Read Odio Online

Authors: David Moody

Tags: #Terror

Odio (24 page)

BOOK: Odio
9.8Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Desde donde estoy sólo puedo ver las personas con las que he venido en el camión. Ahora que me he movido puedo ver que la gente de los otros vehículos también están en el exterior. La fila delante de mí se pierde en la distancia. Estoy detrás de Karin, la chica que se ha mareado antes.

—¿Te encuentras bien? —susurro. Miro por encima a los soldados más cercanos, pero no reaccionan y me arriesgo a hablarle de nuevo—. Karin, ¿te encuentras bien? —Se gira un momento y asiente con la cabeza, pero no habla. Su rostro está pálido y sus dientes castañetean de frío.

La lluvia cae con tanta fuerza sobre nosotros que hace daño. Sólo llevo fuera un par de minutos y ya estoy calado hasta los huesos. Menos mal que llevo encima unas cuantas capas de ropa. Por delante de mí puedo ver a gente que sólo lleva una camiseta. Algunos van en pijama. Un anciano sólo viste una bata. Los debieron pescar de noche mientras estaban durmiendo. ¿No han podido dejar que se cambiasen o darles algo de más abrigo? Eso sólo demuestra lo enraizado que está el odio contra nosotros, y cada vez parece más claro que el comentario de Patrick en la caja del camión era correcto. Sea lo que sea lo que nos espera va a ser jodidamente desagradable. En el mejor de los casos nos han traído aquí para aislarnos y separarnos de ellos. ¿Y en el peor? Sé que hay una altísima probabilidad de que estemos aquí para que nos destruyan. Pueden intentar matarme pero cuando llegue el momento me iré luchando. Le debo a Ellis llevarme por delante todos los que pueda.

Dios santo, ¡¿qué pasa con Ellis?! ¿Cómo puedo ser tan imbécil? He estado tan centrado en lo que me está ocurriendo que he dejado de considerar la posibilidad de que hayan traído también aquí a mi pequeñita. ¿Es posible que haya cambiado como yo y que la haya capturado una de las patrullas? Sé que las posibilidades de encontrarla aquí son remotas pero tengo que intentarlo. Puedo ver a algunos niños en la fila por delante de mí, pero incluso a esta distancia sé que ninguno de ellos es mi hija. Me doy la vuelta e intento mirar hacia atrás. Maldita sea, la fila parece que no tiene fin. No puedo ver dónde acaba. Acabo de salir de la fila pero no me importa. Encontrar a Ellis es más importante que mi seguridad. Empiezo a desplazarme hacia atrás de la fila, pero me paro cuando una mano agarra mi hombro y me vuelve a colocar en mi sitio. Me giro, esperando encararme con un guardia, pero se trata de Karin.

—No seas estúpido —susurra, mirando ansiosamente a su alrededor—. Por favor, te matarán en cuanto te vean.

Asiento pero no digo nada. Sé que tiene razón. Vuelvo a mi lugar inicial en la fila y me fuerzo a aceptar la situación. Me capturaron horas después de que Liz se llevara a Ellis y pueden haber ido a una parte completamente distinta de la ciudad de la que yo creo que están. Las posibilidades de que esté aquí son escasas. Y si de aquí nos trasladan a otra ubicación central, probablemente tendré más oportunidades de encontrarla allí.

Tengo que mantener el control y esperar el momento oportuno, pero es difícil. Quiero correr y luchar y matar a los solados que nos rodean. Necesito moverme y entrar en acción pero no puedo. Estar aquí de pie y esperar es insoportable. Estas condiciones son muy duras. Estoy tan mojado que me pesa la ropa y el empapado peso está empezando a hundirme. Estamos todos calados de lluvia y ateridos de frío, y todo lo que podemos hacer es quedarnos quietos y callados.

Hay movimientos repentinos. Ha pasado tiempo pero no tengo ni idea de cuánto desde que nos sacaron de los camiones. Sigo resistiendo para seguir de pie pero he visto que algunas personas han caído al suelo a lo largo de la fila. Nadie se atreve a moverse para ayudarlos. Cada uno de nosotros sabe que arriesgarse a moverse es correr el riesgo de recibir un tiro de la chusma que nos rodea. Hay cientos de personas en esta fila y los soldados continúan patrullando constantemente a lo largo de ella, los fusiles cargados y a punto para disparar. Tengo que concentrarme para no salir de la fila y matarlos. Es una tortura. ¿Es así como planean librarse de nosotros? ¿Dejarnos de pie en medio de la nada hasta que caiga el último de nosotros?

Hace un ratito oí un flujo de estática de radio. Casi la mitad de los soldados han regresado de repente a sus vehículos dejando a la otra mitad para controlar la fila, con las armas apuntándonos sin descanso. Ahora han vuelto a arrancar los motores y los vehículos se alejan en convoy. Pasan con rapidez, regándonos con barro y agua de los baches y charcos que hay en la carretera.

Por primera vez puedo ver con claridad lo que hay al otro lado de la senda.

A través de la lluvia, fuerte y persistente, puedo ver una enorme extensión de terreno. Parece una factoría, o quizás algún tipo de explotación agrícola o almacén. A la izquierda se levantan dos grandes silos y todo parece extrañamente desvencijado y sucio. Un camino asfaltado y vacío sale de la parte delantera del edificio y cruza los campos hasta la carretera en la que estamos. Y ahora también puedo ver que la fila prosigue a lo largo de toda la carretera hasta casi llegar a la entrada del campo. Dios santo, debemos ser miles.

En la distancia se ve actividad alrededor del edificio. Desde aquí no es posible ver con claridad lo que está pasando. Veo que soldados y otras figuras vestidas de negro se mueven sin descanso. Algunos están sacando equipos del edificio, otros están metiendo cosas. No tengo ni idea de lo que puede ser. Y no creo que quiera saberlo.

Justo delante de mí la súbita actividad ha provocado que alguien haya perdido los nervios. El pánico se extiende por la fila y durante un segundo intento ver de quién y de qué se trata. Parece como si alguien hubiera salido de la fila y saltado sobre uno de los soldados. ¿Debo aprovechar la distracción para huir? Otros están pensando lo mismo. Al menos dos personas están corriendo entre los árboles. Ahora cinco, seis, siete... quizás hasta diez figuras más están corriendo hacia el bosque. Me tengo que mover ahora si voy a hacerlo. Los soldados más cercanos están distraídos y si soy rápido puedo...

Hijos de puta. La huida ha terminado casi con tanta rapidez como empezó. Los soldados dan un paso al frente y vacían sus armas automáticas sobre los árboles. La gente que está corriendo cae abatida sin aviso previo: tiro por la espalda y muerto. Mucha más gente que seguía en la fila más adelante ha caído en el fuego cruzado y también está muerta. Sé que lo mismo me pasará a mí si intento cualquier cosa.

Los soldados se reagrupan y vuelven a sus posiciones. Uno de ellos llama por radio y, tras un corto retraso, aparece una furgoneta delante del edificio y se va acercando a la carretera. Para al otro lado del camino, en el punto que ha tenido lugar el tiroteo. La gente que está en la fila es obligada a punta de pistola a recoger los cuerpos de los muertos y cargarlos en la furgoneta. Impotente, contemplo cómo dos mujeres que están sollozando son obligadas a arrastrar los cadáveres desde el bosque y llevarlos al otro lado de la carretera. Un anciano y una adolescente son enviados a recoger el cuerpo del hombre del camión al que dispararon antes en la cabeza.

40

La lluvia torrencial continúa y no da señales de parar. Las nubes grises sobre nosotros son más oscuras que nunca y la luz está desapareciendo con rapidez. No creo que pueda seguir de pie durante mucho tiempo más. Ya no puedo sentir los pies ni las manos. La piel de mi cara está en carne viva y estoy entumecido a causa del frío. No he bebido nada en todo el día, pero tengo la vejiga llena y el dolor es insoportable.

Estoy asustado. Cada vez que se mueve uno de los soldados cercanos aguanto la respiración, no porque tenga miedo de él, sino porque dentro de mí estoy gritando de frustración, desesperado por luchar y por matar a la chusma diabólica que nos mantiene aquí cautivos. Pero sé que no puedo. Son demasiados y están fuertemente armados. Si me atreviese a mostrar mis intenciones me liquidarían en segundos. No puedo dejar que eso ocurra pero cada vez es más difícil mantener esas emociones bajo control. Sé que en algunos sitios a lo largo de la fila otras personas han sido incapaces de controlarse y lo han pagado con la vida. Sólo hace unos minutos oí un grito de rabia seguido de una ráfaga en la penumbra que hay a mis espaldas. El silencio que nos rodea ahora es incluso más terrorífico que el ruido de lucha y muerte que lo han precedido.

A medida que el día se ha ido arrastrando se ha vuelto imposible ver el final de ambos extremos de la fila. En la luz menguante sólo puedo ver a unas treinta personas por delante de mí y a otras tantas por detrás. Estoy seguro de que la fila ha crecido en cientos de personas. Dos veces en aproximadamente la última hora han pasado a nuestro lado convoyes de camiones vacíos. La lógica dice que han traído más gente y que ahora han vuelto a las calles para buscar más.

La chica delante de mí se vuelve a mecer sobre los pies. No puedo dejar que caiga. Me deslizo ligeramente hacia delante y la cojo para sostenerla.

—Venga —susurro entre dientes—, ahora no. Intenta aguantar... —Ni siquiera sé si me puede oír por encima de la eterna lluvia.

Algo está ocurriendo por delante. No puedo ver nada y sin duda he oído algo. Escruto la penumbra, desesperado por ver qué ocurre. ¿Se empieza a mover por fin la gente? Durante unos pocos segundos no estoy seguro pero entonces un inesperado flujo de movimiento recorre la fila hasta un punto en el que finalmente puedo ver lo que está ocurriendo. Hemos empezado a movernos hacia delante. Una súbita oleada de movimiento, extraño y tambaleante, llega hasta mí y por primera vez en horas empiezo a caminar. Mis piernas están terriblemente agarrotadas y cada paso me cuesta un gran esfuerzo de coordinación. Durante un momento me siento estúpidamente aliviado cuando las punzadas en mis doloridas piernas empieza a remitir un poco, pero entonces empiezo a pensar hacia dónde estamos yendo y regresa el pánico. Sé que la huida está descartada por ahora. La sencilla tarea de poner un pie delante del otro ya es suficientemente complicada. No tengo ni fuerza ni energía para moverme con mayor rapidez.

Los soldados caminan a nuestro lado, manteniéndose a distancia la mayor parte del tiempo, pero golpeando y empujando de vez en cuando a los que se mueven demasiado despacio o a los que tropiezan y se salen de la fila. Un poco por delante de mí, uno de los hombres que vino en el mismo camión que yo ha caído al suelo. Es viejo y está cansado. Ahora se halla tendido en la calzada de grava, sollozando. Sigo andando —no tengo alternativa— y oigo que uno de los soldados le grita que se ponga en pie y siga adelante. Me gustaría hacer algo para ayudar. No me atrevo a mirar atrás. Oigo un disparo, muy cerca, a mis espaldas, y sé que sus sufrimientos han terminado. Ahora mi furia es más difícil de controlar que nunca. A pesar de que estoy exhausto el deseo por volverme contra estos soldados y luchar contra ellos —para matarlos— es cada vez mayor con cada minuto que pasa y es casi imposible de contener. Sólo la obviedad de que cualquier reacción será inevitablemente la última cosa que haga me mantiene en la fila.

Nos hemos parado de nuevo.

Casi con la misma rapidez con que empezó el movimiento, ha terminado. No tengo ni idea cuánto hemos recorrido. No sé cuánto me he acercado a lo que sea pero supongo que la gente al principio de la fila ha llegado hasta la entrada del edificio.

41

¡Dios santo qué frío! La cubierta de nubes se ha abierto un poco y, por lo menos durante un rato, ha parado la lluvia. El edificio de delante ha sido iluminado por una serie de brillantes focos que relucen desde el suelo y hacen que parezca una maldita catedral gótica o una fortaleza. Aunque ahora lo puedo ver con mayor claridad, sigo sin tener ni idea de su utilidad. ¿Se trata de un centro de cuarentena? Nada de esto tiene sentido. Si nos han traído aquí para matarnos, ¿por qué no lo hacen? ¿Para qué perder todo este tiempo y esfuerzo para tenernos en fila y recoger los cuerpos? Para algunos de los pobres bastardos que están conmigo en la fila una bala en la cabeza sería una liberación. Pero ¿quizá todo esto va precisamente de eso? ¿Quizá lo que quieren es que suframos?

Después de horas de inactividad, ahora hemos dado tres súbitos empujones hacia delante. Esta vez he contado el número de pasos que he dado. Creo que nos hemos movido un centenar de pasos hacia delante. La lógica dice que un número similar de personas acaban de desaparecer en el edificio delante de nosotros.

Otro convoy de camiones recién descargados pasa atronador a nuestro lado. Otros pocos centenares de personas se añaden al final de la cola.

El ruido de los camiones se pierde rápidamente en la distancia pero ahora puedo oír algo más. Puedo oír un avión, y el sonido de sus poderosos motores, muchos kilómetros por encima de nosotros, hace que me dé cuenta de qué silencioso se ha vuelto el resto del mundo. El avión se mueve a una velocidad increíble. Debe ser un caza o algo por el estilo. Estoy atento a no hacer ningún movimiento repentino para levantar la vista al cielo, pero no puedo evitarlo. Manteniendo la cabeza tan quieta como me es posible y sólo moviendo los ojos, escruto los cielos. Y lo veo. Un borrón de metal oscuro que corre a una velocidad fenomenal, cruzando el horizonte de derecha a izquierda. Incluso algunos de los soldados se han distraído mirándolo.

Ahora hay un segundo ruido. Un rugido apagado que puedo sentir a través del suelo, bajo mis pies. Este ruido viene de una dirección diferente. Parece girar y cambiar con el viento antes de volverse más fuerte y definido. Procede de nuestra espalda. Miro y veo que un solo rayo de luz corta a través de la oscuridad kilómetros por encima de nuestras cabezas, volando hacia el caza en la distancia. ¿Se trata de otro caza? ¿Un misil?

Sólo dura unos segundos pero el momento parece eterno. Veo cómo la luz blanca en el cielo se aproxima al caza y se precipita sobre él, derribándolo con una precisión increíble. Durante un segundo una gran bola de fuego que se expande con llamas naranjas queda colgada en el cielo cárdeno. Todo ello ya ha desaparecido cuando nos llega el rugido atronador de la explosión.

Avanzamos de nuevo.

Estoy unos cuantos metros más cerca del edificio pero, por una vez, lo que me está esperando allí no es lo que ocupa mi pensamiento. Intento explicarme lo que acabo de ver. Sin tener en cuenta quién volaba en el avión y quién lanzó el misil, se trataba de un ataque consciente y decidido, y esto finalmente me da un pequeño rayo de esperanza. Alguien, en algún sitio, sigue combatiendo.

BOOK: Odio
9.8Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Always (Time for Love Book 4) by Miranda P. Charles
Dire Means by Geoffrey Neil
Asking for Trouble by Mary Kay McComas
EXOSKELETON II: Tympanum by Shane Stadler
Deborah Camp by Primrose
The Apocalypse Watch by Robert Ludlum
One Weekend by Sasha White