Primates y filósofos (8 page)

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Authors: Frans de Waal

Tags: #Divulgación cientifica, Ensayo

BOOK: Primates y filósofos
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Figura 5. La empatia cognitiva (es decir, la empatia combinada con una evaluación de la situación del prójimo) permite ofrecer un tipo de ayuda adecuada a las necesidades del otro. En este caso, una madre chimpancé extiende el brazo para ayudar a su hijo a bajar del árbol después de que éste haya gritado y se lo haya suplicado (véase la posición del brazo). Es posible que la ayuda focalizada requiera una distinción entre el yo y el otro, habilidad que también se cree que subyace en el autorreconoclmiento frente al espejo y que se encuentra en humanos, simios y delfines. Fotografía del autor.

En conclusión, la empatia no es un fenómeno que pueda ser visto en términos de blanco o negro: cubre un amplio espectro de patrones de vinculación emocional, desde los más simples y automáticos hasta los más sofisticados. Parece lógico intentar comprender en primer lugar las formas más básicas de la empatia, que de hecho están muy extendidas, antes de ocuparnos de las variaciones que la evolución cognitiva ha ido construyendo sobre esta base.

R
ECIPROCIDAD Y JUSTICIA

Los chimpancés y los monos capuchinos —las dos especies con las que trabajo más frecuentemente— son especiales, puesto que son de los pocos primates que comparten comida fuera del contexto madre-hijos (Feistner y McGrew, 1989). El capuchino es un primate pequeño, con el cual es fácil trabajar, a diferencia de lo que ocurre con el chimpancé, que es muchísimo más fuerte que nosotros. Los miembros de ambas especies muestran interés por la comida de la otra especie y ocasionalmente la comparten; a veces incluso se ofrecen trozos de comida entre sí. Sin embargo, la mayor parte de esta actividad compartida es pasiva, como cuando un individuo alcanza la comida que le pertenece a otro, que a su vez la deja escapar. Pero incluso el hecho de compartir de forma pasiva es especial si lo comparamos con lo que ocurre en otros animales, para quienes una situación similar tendría como resultado una pelea o una muestra de firmeza por parte del individuo dominante, sin compartir nada.

La gratitud entre los chimpancés

Estudiamos las secuencias relativas a la acción de compartir comida para ver cómo un acto beneficioso por parte de un individuo A hacia B afectaría al comportamiento de B hacia A. La tesis era que B mostraría un comportamiento beneficioso hacia A en pago por el comportamiento de éste. El problema al compartir comida, sin embargo, es que después de una sesión de prueba para todo el grupo tal como la empleamos en nuestros experimentos, la motivación para compartir cambia (los animales están saciados). De modo que el hecho de compartir no podía ser la única variable a medir. Se incluyó un segundo servicio social no afectado por el consumo de comida. Para ello, utilizamos como variable el acicalamiento entre individuos antes de compartir la comida. Medimos la frecuencia y variación de los cientos de encuentros de acicalamiento entre nuestros chimpancés por las mañanas. Transcurrida una hora y media tras estas observaciones, más o menos hacia el mediodía, dimos a los simios dos haces muy apretados de ramas y hojas. Registramos con todo detalle cerca de 7.000 interacciones con la comida, y las introdujimos en un ordenador siguiendo definiciones estrictas descritas por De Waal (1989a). La base de datos sobre servicios prestados de forma espontánea resultante excede con mucho la de cualquier otro primate no humano.

Hallamos que los adultos mostraban una mayor disposición a compartir comida con aquellos individuos que les habían acicalado con anterioridad. En otras palabras, si A había acicalado a B por la mañana, era más probable que B compartiera la comida con A más adelante. Aun así, este resultado puede tener dos explicaciones. La primera sena la hipótesis del «buen humor», según la cual aquellos individuos que han sido acicalados se encuentran en un estado de mayor benevolencia, lo que les llevaría a compartir la comida de forma indiscriminada con todos los individuos. La segunda explicación es la hipótesis del intercambio directo, según la cual el individuo que ha sido acicalado respondería compartiendo su comida directamente con el acicalador. Los datos disponibles indican que el aumento en el reparto era específico para cada acicalador. En otras palabras: los chimpancés parecían acordarse de los chimpancés que acababan de realizar un servicio (el acicalamiento) y como respuesta compartían mayores cantidades de comida con esos individuos. Asimismo, las protestas agresivas por parte de los poseedores de la comida ante los individuos que se les acercaban iban dirigidas a quienes no les habían acicalado, más que hacia quienes sí lo habían hecho. Esto constituye una prueba convincente del intercambio recíproco entre compañeros específicos (De Waal, 1997b).

De todos los ejemplos de altruismo recíproco existentes entre animales no humanos, el intercambio de comida por acicalamiento entre los chimpancés parece ser el más avanzado desde un punto de vista cognitivo. Nuestros datos apuntan con fuerza a que se trata de un mecanismo basado en la memoria. Se produjo un retraso temporal significativo entre los favores dados y los recibidos (entre media hora y dos horas); de ahí que el favor fuese correspondido mucho después de la interacción previa. Además de la memoria sobre acontecimientos pasados, debemos añadir que la memoria de un servicio recibido, como por ejemplo el acicalamiento, generó una actitud positiva hacia el individuo que había prestado el servicio, mecanismo psicológico que entre los humanos se conoce como «gratitud». YaTrivers (1971) predijo la existencia de gratitud dentro de un contexto de intercambio recíproco, idea también discutida por Bonnie y De Waal (2004). Fue clasificada por Westermarck (1912 [1908]) como una de las «emociones amables retributivas», consideradas esenciales en la moralidad humana.

El sentido de la justicia entre los monos

Es muy posible que durante la evolución de la cooperación resultase crítico que los actores comparasen sus propios esfuerzos y beneficios con los realizados y obtenidos por los demás. Las reacciones negativas podrían surgir en caso de que se violasen las expectativas. Una teoría reciente sostiene que la aversión a la desigualdad puede explicar la cooperación humana dentro de los límites del modelo de elección racional (Fehr y Schmidt, 1999). De forma parecida, las especies cooperativas no humanas parecen guiarse por una serie de expectativas relativas al resultado de la cooperación y el acceso a los recursos. De Waal (1996, pág. 95) propuso un sentido de la regularidad social, definido como «un conjunto de expectativas sobre el modo en que uno mismo (o los demás) deberían ser tratados y cómo deberían dividirse los recursos. Siempre que la realidad se desvíe en desventaja de uno mismo (o de los demás), surge una reacción negativa, comúnmente manifestada en una protesta por parte de los individuos subordinados y la práctica del castigo por parte de los individuos dominantes».

El sentido de cómo los demás deben o no deben comportarse es esencialmente egocéntrico, si bien los intereses de los individuos más próximos al actor (especialmente su familia) pueden ser tenidos en cuenta (de ahí la inclusión parentética del prójimo). Hemos de apuntar que las expectativas no han sido especificadas, sino que tienden a ser típicas de cada especie. Por ejemplo, un mono rhesüs no espera compartir la comida del individuo dominante, puesto que vive en una sociedad despóticamente jerarquizada, pero un chimpancé sí: de ahí las súplicas, los quejidos y las pataletas si no se le deja compartir. Creo que el tema de las expectativas es, de entre las cuestiones aún no estudiadas del comportamiento animal, la más importante; lo cual es aún más lamentable puesto que se trata del tema que finalmente acercará el comportamiento animal al concepto del «deber» que con tanta claridad reconocemos en el terreno de lo moral.

Al analizar las expectativas de los monos capuchinos, hicimos uso de su habilidad para juzgar y responder al valor. Sabíamos, gracias a estudios previos, que los capuchinos aprenden con facilidad a asignar un valor determinado a una muestra de agradecimiento. Es más: pueden utilizar estos valores asignados para completar un simple trueque. Esto permitió realizar un test para dilucidar la aversión a la desigualdad al medir las reacciones de los sujetos hacia un compañero que recibiera una recompensa superior al recibir los mismos objetos.

Emparejamos a cada mono con un compañero de su mismo grupo y observamos sus reacciones cuando sus compañeros recibían una recompensa mejor por realizar la misma actividad de trueque. La actividad consistía en un intercambio en el que entregábamos al sujeto un pequeño objeto que podía ser inmediatamente devuelto a cambio de una recompensa (figura 6). Cada sesión constó de veinticinco intercambios con cada individuo, y el sujeto fue testigd en todas las ocasiones del intercambio de su pareja antes del suyo. Las recompensas de comida oscilaron entre recompensas de valor inferior (como por ejemplo un trozo de pepino), por las que generalmente trabajaban con alegría, y recompensas de un valor más elevado (por ejemplo, una uva), que eran las preferidas por todos los individuos sometidos a control. Todos los sujetos fueron sometidos a: a) un Test de Equidad (TE), en el que tanto el sujeto como su compañero realizaron el mismo tipo de trabajo por el mismo tipo de comida de valor bajo; b) un Test de Desigualdad (TD), por el cual el compañero recibió una recompensa superior (la uva) por realizar el mismo esfuerzo; c) un Test de Control de Esfuerzo (TCE), diseñado para dilucidar el papel del esfuerzo, en el que el compañero recibió la uva, de más valor, gratis; y d) un Test de Control de Comida (TCC), diseñado para dilucidar el efecto de la presencia de la recompensa sobre el comportamiento del sujeto, en el que las uvas eran visibles pero no se entregaban a ningún otro capuchino.

Figura 6. Una mona capuchina en la jaula de control devuelve un pequeño objeto al responsable del experimento con su mano derecha mientras sujeta la mano humana con su mano izquierda. Su compañero la mira. Ilustración de Gwen Bragg y Frans de Waal a partir de una toma fija de vídeo.

Los individuos que recibieron recompensas de valor inferior mostraron reacciones pasivo-negativas (por ejemplo, negarse al intercambio del pequeño objeto e ignorar la recompensa) y reacciones activo-negativas. En comparación con los tests en los que ambos individuos reciben idénticas recompensas, los capuchinos se mostraban mucho menos dispuestos a completar el intercambio o aceptar la recompensa si el compañero recibía mejor trato (figura 7; Brosnan y De Waal, 2003). Los capuchinos se negaron a participar más frecuentemente si su compañero no tenía que realizar ninguna labor (un intercambio) para conseguir una recompensa mejor, que le era entregada sin esfuerzo. Evidentemente, existe siempre la posibilidad de que los sujetos estuvieran únicamente reaccionando a la presencia del alimento de mayor valor y que lo que el compañero recibía (gratis o no) no afectase a su reacción. Sin embargo, en el Test de Control de Comida, en el que la recompensa de mayor valor era visible pero no se le daba al otro mono, la reacción a la presencia de esta comida de mayor valor disminuía significativamente a lo largo del transcurso de las pruebas, lo cual supone un cambio en la dirección contraria a lo visto cuando la recompensa de mayor valor se entregaba al compañero.

Figura 7. ± error estándar en la media del porcentaje de fracasos en el intercambio entre hembras en cuatro tipos de tests diferentes. Las barras negras representan la proporción de intercambios no realizados debido al rechazo a aceptar la recompensa; las blancas representan intercambios fallidos debido a la negativa a devolver el objeto prestado. TE: Test de Equidad, TD: Test dé Desigualdad, TCE: Test de Control de Esfuerzo, y TCC: Test de Control de Comida. El eje Y muestra el porcentaje de intercambios no realizados.

Nuestros sujetos claramente distinguían entre la comida de mayor valor consumida por un congénere y la misma comida cuando ésta era simplemente visible, intensificando su rechazo sólo en el primer caso (Brosnan y De Waal, 2003).

Los monos capuchinos parecen pues medir la recompensa en términos relativos, al comparar su recompensa con otras disponibles y sus propios esfuerzos con el de los demás. Si bien nuestros datos no permiten dilucidar las motivaciones exactas que subyacen en estas respuestas, una posibilidad es que los monos, como los humanos, se guíen por emociones sociales. En los humanos, estas emociones —conocidas como «pasiones» por los economistas— guían las reacciones individuales a la hora de realizar esfuerzos, obtener ganancias o sufrir pérdidas, y en su actitud hacia los demás (Hirschleifer, 1987; Frank, 1988; Sanfey y otros, 2003). Frente a los primates que se caracterizan por el mantenimiento de jerarquías despóticas (como los monos rhesus), es posible que las especies tolerantes con una capacidad desarrollada para la cooperación y el reparto de comida (tales como los monos capuchinos) tengan expectativas emocionales relativas a la distribución de recompensas y el intercambio social que les lleven a ver con desagrado la injusticia.

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