Texto que fascinó a J. R. R. Tolkien hasta el punto de encargarse de la edición de su manuscrito,
Sir Gawain and the Green Knight
es sin duda el mejor texto artúrico inglés. El primer día del año se presenta en la corte de Camelot un gigantesco y portentoso caballero, cuya piel, pelo, barba y vestimenta son tan verdes como su admirable corcel y sus arreos, y que hace una extraña propuesta que nos sumerge de lleno en lo maravilloso, dando así inicio a la ordalía del protagonista, a la aventura tras la cual saldrá purificado. «Aunque ejemplifica las virtudes caballerescas del valor y la lealtad —apunta Luis Alberto de Cuenca en su prólogo—, [
Sir Gawain
…] no es sólo un relato al servicio de una moral, sino un relato en sí […]: fresca y bellísima literatura».
Anónimo
Sir Gawain y el Caballero Verde
ePUB v1.1
Joselín.28.05.12
Título original:
Sir Gawain and the Green Knight
Fecha de publicación: Octubre, 1982
Traducción: Francisco Torres Oliver
Prólogo: Luis Alberto de Cuenca, 1982
Epílogo y notas: Jacobo F. J. Stuart
Revisión y corrección: jugaor
Parte I, estrofa 9
[stanza 9 (long)]
179
wel gay watz þis gome gered in grene
180
and þe here of his hed of his hors swete
181
fayre fannand fax vmbefoldes his schulderes
182
a much berd as as a busk ouer his brest henges
183
þat wyth his hi3lich here þat of his hed reches
184
watz euesed al vmbetorne abof his elbowes
185
þat half his armes þervnder were halched in þe wyse
186
of a kyngez capados þat closes his swyre
187
þe mane of þat mayn hors much to hit lyke
188
wel cresped and cemmed wyth knottes ful mony
189
folden in wyth fildore aboute þe fayre grene
190
ay a herle of þe here anoþer of golde
191
þe tayl and his toppyng twynnen of a sute
192
and bounden boþe wyth a bande of a bry3t grene
193
dubbed wyth ful dere stonez as þe dok lasted
194
syþen þrawen wyth a þwong a þwarle knot alofte
195
þer mony bellez ful bry3t of brende golde rungen
196
such a fole vpon folde ne freke þat hym rydes
197
watz neuer sene in þat sale wyth sy3t er þat tyme
[bob]
198
with y3e
[wheel]
199
he loked as layt so ly3t
200
so sayd al þat hym sy3e
201
hit semed as no mon my3t
202
vnder his dynttez dry3e
U
na manera de acercarse a la literatura del pasado es, lisa y llanamente, conocerla. Para ello sólo se necesita curiosidad y una biblioteca nutrida y poco atenta a los vaivenes de la moda.
Otra manera de cercar la fortaleza de lo pretérito y, al cabo, conquistarla es quizá menos exquisita que la anterior, pero igualmente enriquecedora: se trata de acudir a los mejores escritores contemporáneos y extraer conclusiones de sus lecturas.
La única conclusión posible que depara una historia o un poema es otra historia u otro poema. Si el autor elegido se llama, por ejemplo, Jorge Luis Borges, los poemas o historias suscitados serán, obligatoriamente, bellos, satisfactorios y divertidos. Resulta aleccionador descubrir la epopeya de Gilgamés entre las páginas de un ensayo borgiano, aunque el contacto posterior con la cosa-en-sí constituye —está claro— el hecho auténticamente importante.
He mencionado a Borges y la gesta de Gilgamés. En el caso de
Sir Gawain y el Caballero Verde
hay que hablar, ineludiblemente, de J. R. R. Tolkien. Para muchos lectores de habla inglesa reacios a perderse en la intrincada selva trazada por los eruditos, el poema de
Sir Gawain and the Green Knight
existe porque a Tolkien, un estudioso oxoniense de reconocida solvencia como medievalista, se le ocurrió, además de combatir diariamente con fascinantes manuscritos y tediosos colegas, inventarse una historia maravillosa, probablemente la invención fantástica más coherente, hermosa y perfecta del siglo XX. Me refiero a
The Lord of the Rings
. Pues bien, fue el propio Tolkien, en colaboración con E. V. Gordon, quien publicó la edición canónica de
Sir Gawain
(Oxford, 1952), y ha sido su hijo Christopher quien ha editado póstumamente (Londres, 1975) la espléndida versión que del poema (junto con
Pearl
y
Sir Orfeo
) dejara impublicada su padre al morir en 1973.
Estoy seguro de que estos datos ya predisponen a más de un lector en favor o en contra del texto medieval que anuncia este prólogo. Con escritores como Tolkien o Borges no es posible permanecer indiferentes. Y, guste o no a los especialistas,
Sir Gawain and the Green Knight
está siendo leído, fundamentalmente, en todo el mundo por su relación con el creador de los
hobbits
, no por sí mismo. Otra cosa es que sus méritos propios sean —que lo son— relevantes. Pero los éxitos populares resultan siempre incomprensibles cuando la calidad los justifica, y Tolkien —con Cervantes, Shakespeare, Homero— es uno de esos casos raros.
Hasta 1377 sólo reinan Eduardos en Inglaterra. Ricardo II completaría el siglo XIV. Un siglo que contempla la aparición de una nueva clase social con gran empuje y fuerza: la burguesía. Un período en que la Muerte Negra devasta Europa. El siglo de Juan Ruiz en España, de Froissart en Francia, de Petrarca y Boccaccio en Italia. El tiempo en que Juan de Ruysbroeck exalta con pasión el amor en Cristo y la
dulcedo Dei
. La época en que mueren
meister
Eckhart y Guillermo de Ockham. El mundo en que aparecen los Flagelantes y menudean las revueltas sociales.
Comenzada ya la contienda que enfrentará a Francia e Inglaterra por espacio de un siglo, los artesanos de París, con Étienne Marcel a la cabeza, se sublevan contra sus amos. Los
Jacques
, campesinos de Normandía, Champaña y Picardía, recorren en partidas el norte del país, asaltando e incendiando castillos, destruyendo los campos. En Flandes, Felipe van Artevelde capitanea un grupo de desheredados contra la autoridad de su conde. Un motín popular agita Florencia, dirigido por el cardador de lana Michele di Lando. En Roma, un tribuno de origen humilde, Cola di Rienzo, se hace con el poder e instaura una fugaz república. En Cataluña, los payeses se alzan contra los tristemente célebres
mals usos
. En Inglaterra, John Ball y Wat Tyler protagonizan sendas rebeliones contra el orden establecido (Ball, sacerdote y capitán de los insurrectos, decapitado el 30 de noviembre de 1381, había dicho antes de morir: «Mis queridos hermanos, las cosas no marcharán bien en Inglaterra hasta que todo sea común, hasta que no haya señor ni vasallo; hasta que no haya ningún amo, ni los señores ni vosotros») y John Wyclif inicia la Reforma casi doscientos años antes que Lutero.
Eduardo de Woodstock, llamado «el Príncipe Negro», acompaña a su padre Eduardo III de Inglaterra —el mismo que fundó la orden de la jarretera y el bicameralismo inglés en la jornada victoriosa de Crécy, donde el ejército francés de Felipe IV sería aniquilado. Más tarde, con sus famosas Compañías Blancas, devolvería el trono de Castilla a Pedro I el Cruel. Es el Príncipe Negro, y su
alter ego
y antagonista, Beltrán Du Guesclin, un espléndido símbolo del siglo que les tocó vivir. Lujo, color, brutalidad, banquetes fastuosos, torneos y batallas desmedidas, luchas sociales, guerras de familia, fiestas galantes y cabalgadas implacables por tierras enemigas: todo en un plano al mismo tiempo «enorme y delicado», como calificara Paul Verlaine al Medievo.
De los muchos manuscritos reunidos en el siglo XVII por Sir Roben Cotton, entre los que se encontraban el códice de
Beowulf
y los dos textos del Brut de Layamon, hay un modesto tomo en cuarto conocido como
Nero A X
. Comprado en Yorkshire, se salvó de un incendio en 1731, antes de pasar a los fondos de la British Library, donde continúa actualmente. El tal manuscrito está formado por cuatro poemas aliterativos escritos en letra del último tercio del siglo XIV. Acompañando al texto hay doce ilustraciones de factura muy elemental que se refieren a episodios de algunos de los poemas. Ninguno de los textos lleva título, pero han sido llamados, siguiendo el orden en que están recogidos en el códice:
Pearl, Purity
(o
Cleanness
),
Patience
y
Sir Gawain and the Green Knight
.
De
Pearl
también tenemos una versión moderna de Tolkien; es un poema acerca de un sueño alegórico, con un trasfondo teológico evidente y de gran calidad estética.
Purity
y
Patience
son paráfrasis bíblicas.
Parece indudable que
Pearl
,
Purity
y
Patience
son obras de una sola mano.
Sir Gawain
es distinto. Hay quien duda en atribuirle el mismo origen, pero son muchas las semejanzas estilísticas entre las cuatro piezas.
En el siglo XIV, la aliteración resucita en las letras inglesas. Se llega incluso a utilizar en un poema como
Vision concerning Piers the Plowman
, cuyo contenido de crítica social refleja de un modo tan claro la época en que fue compuesto.
Sir Gawain
consta de más de 2.500 versos agrupados en una curiosa forma irregular de estrofa formada por un número incierto de ellos (entre 16 y 20), en su mayor parte sin rimar y sin metro, pero regularmente aliterados. El esquema parece revelar que los que volvieron a poner de moda la aliteración se daban cuenta de que no podían supeditarse a ella con exclusividad, sino que precisaban también de metro y rima, aunque fuese en pequeña proporción y con no demasiada frecuencia. De ser un elemento «sustentante» en poesía, la aliteración se va convirtiendo en elemento «decorativo», hasta llegar al simple y precioso artificio que constituye, por ejemplo, un verso de Gray (
weave the warp and weave the woof
, «urde la urdimbre y teje la trama»), en pleno siglo XVIII.
El dialecto empleado por el autor de
Sir Gawain
es el de las tierras del interior del noroeste de Inglaterra, un lenguaje remoto y difícil de entender por los habitantes de Londres, cuya norma lingüística prevalecería después, vía Chaucer.
Sir Gawain and the Green Knight
es, sin duda, el mejor texto artúrico inglés. Aunque ejemplifica las virtudes caballerescas del valor y la lealtad, no es sólo un relato al servicio de una moral, sino un relato en sí, como las obras de Chrétien de Troyes: fresca y bellísima literatura.
Los dos temas básicos de la obra se encuentran por separado en fuentes francesas o célticas, pero los encontramos combinados por vez primera en el poema inglés (pudo haber una fuente francesa, hoy perdida, que combinara ya el juego degollatorio con la tentación de la dama). El asunto está admirablemente bien montado. Un elemento sobrenatural, procedente de las versiones artúricas francesas y también del sustrato céltico, tan sumamente activo en Inglaterra, y un elemento naturalista, derivado de la atenta observación de la realidad y de una imagen miniaturista de la vida, se funden en Sir Gawain íntimamente, convirtiendo el poema en un magnífico ejemplo de realismo fantástico
avant la lettre
.