La edición ilustrada de
Querelle de Brest
de
Jean Genet
que Odisea Editorial recupera, se corresponde con la mítica primera edición publicada en 1947, que venía acompañada de veintinueve escandalosos dibujos eróticos realizados por
Jean Cocteau
, que representaban a marineros desnudos en atrevidas actitudes amorosas. Dicha publicación provocó que en 1956
Genet
fuera condenado a ocho meses de prisión y al pago de una sustanciosa multa.
Esta edición íntegra de
Querelle de Brest
es la primera que se realiza con las míticas ilustraciones de
Cocteau
desde la legendaria edición prohibida de 1947, y supone la recuperación completa del
Genet
más maldito, genial y expresivo.
Querelle de Brest
es una novela de amor, inmoralidad y muerte que tiene como protagonista a Georges Querelle, el atractivo marinero que asesina por dinero y para borrar sus propias huellas, y que luego expía sus crímenes en intensas sesiones de sometimiento sexual. Alrededor de Querelle se despliega un mundo de deseo, pasiones y violencia, enmarcado por las nieblas del puerto de Brest, y por un mar que, para
Genet
, evoca con frecuencia la pura idea del crimen y del amor entre hombres.
Jean Genet
Querelle de Brest
(Edición ilustrada por Jean Cocteau)
ePUB v1.0
Polifemo716.09.12
Título original:
Querelle de Brest
Jean Genet, 1947.
Traducción: Felicitas Sánchez Mediero y Santiago Roncagliolo
Ilustraciones: Jean Cocteau
Diseño/retoque portada: María Garrido
Editor original: Polifemo7 (v1.0)
ePub base v2.0
En 1947, Jean Cocteau realizó veintinueve ilustraciones de cargado contenido erótico para la primera edición de la novela
Querelle de Brest
de Jean Genet. En estas ilustraciones, que se publicaron sin firmar, Cocteau explicitaba la masculinidad indómita del marino. Odisea Editorial publica, por primera vez desde esa edición prohibida (baste señalar que en 1956, por su causa, Genet fue condenado a cumplir una pena de ocho meses de presidio y a pagar una sustanciosa multa), la versión completa, ilustrada y no censurada de
Querelle de Brest
, en un volumen que recupera el espíritu de ese libro mítico. Nunca hasta hoy, desde la edición de 1947, el texto íntegro de Genet se ha publicado conjuntamente con los veintinueve dibujos de Cocteau, lo que convierte a ésta en una edición histórica de un extraordinario valor literario y artístico.
Jean Genet comenzó a escribir
Querelle de Brest
en marzo de 1945. El manuscrito original de la novela señala más concretamente el 13 de marzo como la fecha probable de comienzo de la composición. En este manuscrito también se consigna todavía el significativo título que Genet le quiso dar inicialmente a la obra:
Tonnerre de Brest
—«Trueno de Brest»— título que daría paso más larde a otras opciones como
Les Mystères de Brest
—«Los Misterios de Brest», en clara alusión a
Los Misterios de París
de Eugène Sue—, e incluso a
Querelle d'Egypte
—«Querelle de Egipto»—. En esta primera versión el navio «Le Vengeur», en que navega el protagonista, recibiría el nombre de «Le Querelle».
Gracias a su amistad con Jean Cocteau (al que conoció en 1943 y que ese mismo año ante un tribunal de justicia calificó a Genet como «el más grande novelista de la era moderna», lo que le valió a éste la conmutación de una cadena perpetua por una pena de prisión de pocos meses), traba conocimiento con Paul Morihien, editor del propio Cocteau, y consigue publicar sus primeras obras.
En la época en que aborda la escritura de
Querelle
, Jean Genet, inclusero parisino, prostituto ocasional, ladrón impenitente que no bien salía de la cárcel cuando volvía a entrar de nuevo en ella por algún otro robo, había publicado ya
Notre Dame des Fleurs
(«Nuestra Señora de las Flores»), impreso secretamente por Morihien sin mención de editor, y había escrito, en la celda de una prisión,
Miracle de la Rose
(«El Milagro de la Rosa»).
Querelle de Brest, ya con su título definitivo, fue rematado en marzo de 1946, aunque no fue hasta 1953 cuando la editorial Gallimard la publicó —expurgada— en el tercer volumen de las Obras Completas de este autor.
Pero una primera versión del
Querelle de Brest
, mucho más explícita, mucho más rica y que incluye episodios que en la versión posterior desaparecen, fue publicada varios años antes. Esa versión íntegra, publicada en 1947 por el propio Paul Morihien sin nombre de editor, y acompañado de veintinueve explícitos dibujos sin firma a cargo de Jean Cocteau, es la versión histórica que se recupera en este volumen especial para la colección
Uranistas
, y que ofrece por primera vez al lector español en su integridad.
Enrique Redel
En 1953, año de publicación de
Querelle de Brest
por la editorial francesa Gallimard —en 1947 había aparecido una primera edición, sin créditos editoriales—, Jean Genet (París, 1910) se encontraba en su plenitud como escritor, lo que significa, en un autor como él, aferrado como creador a su propia experiencia vital, que dominaba absolutamente el arte de la más noble de las falsificaciones, la que comete sin la menor conciencia de culpa cualquier narrador, poeta o dramaturgo de talento —y el talento de Genet es debordante y abrasivo— con los materiales de los que están hechos su vida, su memoria, sus sentimientos, sus fantasías, sus instintos, sus deseos, sus rencores i/ sus desafíos. Significa, también, que ocupaba ya un lugar propio y singular en la literatura de su tiempo, y que desde ese territorio producía un efecto perturbador, alimentaba en la sociedad en la que vivía un conflicto complejo y poderoso, provocaba adhesiones y rechazos que tenían sus raíces por igual en la característica tensión entre el individualismo discordante y la conciencia colectiva, histórica, del hombre de mediados del siglo XX. Si Genet y su obra fascinaban y escandalizaban era, sobre todo, porque obligaban a encarar el dilema entre la libertad absoluta y la docilidad conveniente, sin dejar espacio para ese confortable compromiso, vacío de pasión y de riesgo, en que se instala la mayoría de los ciudadanos responsables. En eso, en ese bloqueo de las salidas tranquilizadoras, consiste la verdadera transgresión
.
Sin padre conocido, abandonado por la madre, hospiciano, carne de reformatorio y de prisión, apóstol involuntario pero nítido de la vida inadaptada e incorregible incluso en medio del reconocimiento de importantes sectores culturales e intelectuales de su época —Sartre y Cocteau fueron, de entrada, sus más decididos defensores—, portavoz en sus últimos años de vida de causas recias y belicosas como los Panteras Negras y el Movimiento de Liberación Palestino, Jean Genet empleó todas sus experiencias y obsesiones, entre las que ocupa un papel vertebral su homosexualidad, en la creación de un mundo radicalmente marginal, gobernado por un insumiso esquema de valores del que nace la consagración de la traición, la delación, la prostitución, el robo, el crimen y otras manifestaciones perversas para las mentalidades acomodadas. Todo ese universo profundamente destructivo de la moral tradicional y creador de una desafiante ética de la delincuencia, empapada de un erotismo que incorpora como ingredientes fundamentales y poderosamente seductores la brutalidad y la repugnancia, junto con la delicadeza y una intrigante y caldeada concepción de la coquetería, aparece emmarcada, sobre todo en sus novelas, por la exposición de la condición homosexual en su versión más primitiva, si entendemos por ello que se manifiesta a salvo de estereotipos culturales, tergiversaciones sociológicas, escrúpulos estéticos y consignas políticas. La homosexualidad incontaminada, «salvaje» si se quiere, vivida con desapacible espontaneidad y envidiable satisfacción por delincuentes, vagabundos y ejemplares turbios de masculinidad externa y convencionalmente irreprochable, es la brújula y el escenario real y representativo, significativo, de las novelas abruptas y subyugantes de Genet, y constituye desde luego la materia fértil en la que nace y se desarrolla toda la complejidad argumental y todo el sustrato pasional, estético e ideológico de
Querelle de Brest.
Georges Querelle, un joven marinero bronco y hermoso, despiadadamente seductor, llega formando parte de la tripulación del «Vengador», al puerto de Brest. Como un ángel maldito e irresistible, causa estragos. Un narrador extraño —en el sentido de ajeno a la trama de la narración, pero también porque su comportamiento rompe todas las convenciones del narrador tradicional en cualquiera de sus posibilidades— da cuenta de todos los movimientos y todas las emociones de Querelle y del resto de los personajes, los suplanta para solventar sus incapacidades intelectuales y afectivas, para explicarlos, y los conduce por el laberinto y el juego de encrucijadas en que se encuentran y desencuentran, se enfrentan a su destino, conviven en episodios sombríos —pero radiantes en su oscuridad— con la maldad, la generosidad, la sordidez y la belleza. Personajes que se desean, se repudian, se utilizan, se traicionan, folian y matan bajo el imperio de unas pasiones que no conocen los frenos de la moral común y que, por tanto, tienen la imponente capacidad de convicción y seducción de las criaturas de extrema pureza. Un erotismo potente e inconformista, homosexual, gloriosamente marginal, y de insoslayable valor estructural y narrratológico, amalgama las relaciones de Querelle con su hermano Robert, con el dueño del burdel, con su mujer, con el policía Mario, con el asesino Gil, con el teniente Seblon…, y las de todos esos personajes entre sí. Ese erotismo homosexual es, en definitiva, la clave última y expansiva que define la mirada narradora, que la hace personal y colectiva a la vez, que la transforma en símbolo de la voz de los excluidos y oprimidos. Una mirada que, en medio de la bruma de Brest, por las callejuelas, junto a las murallas, en las tabernas, en el prostíbulo, en el barco, pegada a los labios, la piel y los genitales de los hombres y los muchachos que habitan esa movediza ciudad portuaria, acaba adquiriendo la textura de un delirio que convierte al extraño narrador en el auténtico protagonista de la novela
.
Leída hoy
, Querelle de Brest
sigue produciendo el mismo efecto provocador y turbador. Su potente y extremadamente erótica exaltación de la «anormalidad» vuelve a chocar con virulencia contra los valores establecidos, encorsetados por lo políticamente correcto, y de forma directa contra la corrección dominante en la cuestión homosexual. Su agresividad intelectual, su extremismo político, su espléndida obscenidad iconográfica, su temeridad verbal —recuperada por entero en esta edición íntegra, que rescata la brutalidad del vocabulario y la audacia erudita sin contemplaciones—, junto a su propuesta de rebeldía radical que alcanza a todos los desheredados y marginados, vuelven a resultar demoledores también para cierta ortodoxia gay, y no tanto por desmontar tantas— y tan legítimas, por otro lado —pretensiones miméticas del modelo ortodoxo y «respetable» heterosexual que determinada sensibilidad y determida militancia gay promueven, sino, sobre todo, por su abrumadora capacidad para evocar los oscuros y apasionantes paraísos de una sexualidad indómita, distinta, arriesgada, desafiante. Exhibiendo con absoluta y combativa impudicia los mitos más enraizados e inquietantes de una forma de ser y de sentir, y convirtiéndolos en herramientas rotundas contra cualquier tipo de experiencia y anhelo domesticados
, Querelle de Brest
sigue siendo una prueba de fuego frente a nuestras claudicaciones. Por eso, además de por sus perennes valores literarios, es tan oportuna su reedición
.