo la comprensión de su hermana—. Sí, eres tú, Leia —dijo, sosteniéndola en sus brazos.

Leia cerró fuertemente los ojos como queriendo protegerse de esas terribles palabras y evitar unas inútiles lágrimas. Sin embargo, la verdad penetró en su ser.

—Lo sé —afirmó, llorando abiertamente.

—Entonces sabrás que he de ir al encuentro de Vader.

Ella dio un paso atrás con el rostro sofocado y la mente envuelta en un torbellino.

—No, Luke, no. Vete corriendo. Escapa lejos. Si él nota tu presencia, vete de este lugar. —Leia, estrechando las manos de Luke, reclinó la cabeza contra su pecho—. Desearía poder irme contigo.

—No, no debes —replicó Luke, acariciando la nuca de Leia—. Cuando Han, yo y los otros dudamos, tú siempre fuiste fuerte. Nunca abandonaste tus responsabilidades. Yo no puedo decir lo mismo. —Pensó en su prematura escapada de Dagobah, precipitándose a arriesgarlo todo antes de completar su entrenamiento, casi arruinando todos los esfuerzos por culpa de su impaciencia. Miró a la negra mano mecánica que ahora formaba parte de su ser. ¿Cuánto más perdería por culpa de su debilidad?—. Bien —dijo con voz sofocada por la emoción— ahora ambos tenemos que rematar nuestros destinos.

—¿Por qué, Luke? ¿Por qué has de enfrentarte a Vader? —interrogó Leia con aflicción.

Luke repasó mentalmente todos los motivos existentes: ganar, perder, unirse, luchar, matar, llorar, huir, acusar, averiguar los porqués, perdonar, vengarse, morir..., pero sabía, en el fondo, que sólo una cosa le impelía, ahora y siempre. La única razón válida.

—Hay algo de bondad en él —confesó— Yo la he detectado. No me entregará al Emperador. Puedo salvarle, puedo atraerle de nuevo al lado luminoso de la Fuerza. —Sus ojos arrojaron, durante unos instantes, furiosas chispas, desgarrados por las dudas y las pasiones—. Tengo que intentarlo, Leia. Él es nuestro Padre.

Ambos se apoyaban el uno en el otro. Las lágrimas surcaron el rostro de la Princesa.

—Adiós, querida hermana, perdida y luego hallada; Adiós, dulce, querida Leia —despidióse Luke.

Ambos lloraron abierta y silenciosamente, mientras Luke se deshacía del cálido abrazo y comenzaba a andar lentamente a lo largo de la suspendida pasarela, hasta desaparecer en las densas sombras del túnel aéreo que conducía al poblado.

Leia, sollozando quedamente, observó cómo se marchaba su hermano. Dio rienda suelta a todos sus sentimientos acumulados, sin intentar reprimir el flujo de lágrimas, antes bien, deseando sentirlas; sentir la fuente de donde provenían, el camino que seguían y los sombríos recovecos que purificaban a su paso.

Los recuerdos fluyeron a través suyo: indicios, sospechas, conversaciones medio oídas, mientras se suponía que ella dormía. ¡Luke era su hermano! y Vader, el Padre de ambos. Demasiadas impresiones como para asimilarlas en un instante. Era una sobrecarga de información vital.

Sollozaba, gemía y temblaba cuando, súbitamente Han surgió a su espalda y la abrazó. Había ido en su busca, oyó su voz y llegó a tiempo de ver cómo Luke abandonaba el campamento. Pero sólo ahora, cuando Leia dio un respingo con su contacto, pudo ver que estaba llorando.

Su sonrisa irónica se desvaneció para dar lugar a otra de preocupación, atemperada por el afecto inseguro del amante hipotético.

—¡Eh! ¿Qué está pasando aquí? —preguntó.

Leia, cesando sus sollozos, sé limpió los ojos y contestó:

—No es nada, Han. Tan sólo quería estar sola un rato —dijo Leia, ocultando la verdad.

Leia escondía algo, obviamente, y esa obviedad hacia inaceptable su respuesta.

—¡Que no es nada! —dijo Han con furia—. Quiero saber qué es lo que te sucede. Dime lo que es — dijo zarandeándola. Nunca antes se había sentido así. Quería saberlo todo, pero temía descubrir lo que se imaginaba. Le dolía hasta el alma pensar en Leia..., con Luke incluso no podía ni pensar en lo que no quería imaginarse.

Nunca antes había perdido el control de ese modo y, aunque no le gustaba, no podía evitarlo. Advirtió que estaba zarandeando y se detuvo.

—No puedo, Han... —El labio inferior de Leia comenzó a temblar de nuevo.

—¡Que no puedes! ¿No puedes
decírmelo
? Creí que estábamos más unidos que eso, pero supongo que me equivoqué. Quizá prefieras contárselo a Luke. Algunas veces yo...

—¡Oh, Han! —exclamó Leia, rompiendo a llorar una vez más y arropándose en su abrazo.

Lentamente, la furia de Han se tornó en confusión y vértigo al verse a sí mismo envolviéndola con sus brazos, acariciando sus hombros, reconfortándola.

—Lo siento —musitó sobre el cabello de Leia—. Lo siento. —No comprendía nada, ni un ápice. Ni la comprendía a ella ni se comprendía a sí mismo, ni a sus tornadizos sentimientos, ni a las mujeres en general, ni al mismísimo Universo. Todo lo que sabía es que había estado furioso y ahora se sentía afectuoso, protector, cariñoso. Nada parecía tener sentido.

—Por favor..., estréchame en tus brazos— suplicó Leia. No deseaba hablar, sólo ser abrazada.

Y Han, sin hacer ya más preguntas, la abrazó fuertemente.

La neblina matinal se alzó de la húmeda vegetación al irrumpir el sol en el horizonte de Endor. El exuberante follaje de los límites de la floresta, olía a verde y a rocío; en ese instante primigenio, el mundo estaba en completo silencio, como si contuviera la respiración.

En violento contraste, la plataforma Imperial de aterrizaje hería la superficie del claro. Dura, metálica, octogonal, parecía mancillar como un insulto a la verdosa belleza del lugar. Los arbustos del contorno estaban ennegrecidos por los repetidos aterrizajes de cientos de lanzaderas, y la flora contigua estaba marchita por los tóxicos humos expelidos por las toberas y aplastada por las botas de los soldados. La avanzadilla del Imperio pronto crearía un erial.

Tropas uniformadas patrullaban constantemente sobre la plataforma y sus alrededores; cargando y descargando materiales, revisando maquinaria y vigilando. Algunos Caminantes Imperiales de infantería estaban aparcados en las inmediaciones. Eran unas máquinas cuadradas y armadas, sostenidas por dos patas, y lo suficientemente grandes como para dar cabida en su interior a una escuadra de soldados puestos de pie, mientras el Caminante disparaba ráfagas de láser en todas direcciones. Una lanzadera Imperial despegó, camino a la Estrella de la Muerte, con un rugido que hizo encogerse a los árboles.

Otro Caminante, que regresaba de una misión de patrulla, surgió al otro lado de la plataforma. Paso a paso, pesadamente, se aproximó al muelle de carga.

Darth Vader, de pie y apoyado sobre la barandilla de la cubierta inferior, observaba en silencio el hermoso bosque frente a él. Pronto, iba a llegar pronto; lo podía percibir. Como un tan-tan que fuera aumentando de volumen, su destino se aproximaba. El terror impregnaba la atmósfera a su alrededor, pero ese tipo de amenaza le excitaba, por lo que permitió que burbujeara en su interior. El terror era un tónico, agudizaba los sentidos, afilaba las pasiones. Cada vez estaba más cerca.

También percibía cierto efluvio de victoria y dominio. Pero faltaba algo..., ¿qué era? No podía distinguirlo del todo. El futuro estaba siempre en movimiento y era difícil de prever. Sus escasas apariciones, en forma de cambiantes espectros, le fascinaban. Su futuro humeaba con conquistas y destrucciones..

Ya estaba muy cerca, casi allí.

Emitió un ronroneo producido en el fondo de su garganta, como un gato salvaje que olfateara los vientos.

Casi allí.

El Caminante Imperial de infantería atracó en el lado opuesto de la cubierta y abrió sus escotillas. Una falange de tropas de asalto surgió de él y marchó, en apretada formación, en dirección a Vader.

Vader se volvió para encarar a las tropas; su respiración latía regularmente, mientras su negra túnica pendía inmóvil en la mañana sin viento. Las tropas de asalto se detuvieron al llegar a su altura y, obedeciendo una orden de su capitán, abrieron filas, revelando en su centro a un prisionero maniatado. Era Luke Skywalker.

El joven Jedi observó a Vader con completa calma y cierta lejanía, como si mirara desde las alturas.

El capitán de las tropas de asalto se dirigió a lord Vader:

—Éste es el Rebelde que se entregó a nosotros. Aunque él lo oculta, creo que hay varios de ellos más, y solicito permiso para efectuar una búsqueda más exhaustiva del área. —El capitán extendió su mano hacia el Señor Oscuro, en ella sostenía la espada de luz de Luke—. Estaba armado solamente con esto —explicó.

Vader observó un momento la espada de luz lentamente, la retiró de la mano del oficial.

—Déjenos —ordenó—. Dirija su búsqueda y tráigame a sus compañeros.

El oficial y sus tropas se retiraron hacia el Caminante.

Luke y Vader permanecieron de pie, el uno frente al otro, en la tranquilidad esmeralda del bosque ancestral. La neblina comenzaba a fundirse para dar paso a una larga jornada.

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