Patriotas (53 page)

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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Patriotas
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—Mary me dijo —comentó poniéndolas a un lado— que los fabricantes, a la hora de poner las fechas de caducidad, se curan siempre mucho en salud. Algunos fármacos pierden un poco sus efectos, pero se pueden seguir usando aumentando la dosis. Le preguntaré a Mary a ver qué le parece, pero me acuerdo que nos lo comentó en una reunión del grupo hace ya muchísimo tiempo.

Tras pasar casi tres años viviendo con lo que tenían en las mochilas, reencontrarse con todo lo que había allí guardado era como dar con un tesoro escondido. En las taquillas, parecían contar con todo aquello que en alguna ocasión podrían llegar a necesitar o querer.

—Fíjate en esto —dijo Terry, señalando el montón de cosas que había en el suelo—, tenemos decenas de pares de calcetines limpios, dos pares de botas de combate nuevas para cada uno, seis juegos de uniformes británicos de campo y todo este montón de munición. Tenemos más de nueve mil balas, sábanas y mantas, papel higiénico, ocho cajas de raciones de combate, tu escopeta de corredera y mi pequeño rifle de cerrojo Remington 600.308. Nuestra prensa para recargar la munición y los recambios. ¿Qué vamos a hacer con todo esto?

—Cariño —le dijo Ken, abrazándola—, vamos a empezar a vivir tal y como deberíamos haber vivido durante los últimos treinta y tres meses. Es como si estuviéramos en casa por fin.

—Acabamos de llegar a casa, cariño —le dijo Terry mirándolo a los ojos—. Estamos en casa por fin, sanos y salvos.

Al día siguiente, Todd convocó una reunión donde se trató un nuevo reparto de habitaciones. Se decidió que por deferencia a Terry y a su rodilla, Ken y ella se alojarían provisionalmente en el dormitorio de los Gray. El sótano sería reorganizado y se pondría otro tabique separador para que Todd y Mary tuvieran un lugar para dormir. Para que contasen con más privacidad, el tabique separador estaría hecho con taquillas y una placa de contrachapado de un centímetro de grosor. Las mantas que dividían los espacios de los Trasel y de los Porter se sustituyeron por un sistema similar. Al igual que los Porter, los Gray dormirían en camas plegables. Cuando Terry, unos meses más tarde, se sintió lo suficientemente bien como para caminar sin muletas, Todd y Mary recuperaron su vieja habitación y los Layton ocuparon su lugar en el sótano.

Poco después de la reunión, Lon le recordó a Mary que tenía molestias en un diente. Ya se lo había comentado hacía dos días, pero cada vez le dolía más. Mary le extrajo el diente con la ayuda de Margie y siguiendo las indicaciones de su ejemplar de
Cuando no hay ningún dentista.
Mary tenía bastante cantidad de lidocaína y había sido lo suficientemente previsora como para comprar un juego de instrumental dental antes del colapso, así que la extracción fue prácticamente indolora. A Mary le sorprendió, sin embargo, cuánto le costó arrancar la muela. Afortunadamente, consiguió sacarla con sus pinzas de extracción sin que se partiera. A Mary Gray, todo el proceso le sirvió como experiencia. Fue el primero de los nueve dientes que tendría que extraer en los años siguientes.

Tres semanas después del entierro de T. K., Todd y Lisa se reunieron para decidir cómo se debía repartir el material del difunto. Este no había hecho testamento, así que no sabían cómo le habría gustado que se distribuyesen sus pertenencias. Llegaron a la conclusión de que la mayor parte debía ser para los Carlton y los Porter, ya que tanto unos como otros habían llegado al refugio prácticamente con lo puesto. El AR-15 de T. K. y el rifle de cerrojo Anshutz.22 fueron para Della. El M1 Garand, la Cok Gold Cup calibre.45 de acero inoxidable y el Ruger 10/22 fueron para Rose. Como las dos eran aproximadamente del mismo tamaño que T. K., Della y Rose se repartieron también los seis uniformes de campaña DPM y las dos chaquetas de camuflaje. La mayoría de los correajes y complementos fueron divididos entre los Porter y Doug Carlton. Su cuchillo nuevo de combate de marca Lile se lo quedó Lon. El Bronco fue para los Layton.

Los libros de T. K. fueron a parar a las estanterías de los Gray, que desde hacía tiempo eran consultadas de forma comunitaria. La comida y la munición de Kennedy se dividió en partes iguales entre los Porter y los Carlton. Dan Fong preguntó si se podía quedar con el cuchillo de pesca Trinity como recuerdo. Todd se lo dio en ese mismo momento.

Por su parte, Kevin Lendel, que había practicado de tanto en tanto con la ballesta Benedict de T. K., preguntó si podía quedársela. Él también vio satisfecha enseguida su petición. Después de eso, quedaron tan solo unas cuantas cosas sueltas que Todd y Lisa fueron dividiendo al azar entre los milicianos. Lo único que Todd guardó fue el diario de T. K., su álbum de fotos y su misal católico. Tenía la esperanza de que quizá algún día podría devolvérselos a los hermanos de Todd, en caso de que estos siguieran con vida.

21. Federales

«La diplomacia es el arte de decir "bonito perro" mientras estás buscando una piedra para lanzársela.»

Will Rogers

Una granjera, que vivía ocho kilómetros al oeste del refugio, comunicó por radio que había visto un avión bimotor volando a baja altura en dirección a Moscow. A la mañana siguiente, Roger Dunlap llamó para contarles que les habían llegado noticias procedentes de Moscow que decían que en ese avión iba un representante del gobierno federal provisional, y que esa misma tarde estaba previsto que diera un discurso en el aeropuerto de Pullman-Moscow.

La mayoría de los miembros de la milicia que capitaneaba Todd querían ir. Se metieron como pudieron en la parte de atrás del Power Wagon de Todd. Los Porter y los Nelson se quedarían guardando el refugio durante su ausencia.

De camino hacia Moscow, dejaron atrás a decenas de personas que iban a pie o a caballo en dirección a la ciudad. Conforme llegaron a uno de los lados de la terminal aérea de Pullman-Moscow, vieron aparcado en la pista de rodaje un Beechcraft C-12 de color gris del ejército de Estados Unidos. Doug les hizo ver a los demás que los depósitos adicionales de gasolina de color blanco que llevaba no se correspondían con el resto del avión.

—Esos depósitos deben de ser de un Beechcraft Super King Air —dijo por lo bajo—. Es el equivalente comercial de uso civil del C-12 del ejército. —Cuando comenzó el discurso, en la terminal del aeropuerto había reunidas más de cuatrocientas personas. El fresco aire otoñal era de los que despejaban a cualquiera.

El discurso corrió a cargo del «subsecretario de información», el señor Clarke: un hombre con algo de sobrepeso y la cara reluciente. Llevaba un traje hecho de poliéster y una pistola automática Savage de calibre.32 cromada en plata a la altura de la cadera. Comparada con su corpulenta figura, la pistolita resultaba bastante cómica. Junto a él, había un suboficial del ejército vestido con uniforme de piloto de camuflaje digital Nomex y un chaleco de supervivencia verde de nailon con bolsillo de cremallera. En una funda en el hombro llevaba una pistola Beretta M9 del ejército. Los dos hombres llevaban brazaletes color azul celeste con el logotipo de la Tierra y la corona de laurel correspondiente a las Naciones Unidas. Los dos estaban de pie en la escalera de la terminal, rodeados por una media circunferencia de gente alrededor. Clarke abrió el cuaderno de notas y empezó a leer un discurso impreso en una fotocopia de baja calidad.

—Este discurso ha sido escrito por el presidente Hutchings, presidente interino del gobierno federal provisional. Dice así: «Queridos conciudadanos. Estados Unidos de América está recuperándose lentamente de la mayor tragedia de su historia. Recientemente, un científico al mando de un equipo gubernamental me ha entregado un informe en el que se detalla la magnitud de la catástrofe. Algunas de las conclusiones de dicho informe son las siguientes: en los pasados tres años, alrededor de ciento sesenta millones de nuestros conciudadanos han muerto. La mayoría han perecido a causa del hambre, el frío y las enfermedades. Dentro de este último grupo, la epidemia de gripe que arrasó la Costa Este causó más de sesenta y cinco millones de muertos. Debido a la falta de antibióticos, la enfermedad campó a sus anchas hasta acabar con todos los posibles portadores de las zonas más pobladas.

»Se calcula que al menos veintiocho millones de personas han muerto como consecuencia de la violencia provocada por los incontrolados. Además, más de cinco millones han perecido a causa de complicaciones de problemas médicos ya existentes, como diabetes, hemofilia, sida y dolencias del riñón. Cientos de miles más han muerto por culpa de amigdalitis, apendicitis y otras enfermedades que habían dejado de ser mortales. La distribución de la pérdida de población va del noventa y seis por ciento en ciertas áreas metropolitanas del nordeste del país hasta menos del cinco por ciento en algunas zonas de las grandes llanuras, las montañas Rocosas, las regiones intermontañosas del oeste y el interior del noroeste. Solo unos pocos estados han logrado restablecer el orden, pero se están llevando a cabo grandes progresos.

»Como todos vosotros sabéis, la economía está completamente desorganizada aún. Los antiguos sistemas de transporte y comunicaciones han sido interrumpidos por completo. En los próximos meses, nuestra mayor prioridad será revitalizar la industria petrolera y las refinerías de Oklahoma, Texas y Luisiana. A continuación, pondremos todos nuestros esfuerzos en recuperar el fluido eléctrico en cuantas zonas nos sea posible. Gracias a la distribución de una gran cantidad de gasolina y gas natural y a la recuperación de la red eléctrica, confiamos en que se restablezca la producción agrícola y la actividad de gran cantidad de industrias vitales para la salud económica de nuestra nación.

»Desde aquí, desde Fort Knox, hemos emprendido la reconstrucción de unos nuevos Estados Unidos. Con la ayuda de las fuerzas de seguridad de otros países pertenecientes a Naciones Unidas, hemos pacificado ya los estados de Kentucky, Tennessee, Misisipi y Alabama. Pero aún queda mucho por hacer. Es necesario que volvamos a poner en pie a Estados Unidos desde el punto de vista económico. No podemos permitir que la economía vuelva a descontrolarse de la manera en que lo hizo. Nos aseguraremos, por medio de una política económica estricta, de no volver a vivir una crisis como la que hemos vivido. Será necesario que el gobierno central controle los salarios y los precios. Muchas industrias pasarán a ser propiedad del Estado o serán controladas por este, al menos en el futuro más inmediato. Unas razonables medidas de control sobre la prensa pondrán fin a los rumores infundados. Hasta que se restablezca el orden, las constituciones, tanto la estatal como la federal, quedan temporalmente suspendidas, y se establece la ley marcial en todo el país. El único centro de poder legítimo se establece aquí en Fort Knox. Solo a través de una planificación centralizada será posible la rápida y eficiente restauración del orden y la ley.

»Kentucky, Tennessee, Misisipi y Alabama están ya bajo el control de nueve administradores subregionales de las Naciones Unidas. Dentro de poco, mantendré una reunión con los administradores regionales y subregionales de la ONU de otras zonas que han restablecido el orden de forma independiente. Estas zonas son Maine, New Hampshire y Vermont, la parte meridional de Georgia, la mayoría del territorio de Texas, parte de Luisiana, la mayor parte de Colorado, el sudoeste de Oregón, todo Idaho, toda Utah, el este de Washington, todo Wyoming y la mayor parte de Dakota del Norte y de Dakota del Sur.

»Los administradores regionales de Naciones Unidas supervisarán las distintas tareas necesarias para la completa recuperación de la nación. Organizarán, por ejemplo, las fuerzas policiales regionales, que estarán directamente bajo su control. Supervisarán también el establecimiento de un documento nacional de identidad. Designarán como jueces a las personas que reúnan los requisitos necesarios para el cargo. Cada administrador regional contará dentro de su equipo con un recaudador de impuestos regional, así como con un tesorero regional que organizará el establecimiento de la nueva moneda nacional. Podéis tener la seguridad de que la nueva moneda está completamente respaldada por las reservas de oro de nuestro depósito nacional.

»Confío en que todos vosotros, conciudadanos, haréis todo lo que esté en vuestra mano para ayudar a vuestros nuevos administradores regionales y subregionales, a sus equipos y a aquellos que sean designados por ellos. Con vuestra cooperación, Estados Unidos recuperará rápidamente la grandeza de la que hizo gala en el pasado. Se expide en este día con mi firma, Maynard L. Hutchings».

—Este documento lleva el sello oficial del gobierno federal provisional —dijo Clarke una vez terminó de leer. Después, tras levantar la vista hacia los presentes, y con una sonrisa de oreja a oreja, dijo—: Tengo algunas fotocopias del discurso para aquellos de ustedes que estén interesados. Estaré encantado de hablar individualmente con cualquiera que tenga alguna pregunta acerca de cómo estamos llevando las cosas.

—Señor, me gustaría formularle mis preguntas ahora y escuchar sus respuestas en público —dijo en voz alta un hombre de pelo gris que llevaba una camisa Pendleton y un MAK 90 colgado a la espalda. Se quedó callado un momento y observó las caras de nerviosismo que había a su alrededor. Después, prosiguió—: Si le he entendido bien, nos acaba de decir que ese caballero, el señor Maynard Hutchings, es ahora el presidente de Estados Unidos.

—El cargo, para ser exactos, es «presidente interino».

—Sé muy bien lo que quiere decir la interinidad, señor Clarke. ¿Puede explicarme quién ha elegido a ese tal Hutchings?

—Fue elegido por unanimidad por el consejo del gobierno provisional.

—¿Y quién eligió a ese consejo?

Clarke miró ligeramente hacia un lado.

—En realidad no fueron elegidos —pronunció, adoptando un tono más oficial—. Fueron autoproclamados durante el periodo más crítico de la crisis. Se trata de hombres con una gran visión de futuro que percibieron la necesidad de restaurar el orden y que corrieron un enorme riesgo a título personal al actuar y hacer algo al respecto.

El hombre del pelo gris que llevaba el fusil de asalto volvió a tomar la palabra.

—¿Y exactamente... quiénes son los que forman ese consejo?

—Gente íntegra como usted, señor. Provienen de distintas profesiones y condiciones sociales. Hay dos banqueros, tres abogados, un funcionario del Servicio de Impuestos Internos, dos empresarios y un general del ejército.

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