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Authors: David Moody

Tags: #Terror

Odio (10 page)

BOOK: Odio
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No deberíamos vivir en un sitio como éste, pienso mientras camino hacia la puerta por el sendero invadido por las malas hierbas. Sé que soy un jodido vago y que debería trabajar más duro, pero no es fácil. Hago lo que puedo, pero parece que no es suficiente. De vez en cuando necesito una patada en el culo. Pero si cada día pudiera ser como hoy, decido mientras abro la chirriante puerta de entrada, quizá las cosas puedan ir bien. Hoy siento que el esfuerzo que he puesto en el trabajo ha valido la pena. No he tenido que tratar con ningún ciudadano chillón e incluso he conseguido reír con Tina Murray. Hoy, por una vez, no me siento como si estuviera remando en la dirección contraria a todo el mundo. Los planes que Lizzie y yo hemos estado haciendo durante años de mudarnos a una casa más grande, cambiar el coche y, en general, mejorar nuestro nivel de vida parecen un poco más realistas y factibles que cuando dejé el piso esta mañana. Están todavía muy lejos, seguramente, pero son posibles.

Atravieso la penumbra de la entrada y abro la puerta del piso. Entro y el calor de nuestro hogar hace que me dé cuenta del frío que hace esta noche.

—Estoy de vuelta —grito mientras me quito el abrigo y los zapatos. Todo está inusualmente silencioso. Puedo oír la tele y los niños pero no a Liz. Normalmente le está gritando a alguno de ellos. No puedo recordar la última vez que llegué a casa y estaba tan silenciosa.

Edward aparece en el recibidor delante de mí. Sonríe de oreja a oreja.

—¿Todo bien, Ed?

Asiente con la cabeza.

—Hoy he tenido medio día libre —me suelta y parece satisfecho de sí mismo.

—¿Por qué? ¿Qué te ha pasado?

—Nada. Han cerrado la escuela.

—¿Por qué? —vuelvo a preguntar mientras me interno en el piso buscando a Liz. No la veo en ninguno de los dormitorios.

—Por culpa de Jack Foster —me explica Ed. Estoy confuso.

—¿Quién es Jack Foster?

—Está en sexto. ¡Lo deberías haber visto, papá, fue alucinante!

He llegado a la puerta de la cocina. Lizzie está sentada a la mesa, bebiendo una taza de café con la mirada perdida.

—¿Estás bien? —pregunto. Me mira, sorprendida.

—No sabía que habías llegado —dice en voz baja, saliendo del trance. Se levanta, se acerca y me abraza. Esta repentina muestra de afecto está fuera de lugar.

—¿Y esto por qué? —susurro con mi boca pegada a su oreja—. ¿Estás bien?

Dice que sí con la cabeza y se suelta para ir a buscar mi cena, que está en el horno.

—Estoy bien —suspira—. He tenido un mal día, eso es todo.

—Ed me estaba contando que han cerrado la escuela. ¿Algo relacionado con Jack Foster?

Ella pone la comida en la mesa y se sienta en una silla frente al sitio que ha preparado para mí. Empiezo a comer y la contemplo mientras se masajea las sienes. Parece cansada y trastornada. Lo que ha ocurrido hoy en la escuela debe ser lo que la preocupa.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunto. Ella no quiere contestar—. Háblame, Liz...

Ella se aclara la garganta y se termina el café. Cuando finalmente empieza a hablar su voz es suave y está llena de emoción.

—¿Conoces a Jack Foster?

Niego con la cabeza. He oído antes el nombre pero no lo puedo relacionar con ninguna cara.

—¿Conoces a Ben Paris? ¿Un chico bajito con el pelo negro?

Sé quien es Ben.

—¿Su padre es peluquero?

—Ése es. Jack Foster es su mejor amigo. Siempre están juntos. Nos sentamos al lado de Sally, la madre de Jack, durante la velada para padres del pasado trimestre. Tiene una hermana en la clase de Ed. Es alto y...

—¿... y lleva gafas?

—Ése es.

Estoy bastante seguro de que sé de quién está hablando. Lo he dicho sólo para continuar con la conversación.

—¿Qué ha hecho?

Lizzie se aclara otra vez la garganta y se tranquiliza.

—En primer lugar —comienza— esta mañana toda la escuela estaba en el vestíbulo para una asamblea. Los chicos estaban apretujados en el centro y la señora Shields desfilaba de una lado a otro delante de todos con su rutina habitual.

—No soporto a esa mujer —la interrumpo. La señora Shields es la directora. En resumen, es estricta, anticuada y les habla a los padres exactamente de la misma forma que les habla a los niños.

—Sé que no te gusta —suspira Liz—, me lo dices cada vez que menciono su nombre. En cualquier caso, estaba acabando una de sus malditas y horribles historias bíblicas. Yo estaba sentada al fondo, al lado de Denise Jones y...

Ella deja de hablar y yo de comer. Levanto la vista del plato y dejo de lado cuchillo y tenedor.

—Jack está en sexto —prosigue—. Los niños se sientan en el suelo por orden de edad con los más pequeños delante, de manera que la clase de Jack estaba al final del vestíbulo, cerca de donde estábamos nosotras. La señora Shields les acababa de pedir que inclinaran la cabeza para la oración final antes de empezar...

Se calla de nuevo.

—¿Qué ocurrió? —la presiono.

—Yo estaba sentada allí al final y Jack se puso en pie delante de mí. La mayor parte de los niños estaban delante de él y todos tenían la cabeza inclinada, de manera que al principio no hubo ninguna reacción. Entonces echó a correr hacia la señora Shields. Golpeaba y pisaba a los chicos, y a algunos de ellos les hizo daño y empezaron a gritar y a chillar. Para cuando todo el mundo hubo levantado la mirada Jack había alcanzado un lateral del vestíbulo. Tiró a Eileen Callis de una silla, que acabó de bruces en el suelo. Todo esto ocurrió en segundos. Todos estábamos ahí sentados, demasiado sorprendidos para hacer nada. Jack cogió la silla vacía de Eileen, la levantó por encima de la cabeza y corrió hacia la señora Shields. Ella avanzó hacia él para intentar pararlo, pero él corría hacia ella, blandiendo la silla por encima de la cabeza y pasando al lado de los niños sentados en primera fila. Falló un par de veces pero luego le dio de lleno en la cara, justo bajo el ojo. Jack es casi tan alto como la señora Shields. Seguía blandiendo la silla y antes de que nadie supiera lo que estaba pasando, ella estaba tendida en el suelo con él de pie a su lado y golpeándola una y otra vez con la silla en la espalda.

—¿Nadie pudo pararlo? —pregunto.

—Don Collingwood y Judith Lamb fueron los primeros en llegar —responde, asintiendo con la cabeza—. Don lo agarró y Judith intentó quitarle la silla. Maldita sea, Danny, parecía como si estuviera poseído o algo así. Fue terrible. La señora Shields estaba gritando y eso provocó que algunos de los niños empezaran también a gritar. Estaba en el suelo, encogida como si fuera una pelota, al lado del piano, con las manos sobre la cabeza. Había mechones de su pelo por todas partes y sus gafas estaban destrozadas. La sangre le corría por la cara y...

—Pero ¿por qué? —interrumpo—. ¿Qué había pasado con él?

Ella se encoge de hombros.

—Nada, por lo que yo sé. Lo vi antes de entrar en la escuela y parecía estar bien. Se estaba riendo con sus amigos. Nunca se le ha visto hacer nada igual. Hay un montón de niños en esa escuela que no me habría sorprendido nada que lo hicieran pero Jack...

—No tiene sentido —murmuro con la boca llena de comida.

—Me lo dices o me lo cuentas.

—¿Qué han hecho con él? Ella mueve la cabeza.

—Todo se convirtió en un caos. Don arrastró a Jack a uno de los despachos y lo encerró... Lo destrozó. Gritaba y chillaba y... Dios, fue horrible. Pobre muchacho, se le oía por toda la escuela. Parecía aterrorizado.

—¿Qué ha pasado con la directora? ¿Qué ha pasado con la señora Shields?

—Se la llevaron al hospital y le han hecho un reconocimiento. Creo que está bien, sólo unos cuantos cortes y arañazos, eso es todo.

Por un segundo devuelvo la atención a la comida pero es imposible no seguir pensando en lo que me acaba de contar Liz.

—¿Por qué lo hizo? —pregunto, teniendo la certeza de que ella no me puede responder.

—Ni idea —suspira mientras se levanta para buscar algo de beber—. Pero hace que me pregunte si no está relacionado con lo que vimos durante el fin de semana.

—No puede ser —la corto instintivamente—. Esto ha sido un chico en la escuela, ¿cómo podría estar relacionado?

—No lo sé. En cualquier caso, cerraron la escuela poco después de que ocurriese y es probable que siga cerrada mañana. Intentamos distraer a los niños pero ya sabes cómo es, Dan, se trata de una escuela pequeña. Es una escuela de barrio. Todo el mundo se conoce. Al final tuvieron que llamar a la policía para controlarlo. Jesús, lo siento mucho por Sally. Deberías haberla visto. Parecía como si fuera ella la que había hecho algo malo. Y cuando se llevaron a Jack...

—¿Cuándo y quién se lo llevó?

—Al final se lo llevaron en una ambulancia. No quería hablar con Sally, ni siquiera quería verla. Gritaba pidiendo ayuda. El pobre muchacho está completamente ido. No tenía una explicación para lo que había hecho. No dejaba que nadie se le acercase. Parecía como si todos nosotros le causáramos pavor.

11

Cuando nos damos cuenta, ya son las diez pasadas. Finalmente los niños se han tranquilizado y dormido, y el piso está en silencio. La televisión ha estado apagada toda la velada pero ahora la sala de estar está demasiado silenciosa y la enciendo sólo para que tengamos un poco de ruido de fondo. Liz está muy apagada y preocupada, y casi no hemos hablado. Se está haciendo tarde. No vamos a tardar mucho en irnos a la cama. Antes de que nos demos cuenta me tendré que levantar y volver a la arena. A veces me siento como si corriera a una velocidad diferente que el resto del mundo. Me siento como si siempre tuviera que darlo todo simplemente para mantener el ritmo.

Voy a la cocina y nos preparo algo caliente. Creo que Lizzie lo necesita.

—Bebe.

Me mira, sonríe y coge la taza de mis manos.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Por supuesto que sí. ¿Por qué no haces más que preguntarme si estoy bien?

—Sólo quiero estar seguro de que lo estás. Has tenido un día de mierda.

—Es verdad pero estoy bien —contesta con una voz un poco estridente y tensa.

—Bien —gruño reaccionando en exceso—, perdona por preguntar.

—Oh venga, no seas así...

—¿Ser cómo? Sólo he preguntado si estabas bien, eso es todo.

Me siento a su lado. Coloca un brazo detrás de mí y empieza a acariciar mi espalda con suavidad.

—Lo siento.

—No importa.

La misma basura de siempre en la tele. Cojo el mando a distancia y voy cambiando de canal. Esta noche las comedias no tienen gracia y los dramas son demasiado dramáticos. Nada se ajusta a nuestro estado de ánimo. Busco las noticias. Quiero saber más sobre lo que está pasando. Excepto por los pocos retazos de información en el trabajo es la primera oportunidad que tengo en todo el día para informarme. Lo que vemos es más de lo mismo de ayer: más problemas y más violencia. Lo que no recibimos es ninguna explicación. Cada reportaje parece seguir el mismo guión: uno o más incidentes tienen lugar en un lugar de una zona concreta e informan de cómo ha reaccionado la gente ante el suceso. Esto es una locura. Sigo escuchando frases como «violencia de imitación» y «ataques de venganza» que se difunden por todas partes. ¿La gente es realmente tan estúpida como sugería Harry ayer? ¿Realmente alguien la lía sólo porque ha visto que otros lo están haciendo?

—Mira eso —dice Lizzie cuando estamos viendo juntos los titulares—, ahora incluso le están dando un nombre. ¿En qué va a ayudar eso?

Tiene razón. He oído hace unos minutos esa palabra pero no he pensado en ello. La minoría que está causando los problemas recibe el nombre de «Hostiles». El nombre procede del titular de un tabloide publicado esta mañana y ha calado enseguida. Parece apropiado porque sigue sin haber ninguna referencia a que esa gente luche por alguna causa o razón. El odio parece ser lo único que los mueve.

—Les han dado un nombre —murmuro—. Les resulta más fácil hablar de ellos si les dan un nombre. Lizzie mueve incrédula la cabeza.

—No entiendo nada.

—Ni yo.

—Hablan de esto como si fuera una epidemia. ¿Cómo es posible? No es una enfermedad, por el amor de Dios.

—Quizá lo sea.

—Lo dudo. Pero tiene que haber una razón para todo esto, ¿no crees?

Tiene razón pero, como el resto del mundo, no tengo ni idea de cuál puede ser la razón, de manera que no me molesto en responder. Ver las noticias me hace sentir cada vez más incómodo. Me hace sentir como si tuviera que cerrar la puerta de la calle y no volverla a abrir hasta que todos estos trastornos y violencias súbitas hubieran parado. Instintivamente intento encontrar una explicación, al menos para que pueda sentirme mejor.

—Quizá no esté tan mal como nos lo hacen ver —sugiero.

—¿Qué?

—En la tele siempre exageran las cosas, ¿o no? Acaban de decir algo sobre el aumento del número de incidentes violentos denunciados, pero eso no significa necesariamente que haya aumentado el número de incidentes que están teniendo lugar, ¿o no?

—No necesariamente —responde, insegura.

—Puede que haya habido el mismo número de peleas que la semana pasada, pero entonces no eran noticia. El problema surge cuando algo hace que los chicos de los titulares salten en sus sillas.

—¿Qué estás diciendo?

—Quizá toda esta situación sea algo que han creado la tele y los diarios —respondo. Lo voy inventando a medida que voy hablando.

—No puede ser. Está ocurriendo algo de verdad. Son demasiadas coincidencias para...

—De acuerdo —interrumpo—, pero si no han creado el problema lo están empeorando, sin lugar a dudas.

—¿Qué me dices de lo que ocurrió el viernes en el concierto? ¿Y en el pub? Y lo que fuera que pasó con aquel coche la pasada noche y lo que ha ocurrido en la escuela esta mañana... ¿me estás diciendo que todos estos incidentes habrían ocurrido de todas formas? ¿Crees que estamos agrandando las cosas y sus consecuencias por lo que hemos visto en la tele?

—No lo sé. No hay forma de saberlo, ¿no crees? Todo lo que digo es que hemos visto con anterioridad cómo cosas como éstas se escapaban de las manos.

—¿De verdad?

—Por supuesto que sí. Ocurre continuamente. Alguien en algún lugar difunde una historia, entonces una parte descerebrada de la audiencia la copia para que los saquen televisión o en las portadas de los diarios.

Creo que ahora la he perdido definitivamente. Puedo decir por la expresión de su rostro que no comprende nada. Eso o no me cree. Ni yo mismo estoy totalmente seguro.

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