Emprendemos un pequeño desfile de regreso a la cámara subterránea del aparato de televisión, ubicación donde el padre y la madre huéspedes siguen inconscientes. Allí el hermano-huésped penetra la cajita plateada, la cajita que tiene botones en la superficie, inserta los cilindros y reajusta la trampilla. El aparato de visionado de televisión emite un destello, y el rostro del aparato emite la imagen luminosa de una hembra joven, la delegada de Guyana, cuyas manos se levantan el dashiki propio para desplegar un atractivo par de rellenos de jersey. La delegada retuerce el torso a un lado, luego al otro, y por fin repite el retorcimiento para provocar que sus melones adolescentes se bamboleen con un mecimiento hipnótico.
Al momento siguiente, la televisión muestra cómo el delegado Trevor Stonefield se quita el burka. Al momento siguiente, la cabeza del delegado de Ruanda, que estaba consumiendo tarta de hachís, engalanado con collar de numerosos dientes humanos y con franjas de pintura de guerra de colores rojo, amarillo y azul en las mejillas faciales, la cabeza de ese delegado explota. La imagen se paraliza en el momento justo en que los sueños del delegado, sus miedos, prejuicios y adoraciones, emergen todos en forma de burbuja rosa que le sale con un estallido del costado de su cráneo caucasiano. La boca del delegado continúa macerando tarta de hachís mientras la máquina de pensar entera se le escapa.
Apuntando con la cajita plateada al aparato de televisión, el hermano perro-puerco dice:
—Pequeño Pigmeo, esta cinta es mi gran ocasión de ganar una pasta gansa. —Dice—: Estás mirando una mina de oro más grande todavía que la filmación de Zapruder.
En ese mismo momento, una voz femenina emerge de las sombras de la puerta y dice:
—Lástima que lo hayas montado con porno pedófilo... —La voz se revela como procedente de la hermana-gata, que tiene la piel de la cara pintada de negro y el torso ataviado con un blusón y unos pantalones negros—. No va a haber ningún noticiario que saque tetas de menores de edad —dice la hermana-huésped—. Tendrás suerte si no te pasas el año que viene compartiendo celda con un pederasta.
Perro-puerco pulsa un botón que hace que el cráneo completo del delegado de Ruanda le salga expelido como si fuera un enorme estornudo de color naranja por el canal auditivo. Pulsa otro botón, y el contenido craneal del delegado se acumula, se reúne y regresa de un salto al cráneo, a continuación el delegado vuelve a sonreír, a comer tarta y a agitar el collar de dientes para que baile encima de sus músculos pectorales desnudos e hipertrofiados. Sigue pulsando teclas, y el cráneo del delegado vuelve a explotar. Ensamblaje, explosión. Ensamblaje, explosión. Avance y retroceso. Avance y retroceso.
—Para ya —dice la hermana-gata. La hermana-huésped se agacha para examinar la cara inconsciente de la madre-huésped. Usando el dedo, la hermana levanta la cubierta de piel del ojo materno—. ¿Los has drogado?
Usando las teclas para hacer explotar los cráneos y hacer botar las domingas, el hermano-huésped dice:
—Lo único que tengo que hacer es quitar las tetas. —Tocando las teclas de su cajita plateada, añade—: Según el último recuento, me debes quince somníferos.
Al momento siguiente, la hermana-gata se extrae un pequeño cilindro del pantalón propio y lo manosea hasta que un extremo del mismo se ilumina con un fogonazo. Abriendo con los dedos la cubierta de piel de los ojos, la hermana-huésped enfoca con el resplandor los globos oculares desnudos de la madre-huésped. Los iris de la madre-huésped ni se contraen ni se expanden. La hermana-gata aplica presión con dos dedos propios en el costado del cuello de la madre y dice:
—Tiene el pulso débil e irregular, capullo.
El potente resplandor empieza a perder intensidad y se apaga hasta desaparecer. La hermana-huésped sacude el cilindro a un lado y al otro y se pone a tocar el interruptor, pese a lo cual no crea iluminación. Y dice:
—Gracias, mamá, por pillarme las pilas de la linterna.
En el mismo momento presente, una mancha oscura florece en la entrepierna del pantalón del padre-huésped. La hermana-gata huésped frunce la cara alrededor de la nariz propia, efectúa una pequeña inhalación y dice:
—Papá se ha mojado. —Dice—: ¿Es que no piensas cambiarlo?
—La última vez —dice el hermano-huésped— te pusiste a gritarme que lo había dejado todo lleno de talco.
El aparato de televisión muestra a Trevor Stonefield activando el gatillo del Colt y gastando munición. La boca del cañón de dos pulgadas del Colt DA corto del calibre 38 emite destellos. Fuertes estampidos. Vaharadas de humo. El fez de un delegado se desintegra. Un sombrero cónico de culi queda atomizado.
—La última vez —dice la hermana-gata— le pasó a mamá, y la tuve que cambiar yo.
En la cara de la televisión se revela al delegado caucasiano de piel lactoide de Etiopía dando un salto festivo mientras se lleva las dos manos a la cabeza para ajustarse el hueso que lleva insertado en el peinado afro falso.
Pulsando los botones de su teclado, el hermano-huésped dice:
—Ya estoy tanteando a seis discográficas que quieren usar mis imágenes en sus próximos vídeos de hip-hop. —Dice—: Ni de coña pienso malgastar este material en un noticiario.
En el aparato de televisión se revela Trevor Stonefield, con la cara flanqueada por cortinas de pelo amarillo-claro. Ojos del color de descargas eléctricas azules.
La hermana-gata dice:
—Ese cabrón me pegó un tiro en toda la piña.
En el aparato de televisión, la bala disparada por el Colt Detective Special traza una trayectoria hasta colisionar con la piña de plástico que hay suspendida en equilibrio en lo alto del turbante provisto de muchas frutas falsas de la hermana-huésped. La piña emite pedacitos infinitos de plástico amarillo y plástico verde. La imagen televisiva de la hermana-huésped se desploma hasta convertirse en bulto inconsciente.
Mientras presencia las imágenes del interior del aparato de visionado de televisión, el hermano-huésped dice:
—Lo que se rumorea es que Trevor era un pedazo de maricón reprimido.
En el momento posterior, y en el siguiente, y en el siguiente, el hermano-huésped y la hermana se limitan a observar el aparato. Las mamellas se sacuden y caen muertas. Los zeppelines se bambolean y quedan salpicados de sangre. El caballero delegado de las islas Caimán recibe un balazo en la frente. El caballero delegado de Bermudas ve perforada su coraza de espinas entretejidas de puercoespín.
El padre-huésped continúa orinándose en el pantalón. Un cordel plateado de saliva viscosa se escapa de la comisura de la boca de la madre-huésped.
Hundiendo la mano en el pantalón propio, la hermana-gata extrae un espejo diminuto. La hermana se vuelve a inclinar a fin de colocar el espejo delante de los orificios nasales del padre. Después coloca el espejo debajo de las narices de la madre-huésped y dice:
—Están vivos a duras penas, pero saldrán de esta.
Sin apartar la mirada ocular del aparato de visionado, el hermano-huésped dice:
—Buena suerte cuando intentéis dar esquinazo a esos periodistas de ahí fuera.
La hermana-gata emprende un pequeño desfile hacia el banco acolchado donde reside este agente. La hermana se extrae del pantalón un frasquito, lo retuerce para destaparlo y hunde dos dedos en su contenido. Sus dedos sacan pintura negra, se quedan suspendidos cerca de la cara del agente-yo, y la hermana-gata dice:
—A ver, Pigmeo, ¿te parece que tienes lo que hay que tener para ser un buen espía?
La hermana se pone a extender una capa de pintura negra para esconder la piel facial de este agente. Sus dedos de gata establecen contacto con los ojos del agente-yo y difunden pintura alrededor de los labios de este agente. La hermana-huésped dice:
—Los espías tienen que ser sigilosos. —Dice—: ¿Sabes guardar secretos?
La hermana frota la piel de las mejillas de este agente.
Desplegados en el aparato de televisión, los melocotones danzantes de la delegada de Nueva Zelanda.
El arma del agente-yo se expande y colisiona con las restricciones que le impone el pantalón propio.
La hermana-gata dice:
—¿Es capaz Pigmeo de esconder lo que está pensando, como los buenos espías?
Desplegado en el aparato de visionado, Trevor Stonefield mete un cargador nuevo en su pistola.
La hermana-gata extiende suavemente su pintura negra por la nariz del agente-yo y dice:
—¿Puede Pigmeo hacer ese esfuerzo añadido tan duro e implacable?
Desplegada en la televisión, la figura diminuta de este agente está encogida detrás del atril. Acurrucada junto con la figura diminuta de la agente Magda. Al momento siguiente, la figura de este agente se lanza a sí misma hacia el techo, queda suspendida y da un salto mortal con todo su yo por encima del suelo, apoyando los brazos en la cúspide inclinada del atril, volando deprisa por el aire y ejecutando una Acometida del Lince precisa, fiii-crunch. Ejecuta giro del Lince Planeador para evadir la lluvia de balas, apunta con los pies a Trevor Stonefield y por fin impacta con las dos piernas del Lince rodeando con ellas la cabeza de color amarillo-claro, después flexiona las rodillas para arrancar el cráneo de Trevor de su atlas conectivo, creando una separación en la vértebra cervical quinta, cerca de la cúspide de la espina dorsal. Se oye un crujido muy fuerte, y se produce muerte instantánea. Decapitado. El Lince Planeador desciende a horcajadas del cuerpo que se desploma en el suelo, los músculos de Trevor todavía se estremecen, y sus ojos están muy abiertos por la sorpresa. El mismo cuerpo amarillo-claro que fue violado en el spa de hombres del centro comercial. La cabeza mustia sobre el cuello, muerta. Los globos circundantes y llorosos han quedado salpicados de sangre. Cadáveres contorsionados de delegados muertos. Trevor Stonefield ha sido interrumpido. Toda su ansiedad, todo su tumulto y sus aspiraciones, todos sus afectos y hostilidades... borrados.
La cara facial del agente-yo ha quedado pintada de negro y ocultada. Este agente dice:
—Por favor, en la realidad Trevor no era un individuo tan terrible...
Los medios de comunicación ya están tachando a Trevor Stonefield de maligno demonio diabólico para que pase a la Historia.
Cita: «Cuando se trata de las noticias, en la prensa no existen los amigos: son todos enemigos».
Durante el momento siguiente, el hermano perro-puerco pulsa una tecla para que el cuello de Trevor no esté retorcido. Todos los cráneos de delegados que habían sido vaciados de su contenido de pastel de carne gris quedan restaurados. Todos recuperan sus caras alegres. Este agente vuelve a golpear el estrado usando el tacón de una bota asociada con pastoreo de vacas. En el auditorio resuena la voz de Magda: «Estoy preñada de embarazo...». Las risas reverberan. A continuación, el hermano pulsa una tecla, y todos mueren. Todos vivos. Todos muertos. Toda la sangre queda contenida. Toda la sangre es expulsada. Avance, retroceso. Avance, retroceso. Y sigue tecleando ambas visiones mientras la hermana-gata sale para ir a buscar el contenedor de polvos de talco.
Empieza aquí el informe decimosexto del agente-yo, número 67, sentado a bordo de transporte público de masas en ruta XXXXX. Trasbordo a la ruta XXXXX. Trasbordo a la ruta de línea XXXXX. Iniciando la ruta de transporte XXXXX.
Para que conste en acta, durante la empresa de acceder al transporte actual, el capitán del vehículo posa la mirada en el agente-yo y en la hermana-gata huésped, los dos con la piel facial pintada de color negro. El capitán negroide va sentado a fin de controlar la dirección, aceptar los pagos y anunciar los desembarcos en las distintas ubicaciones de la ruta. Ahora el capitán contempla la pintura negra de la hermana gata y dice:
—Y vosotros dos, ¿de qué vais?
Ascendiendo al escalón del transporte, depositando monedas en el receptáculo que hay cerca del capitán, la hermana gata compone una amplia sonrisa con la cara pintada de negro y dice:
—¿Cómo? —La hermana-huésped contrae el músculo trapecio para elevar el deltoides hacia la oreja adyacente en lo que se conoce como encogimiento de hombros y dice—: ¿Es que nunca ha visto usted a un mimo?
Los compañeros del pasaje que están a bordo del transporte público, caldo de cultivo del proletariado, fuente musculosa de trabajo corporal, olla a presión de un resentimiento de clase que solo aguarda el liderazgo de un cerebro activista. Hedor a transpiración combinada con colonia barata. Atuendos de colores sosos que reflejan diversos climas adversos. Pantalones del color del agua que se acumula en las alcantarillas. Blusas y blusones del color de las nubes sucias. La piel facial de los compañeros del pasaje del vehículo presenta arrugas por culpa de la opresión. Solamente se requiere que este agente se encarame en posición aguerrida encima de un asiento tapizado para que pueda ser visible por todos los presentes. Tal vez también que agite un puño en alto. Al momento siguiente anunciará que ha llegado el rescate. El agente-yo asumirá el mando con disciplina severa, haciendo fermentar a los proletarios ignorantes para que se sacrifiquen a sí mismos por la acción de la gloriosa revolución. Espoleará a sus compañeros de pasaje para que se amotinen, abrumará salvajemente al capitán hasta que renuncie a su demagogia corrupta, y a continuación la muchedumbre cogerá el timón: primero del transporte público y después de todo el Estado nacional descarriado.
—Tomen asiento, por favor —dice el capitán— Han subido al autobús número catorce en ruta hacia el oeste, en la parada de Lincoln Park.
Para que conste en acta, durante la escapatoria de la residencia de la familia-huésped, la hermana-huésped y este agente han mirado por encima de la cornisa de la ventana y han examinado a los parásitos mediáticos congregados, con sus equipos listos para hacer emisiones por satélite y explotar los eventos en su beneficio.
Una miríada de lucecitas diminutas de color naranja, una miríada de humaredas de cigarrillos. Una horda arremolinada de muchos depredadores periodísticos. Las tazas destapadas emitiendo olor humeante a granos de café macerados con agua hirviendo. Un reflector solitario se ha encendido para iluminar a una hiena mediática, ataviada con uniforme de chaqueta y falda, casco de pelo rígido, agarrando un micrófono, y la hiena transfigurada por el reflector ha dicho: