De hecho, de no haber sido por Bernie y su isla, tal vez jamás habría llegado a ser la nadadora que era actualmente.
* * *
—¿Qué pasa entre tu hermana y Álex? —le preguntó Marcy a Harper mientras ésta levantaba la mirada y veía a Gemma y a Álex caminando por la avenida principal.
—No sé —dijo Harper encogiéndose de hombros. Ella y Marcy habían estado jugando a arrojar latas de refresco a una papelera, hasta que Marcy se distrajo. —¿No lo sabes? —Marcy se volvió hacia Harper. —No; Gemma es particularmente vaga con los detalles. —Harper lanzó su lata hacia la papelera, concentrada en seguir jugando, aunque Marcy estaba pendiente de otra cosa—. Sé que se besaron el otro día, porque papá los vio, pero cuando le pregunté no me quiso decir nada. Me parece que están saliendo.
—¿Tu hermana está saliendo con tu mejor amigo y tú ni siquiera lo sabes?
—preguntó.
—Gemma nunca quiere hablarme de sus novios —respondió Harper con un suspiro. Gemma había tenido dos antes, pero siempre era muy reservada sobre los chicos que le gustaban—. Y en realidad no le pregunté a Álex sobre el asunto. Me siento un poco rara sacando el tema.
—Porque te pasa algo con él —dijo Marcy.
—Por millonésima vez, te digo que no me gusta Álex. —Harper levantó los ojos al cielo—. Te toca a ti, por si no te has dado cuenta.
—No cambies de tema.
—No estoy cambiando de tema. —Harper se sentó a la mesa de picnic que había detrás de ellas, ya que evidentemente Marcy no pensaba seguir jugando hasta que no hablaran—. Nunca he sentido por Álex nada que no fuera amistad. Es un friki y un niño y no es más que un amigo.
—La amistad entre hombres y mujeres no existe —insistió Marcy—. Deberías ver
Cuando Harry encontró a Sally
.
—La amistad entre hermanos sí existe y Álex es como un hermano para mí
—le explicó Harper—. Y ésa es la única razón por la que esto me resulta raro. Porque alguien que es como un hermano para mí está saliendo con mi hermana.
—Eso es horrible.
—Gracias. ¿Ahora podemos seguir jugando?
—No, este juego me aburre, y además me estoy muriendo de hambre. — Marcy tenía una lata de refresco en la mano y la arrojó torpemente hacia un lado—. Comamos un helado de chocolate.
—Fuiste tú la que querías jugar a esto —dijo Harper, mientras se levantaba de la mesa de picnic.
—Ya lo sé. Pero no me había dado cuenta de lo aburrido que era.
Marcy empezó a caminar por el parque, abriéndose paso a empujones entre la gente. Harper la seguía un poco más despacio, mirando por encima de su hombro para ver si localizaba a Gemma y a Álex por algún lado.
En un principio, Gemma iba a ir con Harper y Marcy al picnic, pero por la mañana Álex la había llamado para invitarla a ir con él. Fue entonces cuando Harper quiso hablar del tema con Gemma, pero ella se negó a darle detalles.
Harper estaba tan ocupada buscándolos que no prestó atención mientras caminaba, y acabó por chocar con alguien, derramando el helado que éste llevaba en la mano sobre su remera.
—Oh, qué tonta, lo siento mucho —se apresuró a decir Harper, mientras trataba de limpiar el helado de chocolate de la remera.
—Me odias de veras, ¿no es cierto? —preguntó Daniel, y Harper se horrorizó al darse cuenta de quién era la persona a quien acababa de manchar de helado—. Me refiero a que cargarse el helado de alguien es algo muy pero muy cruel.
Las mejillas de Harper se ruborizaron.
—No te había visto. De verdad. —Empezó a limpiarle la remera más frenéticamente, como si por frotar más fuerte pudiera quitar la mancha.
—Oh, ahora entiendo tu plan, y es mucho más depravado de lo que pensaba —dijo Daniel con una sonrisa—. Estabas buscando una excusa para toquetearme.
—¡En absoluto! —Harper dejó al instante de frotar y dio un paso atrás.
—Me alegro. Porque primero tendrías que pagarme una cena.
—Yo sólo… —Harper señaló su remera y dijo con un suspiro—: Lo siento.
—Me has llenado de chocolate. ¿Por qué no te disculpas mientras buscamos unas servilletas? —sugirió Daniel.
Harper fue con él hasta el puesto más cercano, donde encontraron un paquete de servilletas. Harper tomó un puñado y fue hasta una fuente; Daniel la siguió.
—Lo siento —volvió a decir Harper y mojó las servilletas en el agua para limpiar la remera de Daniel.
—No hace falta que te sigas disculpando. Ya sé que ha sido un accidente.
—Lo sé, pero… —Harper sacudió la cabeza—. No te di las gracias como corresponde por ayudar a mi hermana el otro día y después voy y te ataco con tu propio helado.
—Eso es verdad. Eres un peligro público y habría que detenerte.
—Sé que me estás tomando el pelo, pero de verdad que me siento apenada.
—No, lo digo muy en serio. Debería denunciarte por depravada —dijo Daniel con una expresión muy seria, aludiendo a lo que ella le había dicho el día anterior.
—Ahora me estás haciendo sentir peor. —Harper bajó la mirada al suelo e hizo una bola con la servilleta mojada.
—Ése es mi plan —dijo Daniel—. Me gusta hacer que las chicas atractivas se sientan culpables para que acepten salir conmigo.
—Vaya, muy bonito. —Harper lo miró entrecerrando los ojos, sin saber si estaba bromeando o no.
—Eso es lo que me dicen todas. —Daniel le sonrió con picardía y sus ojos
de color avellana brillaron.
—Sí, seguro —dijo ella con escepticismo.
—Lo que sí es cierto es que me debes un helado, ¿sabes? —Oh, sí, por supuesto. —Harper empezó a buscar en su bolsillo—. ¿Cuánto cuesta? Te puedo dar el dinero.
—No, no. —Daniel hizo un gesto con la mano, deteniéndola, justo cuando ella sacaba unos dólares arrugados—. No quiero tu dinero. Quiero tomar un helado contigo.
—Yo, eh… —Harper buscó torpemente una excusa para rechazar la propuesta.
—Ya veo cómo son las cosas. —Los ojos de Daniel mostraron decepción, pero los bajó antes de que Harper pudiera estar segura. Sin embargo, su sonrisa desapareció, y metió las manos en los bolsillos.
—No, no, no es que no quiera —se apresuró a decir Harper, y ella misma se sorprendió al darse cuenta de que lo decía en serio.
Gracias al humor con que respondía a sus ataques verbales y a la ayuda que le había prestado a su hermana, había empezado a ver a Daniel con otros ojos. Y ésa era precisamente la razón por la que no podía aceptar su invitación.
A pesar de sus encantos, seguía viviendo en un yate y, por la sombra que cubría su mentón, parecía que no se afeitaba desde haría varios días. Era inmaduro y probablemente perezoso, y en pocos meses ella se iría a la universidad. No necesitaba involucrarse con un vago sólo porque era divertido y bastante agradable.
—Mi amiga está por ahí en alguna parte, esperándome —siguió explicándole Harper y señaló hacia la multitud, donde Marcy debía de estar comiendo helado—. Iba detrás de ella cuando choqué contigo. Ni siquiera sabe dónde estoy… así que debería ir a buscarla.
—Entiendo —dijo Daniel asintiendo con la cabeza, y volvió a sonreír—. Tengo un vale entonces.
—¿Un vale? —Harper alzó las cejas—. ¿Por un helado?
—O una comida de igual valor. —Daniel entrecerró los ojos pensando qué podría ser—. Tal vez llegue para un café, pero no para una auténtica comida con papas fritas y ensalada. —Chasqueó los dedos al ocurrírsele algo—. ¡Sopa! Un plato de sopa también serviría.
—¿Así que te debo una comida por el valor de un helado? —preguntó Harper.
—Sí. Y el pago de la deuda deberá efectuarse lo antes posible, según tu conveniencia —dijo Daniel—. Mañana o pasado mañana o incluso la semana que viene. Cuando te venga bien.
—De acuerdo. Me parece… un buen trato.
—Bien —dijo Daniel al marcharse—. Te voy a obligar a cumplirlo. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, lo sé —dijo Harper, y una parte de ella realmente esperaba que así fuera.
Harper fue abriéndose paso entre la gente y no tardó mucho en encontrar a Marcy. Estaba sentada a una mesa con Gemina y Álex, lo cual le habría alegrado si el amigo de Álex, Luke Benfield, no hubiese estado también con ellos.
Harper aminoró el paso cuando vio a Luke. Y no sólo porque las cosas no habían acabado muy bien entre ellos. Siempre que Álex y él se juntaban, tendían a entrar en modo friki y sólo hablaban con términos informáticos tan técnicos que Harper no entendía nada.
—Entonces ¿cuándo vas a hacer de Gemma una mujer feliz y ganarle un premio? —le preguntaba Marcy a Álex cuando Harper llegó a la mesa.
—Hum… —Las mejillas de Álex se ruborizaron un poco por la pregunta y se frotó nerviosamente las manos.
—Le dije que no quería ningún premio —interrumpió Gemma, rescatándolo del apuro—. Soy una chica moderna. Puedo ganarme mis propios premios.
—Es probable que te vaya mejor que a él, ya que eres una atleta —dijo
Marcy, metiéndose un poco de helado en la boca—. Álex debe de lanzar los dardos como una niñita.
Luke se atragantó de risa al oír aquello, como si él mismo fuera más habilidoso que Álex con los dardos. Giró el enorme anillo de linterna verde que tenía en el dedo y rio tan fuerte que sonó como un ronquido.
—Como si tú pudieras hablar mucho, Marcy —dijo Harper, mientras tomaba asiento a su lado—. Vi cómo arrojabas las latas de refresco. Estoy segura de que Alex te ganaría de lejos.
Gemma le dedicó una sonrisa de agradecimiento a su hermana por salir en ayuda de Álex. Harper notó que su hermana le había apretado la pierna al chico para darle confianza.
—¿Dónde diablos estabas? —Marcy miró a Harper, ignorando sus comentarios—. Desapareciste de golpe.
—Me encontré con alguien que conozco. —Harper evitó la pregunta y centró la atención en Álex—. ¿Qué tal les está yendo el picnic?
—Bien —dijo Luke—. Salvo que debería haberme puesto más protector solar. —Su pálida piel y sus rizos pelirrojos parecían reflejar la luz—. No estoy acostumbrado a tanto sol.
—¿Vives en un calabozo, Luke? —dijo Marcy—. Lo digo porque estás escuálido y pálido, como si tus padres te hubiesen encadenado en el sótano.
—No —dijo Luke con cara de ofendido, y señalando después la bandera canadiense en la remera de Marcy—: Pensé que los canadienses eran agradables.
—No soy canadiense —contestó Marcy—. La uso para expresar mi antipatriotismo.
—Eres realmente encantadora, ¿lo sabias, Marcy? —le dijo Álex.
—Hago lo que puedo —respondió la chica, encogiéndose de hombros.
Como en el parque estaba prácticamente todo el pueblo, el bullicio de la gente y la música era bastante ensordecedor. Pero de golpe la zona de las mesas de picnic pareció quedarse casi en silencio, como si todo el mundo estuviese hablando en voz baja y murmurando.
Harper miró a su alrededor para ver si había ocurrido algo y al instante detectó la razón del silencio. La multitud se había dividido para dar paso a Penn, a Lexi y a Thea, que caminaban directamente hacia donde estaban ellos.
Penn llevaba un vestido corto con los pechos casi al aire. Cuando se detuvo en el extremo de la mesa, apoyó sus manos en sus caderas y les sonrió.
—¿Qué tal, gente? —preguntó, examinando la mesa.
—Genial —dijo Luke con entusiasmo e indiferente a la tensión que había en el aire—. Yo, lo estoy eh… pasando muy bien. Están fantásticas. Quiero decir que parece que lo están pasando fantásticamente.
—Bueno, gracias. —Penn lo miró, lamiéndose ávidamente los labios mientras sonreía.
—Tú tampoco estás nada mal —agregó Lexi.
Tendió una mano y tiró de uno de sus rizos, estirándolo como un resorte para que rebotara de vuelta. Luke bajó la mirada y rio como un colegial.
—¿Necesitan algo? —preguntó Gemma.
Harper notó que cuando los ojos oscuros de Penn se clavaron en los de Gemma, su hermana levantó aún más el mentón como desafiándola. Después Harper vio algo que le heló la sangre: los ojos de Penn cambiaron, pasando de un color casi negro a un extraño tono dorado que le recordó los ojos de un pájaro.
Sus extraños ojos de pájaro se quedaron clavados en los de Gemma, pero la expresión de su hermana no cambió, como si no hubiese notado la sorprendente transformación en los ojos de Penn.
Con la misma velocidad que cambiaron, volvieron a su color normal e inexpresivo. Harper pestañeó un par de veces y miro a los demás, pero nadie más parecía haber notado el cambio. Todos se limitaban a mirar fijamente a Penn como hipnotizados, y Harper se preguntó si no lo habría imaginado.
—No. —Penn encogió seductoramente uno de sus hombros— Solo quería pasar a saludarlos. Todavía no conocemos a mucha gente en el pueblo y siempre estamos tratando de hacer nuevos amigos.
Sin embargo, Thea no tenía aspecto de querer hacer nuevos amigos. Permanecía inmóvil a un lado, unos metros detrás de Penn y de Lexi. Enroscaba su largo cabello pelirrojo en uno de sus dedos, y no miraba a nadie de la mesa.
—Tú ya tienes amigas —le dijo Harper, señalando con el mentón a Lexi y Thea.
—Cuantos más amigos mejor, ¿no es cierto? —respondió Penn, y Lexi le guiñó un ojo a Luke, haciéndolo reír de nuevo nerviosamente—. Y definitivamente podríamos aprovechar muy bien a una amiga como Gemma.
Harper quiso preguntarle a qué se refería exactamente, intrigada por saber qué demonios querían de su hermana, pero Marcy la detuvo.
—Espera —le dijo Marcy con la boca llena—. ¿No eran siempre cuatro? — Tragó la comida y las miró fijamente—. ¿Qué hicieron con ella, chicas? ¿Se la comieron? Y después seguro que la habrán vomitado, porque evidentemente son bulímicas.
Penn le lanzó una mirada tan fulminante que literalmente la hizo encogerse, bajando la mirada y acercando su helado más aún, como si realmente creyera que Penn fuera a robárselo.
—¿Ya fueron a las atracciones? —preguntó Harper, tratando de impedir que Penn asesinara a Marcy. Tras esa mirada, Harper pensó que sería mejor mantener la conversación dentro de lo banal en vez de enfrentarse a Penn por su interés en Gemma.
La expresión helada en la cara de Penn se evaporó al instante y volvió a exhibir su sonrisa edulcorada. Harper notó que los dientes de Penn eran extraordinariamente afilados. De hecho, si Harper no hubiese sabido que
era imposible, habría creído que sus incisivos habían crecido y eran más puntiagudos que unos segundos antes.
—No, acabamos de llegar —explicó Penn con su voz sedosa de gatita—. Todavía no hemos tenido tiempo de ver nada.