Papelucho Historiador (5 page)

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Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

BOOK: Papelucho Historiador
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Cuando ella se marchó, los españoles recogieron al niño. Pero temiendo que Caupolicán tomara otra vez el mando de los indios, resolvieron matarlo.

Fueron muy crueles.

Lo sentaron sobre un palo puntudo, y como Caupolicán era macizo y pesado, este palo le fue traspasando las entrañas hasta matarlo. Pero mientras esto sucedía, Caupolicán, como su estatua de bronce que hay en el cerro Huelen, (quiero decir Santa Lucía) ni siquiera pestañeó.

El teatro Caupolicán, es para recordar el nombre de este valiente indio araucano, pero no hay una gran avenida ni hay micro. Tampoco hay teatro ni avenida ni micro que le acuerde a uno de Galvarino ni de Lautaro. Yo creo que sería muy justo que hicieran una gran plaza Galvarino y algún estadio que se llamara Lautaro. También yo les pondría micro y así a cada rato nos acordaríamos de ellos.

XIX

La Colonia

Segunda Parte

EN REALIDAD esto de la Colonia, no tiene nada que ver con el Agua Colonia.

Es el tiempo en que Chile era colonia de España, lo que quiere decir que era como su fundo, y aquí en Chile mandaban los españoles y a estos españoles los mandaba el Rey de España.

En ese tiempo casi toda América era colonia de España, porque como la descubrió Colón con carabelas españolas y gente ídem, ellos venían a América y se conquistaban a un país, y ¡listo! Era de ellos.

Claro que les costó harto trabajo vencer a los indios. A cada rato se les sublevaban y había que volver a pelear hasta derrotarlos. Pero los españoles tenían armas de fuego, y los pobres indios puras flechas.

España mandaba a Chile grandes buques con familias enteras de españoles para que vivieran aquí, criaran hijos y después de unos años todos fueran españoles de la colonia de Chile. A esas familias el Rey de España les daba tierras y fundos, para tenerlos contentos, minas y todo lo que descubrieran. Ellos construían sus casas, trabajaban sus tierras, explotaban sus minas y se hacían ricos.

Pero seguían siendo españoles.

Yo encuentro que el tiempo de la colonia es el más aburrido.

Los pobres indios, acorralados en sus rucas, no podían hacer nada con tantos españoles por todos lados.

Yo me alegro de no haber nacido en tiempo de la colonia porque no había teatros, ni partidos, ni estadios, ni radios, ni motos y ni siquiera había choques.

¡Caramba! Yo pienso, ¿qué harían los cabros en ese tiempo?

Puro encumbrar volantines y nada más.

Ni siquiera había fogatas para calentarse sino que puros braseros. Y creo que los chiquillos usaban cuellito de encaje y rulitos largos, igual que las mujeres.

Menos mal que de repente apareció el corsario Drake que era un pirata.

Era un gringo aventurero que venía dando la vuelta al mundo con cinco barcos piratas. Cuando pasó el estrecho de Magallanes, se encontró con Chile.

Resulta que Inglaterra, su patria, estaba entonces en guerra con España. Cuando este gringo supo que Chile era colonia de España, dijo:

—Aquí me las van a pagar todas los godos.

Pero se levantó una tremenda tempestad al salir del estrecho y el viento estrelló cuatro de sus naves contra las rocas.

Con la que le quedaba, "El Pelícano", llegó el corsario Drake hasta Valparaíso.

En ese tiempo Valparaíso era un puerto muy pobre, con puras casuchitas de adobe a la orilla del mar. Pero como su costa era tan linda, con las enormes rocas, su mar tan azul y los bosques de los cerros tan verdes, los españoles le habían puesto el nombre de Valparaíso.

Cuando Drake llegó a Valparaíso en "El Pelícano" ve un gran barco español cargado de oro. El pirata con todos sus hombres se adueña del barco y luego salta a tierra y roba cuanto pilla de las Bodegas Fiscales. Para que no lo persigan le prende fuego a Valparaíso y mientras tratan de apagar el incendio, Drake eleva sus anclas y arranca.

A los dos días vinieron a saber en Santiago lo que había pasado en Valparaíso. El pirata ya iba muy lejos.

Dicen que escondió sus tesoros en Guayacán, cerca de Coquimbo.

XX

COSA ENTRETENIDA que sucedió en tiempo de la Colonia fue el famoso terremoto.

Bueno, entretenido para contarlo, porque para vivirlo fue bastante tremendo.

Una noche a las diez, mientras todos dormían (¿qué otra cosa podían hacer, digo yo?) se oyó de repente un ruido subterráneo terrible. La ciudad entera se empezó a sacudir como una gran jalea.

Volaban las tejas, caían las murallas y vigas de los techos y una espantosa polvareda ahogaba a todos. El mundo se sacudía y se venía abajo. Desde el cerro Santa Lucía rodaban grandes piedras y pedazos de roca.

La gente aterrada saltó de sus camas gritando desesperadamente. Y mientras tanto el terremoto seguía y seguía.

Por fin la tierra se quedó quieta y entonces empezaron a oírse los gritos de la gente que estaba enterrada viva.

En medio de la oscuridad, los que habían salvado trataban de desenterrar a los heridos. Movían los adobes, las maderas caídas, llamaban nombres y buscaban a tientas.

Había muchos muertos.

En ese tiempo vivía la famosa Quintrala.

Era una millonaria loca, hija de un señor Lisperguer, un español.

Es famosa por lo mala que fue. Vivía como una reina y tenía la manía de hacer matar a quien se le antojaba. Como era loca, después le pedía perdón a Dios y luego volvía a cometer otro crimen. Para sentirse menos mala tenía en su casa un gran Cristo de madera.

La noche del terremoto la corona de espinas de ese Cristo resbaló de su cabeza hasta su cuello y dicen que cada vez que quieren volver a ponerla en su cabeza, vuelve a temblar.

Con este terremoto todo se hizo pedazos menos este Cristo que es el Señor de Mayo. Ahora está en la iglesia de San Agustín. Todos los años lo sacan en procesión el día 13 de mayo que es el aniversario de ese tremendo terremoto.

XXI

LO MEJOR QUE HICIERON los españoles fue enseñarnos a los indios a conocer a Cristo.

Algunos de ellos eran buenos católicos y edificaron iglesias y trajeron sacerdotes.

Entre los sacerdotes estaba el obispo Villarroel que quedó herido en el terremoto.

A pesar de estar herido se dedicó a cuidar a los enfermos, y ayudar a los moribundos.

Poco a poco otra vez hicieron casas y aunque eran todas de adobe, de un piso y con grandes murallas, había algunas bastante encachadas. Todas tenían patios, las de los más ricos los tenían de mármol y las otras de piedra de río. Todavía quedan algunas, pero pocas.

En el último patio estaban los pollos, la cocina y la caballeriza con caballos, guano y todo.

También tenían una casucha que se llamaba la "estiladora" donde goteaba el agua desde una gran piedra a una olla de greda. Esto era para que el agua se limpiara del barro que traía.

En ese tiempo inventaron las escuelas, pero por suerte había pocas.

En lugar de reloj, daban la hora cantando: "Las tres han dado y lloviendo", etc., etc., igual que la Radio.

A mí no me gusta soñar en la Colonia, pero si soñara sería por una sola noche, y para ir a alguna fiesta.

Sería una fiesta en casa del gobernador don Ambrosio O'Higgins, que era el papá de don Bernardo ídem. Era el representante del Rey de España en Chile, algo así como Presidente. Su hijo Bernardo no vivía con él.

Para esta fiesta todas las tías y otras pasaron una semana haciendo dulcecitos de pasta de almendras, niditos, palomitas, corderitos de mazapán. Y muchas tortas ricas.

Los salones estaban alumbrados con mil velas en candelabros lindos y la mesa estaba puesta con ochenta asientos.

Las señoras llevaban vestidos de crinolinas, llenos de sedas, terciopelos y encajes y unas tremendas enaguas con cintas.

Usaban corsé con barbas tan apretado que apenitas podían respirar. Y los señores vestían pantalón corto, trajes de seda, medias largas, zapatos con hebillas grandes y pelucas…

Creo que tenían como treinta guisos distintos que seguramente les cabían bajo la crinolina.

Después de la comida que duró mucho rato, se fueron al salón a bailar polca y rigodón. Eran bailes reverenciosos y muy lentos, sin tocadiscos, sino que con una pura piaña que tocaba otra tía.

No se aburrían porque era la única fiesta de esos tiempos.

XXII

EL PRIMER OBISPO CHILENO que hubo fue don Manuel Alday.

Todos los demás personajes importantes de ese tiempo eran españoles.

Eso no quiere decir que el obispo Alday fuera indio, sino que sus padres y sus abuelos habían nacido en Chile y por eso él era de pura sangre chilena.

Era bueno y sencillo y verdadero amigo de los pobres y de los indios. Los niños lo querían tanto que lo seguían en la calle. Porque él les conversaba, jugaba con ellos y los sabia entretener.

En ese tiempo hubo una tremenda epidemia en que la gente se moría por todas partes.

El obispo Alday se dedicó a cuidar a los enfermos sin pensar en que a él se le podía pegar esa peste. Le entregó a los pobres todo lo que tenía. Era como un santo porque no se acordaba de él mismo. Y era un santo chileno de pura sangre.

Nosotros los cabros de ahora, casi todos somos bisnietos o tataranietos de estos primeros chilenos. Y en nuestra sangre hay varias gotitas de sangre india, también porque si no, no nos gustaría tanto jugar a los indios.

Es una pena que no hubiera fotógrafo en tiempos de los indios, porque a mí me gustaría tener un retrato muy grande en mi casa, tal vez de Caupolicán, de Lautaro o de Galvarino. Es rico ser tataranieto de un indio famoso y poderles decir a su papá que uno tiene sangre india y por eso es como es.

XXIII

La Independencia

Tercera Parte

ME HABÍA APLASTADO el dedo en la puerta. Me dolía como reloj y podía contar los segundos en mi uña. Urquieta me dijo que para que doliera menos era mejor levantarlo porque así bajaba la sangre. Por eso lo levanté. Pero la señorita Carmen, creyó que yo estaba apuntando.

Ayer estábamos tan aburridos que hicimos una fogata inmensa y se llenó la casa de humo y se quemó la zarzamora y el fuego no se quería apagar porque le dio por soplar viento. Javier y yo corríamos con el balde de agua, pero se desparramaba todo y ni pensaba en apagarse hasta que llegaron Zúñiga y Soto con palas y otras cosas Lo malo fue que alcanzó a ver el fuego mamá y a la tía Rosarito le dio el ataque y mi mamá nos mandó a la cama a los dos.

—A ver, Papelucho, háblame de la Independencia…

Yo me quedé callado.

—Estoy esperando, Papelucho.

Yo bajé el dedo, pero me dolió tanto que tuve que levantarlo otra vez.

—¿Por qué no hablas?

—Porque me duele mucho el dedo —dije.

—Te he dicho que me hables de la Independencia.

—Es que no puedo. Me duele tanto el dedo que no puedo pensar más que en él. Lo tengo reventado —le dije.

Me llamó a su pupitre y me lo miró. Pero no lo vio palpitar y me mandó a sentarme con un "no es nada".

—Atiendan, por favor. La Independencia es la época de la Historia de Chile en que había una gran cantidad de chilenos. No eran ya indios ni españoles. Eran hombres nacidos en Chile y de sangre chilena. Y les molestaba que Chile dependiera de España.

—Yo no entiendo lo que es "dependiera" —dije.

—Depender de alguien es tener que obedecerle a ese alguien. Es lo contrario de ser independiente. Una persona independiente es la que se manda sola.

—¿Usted es independiente? —pregunté— Porque profesora que la mande y tampoco tendrá papá ni mamá cuando está tan vieja…

—¡Tengo veinticinco años! —dijo poniéndose colorada.

—¡Veinticinco años! ¡Un cuarto de siglo! —dije con admiración. Pero ella creía que era muy poco.

—No estamos hablando de mis años. Me interesa que comprendan lo de la Independencia. Chile estaba lleno de chilenos, pero no era independiente.

Dependía de España.

—¿Eso quiere decir que los españoles mandaban? ¿Y también castigaban a los chilenos? —pregunté.

—Claro. El Gobernador de Chile era un español, nombrado por el Rey de España y era como el Presidente. Los chilenos querían ser libres y tener un gobernador chileno, elegido por chilenos. Pero para eso era necesario luchar.

—¡Al fin! —dije yo— ¡Tengo tantas ganas que haya una guerra tremenda en la Historia de Chile! Era tan aburrida la Colonia…

—Espera un poco. Primero los chilenos se reunieron en una asamblea.

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