Star Wars Episodio V El imperio contraataca (20 page)

BOOK: Star Wars Episodio V El imperio contraataca
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—Lo comprendo —respondió Luke serenamente. Se volvió hacia el androide y agregó—: Artoo, conecta los conversores de energía.

Artoo que ya había aflojado las conexiones de energía de la nave, silbó entusiasmado y se alegró de abandonar ese deprimente mundo pantanoso, que sin lugar a dudas no era adecuado para un androide.

—Luke, utiliza la Fuerza únicamente como conocimiento y como defensa, no como arma —le aconsejó Ben—. No cedas al odio ni a la ira. Esas emociones conducen al lado oscuro.

Luke asintió su cabeza, pero sólo, escuchaba a medias. Estaba concentrado en el largo viaje y en las difíciles tareas que le esperaban. Debía salvar a sus amigos, cuyas vidas corrían peligro a causa de él. Trepó hasta la carlinga y miró a su menudo maestro jedi.

Yoda estaba muy preocupado por su aprendiz.

—Vader es poderoso —le advirtió ominosamente—. Tu destino es incierto, recuerda lo que has aprendido. ¡Tenlo todo en cuenta, todo! Eso puede salvarte.

—Maestro Yoda, lo haré —le aseguro Luke—. Lo haré y regresaré para terminar lo que he iniciado. ¡Te doy mi palabra! Artoo cerró la carlinga y Luke encendió los motores.

Yoda y Obi-Wan Kenobi observaron el calentamiento de los motores del caza con ala en X y lo vieron prepararse para el despegue.

—Te lo dije —murmuró Yoda pesarosamente mientras la elegante nave se elevaba hacia los cielos brumosos—. Luke es temerario.

Todo ira peor ahora.

—Ese chico es nuestra última esperanza —afirmó Ben Kenobi con la voz embargada por la emoción.

—No —le corrigió su ex maestro con una expresión de complicidad en sus grandes ojos—, hay otra.

Yoda alzó la cabeza hacia el oscuro firmamento donde la nave de Luke ya se había convertido en un punto luminoso apenas discernible entre las estrellas titilantes.

XII

¡Chewbacca pensó que enloquecería! La celda de la cárcel estaba inundada por una luz caliente y cegadora que quemaba sus sensibles ojos de wookie. Ni siquiera las enormes manos y los brazos peludos, con los que se cubría la cara, le protegían totalmente del resplandor. Por si eso fuera poco, en el cubículo resonaba un silbido agudo que torturaba su agudo sentido del oído. Rugió de dolor, pero sus guturales quedaron ahogados por el ruido penetrante y chirriante.

El wookie caminaba de un lado a otro dentro de los límites de la celda. Gimió penosamente y desesperado, golpeó las gruesas paredes con la esperanza de que alguien, quienquiera que fuese, fuera a liberarlo. Mientras aporreaba las paredes, el silbido que había estado a punto de reventarle los tímpanos cesó bruscamente y el diluvio de luz parpadeó y se apagó.

Chewbacca retrocedió un paso a causa de la brusca interrupción de la tortura y después se acercó a una de las paredes para tratar de averiguar si alguien se acercaba con el propósito de dejarlo en libertad. Pero las gruesas paredes no le permitieron averiguar nada y, desesperado, Chewbacca dio un puñetazo impresionante contra la pared.

Pero la pared siguió intacta y tan impenetrable como antes, por lo que Chewbacca comprendió que se necesitaría algo más que la fuerza descomunal de un wookie para derribarla. Perdió las esperanzas de liberarse y fue pesadamente hacia la cama, donde habían colocado la caja con las piezas de Threepio.

Ociosamente al principio y después con interés, el wookie registró el interior de la caja. Pensó que tal vez podría reparar el androide desarticulado. Así, no sólo pasaría el tiempo sino que quizá consiguiera tener de nuevo a Threepio en condiciones operativas.

Cogió la cabeza dorada y miró sus ojos inertes. La sostuvo y ladró como si preparara al robot para la alegría de entrar en actividad... o para la decepción de su posible incapacidad de reconstruirlo correctamente.

A continuación, con suma delicadeza para un ser de su tamaño y fuerza, el gigantesco wookie acomodó la cabeza que miraba fijamente encima del torso broncíneo. Experimentó con la maraña de cables y circuitos de Threepio. Como su habilidad mecánica sólo había sido probada en las reparaciones del
Millennium Falcon
, no estaba seguro de poder llevar a cabo tan delicada tarea.

Chewbacca se movió de un lado a otro y manoseó los cables, desconcertado ante el complejo mecanismo, cuando súbitamente los ojos de Threepio se iluminaron. Del interior del robot surgió un quejido. Se parecía ligeramente a la voz normal de Threepio, pero era tan débil: y lento que las palabras resultaron ininteligibles.

—Trrrrrrrrrroooooopppaaasss: immmmmperrrrrriaalessss deeee asssall...

Asombrado, Chewbacca se rascó la peluda cabeza y estudió con atención al robot desarmado. Se le ocurrió la idea de conectar un cable en otra entrada e hizo la prueba. Instantáneamente Threepio habló con su voz normal, lo que dijo parecían palabras extraídas de una pesadilla:

—¡Chewbacca! —gritó la cabeza de See-Threepio—. Cuidado, hay tropas imperiales de asalto ocultas en... —hizo una pausa como si reviviera la traumática experiencia, y gritó—: ¡Oh, no! ¡Me han alcanzado!

Chewbacca meneó la cabeza comprensivamente. En ese momento, lo único que podía hacer era tratar de ensamblar el resto de See-Threepio.

Probablemente: era la primera vez que Han Solo gritaba. Jamás había soportado un tormento tan atroz. Estaba atado con correas a una plataforma que describía un ángulo alrededor de cuarenta y cinco grados con respecto al suelo. Mientras permanecía en esas condiciones, las corrientes eléctricas de una potencia abrasadora recorrían su cuerpo a breves intervalos y cada sacudida era más dolorosamente enérgica que la anterior. Se revolvió para liberarse, pero sus padecimientos eran tan terribles que fue lo único que pudo hacer para no perder el conocimiento.

Darth Vader observaba en silencio la ordalía de Han Solo, de pie junto al potro de tortura. Sin parecer contento ni satisfecho, el Oscuro Señor miró hasta que le pareció suficiente, dio la espalda a la figura que se retorcía abandonó la celda. La puerta se cerró tras él y ahogó los gritos desesperados de Han Solo.

En compañía de Lando Calrissian y su ayudante, Boba Fett esperaba a Lord Vader al otro lado de la cámara de tortura.

Vader se dirigió a Fett con evidente desprecio.

—Cazador a sueldo —le dijo al hombre del casco de plata y las marcas negras—, si desea su recompensa tendrá que esperar hasta que atrape a Skywalker.

Boba Fett, que era un tipo seguro de sí mismo, no pareció perturbarse ante esas palabras.

—Lord Vader, no tengo prisa. Lo que me preocupa es que el capitán Solo no sufra ningún daño. La recompensa de Jabba el Hutt se multiplicará por dos si lo entrego vivo.

—Cazador a sueldo, su sufrimiento es mucho pero no morirá.

—¿Y Leia y el wookie? —preguntó Lando algo preocupado.

—Están bastante bien —respondió Vader. Con absoluta decisión, agregó—: Pero nunca deben abandonar esta ciudad.

—En ningún momento fue ésa una de las cláusulas de nuestro acuerdo —protestó Calrissian —, como tampoco lo fue entregar a Han al cazador de sueldo.

—Quizás opina usted que esta recibiendo un trato injusto —comento Vader sarcásticamente.

—No, dijo Lando y miro a su ayudante.

—De acuerdo. —Vader añadió con una velada amenaza—: Sería sumamente desafortunado que tuviera que establecer aquí una guarnición permanente.

Lando Calrissian inclinó respetuosamente la cabeza y esperó a que Darth Vader se volviese y entrase con el cazador a sueldo en un ascensor que le esperaba. Después el administrador de la Ciudad de las Nubes, llevando consigo a su ayudante, descendió con rapidez por el pasillo de paredes blancas.

—Este trato resulta cada vez menos ventajoso —se quejo Lando.

—Podría haber tratado de negociar con él —sugirió el ayudante.

Lando miró suavemente al ayudante, empezaba a comprender que el acuerdo con Darth Vader no le reportaba ningún beneficio. Además causaba daño a unas personas que tal vez hubiese podido considerar amigas. Por último en voz bastante baja para que no le oyera ninguno de los espías de Vader, dijo:

—Esto me huele mal.

Por fin See-Threepio sentía que recuperaba parte de su viejo yo.

El Wookie había vuelto a conectar los numerosos cables y circuitos internos del androide y ahora trataba de descubrir cómo encajar los miembros. De momento, había unido la cabeza al torso y conectado con éxito un brazo. El resto de las piezas de Threepio seguía sobre la mesa y de las coyunturas separadas salían cables y circuitos.

Mientras el wookie se esforzaba por completar la tarea, el androide dorado empezó a quejarse a voz en cuello.

—Cielos hay algo que no está bien porque ahora no veo.

El paciente wookie ladró y ajustó un cable del cuello de Threepio. Por fin el robot volvió a ver y lanzó un suave suspiro mecánico de alivio.

—Bueno así está mucho mejor.

Pero no estaba mucho mejor. Cuando dirigió su mirada sensora recién activada hacia donde debía estar el techo, ¿que vio Threepio? ¡Su espalda!

—Espera... ¡oh cielos! ¿Que has hecho? ¡Estoy del revés! —farfulló Threepio—. ¡Eres una bola de pelo comida por pulgas! Sólo un grandullón como tú podía ser tan estúpido para colocarme de cabeza al revés.

El wookie gruño amenazador. Había olvidado que el androide era un quejica. ¡Y la celda era demasiado pequeña para seguir oyendo protestas! Antes de que Threepio supiera lo que ocurría, el wookie se acerco a él y tiró de un cable. Las quejas cesaron en el acto y la habitación volvió a quedar en silencio.

Un olor conocido se acercaba a la celda.

El wookie olisqueó el aire y corrió hacia la puerta.

La puerta de la celda se abrió con un zumbido y dos soldados de asalto imperiales entraron a empellones a un agotado Han Solo. Los soldados se retiraron; Chewbacca se acercó deprisa a su amigo y le abrazó aliviado. Han estaba pálido y tenía manchas oscuras bajo los ojos. Parecía al borde del colapso y Chewbacca ladró preocupado a su compañero de tantos años.

—No, estoy bien —respondió Han, fatigado—. Estoy bien.

La puerta se abrió otra vez y los soldados arrojaron a la princesa Leia al interior de la celda. Aún llevaba el elegante manto pero al igual que Han, estaba cansada y desaliñada.

Cuando los soldados de asalto imperiales salieron y la puerta se cerró, Chewbacca ayudó a Leia a acercarse a Han. Los dos se miraron emocionados, se estiraron y se abrazaron con vehemencia.

Después se besaron tiernamente mientras Han la abrazaba. Leia pregunto débilmente:

—¿Por que hacen esto? No comprendo lo que se traen entre manos. Han estaba tan desconcertado como la princesa.

—Me hicieron aullar en la parrilla exploradora, pero no me preguntaron nada.

La puerta volvió a abrirse para dar paso a Lando y dos guardias de Ciudad de las Nubes.

—¡Lando fuera de aquí! —exclamo Han. Si hubiera tenido más fuerza habría saltado para castigar al amigo que le había traicionado.

—Cállate y escucha —pidió Lando—. Hago lo que puedo para que esto sea más soportable para ti.

—Eso podría estar bien —comentó Han, cáustico.

—Vader ha aceptado entregarme a Leia y a Chewie —explico Lando—. Tendrán que quedarse aquí pero estarán a salvo, Leia se sobresalto.

—¿Y Han? Lando miró solemnemente a su amigo.

—No sabía que hubieran puesto precio a tu cabeza. Vader te ha entregado al cazador de sueldo.

La princesa miró rápidamente a Han con expresión preocupada.

—Si piensas que Vader no querrá vernos muertos antes qué esto acabe, es que no entiendes nada de nada —le dijo Han a Calrissian.

—No os quiere a vosotros —agregó Lando—. Va detrás de alguien que se llama Skywalker.

Los dos presos contuvieron la respiración al oír la mención casual de ese apellido. Han estaba confundido.

—¿A Luke? No comprendo.

La mente de la princesa funcionaba a toda velocidad. Todos los datos coincidían hasta formar un terrible mosaico. En otros tiempos, a Vader le había interesado Leia debido a su importancia política en la guerra entre el Imperio y la Alianza Rebelde. Ahora ella carecía prácticamente de importancia y sólo era útil para una determinada función.

—Lord Vader le ha tendido una trampa —agregó Lando— y...

—Y nosotros somos el anzuelo —Leia concluyo la frase.

—¿Hace todo esto para coger al chico? —preguntó Han— ¿Por qué lo considera tan importante?

—No lo sé, pero viene hacia aquí.

—¿Luke vendrá aquí?

Lando Calrissian asintió, con la cabeza.

—Buena la has hecho —gruñó Han y agregó agresivamente—. ¡Vaya amigo! Al pronunciar esa última palabra acusadora, Han Solo recuperó las fuerzas. Las concentró en un puñetazo que hizo trastabillar a Lando. En un segundo los ex amigos se trabaron en una furiosa lucha cuerpo a cuerpo. Los dos guardias de Lando se acercaron a los rivales y golpearon a Han con las culatas de sus rifles láser. Un enérgico golpe alcanzo a Han en el mentón que le hizo volar por la celda, mientras le manaba sangre de la mandíbula.

Chewbacca gruñó salvajemente y se encamino hacia los guardias. Cuando éstos alzaron sus rifles láser, Lando gritó:

—No disparéis —lastimado y sin aliento, el administrador se volvió hacia Han—. He hecho lo que podía por ti. Lamento que no sea lo mejor pero yo también tengo problemas —al volverse para abandonar la celda, exclamó—: Me he arriesgado más de lo que debía.

—Sí, eres un héroe —respondió Han Solo y recuperó la compostura.

Una vez Lando se retiró con los guardias, Leia y Chewbacca ayudaron a Han a ponerse de pie y le condujeron hasta una de las literas. El coreliano acomodó en ella su cuerpo cansado y castigado y Leia cogió una punta de tela de su manto, se lo paso suavemente por el mentón y secó la sangre que aún brotaba.

—Sin duda, sabes tratar a la gente —se burló.

La cabeza de Artoo-Detoo giró encima de su cuerpo semejante a un barril mientras sus dispositivos exploradores captaban el vacío tachonado de estrellas del sistema de Bespin.

El ligero caza con alas en X acababa de entrar en el sistema y se precipitaba por el espacio negro como un enorme pájaro blanco.

La unidad R2 tenía muchos datos que transmitir al piloto. Sus pensamientos electrónicos salían a trompicones y aparecían traducidos en la pantalla de la carlinga.

Luke, que mantenía una seria expresión respondió rápidamente a la primera de las preguntas urgentes de Artoo:

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