Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
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—Caleb, te he dicho que pares... —le empujó, pero él la ignoró. Noah lo mataría. No podía dejarle que hiciera eso.
—Toma las cuerdas, Noah —dijo Caleb ignorando a Aileen. —Veintidós latigazos.
—No le escuches, Noah... —gritó ella rogándole desesperada que desestimara su petición. Noah miró a Caleb y a Aileen. Ella estaba asustada y muy angustiada por lo que le iban a hacer a Caleb. El berserker chasqueó la lengua y tomó las cuerdas mirando a Caleb. Éste asintió y se dirigió
a la mesa para tumbarse allí como antes.
—Por favor, detente... —sentía cómo las lágrimas no derramadas le irritaban los párpados.
—Es su decisión, Aileen —le explicó Noah encogiéndose de hombros y dirigiéndose a la mesa circular. —Nada me podría impedir flagelarle. Se lo merece. Pero... —alzó las cejas. Aileen entornó los ojos. Noah, de todos los berserkers, era el que más odio parecía tenerle a Caleb. ¿Por qué Caleb lo había escogido a él? Él no iba a tener piedad.
—¿Pero qué? —preguntó ella humedeciéndose los labios secos.
—Me detendría si dijeras que sientes algo por él. Tú eres de mi clan. No podría desobedecer tus ruegos cuando se tratan de esas emociones, de... tu supuesta pareja... Eres la hija de la princesa Jade.
¿Se estaba burlando de ella? ¿La estaba desafiando? Aileen se enfureció con Noah.
—Dilo, Aileen. Di que te preocupas por él, que sientes algo por él y yo no seré quién le flagele. Vamos, sé lo suficiente loca para admitir algo así. Ni yo ni nadie podría herirle si dijeras eso, porque demostraría que a ti no te importó lo que te hizo —era un ultimátum. Noah sabía que la ponía entre la espada y la pared. —Ser violento y rudo en la cama todavía no es un delito, así
que... —se encogió de hombros.
Aileen desechó la idea de arrancarle el pelo a Noah. Además, ya se lo había rapado. La estaba avergonzando. Miró a Caleb, que ya se había agachado y estaba tumbado sobre la mesa. Ella tragó saliva. Admitir que lo que pasó entre ellos fue de mutuo acuerdo no era... Meneó la cabeza. No era cierto.
Caleb alzó la cabeza para mirarla. Estaba rígida. Su cara tirante. Sus ojos llenos de nervios, dudas y contradicciones. ¿Lo diría? ¿Diría que sentía algo por él? Dios, deseaba oír esas palabras de sus preciosos labios, más que el aire para respirar.
Aileen clavó sus uñas en sus palmas y el dolor le alejó de las palabras que tenía en la punta de la lengua. Tenía miedo de admitir algo tan incoherente después de todo lo ocurrido entre ellos. Pero, entonces, ¿por qué se sentía tan apenada? Es-to-col-mo.
Inmediatamente, reaccionó.
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—No, no fue de mutuo acuerdo. Lo que hizo Caleb no estuvo bien —contestó con frialdad.
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Apartó la vista de Caleb y le dio la espalda para ir con su abuelo.
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Caleb sintió que flagelaban su corazón. ¿Qué esperaba? ¿Que ella dijera: sí, Caleb, después de
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todo lo que me hiciste, creo que siento algo por ti? Aileen sólo podía sentir odio y resentimiento.
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Giró la cabeza hacia Noah y le dijo:
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—No te cortes, chucho. Véngate. No tendrás otra oportunidad como ésta.
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Noah torció la boca en un gesto no muy conforme.
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—Lo hago por ella —le dejó claro con un brillo de incomodidad en la mirada. —Alguien tiene
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que vengarla. No vas a llorar, ¿verdad, colmillos?
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Caleb miró por última vez a Aileen que intentaba hundir su cara en el pecho de su abuelo. Pero
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As la obligó a mirar.
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—Eso es un sacrificio para un hombre, pequeña —le dijo su abuelo tomándola de los hombros y dándole la vuelta para encarar el castigo del vanirio. —Caleb admite su error. Como mínimo, míralo.
Ella lo miró, pero cuando el primer latigazo cortó la piel del vanirio, ella apartó los ojos. Brave se lanzó a morder el pantalón de Noah, gruñendo y defendiendo a su nuevo amigo. Aileen corrió a tomarlo en brazos. Se abrazó a él y lo apretó con fuerza, mientras el perrito no dejaba de ladrar.
Caleb, por su parte, no dejó de mirarla en ninguno de los veintidós latigazos. Tenía la carne abierta. Los músculos de la espalda desgarrados. La mesa, inundada de sangre, chorreaba formando un charco largo y profundo en la tierra. Su mandíbula apretada y los ojos rojos de la ira y del dolor. Se había clavado los colmillos en el labio inferior y tenía la boca manchada de su propia sangre.
Ella había oído el ruido de la cuerda y el cristal lacerando su piel bronceada, cortando su espalda. Sus sentidos le habían dado detalles que no hubiese querido percibir jamás. La sangre de Caleb inundaba su pequeña nariz y le erizaba todo el cuerpo.
Él no había rugido ni gritado en ninguna de los veintidós golpes. Cuando Noah acabó, ni siquiera el berserker pudo reprimir un gesto de horror al ver la carnicería que había hecho con Caleb. Tiró las cuerdas al suelo con disgusto, queriéndose zafar de esa atrocidad.
Aileen temblaba y lloraba en silencio. Estaba pálida, sus ojos de color violeta estaban enrojecidos e irritados.
—¿
Caleb
?—preguntó con recelo e inseguridad retorciéndose las manos sobre el regazo—
¿
Caleb
?
Sólo escuchó un pequeño rugido de animal herido. Caleb tenía los ojos cerrados y las manos cerradas como puños. Le temblaba la barbilla y las venas del cuello estaban hinchadas palpitando furiosamente.
—
Habla conmigo
—le estaba dando permiso para hablar con ella telepáticamente. Caleb permanecía rígido sobre la mesa. De repente, ella vio cómo Caleb movía los labios y se acercó a él.
—Daanna... —susurró él con más esfuerzo del que deseó.
Aileen vio cómo Daanna, con el rostro desencajado, le ponía una manta húmeda a la espalda. Él siseó de dolor hundiendo la cara sobre la mesa.
Los vanirios abandonaron el lugar, así como la gran mayoría de berserkers. Muchos de ellos, se
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habían ido antes de que acabara la tortura. No querían ver aquel espectáculo.
Ja
As dio unas palmaditas de ánimo a Aileen, chasqueó la lengua y se fue hacia la mansión. Noah
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pasó por su lado e intentó evitar su mirada llena de rabia y de dolor.
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—Creo que ya ha saldado la cuenta pendiente —le dijo con el ceño fruncido. —Se lo merecía,
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pero no he disfrutado aunque pienses lo contrario.
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Aileen lo miró con furia. Noah tenía chorretones de sangre de la espalda de Caleb tanto en la
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cara como en los antebrazos.
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—Eres un salvaje, Noah —espetó con todo el cuerpo temblando.
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—Soy lo que soy. Caleb es lo que es. Y tú eres ambas cosas. Así procedemos —le dijo fríamente.
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—Acostúmbrate, princesa. No somos humanos.
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—Hijo de perra —estaba tan enrabiada que lo empujó.
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Noah se quedó sorprendido ante la reacción de la joven. Luego sonrió afablemente y añadió, comprensivo:
—Sí, bonita. Soy hijo de una perra. Como tú —no esperó a ver su reacción. Le dio la espalda y siguió a Adam que hacía rato que lo esperaba. —Ve a ver cómo está, Aileen. No puede ni pestañear.
Aileen se negó a llorar. Estaba tan harta de esa situación, de ese mundo cruel y visceral al que pertenecía... Enderezó la espalda y caminó hasta la mesa. Daanna levantaba a su hermano con la ayuda de los dos rubios. Caleb no tenía fuerzas ni para alzar la cara y mirarla. Los brazos le colgaban inertes alrededor de los cuellos de Cahal y Menw, y Daanna ayudaba a mantener la manta húmeda encima de la espalda.
Aileen se detuvo enfrente de ellos. Le dolía ver al vanirio así. Incluso había sentido los latigazos en carne propia, como si le pegaran también a ella.
—Esto no era necesario —le dijo controlando sin éxito el temblor de su voz.
—¿Me oyes, Caleb?
Esto no era necesario.
—Aileen —la voz de Daanna salió de detrás de la espalda musculosa y herida de Caleb, —no es buen momento...
—Me da igual —la contestó con los ojos llenos de dolor por él.
Se acercó al cuerpo abatido de Caleb y, con una mano insegura y trémula lo cogió de la barbilla y lo obligó a mirarla. La sangre chorreaba por su cuello y caía por su pecho ancho y tan bien definido.
Sintió ganas de lamerlo de pies a cabeza. Ganas de curarlo y de aliviarlo. Dios... Se estaba convirtiendo en una mujer bipolar. A ratos lo odiaba y a ratos quería ayudarlo.
—¿Me oyes? —repitió con la voz ronca por el dolor de Caleb. —Yo no quería que lo hicieras. Caleb tuvo las fuerzas suficientes para abrir los párpados y mirarla con los ojos semi-abiertos. Ella sintió que se le partía el corazón. Él tenía lágrimas en los ojos. Seguro que le dolía una barbaridad.
—Noah te dio una oportunidad. Si hubieses dicho la verdad, nadie podría haberle tocado un pelo —contestó Cahal encarándose con ella. —Fuese como fuese te has vinculado a Caleb y...
—Déjala, Cahal —le dijo Daanna. —Por favor, llevaos a mi hermano y dejadnos solas. Aileen clavó la mirada en los ojos semi-cerrados de Caleb y soltó su barbilla. Se llevaban a Caleb, que arrastraba los pies y se mantenía sólo por los fuertes brazos de sus amigos. Ella quiso ir con él.
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Daanna echó la cabeza hacia atrás y se masajeó la nuca con una mano.
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—¿Lo vais a curar? —preguntó Aileen intentando fingir indiferencia.
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—Ahórrate ese tono conmigo —contestó seria. —Mi hermano ha hecho esto por ti, porque él
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creía que se lo tenía merecido y porque quería tu perdón. ¿Lo has perdonado?
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—Yo no sé si...
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—Escúchame bien, Aileen. Los vanirios no somos lo que tú crees. Caleb se equivocó contigo y
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hoy ha decidido castigarse por ello. Ante todos —señaló. —Tú no entiendes lo que eso significa.
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Ser humillado por un berserker ante el Consejo y los clanes... No lo puedes comprender. Pero mi
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hermano hoy se ha comportado como un hombre justo.
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—No... No quiero entenderlo. Sois unos salvajes. Siempre arregláis las cosas así.
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Daanna bajó la voz para hablarle con dulzura.
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—Júzganos cuando nos conozcas. No te dejes guiar por ese error que cometió. Mira —le limpió
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una lágrima que caía por su mejilla, —cuando quieras hablar de lo que sea, cuando tengas ganas y
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estés preparada para conocernos, puedes contar conmigo, acudir a mí —le sonrió acariciándole la barbilla.
Aileen no pudo hacer nada más que asentir como una niña pequeña y agradecer el gesto de Daanna.
—Sé que ha sido muy duro para ti.
—Lo es —sollozó Aileen. —Es extraño.
—Yo te brindo mi amistad, Aileen. ¿La aceptas? Puedo ayudarte a encajar en el mundo de tu padre. En tu nueva vida.
—¿Qué vida? —gritó ella frustrada. —¿Esta vida? —se señaló los ojos y los colmillos.
—Hay vida en la noche, Aileen —contestó ella enternecida. —Hay belleza y justicia. Y tú formas parte de ella.
—Es... estoy aterrorizada... —reconoció sin titubeos. Daanna sonrió y se encogió de hombros.
—Supongo que damos un poco de miedo.
—Lo dais —le contestó la joven. —Pero tu hermano es el peor de todos. Tenía miedo a Caleb. Ni Menw ni Cahal ni Daanna ni siquiera Beatha o el desgraciado de Samael podían intimidarla tanto como Caleb. Él era el único que la hacía sentir débil y vulnerable, por todo lo que había despertado en su interior. Por los anhelos que tenía cuando estaba cerca de él.
—Es normal que te sientas así. ¿Quieres que hablemos de ello ahora? —le preguntó Daanna.
—No. No me encuentro bien.
Por supuesto que no estaba bien. Necesitaba ver a Caleb, con una irracionalidad y un desespero, que no era lógico, no era normal. Y lo peor era que él se acababa de ir... Cuando le había tocado la cara, había sentido electricidad en las manos. Calor en los pechos. Ardor en el vientre. Y estaba convencida, porque así se lo decían sus instintos, que algo le estaba pasando con el vanirio.
El olor de su sangre la excitaba como nada en el mundo, su voz la dominaba y la hacía entrar en un trance de deseo incontrolable hacia él, hacia su piel, hacia su cuerpo. No se sentía así con nadie más. Nunca se había sentido así.
—Mañana haremos guardia en Birmingham. Los nosferátums y los lobeznos atacan a menudo por esa zona.
—Lo sé. Me lo dijo mi abuelo —se secó las lágrimas en un gesto rápido.
—Hay mucho ambiente por la noche allí. Si te apetece que hablemos... Podrías acompañar a los berserkers en sus guardias. Mientras no haya altercados, podemos conversar. También habrá
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grupos de los nuestros. Podríamos charlar entonces con tranquilidad. Hay tregua entre los clanes
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ahora, así que no tiene por qué haber más conflictos.
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Aileen tenía deseos de hablar con alguien femenino. Aquel mundo de testosterona la estaba
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volviendo loca. Y echaba de menos a Ruth y a Gabriel. ¿Qué pensarían de ella y de lo que le había
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sucedido? A lo mejor la rechazarían. A lo mejor ya no tendría amigos como ellos en la vida.
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Se mordió el labio para retener los sollozos.
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—Está bien —dijo finalmente. —Mañana podríamos hablar.
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Daanna sonrió abiertamente y Aileen pudo apreciar lo hermosa que era.
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—Me alegra oír eso. Bueno, entonces nos veremos allí por la noche. Ahora tengo que hacerme
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cargo de mi hermano.
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Aleen asintió y se armó de valor para realizar la siguiente pregunta:
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—¿Él... va a estar bien?
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La vaniria la miró con atención sorprendida y a la vez aliviada de que ella le preguntase algo así.