Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (16 page)

BOOK: Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi
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Poco a poco, 3PO comenzó a flotar.

Al principio no se dio cuenta, ni tampoco nadie lo advirtió. 3PO simplemente no paraba de hablar, mientras su litera se alzaba sobre el suelo.

—...le dije, le dije, le dije que no me creerían. No sé por qué usted... ¡Eh! Esperad un minuto... ¿Qué está pasando aquí?... — se asombró 3PO.

3PO y los Ewoks advirtieron a la vez lo que sucedía. Los Ewoks se postraron de bruces en el suelo aterrorizados por el trono flotante. 3PO comenzó a girar como si estuviera sentado en una silla giratoria. Un giro lento, grácil y majestuoso.

—Socorro —susurró—: R2, ayúdame.

El Jefe Chirpa vociferó unas órdenes a sus acobardados ayudantes y rápidamente corrieron a desatar a los cautivos. Leia, Han y Luke se envolvieron en una serie de largos e intensos abrazos. Parecía un extraño higax para celebrar su primera victoria en la campaña contra el Emperador.

Luke oyó un quejoso pitido tras de él y se volvió para ver a R2, mirando hacia arriba a un 3PO que todavía daba vueltas. Luke bajó al dorado androide lentamente, hasta depositarlo en el suelo.

—Gracias, 3PO —dijo el joven Jedi, dando unas palmaditas en el hombro del androide.

3PO, aún desconcertado, se irguió con una sonrisa insegura y asombrada.

—Vaya, vaya —se dijo—. No sabía lo que albergaba en mi interior.

La cabaña del Jefe Chirpa era grande, para los patrones de los Ewok, aunque Chewbacca, sentado con las piernas cruzadas, casi rozaba el techo de la cabaña con la cabeza. El Wookiee se encorvaba a un lado de la cabaña, junto con sus camaradas Rebeldes, mientras que el Jefe y diez Ancianos se sentaban al otro lado, dándoles la cara. En el centro, entre los dos grupos, un pequeño fuego templaba el aire de la noche arrojando efímeras sombras sobre las paredes de barro.

Afuera, la tribu entera esperaba la decisión a la que llegaría el consejo. Era una noche clara y reflexiva cargada con la emoción del momento. Aunque era muy tarde, ningún Ewok dormía. Dentro, 3PO hablaba. Sus circuitos habían mejorado —insertando datos y corrigiendo errores— sensiblemente su fluidez en el habla de ese chirriante lenguaje; ahora estaba a mitad de la narración de la historia de la Guerra Civil Galáctica, adornándola con pantomima, elocuciones, efectos explosivos de sonido y comentarios al margen. Incluso remedó, en cierto momento, a un Caminante Imperial.

Los Ancianos Ewoks escuchaban atentamente murmurando en ocasiones algún comentario entre ellos. Era una historia fascinante que les absorbía por completo; horrorizándolos a veces y escandalizándolos otras.

Logray conferenció con el Jefe Chirpa e hizo algunas preguntas a las que el dorado androide respondió con vehemencia. Incluso R2 pitó una vez para dar mayor énfasis.

Al final, empero, tras un breve debate entre los Ancianos, el Jefe movió negativamente la cabeza con expresión arrepentida; luego habló a 3PO y el androide tradujo para sus amigos.

—El Jefe Chirpa dice que es una historia conmovedora —explicó el androide—. Pero que no tiene que ver con los Ewoks.

Un silencio profundo y opresivo llenó la pequeña cámara. Sólo el fuego chisporroteaba en brillante y misterioso soliloquio.

Finalmente, fue Han Solo —de todos ellos— quien abrió la boca para hablar en nombre del grupo. Por la Alianza.

—Diles esto, Lingote de Oro —sonrió al androide, sintiendo afecto por él por vez primera—. Diles que es difícil traducir lo que es una rebelión, así que quizá no debiera narrar la historia un intérprete. Por eso yo la contaré.

»No tienen que ayudarnos porque nosotros se lo estemos pidiendo. Tampoco tienen que ayudarnos por que sea en su propio interés, aunque lo es, como saben; tan sólo un ejemplo: el Imperio está desangrando la energía de esta luna para generar su escudo deflector; un montón de energía de la que no dispondréis el próximo invierno y quiero deciros el daño que eso os hará..., pero no os preocupéis. Díselo, 3PO.

3PO tradujo y Han continuó:

—Pero ésa no es la razón por la que deberían ayudarnos. Eso es lo que
yo
solía hacer: preocuparme por algo cuando me interesaba. Pero ya no más. Bueno: no tanto de todos modos. Ahora hago cosas principalmente para mis
amigos,
porque ¿qué otra cosa es tan importante? ¿Dinero? ¿Poder? Jabba tenía todo eso y sabéis como acabó. De acuerdo, de acuerdo: el punto es que..., tus amigos son... tus
amigos.
¿Sabéis?

La súplica de Han era una de las más confusas que Leia hubiera oído nunca, pero hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Al otro lado, los Ewoks permanecieron silenciosos e impasibles. Teebo y el pequeño y estoico Paploo musitaron unas palabras, pero el resto se conservó inmóvil, inescrutables sus facciones.

Tras otra larga pausa, Luke aclaró su garganta..

—Me doy cuenta —comenzó— de que este concepto puede ser abstracto, y quizá sea difícil definir todas sus implicaciones, pero es terriblemente importante para la galaxia entera que nuestra fuerza Rebelde destruya la presencia Imperial aquí, en Endor. Mirad hacia arriba; allí, por la abertura del techo por donde el humo se escapa. A través de ese pequeño agujero podéis contar más de cien estrellas. En todo el cielo hay millones, y billones más que no podéis ver siquiera. Y todas tienen; planetas, y lunas, y gente feliz como vosotros. El Imperio está destruyendo todo eso. Puedes..., puedes sentir vértigo sólo tumbándote de espaldas para mirar la bóveda celeste. Puedes casi... estallar, tan bella es en ocasiones. Y vosotros sois parte de esa belleza, todo es parte de la misma Fuerza. Y el Imperio trata de apagar todas esas luces.

Le llevó un rato a 3PO terminar de traducir; siempre, quería encontrar las palabras adecuadas. Cuando, eventualmente, acabó de hablar, un excitante parloteo brotaba de los Ancianos, subiendo y bajando de volumen, cesando y comenzando de nuevo.

Leia sabía qué era lo que Luke trataba de decir, pero temía enormemente que los Ewoks no vieran cuál era la conexión. Y, sin embargo, era una íntima conexión; si pudiera ella cerrar la brecha..., tender un puente... Pensó en su anterior experiencia en el bosque, en su sensación de unidad con esos árboles cuyas extensas ramas parecían rozar a las propias estrellas; estrellas que arrojaban una luz que los árboles filtraban creando una mágica cascada. Sintió el poder de la magia dentro de sí, resonando en torno a la cabaña y de ser en ser, para fluir de nuevo a ella, fortificándola, calmándola; hasta sentir que casi era una con los Ewoks: sentir que los comprendía, que los conocía, que conspiraba con ellos en el sentido literal de la palabra: que respiraba junto a ellos.

El debate decayó, produciendo otro silencio en la cabaña. La respiración de Leia, en consonancia, se aquieto y con un aire de confiada serenidad, hizo un llamamiento al consejo:

—Háganlo por los árboles.

Eso fue todo lo que dijo. Todo el mundo esperaba algo más, pero nada hubo; sólo esa breve y oblicua sentencia.

Wicket, desde su rincón, había estado observando todo el proceso con creciente interés. En varias ocasiones se hizo evidente que refrenaba, a duras penas, el deseo de interrumpir las divagaciones del consejo; pero ahora se puso en pie de un brinco, recorrió varias veces el ancho de la cabaña, se encaró finalmente con los Ancianos y comenzó su propio y apasionado discurso.

—Eep eep, meep eek squee...

3PO tradujo para sus amigos:

—«Honorables Ancianos, esta noche hemos recibido un presente arriesgado y maravilloso. El de la libertad. Este dorado androide... —aquí 3PO hizo una pausa en su traducción para saborear el momento; luego continuó— .... este dorado androide, cuyo retorno a nosotros ha sido profetizado desde los tiempos del Primer Árbol ahora nos dice que no será nuestro Maestro, nos dice que somos libres de elegir lo que queramos; que
debemos
escoger al igual que todo ser viviente debe escoger su propio destino. Él ha venido, Honorables Ancianos, ha venido y se irá; no seremos por más tiempo esclavos de su guía divina. Somos libres.

Mas, ¿cómo hemos de comportarnos? ¿
Acaso el
amor de un Ewok por el bosque es menor porque sabe que puede abandonarlo? No. Su amor es mayor, porque puede irse y, sin embargo, se queda. Así sucede con la voz de El Dorado: podemos cerrar los ojos y la seguiremos escuchando.

Sus amigos nos hablan de una Fuerza, un espíritu viviente del cual formamos parte. Nosotros conocemos ese espíritu, Honorables Ancianos, aunque no lo nombremos como Fuerza. Los amigos de El Dorado cuentan que la Fuerza está amenazada, aquí y en todas partes. Cuando el fuego alcanza el bosque, ¿quién está a salvo? Ni siquiera el Gran Árbol, del cual son parte todas las cosas; ni sus hojas, ni sus raíces, ni sus pájaros; Todos peligran para siempre.

Es un gesto valeroso enfrentarse a tal fuego, Honorables Ancianos. Muchos morirán para que el bosque continúe viviendo.

Pero los Ewoks son valientes.»

La pequeña criatura con aspecto de osezno clavó su mirada sobre todos los presentes en la cabaña. Nadie profirió una sola palabra, y, sin embargo, la comunicación era intensa. Al cabo de un minuto, Wicket concluye su declaración:

—«Honorables Ancianos, debemos ayudar a este noble grupo, no tanto por los árboles como por la salud de las
hojas
de los árboles. Estos Rebeldes son iguales a los Ewoks, y los Ewoks son equiparables a las hojas. Batidas por el viento, devoradas sin pensar por el enjambre de langostas que habitan el mundo. Y, pese a ello, nos arrojamos sobre fuegos humeantes, para que otros conozcan el calor de la luz; hacemos un mullido lecho con nuestros cuerpos, para que otros conozcan el descanso; revoloteamos en el viento que nos asalta, para sembrar el caos en el corazón de nuestros enemigos; y todavía cambiamos de color cuando las estaciones así lo exigen. Por tanto, hemos de ayudar a nuestras Hojas Hermanas —estos Rebeldes—, porque la estación del cambio se cierne sobre nosotros.»

Wicket permaneció inmóvil frente a ellos; la pequeña hoguera se reflejaba en sus ojos. Durante un momento eterno, el mundo pareció detenerse.

Los Ancianos estaban conmovidos. Sin decir una palabra, todos asintieron con la cabeza. Quizá fueran telépatas.

En cualquier caso, el Jefe Chirpa se irguió y, sin más preámbulos, pronunció una breve declaración.

En el mismo momento, los tambores del poblado resonaron. Los Ancianos, abandonando sus aires de solemnidad, se alzaron con rapidez y se precipitaron a través de la cabaña para abrazar a los Rebeldes. Teebo incluso empezó a estrechar a R2, pero se lo pensó mejor cuando el pequeño robot le respondió con un pitido de advertencia. Teebo, escabulléndose, saltó juguetonamente sobre la espalda del Wookiee.

—¿Qué es lo que sucede? —dijo Han, sonriendo indeciso.

—No estoy segura —respondió Leia entre dientes pero no parece nada malo.

Luke, al igual que los demás, compartía la festiva ocasión —significara lo que significase— con una sonrisa complaciente y unos difusos buenos deseos, cuando súbitamente una nube opaca descendió sobre su corazón produciendo un escalofrío que sacudió hasta el último rincón de su alma. Disimuló las huellas sobre su rostro haciendo que su cara pareciera una máscara. Nadie lo advirtió.

Wicket estaba explicando la situación a 3PO quien, finalmente, asintió dando muestras de entendimiento. Se volvió hacia los Rebeldes, anunciando con gesto expansivo:

—Ahora somos miembros de la tribu.

—Justo lo que siempre deseé —replicó Solo.

3PO continuó hablando a los demás, intentando ignorar al sarcástico Capitán Estelar.

—El Jefe ha dado su promesa de ayudarnos a limpiar su tierra de seres malignos.

—Eso está bien; siempre dije que un poco de ayuda es mejor que ninguna —se burló Solo.

3PO sintió que sus circuitos se sobrecalentaban por culpa del ingrato Corelliano.

—Teebo dice —continuó— que sus mejores exploradores, Wicket y Paploo, nos guiarán hasta el generador del escudo.

—Dale las gracias, Lingote de Oro —dijo Han, le encantaba irritar a 3PO, no lo podía evitar.

Chewie soltó un sonoro ladrido, contento de estar otra vez en movimiento. Sin embargo, uno de los Ewoks creyó que el Wookiee solicitaba comida y le trajo una gran tajada de carne. Chewbacca no rechazó el ofrecimiento y engulló de un golpe la tira de carne, mientras varios Ewoks se congregaban a su alrededor, asombrados. Les parecía una hazaña tan asombrosa que comenzaron a reír frenéticamente con risa tan contagiosa que pronto se les unió el Wookiee con una tremenda risotada. Los gruñidos habituales de Chewie sólo conseguían divertir aún más a los burlones Ewoks, quienes siguiendo su costumbre, saltaron sobre el Wookie haciéndole cosquillas que él devolvió triplicadas, yacieron todos en un confuso y exhausto montón. Chewie se limpió las lágrimas de los ojos y cogió otra tajada de carne para roerla en un sitio más tranquilo.

Solo, mientras tanto, comenzó a organizar la expedición.

—¿A qué distancia está? —preguntó—. Necesitaremos provisiones frescas. Sabéis que no tenemos mucho tiempo. ¡Eh, Chewie, dame un poco de eso!...

Luke se dirigió al fondo de la cabaña y, aprovechando la conmoción que causaba Chewbacca, salió al exterior.

Fuera, en la plaza, se celebraba una gran fiesta —todos danzando, graznando a pleno pulmón y haciéndose cosquillas los unos a los otros—, pero Luke también la evitó, apartándose de las hogueras, lejos del bullicio, hasta llegar a una pasarela solitaria oculta tras un tronco colosal. Leia le siguió.

Los sonidos del bosque llenaban el fino aire de la noche. Grillos, pequeños y tímidos roedores, el ulular angustioso de las lechuzas. Alguna brisa solitaria traía consigo los aromas mezclados del jazmín nocturno y el pino; Era un todo armonioso y etéreo bajo el cielo de cristal negro.

Luke se fijó en la estrella más brillante del firmamento. Parecía que su núcleo se había inflamado mediante la mezcla de furiosos vapores elementales. Era la Estrella de la Muerte.

El joven Jedi, hipnotizado, no podía apartar la vista de la estrella. En esa postura lo sorprendió Leia.

—¿Qué es lo que va mal? —susurró.

—Todo, me temo —dijo Luke, sonriendo con cansancio—, o nada, quizá. Quizá las cosas finalmente sean como se suponen que deben ser.

Sentía muy próxima la presencia de Darth Vader.

Leia cogió su mano. Se sentía tan unida a Luke... sin embargo, no sabría decir por qué. Él parecía ahora tan perdido, tan solo y distante. Apenas notaba la mano de él en la suya.

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