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Authors: Eva P. Valencia

Otoño en Manhattan (40 page)

BOOK: Otoño en Manhattan
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Cogió las llaves de su casa y antes de desaparecer, le
dijo:

—Feliz aniversario...

 

Noah por fin se quedó sola. Tirada de cualquier manera en
el suelo, como un perro. Aún seguía aturdida por el impacto de la patada y los
malos tratos físicos y psicológicos recibidos aquella misma noche. Se abrazó
haciendo un ovillo y por fin pudo llorar con desesperación. Se sentía perdida,
hundida, ultrajada... No hacía ni una semana que había enterrado a su madre y
ni siquiera Clive fue capaz de concederle una tregua a su luto.

«Mamá, no puedo más...»

«Dame fuerzas, porque yo ya no las tengo...»

«Ya no tengo motivos por los que seguir... luchando, sin
perder mi integridad... sin perder mi dignidad…»

«Te necesito... te necesito... te necesito... tanto»

Abrió los ojos lentamente aunque le escocían de tanto
derramar lágrimas. Acercó una de sus manos a los trozos de cerámica y eligió el
más grande y el que más desfilado estaba. Dobló cada una de las mangas de su
blusa y tras respirar hondo y profundo, pidió perdón y se rebanó con saña ambas
muñecas.

Pronto la sangre empezó a salpicar el suelo y su ropa. Noah
se estiró en el suelo, boca arriba y cerró los ojos esperando su ansiada
muerte. Nunca había estado más tranquila, por fin se sentía en paz consigo
misma.

Y entre tanto silencio y su lenta respiración, pudo
escuchar como la canción
 “
Skyscraper”
 
de
 
Demi Lobato
 
sonaba como una dulce melodía en su
cabeza.

 

“Puedes llenarte
de mi ilusión

romperme todo el
corazón

como un cristal

que se cae al
suelo

 

Pero te juro que
al final

sola me voy a
levantar

como un
rascacielos

como un
rascacielos

 

Poco a poco con
el tiempo

voy a olvidarme
de ti

no te vas a dar
cuenta

que estoy
sangrando aquí

 

Mis ventanas se
han quebrado

más no me voy a
rendir”

(...)

 

Noah entonces tras escuchar aquellas palabras antes de
perder por completo el conocimiento, abrió los ojos y lo tuvo claro como una
revelación en su alma. No iba a morir, no iba a dejarle ganar, no iba a tirar
la toalla... Iba a vivir, iba a luchar aunque fuese la última cosa que hiciera.

«Vivir o morir»

«Elijo vivir...»

Y dicho esto se incorporó tambaleándose hasta la mesa.
Había perdido mucha sangre. Casi a tientas con la visión borrosa logró taponar
sus lesiones con un par de servilletas de ropa. Luego sin perder más tiempo,
entró en uno de los cuartos de baño donde guardaba el botiquín de primeros
auxilios y se vendó ambas muñecas con gasas y esparadrapo. Había logrado frenar
la hemorragia. Se lavó la cara y las partes del cuerpo que seguían teñidas de
rojo. Después cogió una caja de antibióticos y un par de jeringuillas por
si más tarde tuviera fiebre a causa de la infección. Salió de allí y entró en
su dormitorio. Se cambió de ropa teniendo cuidado de no hacerse daño en las
muñecas con el roce. Buscó en el fondo del armario aquella cajita que escondía
por si un día reunía el coraje suficiente para abandonarle. Y ese día había
llegado. La abrió y mirando el fajo de billetes de cien dólares unidos por una
goma, cerró los ojos y estrechándolos entre sus manos, volvió a cerrarla de
nuevo.

«Este es mi pasaporte hacia una nueva vida»

«Adiós Clive»

«Adiós Noah...»

Salió de la casa, sin equipaje, sin identidad, enterrando
el pasado en los cimientos de aquella casa, para no regresar jamás»

 

—Kelly... ¿te encuentras bien?

Frank trataba de hacerla volver en sí. Acercó la mano a su
mejilla que seguía pálida como la nieve. Rozó con sus yemas su piel, estaba tan
fría como un témpano, manteniendo aquella mirada tan absorta y tan perdida que
se alarmó.

—Kelly... vuelve... por favor...

Noah escuchó su voz entre susurros y como si de un sueño se
tratara, se despertó de su ensimismamiento, regresando de nuevo a su lado.

—¡Dios!... Kelly... ¿qué es lo que te pasa?

Tras volver en sí, se encontró con la mano de Frank sobre
su mejilla y asustada retrocedió en el sofá.

—Debo irme.

Bajó casi de un salto del sofá y corrió a la puerta del
recibidor. Frank siguió sus pasos.

Noah, sin ponerse la chaqueta abrió la puerta de la calle.
Frank antes de dejar que saliera de allí sin saber qué era lo que le pasaba, le
cerró el paso.

—¿Es por algo que he dicho o he hecho?

—No —negó sintiendo que una lágrima afloraba de la comisura
de sus ojos azules.

—Entonces no te vayas —le dijo mientras le cogía de una de
las manos y acariciaba con la otra su muñeca.

Frank notó aquellas cicatrices que marcaban su piel. Abrió
los ojos extrañado al tiempo que deslizó la manga de su blusa para verlo más de
cerca. Aquellas marcas aniquilaban de lado a lado la delicadeza de su piel.

—¡Dios... Kelly! ¿Pero qué te han hecho?

Ella agachó la cabeza y escondió sus manos en la chaqueta.

—Por favor, déjame salir... —pronunció mientras alzaba de
nuevo la mirada encontrándose con la suya.

Miró a través de sus ojos suplicantes su verdadera
necesidad por huir de allí.

Así que dejó de cerrarle el paso, muy a su pesar, abrió un
poco más la puerta y la dejó marchar.

Capítulo 61

 

Noah salió del taxi y como una ráfaga de aire, corrió rauda
y sin detenerse escaleras arriba hasta su apartamento. Entró en su interior y
tras cerrar la puerta se quedó varios minutos con la respiración agitada y todo
el cuerpo tembloroso apoyado en la madera.

Clive y Frank. ¿Cómo podían existir dos personas más
diferentes en este mundo? Uno era la antítesis del otro.

Su corazón empezó a martillear su pecho más intensamente al
tiempo que su lengua acariciaba su nombre de nuevo: Frank...

«Huye cuanto antes de mi vida... No soy buena para ti...
Estoy demasiado rota por dentro...»

Noah zarandeó la cabeza y unos mechones golpearon su
rostro. Trató con todas sus fuerzas de borrar los intensos ojos de Frank de su
mente. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? ¿Por qué?... ¿por qué?

Se descalzó y dejó la chaqueta y el bolso colgados en la
percha. 

Caminó hacia el iPod. Necesitaba escuchar aquella canción...
una vez más, sola, en completa soledad. 

Se apoyó en la pared y tras inspirar muy hondo se deslizó
por ella hasta sentarse en el suelo y envolver las rodillas con sus brazos al
tiempo que hundía la cabeza entre las piernas. 

Los primeros acordes del piano de la balada
 “
Trust Issues”
 
de
 
Emmalym &
Dj Hunt
, invadieron lentamente sus tímpanos y poco a poco se apoderaron de
su alma.

Cerró los ojos con desesperación sin dejar de llorar. 

De repente, alguien aporreó con vigor la puerta de la
calle. Noah levantó ligeramente la cabeza mirando a aquella dirección sin
moverse del sitio. ¿Quién podría ser a estas horas? ¿Gabriel? Esperó unos
segundos más en silencio, convencida de que si no hacía demasiado ruido, ese
alguien, se marcharía. Pero por desgracia no ocurrió así, sino todo lo
contrario, la intensidad de los golpes se agravó por momentos. 

Noah, entonces, no tuvo más remedio que incorporarse y
acercarse hasta allí, caminando de forma silenciosa y sorbiendo por la nariz a
la vez que secaba sus lágrimas en las mangas de la camisa.

Abrió la mirilla y ojeó a través de ella. Era él. 

Su corazón empezó a palpitar a un ritmo frenético y su
cuerpo a experimentar una extraña sensación, por lo visto algo estaba
comenzando a crecer en su interior a marchas forzadas:
"las famosas
mariposas revoleando en su estómago"
.

—Kelly, ábreme la puerta por favor... sé que estás ahí...
—suplicó casi entre susurros. Sabía que estaba en casa porque era capaz incluso
de notar su presencia al otro lado—. Necesito saber que estás bien... y no
pienso marcharme hasta que me dejes entrar... Puedo esperar toda la vida...
incluso toda la eternidad...

«Cabezota»
, murmuró
ella.

Luego tras inspirar profundamente, deslizó las yemas
por las cicatrices de sus muñecas una vez más recordando lo que fue y reuniendo
todo el valor necesario para dejar de darle de una vez por todas, la espalda a
la vida.

Justo después, soltó todo el aire que retenía en sus
pulmones y con determinación, giró el pomo de la puerta.

Noah abrió los ojos al verle. Frank respiraba con
dificultad, tenía el pelo revuelto y sus pupilas estaban completamente
dilatadas. 

Ambos permanecieron en el sitio, mirándose, lidiando por
separado cada uno con su propia batalla interior.

De pronto, Frank casi sin apenas meditar dio un paso al
frente, acercándose con cautela. Noah abrió la boca al notar que le faltaba el
aliento viendo como se acercaba. 

—Kelly... yo NO soy él.

Y dicho esto dio un nuevo paso y luego otro hasta quedar a
menos de medio metro de su cuerpo.

Noah en un intento fallido por evitar volver a
derramar más lágrimas, empezó a llorar. Y en ese
instante Frank quiso arriesgarlo todo, a sabiendas de que era muy
probable que ella lo rechazara. Secó con los pulgares aquellas gotas que
mojaban sus mejillas para después poder acariciarle delicadamente y sin
prisas su rostro. 

Noah cerró los ojos y él la miró como si necesitara
aprenderse cada rasgo de su cara. Con ternura rozó su delicada piel,
regalándole varias caricias.  

—Yo NO soy Clive... Yo jamás te haría daño...

Noah abrió los ojos como una revelación.

Frank deslizó ambas manos alrededor de su cuello para
llegar hasta su nuca. Acercó los labios a su boca, y la besó muy despacio con
tanta dulzura que parecía que fuesen uno solo.

Nunca antes nadie le había besado igual y muy probablemente
nadie lo volvería a hacer.

Frank cerró la puerta tras de sí ayudado del talón y ella
abrió los ojos regresando de nuevo a la cruel realidad.

—Márchate antes de que puedas arrepentirte...

—No pienso irme —decía sin dejar de rozar su cara con
dulces caricias—, déjame entrar en tu vida, déjame cuidarte...

—No.

—¿Por qué? Dame una buena razón y desapareceré para siempre
de tu vida.

Ella le miró suplicante.

«Por favor, no me obligues a enseñarte mis demonios... por
favor»

Frank estaba esperando la respuesta de por qué debía irse,
sin más. A Noah en cambio solo le bastó recordar cada una de las cicatrices de
su cuerpo y quién se lo había ocasionado, para reaccionar.

—Porque tengo demasiadas cicatrices en mi alma.

Frank tras escuchar de su boca aquellas palabras, se
estremeció sin poder evitarlo.

¿Cómo podía existir un solo ser humano que quisiera causar
daño a aquel ángel de ojos azules?

Él insistió:

—Déjame curarte...

Noah negó con la cabeza una vez más. Tenía que hacerle
entender que debía desaparecer cuanto antes y si para conseguirlo tenía que
asustarle, lo haría.

Así que dio un par de pasos atrás sin dejar de mirar en
ningún momento aquellos ojos oscuros.

—Tus ojos únicamente pueden ver mi rostro pero no son
capaces de ver el monstruo que realmente soy.

Noah llevó las manos al primer botón de la camisa mientras
Frank seguía los movimientos con atención.

Ella comenzó a desabrochar lentamente uno a uno los botones
de su camisa. Al llegar al último botón, hizo una pausa. Tragó saliva,
necesitaba reunir fuerzas para no romper a llorar y poder mostrar su alma
desnuda ante él.

—Esto es lo que soy... —pronunció al tiempo que cerraba los
párpados y abría la camisa, mostrándole así su cuerpo.

Al instante las pupilas de Frank se dilataron, bañándose
con lágrimas de impotencia y de rabia. El monstruo no era ella, sino el
malnacido que le marcó de aquella forma para el resto de su vida.

Tenía decenas de quemaduras de cigarrillo en los pechos y
en el vientre. Noah al poco después se giró y dejó caer la camisa mostrándole
que en la espalda habían muchas más marcas. Producidas presumiblemente por un
cinturón o una vara de hierro.

Frank estaba tan sumamente horrorizado por lo que
acababa de presenciar que sentía como si le hubiesen arrancado de cuajo su
corazón y después hecho pedazos.

Sobraban las palabras. No era necesario decir nada. Quien
le propinó esas marcas merecía arder en el infierno una y otra vez.

Frank le cubrió la espalda con la camisa y después la
abrazó, rodeándole con sus fuertes brazos.

—Ahora que ya conoces a mi monstruo, sobran las excusas
para que desaparezcas de una vez por todas de mi vida... —le susurró sin dejar
de temblar.

—No pienso irme a ningún lado —dijo firme y seguro—. Porque
es aquí donde quiero estar, porque es contigo con quien quiero estar.

Le dio la vuelta con cuidado y tras mirarla intensamente a
los ojos, le sujetó de la barbilla y la volvió a besar pero esta vez con mayor
fervor, como si le fuera la vida en ello, como si no existiera un mañana.

Y por primera vez en su vida, Noah empezó a dejar
de sentir miedo.

 

Poco después Frank dejó de besar sus labios para
dedicar su atención a besar su cuello, con besos cortos y
delicados. Noah sintió estremecer todo su cuerpo.

—Déjame cuidarte como te mereces... —susurraba mientras
descendía por el hueco de sus pechos y besaba cada una de las horribles
cicatrices. Luego se detuvo en su vientre y realizó la misma operación. Besó
con esmero cada nueva cicatriz que descubría.

Noah no podía dejar de tiritar.

—No me hagas esto... no puedes quedarte en mi vida, no
debes...

—Chist... —le silenció en un susurro—. Por favor, cierra
los ojos y siénteme...

Frank se incorporó y cogiendo de su mano la guió hasta la
única habitación del apartamento. Ella esta vez ni siquiera se lo impidió.

Al llegar junto a la cama la miró una vez más hasta
perderse en la profundidad de su mirada azul. Necesitaba encontrar en ella una
especie de aprobación o en algún gesto suyo o en alguna palabra de aliento.

Y entonces ella pronunció sin vacilar:

—Confío en ti.

Frank sonrió levemente, era cuanto necesitaba escuchar.

Cogió sus manos y las llevó hasta el cuello de su camisa
para que fuese ella quién tomase la iniciativa. Y así lo hizo. Comenzó a
desabrochar lentamente cada uno de los botones. Al acabar Frank quedó con el
torso descubierto permitiendo así que Noah pudiera ser partícipe de su
belleza masculina.

Noah deslizó sus manos tímidamente por sus pectorales y en
el escaso vello rizado que se dibujaba como una sombra sobre el esternón.

Abrió los ojos sorprendida. Tenía una marca.

Frank al darse cuenta de su hallazgo, enarcó una ceja,
luego sonrió y finalmente se encogió de hombros.

—Como ves, todos tenemos cicatrices.   

Y después de aquellas palabras la tumbó con cuidado sobre
las sábanas y le hizo el amor con calma y con mucha dulzura.

Noah aquella noche pudo descubrir por primera vez en su
vida, lo que era sentirse cuidada, venerada y tratada con respeto, sin temor a
recibir humillaciones, vejaciones y violaciones hacia su persona y hacia
su integridad.

Al acabar de hacer el amor, Noah se acurrucó entre los
brazos de Frank y se desahogó, llorando desconsoladamente.

Se había dado cuenta de que había malgastado su tiempo y
parte de su juventud al lado de un sádico sin escrúpulos. No solo no la había
amado sino que tampoco la llegó a desear nunca como mujer.

Noah, al poco después, sin darse cuenta se quedó dormida
entre sus brazos.

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